domingo, 25 de noviembre de 2012

El "senyor" Esteve

En días como hoy, electorales e inciertos, en los que Cataluña se nos presenta como problema gracias al afán posesivo y excluyente de algunos de sus líderes que no quieren ser «cola de león» y aspiran a «cabeza de ratón», como los ambiciosos de menor cuantía, es bueno acordarse de Santiago Rusiñol. Rusiñol era, literariamente hablando, un gran pelmazo que, en buena parte de su obra, nos traslada la somnolencia propia de la morfina que le alimentaba; peroL’auca del senyor Esteve, la mejor de sus novelas, es imprescindible para el entendimiento de la burguesía catalana, que es, en verdad, quien hoy se la juega en las urnas. Artur Mas no es otra cosa que una anécdota, un episodio oportunista de los que suelen germinar en Cataluña cuando en el resto de España pintan bastos y, lo que es peor en el entendimiento de los burgueses con memoria de más de tres generaciones, no existe la probabilidad de que vuelvan a pintar oros.
El senyor Esteve no es un filósofo ni un aventurero. Es un pobre hombre, como casi todos lo somos, con ganas de prosperar, de hacer que su pequeña mercería -La Puntual- salga adelante a base de comprar barato y vender con el beneficio prudente capaz de fijar clientela y parroquia. Un pequeño negociante con aspiraciones de dejarle a sus herederos algo mejor de lo que él recibió en su niñez. Esteve es la sensatez -el seny- de quien entiende que su porvenir está en el esfuerzo y no en la suerte, en la constancia y lejos de cualquier veleidad amorosa, política o de cualquier otra naturaleza. La moderación es su esquema, su hoja de ruta. Muchos esteves, a lo largo del siglo pasado, forjaron la Cataluña actual o, mejor, la Barcelona presente. Ellos constituyen el armazón de un modo de ser, austero y ordenado, que genera progreso y bienestar. Desde hace unos años, desde que CiU viene tapando sus vergüenzas con altisonantes voces soberanistas que no concuerdan con el pasado catalán y, menos todavía, con el sentido del orden de sus bases burguesas, me pregunto: ¿el senyor Esteve votaría a CiU? Jordi Pujol pudo engañarle por cuestión de formas, pero Mas es otra cosa. Quizás pudiera votarle, y lo dudo, el hijo escultor de Esteve.
Si, además, es la izquierda la que, en difícil contorsión ética y política, se vuelve separatista, el pobre Esteve tiene que darse a la fuga. Su abnegado progreso, de perra chica en perra gorda, es incompatible con el radicalismo de ERC y, más aún, con los distintos disfraces que utiliza la izquierda marxista-nacionalista. ¿Será el PP el partido de Esteve? No lo creo. Su lideresa local es muy ruidosa y el partido que representa tiene en sus filas más funcionarios públicos de los que el buen comerciante puede asumir y respaldar. Esteve, hoy, tendría que quedarse en la cama.
EN días como hoy, electorales e inciertos, en los que Cataluña se nos presenta como problema gracias al afán posesivo y excluyente de algunos de sus líderes que no quieren ser «cola de león» y aspiran a «cabeza de ratón», como los ambiciosos de menor cuantía, es bueno acordarse de Santiago Rusiñol. Rusiñol era, literariamente hablando, un gran pelmazo que, en buena parte de su obra, nos traslada la somnolencia propia de la morfina que le alimentaba; pero L’auca del senyor Esteve, la mejor de sus novelas, es imprescindible para el entendimiento de la burguesía catalana, que es, en verdad, quien hoy se la juega en las urnas. Artur Mas no es otra cosa que una anécdota, un episodio oportunista de los que suelen germinar en Cataluña cuando en el resto de España pintan bastos y, lo que es peor en el entendimiento de los burgueses con memoria de más de tres generaciones, no existe la probabilidad de que vuelvan a pintar oros.
El senyor Esteve no es un filósofo ni un aventurero. Es un pobre hombre, como casi todos lo somos, con ganas de prosperar, de hacer que su pequeña mercería -La Puntual- salga adelante a base de comprar barato y vender con el beneficio prudente capaz de fijar clientela y parroquia. Un pequeño negociante con aspiraciones de dejarle a sus herederos algo mejor de lo que él recibió en su niñez. Esteve es la sensatez -el seny- de quien entiende que su porvenir está en el esfuerzo y no en la suerte, en la constancia y lejos de cualquier veleidad amorosa, política o de cualquier otra naturaleza. La moderación es su esquema, su hoja de ruta. Muchos esteves, a lo largo del siglo pasado, forjaron la Cataluña actual o, mejor, la Barcelona presente. Ellos constituyen el armazón de un modo de ser, austero y ordenado, que genera progreso y bienestar. Desde hace unos años, desde que CiU viene tapando sus vergüenzas con altisonantes voces soberanistas que no concuerdan con el pasado catalán y, menos todavía, con el sentido del orden de sus bases burguesas, me pregunto: ¿el senyor Esteve votaría a CiU? Jordi Pujol pudo engañarle por cuestión de formas, pero Mas es otra cosa. Quizás pudiera votarle, y lo dudo, el hijo escultor de Esteve.
Si, además, es la izquierda la que, en difícil contorsión ética y política, se vuelve separatista, el pobre Esteve tiene que darse a la fuga. Su abnegado progreso, de perra chica en perra gorda, es incompatible con el radicalismo de ERC y, más aún, con los distintos disfraces que utiliza la izquierda marxista-nacionalista. ¿Será el PP el partido de Esteve? No lo creo. Su lideresa local es muy ruidosa y el partido que representa tiene en sus filas más funcionarios públicos de los que el buen comerciante puede asumir y respaldar. Esteve, hoy, tendría que quedarse en la cama.
Manuel Martín Ferrand
Félix Velasco - Blog

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