miércoles, 29 de enero de 2014

El mal es el mal

El mal seguirá siendo el mal aunque la inmensa mayoría del mundo lo practique,... y el bien seguirá siendo el bien aunque nadie lo haga. Esto no es relativo, y al igual que las cosas básicas e importantes de la vida no es cuestión de pareceres.
Félix Velasco

Nueva Barcelona

Nueva Barcelona, la ciudad que sucumbió a los turcos
El pasado año se cumplieron dos siglos de la firma del Tratado de Utrech, un acuerdo que marcó el fin a la Guerra de Sucesión española y supuso la subida al trono de los Borbones en la figura de Felipe V. Tras la contienda, muchos de los que habían apoyado al archiduque Carlos, representante de la Casa de Habsburgo, se vieron obligados a abandonar el país.
Ese fue el caso de un buen número de habitantes de Barcelona, ciudad que, tal y como narra Javier Sanz en el blog «Historias de la Historia», se resistieron a aceptar la autoridad del nuevo rey Borbón hasta septiembre de 1714. Tras la caída de la Ciudad Condal, buscaron refugio en territorios como Nápoles, Flandes, Cerdeña o Sicilia, a los que, obligada por el Tratado de Utrech, había renunciado la Corona española.
Sin embargo, el rey Felipe no se había resignado a su pérdida y en 1733 reconquistó Nápoles y Sicilia. Los emigrantes catalanes que se habían refugiado allí se vieron obligados a volver a huir, esta vez a Viena. Una vez allí, sin recursos y sin forma de ganarse la vida, malvivían vagabundeando por las calles, por lo que las autoridades decidieron reubicarlos en algún lugar donde no molestasen.
El lugar elegido fue un territorio pantanoso de la península de los Balcanes conquistado hacía poco tiempo y que hoy ocupa la ciudad serbia de Zrenjanin. Con esta solución, además de quitarse un problema, utilizaron a los catalanes para repoblar la frontera que les separaba de los turcos.
Así, entre 1735 y 1737 y financiados por el Sacro Imperio, unos mil catalanes fueron embarcados y llevados a su nuevo hogar a través del Danubio. Allí fundaron Nueva Barcelona, comenzaron la construcción de aquella nueva ciudad y donde plantaron las primeras moreras para alimentar a los gusanos de sus fábricas de seda. Pero el sueño de un nuevo hogar solo duró tres años.
Los enfrentamientos entre los Habsburgo y el Imperio otomano se reanudaron y la zona ocupada por los catalanes sufrió numerosos ataques por parte de los de los turcos, que, además, introdujeron la peste en la ciudad. La epidemia diezmó la población y los pocos que sobrevivieron abandonaron Nueva Barcelona, de vuelta a Buda o Viena.
Su rastro se perdió. En 1808 un incendio arrasó lo que quedaba de la ciudad, llevándose con él todo rastro de los emigrantes catalanes. En Zrenjanin solo la presencia de moreras recuerda hoy la existencia del truncado sueño de Nueva Barcelona.
Bitácoras
Félix Velasco

lunes, 27 de enero de 2014

Libros que nunca existieron

Archivo: Necronomicon prop.jpg
El catálogo del conde Fortsas
En 1840 comenzó a circular por las librerías de Bélgica y Francia un catálogo formado por cincuenta y dos incunables literarios, que incluía obras atribuidas a Cicerón. Aquel tesoro (el sueño de todo coleccionista) provenía de la biblioteca del conde J. N. A Fortsas, e iba a subastarse el 10 de agosto en el despacho del notario de Binche, una pequeña y apacible localidad belga.
Llegó el día, y un buen número de libreros y coleccionistas de toda índole se dieron cita en Binche. Pero cuál no sería su sorpresa al descubrir que en el pueblo no vivía notario alguno, y que nadie había oído hablar de una subasta.
Todo había sido una broma pesada organizada por el comandante Renier-Hubert Ghislai Chalon, un militar retirado, aficionado a tomarle el pelo a todo el mundo, y cuya imaginación había alumbrado todos los títulos, y el contenido de los libros, del ficticio catálogo.

El Necronomicón
De haber existido, el Necronomicón sería el best-seller de los libros jamás escritos. Encuadernado en piel humana y escrito con sangre, el Necronomicón era un supuesto códice ocultista para invocar a los primordiales, entidades demoníacas del ser humano.
El ficticio autor de tan macabra obra era Abdul Alhazred, un árabe del siglo XII, que enloqueció tras pasar cuatro años vagando por unas cuevas subterráneas, donde se supone que había descubierto la existencia de los primordiales. La primera persona que mencionó el Necronomicón fue el escritor Howard Philip Lovecraft en su relato "El sabueso", publicado en 1922.
Las referencias a este libro blasfemo y maldito (con la facultad de enloquecer a todo desdichado que osara leerlo) fueron constantes en la obra del escritor de Providence.
Constantes y minuciosas, ya que Lovecraft llegó incluso a escribir la cronología del Necronomicón, en la que detalló cómo, a través de los siglos, fue pasando por las manos de diversos personajes (monjes, traductores, coleccionistas...) hasta acabar desapareciendo misteriosamente.
Como era de esperar, los rastreadores de rarezas se pusieron tras la pista del libro. Una pista que no conducía a ninguna parte, ya que, como el propio Lovecraft confesó en 1943 en una carta a su editor, el libro blasfemo no existía; era una invención suya, para darle credibilidad a sus relatos terroríficos. Pero la confesión del propio Lovecraft no sirvió para poner fin a la leyenda, ya que muchos aficionados a la literatura de terror siguieron creyendo en la existencia del libro.
Jorge Luis Borges confesó cómo, con dieciséis años, fascinado por la obra de Lovecraft, recorrió las bibliotecas de Buenos Aires buscando el libro maldito. Lógicamente, no lo encontró; pero, ya que no pudo volver a su casa con un libro de recetas mágicas, lo hizo con otro de recetas de cocina, para que la salida no hubiera sido en vano.
La anécdota de Borges ejemplifica la fascinación que el "Necronomicón" ha ejercido y ejerce sobre miles de lectores. Fascinación que compartió René Chalbaud, catedrático de Literatura de La Sorbona de París, a quien en 1971 casi le dio un síncope cuando en la biblioteca de la Universidad encontró una amarillenta ficha que indicaba que existía un ejemplar del libro entre los fondos sin clasificar.
La noticia corrió como la pólvora, y a la Universidad acudieron decenas de investigadores atraídos por el hallazgo, como moscas a la miel. Debió ser divertido ver la expresión de sus rostros cuando descubrieron que todo había sido una broma de un alumno con ganas de burlarse de sus mayores.

Juegos borgianos
Ya sea como ejercicio creativo, o para tomarle el pelo a sus contemporáneos, el inventarse libros que nunca han existido es un juego culto que practican muchos escritores, y que crece gracias a la rumorología. Así, se lleva años hablando del manuscrito de la novela que el mexicano Juan Rulfo supuestamente escribió después de "Pedro Páramo", y autores como Umberto Eco han usado con frecuencia en sus obras los libros imaginarios, como las inexistentes obras del ficticio Adeonato Lampustri en "El péndulo de Foucault". Pero en el arte de inventarse libros inexistentes nadie le gana la partida a Jorge Luis Borges.
Como ya se dijo, en su juventud el autor argentino creyó en la existencia del Necronomicón; pues bien, con los años se tomó cumplida revancha al crear un género que algunos expertos han bautizado como literatura virtual, con libros como "Examen de la obra de Herbert Quain", y "Pierre Menard, autor del Quijote", en las que el escritor analiza las obras inexistentes de unos autores a su vez inexistentes. ¿Se puede rizar el rizo? Sí, y lo hizo el propio Borges, recurriendo al testimonio cómplice de otro autor que se prestó al juego, Bioy Casares.
Entre ambos se inventaron a un escritor, H. Bustos Domecq, y se tomaron la libertad de escribirle varios libros. ¿El resultado? Los lectores creyeron en la existencia de dicho autor y se acercaron a las librerías en busca de más obras de Bustos Domecq. Borges había llevado el arte de crear libros imaginarios a su máxima expresión.

Las estancias de Dzyan
¿A alguien le gustaría leer un libro escrito en Venus? Que no lo busque en ninguna librería ni biblioteca, porque no lo encontrar·, ya que se trata de otra de las grandes imposturas de la historia de la Literatura.
"Las estancias de Dzyan" es, supuestamente, un texto escrito y encriptado por seres interestelares, un compendio de conocimientos cuya revelación, se dice, destruiría los pilares de nuestra civilización.
Semejante libro fue una invención de Emile Boit Bailley un poeta francés de finales del XVII aficionado al ocultismo. Al igual que siglos después hizo Lovecraft, Bailley se inventó este libro para dar veracidad a sus ficciones; más aún: introdujo la posibilidad de que bajo la cordillera del Himalaya existiera una cripta subterránea donde un grupo de maestros de la sabiduría custodiaban una biblioteca repleta de libros prohibidos.
Un relato de ciencia ficción en cuya veracidad creyó mucha gente. Pero la persona que más hizo por la causa de dar veracidad a este libro imaginario es Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891), personaje muy popular en la Europa de finales del XIX gracias a sus presuntos poderes mentales.
Madame Blavatsky actuaba en circos y teatros, y conseguía llenos absolutos merced a números tan espectaculares como incendiar objetos con la mirada y hacer levitar a una persona con sólo levantar la mano. Según ella, sus poderes eran auténticos, y los había adquirido en la India estudiando "Las estancias de Dzyan". Madame Blavatsky explotó aquella historia hasta la náusea, asegurando que su vida estaba amenazada por personajes poderosos que pretendían arrebatarle su libro.
El destino le echó una mano en su impostura, ya que, en 1870, naufragó en Suez el barco en que ella viajaba, y la vidente aseguró que el accidente había sido provocado. Y en 1871, mientras actuaba en Londres, sufrió un atentado: un hombre le disparó con una pistola. Ella salió ilesa, pero el agresor aseguró que había actuado como un autómata, impelido por una fuerza telepática.
Meses después, un amigo de la vidente, el coronel Henry Coll, declaró que había sido un montaje de Madame Blavatsky para darse publicidad. La psíquica falleció en París, en 1891. Sus seguidores buscaron entre sus pertenencias algún rastro del mítico libro, pero no lo encontraron. ¿Tal vez porque nunca existió?

La biblioteca de Sherlock Holmes
Una de las bibliotecas imaginarias más famosas está en Londres, en el 221 B de Baker Street, donde residía Sherlock Holmes, el detective de ficción creado por Arthur Conan Doyle.
Holmes (según los relatos de Doyle) empleaba su tiempo libre en tocar el violín, en dormitar bajo los efectos de la morfina, y en escribir tratados en los que compilaba su sabiduría.
Entre las obras supuestamente escritas por el detective figuran títulos como El arte de las pesquisas, Sobre las diferencias entre las cenizas de diversos tabacos, La utilidad de los perros en el trabajo del detective y Acerca de la escritura críptica. Ninguno de estos libros existe, pero, de haber sido reales, hoy serían clásicos de la criminología.

La moda de las tonterías

Todo el sentido común del mundo es impotente contra cualquier tontería que se ponga de moda. Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la tontería persistente.
Félix Velasco

domingo, 26 de enero de 2014

Nada está escrito

Nos conformamos en vez de arriesgarnos, sin pensar que cada día que pasa, no volverá. Nada está escrito, nada es imposible, ni siquiera posible... todo depende de nuestra voluntad para enfrentarnos a cada desafío. Tenemos el poder cuando estamos convencidos, cuando estamos decididos, cuando de verdad queremos algo.
Félix Velasco - Blog

Del miedo al odio

Félix Velasco

domingo, 19 de enero de 2014

Telemarketing soberanista

Es posible que el talante remolón de Rajoy, esa suerte de cachazuda indolencia que cultiva como un rasgo de estilo, sea en el fondo la mejor respuesta posible para restarle solemnidad a la matraca soberanista y minimizar con desdén perezoso toda su alharaca retórica de la liberación nacional, el pueblo cautivo y demás zarandajas de la mitología emancipadora. Decir que no con la rutina hastiada, cansina, que se emplea ante la cargante insistencia de los teleoperadores que interrumpen la hora sagrada de la siesta. Tú sabes que volverán a llamar y ellos saben que volverás a negarte a escucharlos. Que mira que son pesados unos y otros, los del telemarketing y los del derecho a decidir, que es como llaman a la autodeterminación tratando de meter la independencia en la letra pequeña del contrato, a ver si cuela. Y no cuela, claro.
Cómo va a colar cuando el titular de la línea de la soberanía somos los españoles en conjunto y no estamos dispuestos a cambiar de operador. Si los secesionistas van a insistir en las Cortes saldrán de ellas con unas calabazas a cuestas. Si lo intentan después con una ley catalana de referendos, toparán con el Tribunal Constitucional. Y si convocan la consulta por las bravas estarán fuera de la ley. Conocen perfectamente su itinerario hacia la vía muerta, pero persisten porque quieren cargarse de supuestos agravios y porque en ese ir y venir a ninguna parte tal vez logren distraer a cierta opinión pública de su incompetencia para la gestión y de la evidencia de que quieren fundar una nación sin saber gobernar una autonomía. En fin. Ese debate de la propaganda interior tal vez lo tengan ganado porque el Estado, y con él los catalanes que desean seguir integrados en España, han llegado tarde. Quizá por eso el Gobierno y el PSOE, al menos el PSOE que aún puede controlar Rubalcaba, han decidido atrincherarse a la expectativa, sin anticiparse en batallas ya estériles, y dar a cada envite una respuesta. Esta no es una partida para impacientes, aunque entre movimiento y movimiento convendría ir calculando una estrategia.
La de Rajoy parece que consiste en esperar a que el aventurerismo se desgaste solo, a que se rompa el eje de la secesión por cansancio de la clase media, a que el vértigo del abismo asuste antes a los catalanes que al Estado. Y si tiene un plan B se lo calla porque las estrategias no se cuentan. En eso se han equivocado los independentistas al anunciar la vía unilateral como último recurso. Han enseñado las cartas y mostrado que después del seguro fracaso sólo les queda el vacío, también inútil, de la testosterona política.
Y sí, se ponen muy solemnes con su hoja de ruta, con su construcción nacional, con sus acuerdos parlamentarios. Improductivas llamadas tercas en la sobremesa de España. Humaredas perdidas, neblinas estampadas, que decía Alberti. Papel mojado. Literalmente, no tienen derecho.
Ignacio Camacho
Félix Velasco - Blog

sábado, 18 de enero de 2014

Por orden

Los tesoros de los barcos hundidos hay que empezarlos a buscar en tierra. Y luego ponerse a navegar.
Félix Velasco

miércoles, 15 de enero de 2014

1914 - Inicio de la I Guerra Mundial - Aniversario

En 1914, el Viejo Continente se embarcó en una guerra de unas proporciones tan colosales y una destrucción y una crueldad desconocidas hasta entonces que recibiría más tarde el nombre de Gran Guerra.
Sin embargo, los europeos no aprendieron la lección y 25 años después iniciaron otro conflicto bélico a escala mundial que incluso cambió el nombre al anterior, que de Gran Guerra pasó a llamarse Primera Guerra Mundial.
El detonante de la Primera Guerra Mundial fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono del Imperio austro-húngaro, en Sarajevo, el 28 de junio de 1914. Sin embargo, ya antes se escuchaban tambores de guerra porque los imperios alemán, austro-húngaro, inglés, ruso y otomano, y otras potencias como Francia e Italia, habían dado muestras de tener ganas de apretar el gatillo.
El imperio austro-húngaro atacó a Serbia por el asesinato del archiduque y la política de alianzas entre las potencias (Triple Entente por un lado: Francia, Reino Unido y Rusia; Triple Alianza por el otro: Alemania, Austria-Hungría e Italia) provocó que el conflicto se hiciera global a escala europea y mundial porque intervinieron también las distintas colonias de los países en guerra. Alemania, por su parte, atacó a Francia tras invadir Bélgica y Luxemburgo, y Rusia atacó a germanos y austriacos en el frente oriental.Reino Unido acudió en ayuda de Francia y el frente occidental se estancó en la terrible guerra de trincheras, donde la caballería ya no era práctica y la artillería machacaba las posiciones fijas de la infantería, que además se desangraba en continuos ataques sobre la trinchera enemiga con pocos visos de éxito.
Rusia abandonaría la guerra en 1917 tras la caída del Zar Nicolás II y la posterior revolución bolchevique, lo que aprovechó Alemania para trasladar sus tropas a Francia para derrotar a ingleses y franceses antes de la llegada de Estados Unidos. Este país iba a entrar en el conflicto por el hundimiento del Lusitania, un barco en el que iban 123 pasajeros estadounidenses y que fue hundido por un submarino alemán.Sin embargo, las tropas alemanas no pudieron romper el frente. Para entonces, sus aliados austrohúngaros y otomanos ya apenas podían defenderse tampoco de sus enemigos. 
Con la llegada de Estados Unidos, los aliados recuperan la iniciativa y en la segunda batalla del Marne derrotan a los alemanes, que durante 1918 seguirán sufriendo reveses militares hasta que las autoridades alemanas firman el armisticio el 11 de noviembre de ese año tras la huida del Káiser a Holanda. Era el fin de la contienda.
Al final del conflicto bélico, los imperios alemán y ruso perdieron una gran cantidad de territorios, mientras que el austro-húngaro y el otomano desaparecieron convertidos en nuevos y pequeños países.
Para prevenir otra guerra igual, se creó la Sociedad de Naciones, pero ésta fracasaría en ese empeño. Las terribles condiciones impuestas a los perdedores en el Tratado de Versalles impulsaron los sentimientos nacionalistas y revanchistas, factores clave para el comienzo de la Segunda Guerra Mundial 20 años después.
Félix Velasco

domingo, 12 de enero de 2014

Los tontos útiles

La corrupción tiene su origen en la codicia, o quizás antes, en la envidia, el resentimiento, los celos del triunfador o el afán por una vida dulce. Empieza uno soñando con un coche de una gama superior al que tiene y acaba echándole los tejos a una infanta que pasaba por allí. Durante años no he sido consciente de los efectos devastadores que la codicia o la ambición producían en la esfera pública. Más bien lo asociaba con la empresa privada, donde confluían los nuevos ricos llevados por su inmenso deseo de amasar. Estoy pensando en la cultura del pelotazo. Los periodistas hemos escrito mucho sobre la ética y la estética de la beautiful people, aquella clase que llenó el país de gilipollas con gomina. Servidora no se cansaba de repetir que prefería a los aristócratas tiesos, a la gente de buen gusto, escueta y frugal, a las elegantes que repetían modelo y gastaban lo justo.
Un día estalló la crisis y la mierda empezó a emerger. Llevaba ya tiempo incrustada, pero no había salido a flote. A la gente le gusta decir que todos los políticos son igual de corruptos, y a los tertulianos les gusta replicar con la muletilla contraria: hay políticos y políticos, pero en general son honrados. Dios los ampare a todos. A los políticos y a los tertulianos.
Con la mayoría de edad de la democracia, y en especial, del nuevo orden administrativo (las autonomías) la clase política se ha vulgarizado, llegando a unos extremos de cutrez pavorosos. Nunca he defendido la empresa privada, pero aquí y ahora reconozco que si en algo se diferencia la cosa pública de la privada es en el número de mequetrefes que cobija. Y es que a los políticos siempre les ha gustado rodearse de tontolabas serviles, gentecilla especializada en reír las gracias del superior o adularle con estupideces («te quiero un huevo»).
No entiendo la debilidad de los políticos inteligentes por servirse de tontos útiles, con el peligro que tienen. Los tontos útiles (y los inútiles también) acaban recibiendo un cargo en atención a los servicios prestados. Ahí germina el arte de la corrupción. A fuerza de legislaturas, la Administración se puebla de cantamañanas y aprovechados. Yo los he conocido. Menos mal que se me acaba el espacio, porque tengo sus nombres en la punta de la lengua.
Carmen Rigalt
Félix Velasco - Blog

domingo, 5 de enero de 2014

Noche de Reyes Magos 2014


Hoy es la noche de una ilusión pasajera, como la vida del hombre. Pero en un mundo de mentiras institucionalizadas, hoy es la noche más verdadera que existe, la de la sonrisa emocionada de los niños y las lágrimas contenidas de los padres.
Félix Velasco - Blog

Patético

¿Qué esperaba? ¿Que los países más importantes de Europa le apoyasen y presionaran al Gobierno español?
¿Qué esperaba? ¿Que los países más importantes de Europa lo apoyasen y presionaran al Gobierno español?
FUE Talleyrand, posiblemente el mejor diplomático de la historia (llevó los asuntos extranjeros del Directorio, del Imperio napoleónico y de los restaurados Borbones), quien grabó la frase lapidaria: «Ha sido peor que un crimen. Ha sido un error», referida al fusilamiento del Duque de Enghien, que por cierto, él había alentado, lo que nos da una idea del personaje. Pero hay en política algo aún peor que un error, y es el ridículo. Exactamente lo que está haciendo Artur Mas con sus idas, venidas, proclamas, contraproclamas, cartas, mensajes, que parece le inspira su peor enemigo, y que si no estuviera en juego algo tan trascendente, le habrían convertido ya en el hazmerreír de Europa. Aunque, como siga por ese camino, no tardará en serlo.
Después de que le hayan dicho por activa y por pasiva que Europa no quiere saber nada de su deriva independentista, no se le ocurre otra cosa que enviar, de tú a tú, una carta a 27 jefes de gobierno de la UE, insistiendo en lo mismo, con redacción de escuela de idiomas, llena de cosas que no son ciertas y ocultando otras que, siéndolo, son claves en el «problema catalán». En resumen, la carta del niño enrabietado que se queja al maestro de que no le hacen caso. Un error de bulto que, en vez del apoyo que buscaba, ha dejado en evidencia el poco o nulo eco que encuentran sus reivindicaciones, junto al hartazgo que empiezan a producir. Que prácticamente ninguno de los destinatarios le haya contestado advierte de la soledad en que se encuentra. Peor incluso son quienes lo han hecho a través de un portavoz: se trata de un asunto interno español, dicen. O sea, la tesis española, que no va a variar por más cartas que escriba.
¿Qué esperaba? ¿Que los países más importantes de Europa le apoyasen y presionaran al Gobierno español? Entonces está más en las nubes de lo que creíamos. Francia no puede apoyar unas reivindicaciones que pueden volverse contra ella en su frontera sur. Alemania, después de un largo y costoso proceso para llegar a la reunificación, está interesada en unir Europa, no en desunirla. Y el Reino Unido tiene un desafío igual en Escocia, que le impide apoyarlo en otras partes. Esto es de cajón, esto lo ve un niño. ¿Qué buscaba, entonces? ¿Armar ruido? ¿Demostrar a los suyos que se está moviendo para lograr lo que viene prometiéndoles? ¿Echar las culpas a Europa de su fracaso? Cualquiera de esas opciones es peor que la anterior, al mostrar que, al frente de Cataluña, se encuentran hoy personas que no tienen idea de lo que es política de Estado. Tienen sólo nacionalismo del más rancio y caduco. Algo que sabíamos los españoles, y que empiezan a ver los europeos.
¿Qué va a hacer ahora? Pues se movía en el reino de la fantasía, pintando una Cataluña independiente con colores de Walt Disney. Pero se ha dado de bruces con la realidad. Pronto, sólo le quedará la opción de quemarse a lo bonzo. Aunque no veo a don Artur haciendo el ceremonial de la gasolina en la Plaza de Sant Jaume.
José María Carrascal
Félix Velasco - Blog