jueves, 22 de noviembre de 2012

Un chasco

En la segunda mitad de la década de los ochenta, un grupo de científicos demostró que en el Lago Ness no vivía ningún monstruo. Me produjo una enorme tristeza la noticia. Estaba claro que el monstruo era una fantasía, una sombra de entreluces y un inteligente reclamo turístico, pero quedaba en el aire la remotísima posibilidad de su existencia. Como la del Yeti del Himalaya, de cuya imagen tan sólo tenemos una idea los lectores de Tintin, gracias al dibujante Hergé.
Por fortuna, no se han reunido en el Tibet los científicos que chafaron a «Nessie», y se mantiene la esperanza de que un día aparezca devorado un escalador por el dichoso Yeti, que de existir no parece inclinarse por la carne humana.
Respeto profundamente a Su Santidad el Papa Benedicto XVI. Con independencia de su espiritualidad, admiro su inteligencia y su cultura. El Papa es un gran escritor y un formidable músico. Los alemanes nacen con la música incrustada en el alma, pero además la estudian, y casi todos terminan dominando un instrumento. En el caso del Santo Padre, el piano. Pero creo que se ha equivocado al afirmar que en el Portal de Belén no había ni mula ni buey. También nos lo figurábamos, pero esa inexistencia no aporta ninguna ventaja a la tradición.
El Papa ha borrado de un plumazo centenares de estrofas de villancicos, y miles de poemas. Podría haber esperado a enero para hacer público su veredicto. Desde niño puse en duda lo de la mula y el buey, pero nunca me atreví a dar publicidad al asunto. Sospechaba sobre todo de la mula, que para muchos era una mula y para otros tantos un burro o una burra. En el bovino, plena coincidencia, pero no en el equino. Y para los españoles ha resultado reconfortante al máximo la confirmación de la existencia de los Reyes Magos, en detrimento de la imagen de Santa Claus, Papa Nöel y San Nicolás, un personaje nada de fiar y que tiene más nombres que un estafador profesional.
Su Santidad no ha pensado, probablemente, en la faena que nos ha hecho a los que montamos un Nacimiento cuando la Navidad se acerca. Ha cambiado de manera radical la estética del Portal de Belén, que sin mula y sin buey pierde atractivo para los niños. Y a los villancicos tenemos que cambiarles la letra con carácter de urgencia porque si mencionamos a la mula o burra y al buey, nos puede dar la risa. La rima asonante de «Belén» con «buey» ha dado mucho juego a los poetas a los largo de los siglos, y ese afán por calentar al Niños Dios con los alientos animales era de una gran belleza figurativa.
De cualquier manera, el Papa no ha estado oportuno en la presente ocasión. Lo dice en enero, y con un año por delante, sobra tiempo para adaptar el Portal de Belén a la ausencia del buey y la mula. Pero a un mes de la celebración, con las figuras del Nacimiento dispuestas, la faena es de las gordas. Los vendedores de figuras se van a tener que comer todas las mulas y todos los bueyes de barro, cerámica y madera. Y los portales, dispuestos con amplio espacio para dar cabida a la pobre mula y al desdichado buey, habrá que llenarlos con otros personajes para que no queden excesivamente deshabitados. Los niños, y la Navidad es para ellos, se adaptan a todo. Pero que a mis años me entere de sopetón, y por vía Papal, que el buey y la mula no acompañaron a Jesús en el Portal de Belén, se me antoja un chasco de difícil superación.
Alfonso Ussia
Félix Velasco - Blog

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