martes, 30 de junio de 2009

miércoles, 24 de junio de 2009

Al alba


Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son estas
que hieren como amenazas,
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.
Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones
amor mío, al alba.

Los hijos que no tuvimos
se esconden en las cloacas,
comen las últimas flores,
parece que adivinaran
que el día que se avecina
viene con hambre atrasada.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones
amor mío, al alba.

Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.

Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones
amor mío, al alba.
Eduardo Aute

Tropezar dos veces en la misma piedra


Aunque nos gusta pensar lo contrario, el ser humano es completamente irracional: razona a través de metáforas, de analogías, de cuentos, de historias. Como hemos visto en las anteriores reflexiones, necesita encontrar significados, necesita triunfar y sobresalir por encima de la media, necesita seguridad y libertad de elección. Sin embargo, en la práctica, se comporta como un niño pequeño, acurrucándose bajo aquello que domina y que le da certidumbre. Nos metemos bajo las sábanas y cerramos los ojos cuando se apaga la luz.
Ahora bien, lo que nos convierte en seres racionales es la capacidad de mantener dos ideas contrapuestas al mismo tiempo en la mente y conservar, a pesar de ello, la capacidad para pasar a la acción. Esto es fácil de comprender: si tuviéramos la posibilidad de acceder a un solo pensamiento seríamos seres completamente limitados, restringidos a una sola opción.
Cuando existe un único camino no existe libertad y la libertad es lo que nos convierte en seres humanos. Podemos pensar dos cosas al mismo tiempo, incluso cosas contradictorias, y seguir al mismo tiempo teniendo la posibilidad de pasar a la acción. Ideas contrapuestas no nos bloquean. Pero, por otro lado, la mente humana funciona por analogías. El cerebro se pregunta qué conoce que sea parecido o igual a la situación que se le presenta. También se puede preguntar qué es diferente. Una analogía es una comparación. ¿En qué se parece o en qué se diferencia una cosa de la otra? Una analogía trata de crear relaciones entre los atributos de algo y nuestra propia experiencia. A eso se le llama búsqueda transderivacional. La búsqueda transderivacional consiste en el mecanismo que hace que una persona asocie a escala inconsciente dos ideas diferentes. Es lo que hace que las metáforas funcionen. Si se le dice a alguien la frase "la orden se abrogó", la búsqueda transderivacional hará que esa persona inicie en su interior una búsqueda que le dé significado a la frase. En una situación determinada reaccionamos de una manera concreta. Esa manera de reaccionar la experimentamos la primera vez que estuvimos en una situación similar y la aprendimos en aquel momento.
El hecho de retenerlas en nuestra memoria nos permite tener un amplio conjunto de reacciones a las que acudimos ante situaciones determinadas; acudimos a la situación similar que vivimos en el pasado, vemos como reaccionamos entonces y en la situación presente reaccionamos como en aquella ocasión. A pesar de que la búsqueda transderivacional nos obliga a generalizar las experiencias y es la base del aprendizaje, por otro lado eso nos lleva a tener muy pocas opciones disponibles, a tener una gama limitada de soluciones para resolver un problema, a poseer un grupo extremadamente limitado de modelos adecuados.
Las analogías nos hacen centrarnos en muy pocas variables. Una vez que hemos tenido una respuesta, volvemos a utilizar el mismo recurso una y otra vez ante situaciones que nuestro cerebro interpreta como similares. Generalmente las analogías funcionan de dos en dos. Sin embargo, nuestro cerebro puede procesar múltiples opciones, no sólo dos. Esa es la diferencia entre usar o no usar la inteligencia. Digamos que nuestro programa básico utiliza dos opciones y que el programa avanzado puede utilizar múltiples opciones.
El hecho de que el cerebro del hombre tenga la particularidad funcional de no establecer diferencias cualitativas entre experiencias reales y experiencias construidas en la mente puede ayudar a acceder a ese potencial latente. Plantear alternativas es salirse de lo establecido. Los grandes cocineros se plantean mezclas de ingredientes aparentemente incompatibles. ¿Cómo sería si mezclara fresas con tomates, lo horneara y le diera un toque de vodka?
Ricardo Ros
Félix Velasco - Blog

Asalto a la Bastilla


Cuando asaltaron la Bastilla, el 14 de julio de 1789, ya no era la tenebrosa prisión de arbitraria monarquía francesa; sólo había siete presos, cuatro estafadores o falsificadores, un loco, un noble degenerado acusado de incesto y un solo agitador acusado de intento de asesinado a Luis VX. El marqués de Sade, prisionero de la fortaleza, había sido trasladado sólo días antes. La literatura y los políticos del momento embellecieron el asalto hasta convertirlo en gesta.
En 1790 la Asamblea Nacional francesa votó por aclamación un decreto en el que decide dar un homenaje a los "vencedores de la Bastilla" otorgándoles una pensión, un uniforme, armamento y un certificado como prueba de civismo ciudadano y agradecimiento de la patria. De los cerca de mil expedientes que se presentaron afirmando ser uno de los "heroes" que la asaltaron, sólo fueron reconocidos 630.
A pesar de los cuadros románticos que nos muestran el momento "glorioso" sembrado de cadáveres, sólo hubo dos muertos: el alcaide Bernard de Launay y el político Jacques de Flesselles.
Félix Velasco

martes, 23 de junio de 2009

domingo, 21 de junio de 2009

John F. Kennedy, 1961 - Discurso de Toma de Posesión


"Compatriotas:
Celebramos hoy, no la victoria de un partido, sino un acto de libertad - simbólico de un fin tanto como de un comienzo - que significa una renovación a la par que un cambio, pues ante vosotros y ante Dios Todopoderoso he prestado el solemne juramento concebido por nuestros antepasados hace casi 165 años. El mundo es muy distinto ahora. Porque el hombre tiene en sus manos poder para abolir toda forma de pobreza y para suprimir toda forma de vida humana. Y, sin embargo, las convicciones revolucionarias por las que lucharon nuestros antepasados siguen debatiéndose en todo el globo; entre ellas, la convicción de que los derechos del hombre provienen no de la generosidad del Estado, sino de la mano de Dios.
No olvidemos hoy día que somos los herederos de esa primera revolución. Que sepan desde aquí y ahora amigos y enemigos por igual, que la antorcha ha pasado a manos de una nueva generación de norteamericanos, nacidos en este siglo, templados por la guerra, disciplinados por una paz fria y amarga, orgullosos de nuestro antiguo patrimonio, y no dispuestos a presenciar o permitir la, lenta desintegración de los derechos humanos a los que esta nación se ha consagrado siempre, y a los que estamos consagrados hoy aquí y en todo el mundo.
Que sepa toda nación, quiéranos bien o quiéranos mal, que por la supervivencia y el triunfo de la libertad hemos de pagar cualquier precio, sobrellevar cualquier carga, sufrir cualquier penalidad, acudir en apoyo de cualquier amigo y oponernos a cualquier enemigo.
Todo esto prometemos, y mucho más.
A los viejos aliados cuyo origen cultural y espiritual compartimos, les brindamos la lealtad de los amigos fieles. Unidos, es poco lo que no nos es dado hacer en un cúmulo de empresas cooperativas; divididos, es poco lo que nos es dado hacer, pues reñidos y distanciados no osaríamos hacer frente a un reto poderoso.
A aquellos nuevos estados que ahora acogemos con beneplácito en las filas de los libres, prometemos nuestra determinación de no permitir que una forma de dominación colonial desaparezca solamente para ser reemplazada por una tiranía harto más férrea. No esperaremos que secunden siempre todo punto de vista, nuestro, pero abrigaremos siempre la esperanza de verlos defendiendo vigorosamente su propia libertad, y recordando que, en el pasado, los que insensatamente se entregaron a buscar el poder cabalgando a lomo de tigre acabaron invariablemente por ser devorados por su cabalgadura.
A los pueblos de las chozas y aldeas de la mitad del globo que luchan por romper las cadenas de la miseria de sus masas, les prometemos nuestros mejores esfuerzos para ayudarlos a ayudarse a sí mismos, por el periodo que sea preciso, no porque quizás lo hagan los comunistas, no porque busquemos sus votos, sino porque es justo. Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres, no podrá salvar a los pocos que son ricos.
A nuestras hermanas repúblicas allende nuestra frontera meridional les ofrecemos una promesa especial: convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos mediante una nueva Alianza Para el Progreso; ayudar a los hombres libres y los gobiernos libres a despojarse de las cadenas de la pobreza. Pero esta pacífica revolución de esperanza no puede convertirse en la presa de las potencias hostiles. Sepan todos nuestros vecinos que nos sumaremos a ellos para oponernos a la agresión y la subversión en cualquier parte de las Américas. Y sepa cualquier otra potencia que este hemisferio se propone seguir siendo el amo de su propia casa.
A esa asamblea mundial de estados soberanos, las Naciones Unidas, que es nuestra última y mejor esperanza de una era en que los instrumentos de guerra han sobrepasado, con mucho, a los instrumentos de paz, renovamos nuestra promesa de apoyo: para evitar que se convierta en un simple foro de injuria, para fortalecer la protección que presta a los nuevos y a los débiles, y para ampliar la extensión a la que pueda llegar su mandato.
Por último, a las naciones que se erigirían en nuestro adversario, les hacemos no una promesa sino un requerimiento: que ambas partes empecemos de nuevo la búsqueda de la paz, antes de que las negras fuerzas de la destrucción desencadenadas por la ciencia suman a la humanidad entera en su propia destrucción, deliberada o accidental.
No les tentemos con la debilidad, porque sólo cuando nuestras armas sean suficientes sin lugar a dudas, podremos estar seguros sin lugar a dudas de que no se utilizarán jamás. Pero tampoco es posible que dos grandes y poderosos grupos de naciones se sientan tranquilos en una situación presente que nos afecta a ambos, agobiadas ambas partes por el costo de las armas modernas, justamente alarmadas ambas por la constante difusión del mortífero átomo, y compitiendo, no obstante, ambas, por alterar el precario equilibrio de terror que contiene la mano de la postrera guerra de la humanidad.
Empecemos, pues, de nuevo, recordando en ambas partes que la civilización no es indicio de debilidad, y que la sinceridad puede siempre ponerse a prueba. No negociemos nunca por temor, pero no tengamos nunca temor a negociar.
Exploremos ambas partes qué problemas nos unen, en vez de insistir en los problemas que nos dividen.
Formulemos ambas partes, por primera vez, proposiciones serias y precisas para la inspección y el control de las armas, y para colocar bajo el dominio absoluto de todas las naciones el poder absoluto para destruir a otras naciones.
Tratemos ambas partes de invocar las maravillas de la ciencia, en lugar de sus terrores. Exploremos juntos primeras estrellas, conquistemos los desiertos, extirpemos las enfermedades, aprovechemos las profundidades del mar y estimulemos las artes y el comercio.
Unámonos ambas partes para acatar en todos los ámbitos de la tierra el mandamiento de Isaías llamado a: "deshacer los pesados haces de opresión , . . (y) dejar ir libres a los quebrantados".
Y si con la cabeza de playa de la cooperación es posible despejar las selvas de la suspicacia, unámonos ambas partes para crear un nuevo empeño, no un nuevo equilibrio de poder, sino un nuevo mundo bajo el imperio de la ley, en el que los fuertes sean justos, los débiles se sientan seguros y se preserve la paz.
No se llevará a cabo todo esto en los primeros 100 días. Tampoco se llevará a cabo en los primeros 1.000 días, ni en la vida de este Gobierno, ni quiza siquiera en el curso de nuestra vida en este planeta. Pero empecemos.
En vuestras manos, compatriotas, más que en las mías, está el éxito o el fracaso definitivo de nuestro empeño. Desde que se fundó este país, cada generación de norteamericanos ha debido dar fe de su lealtad nacional. Las tumbas de los jóvenes norteamericanos que respondieron al llamamiento de la patria circundan el globo.
Los clarines vuelven a llamarnos. No es una llamada a empuñar las armas, aunque armas necesitamos; no es una llamada al combate, aunque combate entablemos, sino una llamada a sobrellevar la carga de una larga lucha año tras año, "gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación": una lucha contra los enemigos comunes del hombre: la tiranía, la pobreza, la enfermedad y la guerra misma.
¿Podremos forjar contra estos enemigos una grande y global alianza ?al norte y al sur, al este y al oeste?, que pueda garantizarle una vida fructífera a toda la humanidad? ¿Queréis participar en esta histórica empresa?
Sólo a unas cuantas generaciones, en la larga historia del mundo, les ha sido otorgado defender la libertad en su hora de máximo peligro. No rehuyo esta responsabilidad. La acepto con beneplácito. No creo que ninguno de nosotros se cambiaría por ningún otro pueblo ni por ninguna otra generación. La energía, la fe, la devoción que pongamos en esta empresa iluminará a nuestra patria y a todos los que la sirven, y el resplandor de esa llama podrá en verdad iluminar al mundo.
Así pues, compatriotas: preguntad, no qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país.
Conciudadanos del mundo: preguntad, no qué pueden hacer por vosotros los Estados Unidos de América, sino qué podremos hacer juntos por la libertad del hombre.
Finalmente, ya séais ciudadanos norteamericanos o ciudadanos del mundo, solicitad de nosotros la misma medida de fuerza y sacrificio que hemos de solicitar de vosotros. Con una conciencia tranquila como nuestra única recompensa segura, con la historia como juez supremo de nuestros actos, marchemos al frente de la patria que tanto amamos, invocando Su bendición y Su ayuda, pero conscientes de que aquí en la Tierra la obra de Dios es realmente la que nosotros mismos realicemos.

John F. Kennedy, 20 Enero 1961

sábado, 20 de junio de 2009

Universitarios de género y génera


Desde Viriato hasta hoy, en España nunca faltaron delatores y chivatos. Es nuestra especialidad. La Inquisición se nutrió durante siglos de gentuza que le daba a la mojarra, berreándose de vecinos, amigos y familiares. Cada represión estatal o local, cada guerra civil sin distinción de bandos ni ideologías, llenó a sus anchas cementerios y fosas comunes con el viejo sistema de apuntar con el dedo antes de hacerlo con la pistola. De sugerir en voz baja. A diferencia de los anglosajones, los nórdicos y los de ahí arriba de toda la vida, que suelen o solían denunciar al prójimo con el pretexto de que la sociedad debe defenderse y los buenos ciudadanos colaboran con la autoridad de turno, sea la que sea, los españoles pringamos en otro esquema. Lo del bien del Estado nos suena a guasa marinera, entre otras cosas porque el Estado fue siempre más enemigo que otra cosa. Y lo sigue siendo. Cuando aquí alguien delata no es por civismo, sino por congraciarse con quien manda, o puede mandar. Por miedo y vileza. Sin olvidar, claro, el ajuste de cuentas. Reventar al prójimo es el otro gran motivo. La segunda causa por la que un español denuncia al vecino –a menudo, la principal– es porque lo envidia o le estorba. Porque tiene una mujer que se parece a Carla Bruni, un coche grande, un marido guapo y simpático, un trabajo lucrativo, una casa bonita. Porque tiene éxito, o porque no lo tiene. Porque no piensa igual que él. Porque prefiere el café solo al café cortado. O el poleo. Porque vive y respira. Porque existe.
En tan ejemplar contexto, calculen lo que puede dar de sí el proyecto de un título de grado que gestione la Ley de Igualdad, según acaba de ser propuesto por una universidad madrileña: carrera universitaria de cuatro años, a tope, con su camisita y su canesú, «para formar profesionales que vigilen el cumplimiento de la ley de Igualdad». Aparte el extraño efecto de oír decir a una madre, toda orgullosa: «Mi Paquito estudia para inspector de Igualdad», sobre aficiones y gustos no vamos a pelearnos. En absoluto. Allá quien proponga las carreras que considere oportunas, y quien decida estudiarlas. Confieso, sin embargo, que el parrafillo ese de «profesionales que vigilen el cumplimiento de la ley» me inquieta. Suena demasiado a eufemismo de comisario político. A sicario de un régimen o una idea. Y más en relación con la Ley de Igualdad, que junto a muchas cosas oportunas y necesarias contiene también, de fondo y forma, ciertos puntos de vista discriminatorios, injustificados y discutibles.
En lo primero que pensé al enterarme de la noticia fue que si a la frase que entrecomillo líneas arriba le añadiéramos las palabras «de inmersión lingüística», tendríamos el perfil de esos siniestros funcionarios que ahora van por los patios de ciertos colegios vigilando que los niños no usen en el recreo otra lengua que la obligatoria, del mismo modo que hace cincuenta años –mande quien mande, siempre hay esbirros disponibles para trabajos sucios– procuraban imponer la lengua oficial del momento. Y si lo que añadiéramos fuese la palabra «islámica», tendríamos como resultado «profesionales que vigilen el cumplimiento de la ley islámica». O sea, una mutawa, como creo recordar la llaman en algún lugar del mundo musulmán. Me refiero, como saben, a la policía religiosa que va por las calles vigilando que las señoras lleven bien puesto el velo, que no fumen por la calle, que no conduzcan, y que las adúlteras y los homosexuales sean exquisitamente lapidados según los cánones del asunto. En versión española igualitaria, esos «profesionales que vigilen» vigilarán, supongo, que todo discurra según la ortodoxia del momento. Que todos digamos miembros y miembras bajo pena de multa o cárcel, que cualquier analfabeto con cartera ministerial pueda imponer su última ocurrencia por encima de la gramática, el diccionario y el uso de la calle, y que la farfolla políticamente correcta, la tontuna que violenta el sentido común e insulta la inteligencia, la sandia confusión entre desigualdad social y desigualdad biológica que tiene a tanto idiota de ambos sexos –que no géneros, rediós– con la chorra hecha un lío, nos atornille a todos entre el oportunismo, la incultura, la estupidez y el disparate.
Imaginen el panorama. La política de igualdad española en manos de agentes e inspectores titulados, universitarios a la medida, cortados por el patrón de ese diputado imbécil que hace unos días propuso obligar en los colegios, manu educatoris, a los niños a saltar a la comba y a las niñas a jugar al fútbol. En sintonía con la ignorancia insolente, contumaz, de la ministra Bibiana Aído y su gallinero de tontas de la pepitilla, feminatas desaforadas que tan triste favor hacen a la lucha por los verdaderos derechos de la mujer. Convirtiendo reformas razonables, necesarias, en un lamentable número del Bombero Torero. Para troncharse, oigan. Si no fuera tan triste. Y tan grave.
Arturo Pérez-Reverte

jueves, 18 de junio de 2009

Mi credo - Albert Einstein


"Nuestra situación en la tierra parece extraña. Cada uno de nosotros aparece aquí involuntariamente y sin ser invitado para permanecer durante poco tiempo y sin saber los porqués ni las causas. En nuestra vida diaria sentimos que el hombre está aquí para los demás, para aquellos a quien queremos y para los que sus destinos están conectados con nosotros.
Me preocupa a menudo la idea de que mi vida está basada en gran parte en el trabajo de mis seres queridos y soy consciente de mi gran deuda con ellos.
No creo en la libertad de la voluntad. Las palabras de Schopenhauer: 'El hombre puede hacer lo que quiera, pero no puede determinar su voluntad' me acompañan en todas las situaciones de mi vida y me reconcilia con los actos de los otros, aunque me sean dolorosos.
Esta conciencia de la falta de libertad de la voluntad me preserva de tomarme muy en serio a mí mismo y a mis seres queridos como individuos con capacidad de decisión y acción y también me preserva de perder el control.
Nunca deseé la opulencia ni el lujo, incluso los desprecio.
Mi pasión por la justicia social me ha llevado a veces a conflictos con otras personas, asimismo como mi aversión hacia cualquier obligación y dependencia, las que no considero como algo absolutamente necesario.
Tengo en alta consideración al individuo y una insuperable aversión por la violencia.
Todos estos motivos me han convertido en antimilitarista y un pacifista apasionado.
Estoy en contra de cualquier nacionalismo, incluso en forma de mero patriotismo.
Los privilegios basados en la posición y la propiedad siempre me han parecido injustos y perniciosos, al igual que cualquier culto exagerado a la personalidad.
Me adhiero al ideal de democracia, aunque conozco bien las flaquezas de las formas de gobierno democrático.
He tenido siempre la igualdad social y la protección económica del individuo como las metas comunales del estado.
Aunque en mi vida diaria soy un solitario típico, mi consciencia de pertenecer a la comunidad invisible de aquellos que luchan por la verdad, la belleza y la justicia me ha preservado de sentirme solo.
La más profunda y maravillosa experiencia que puede tener un hombre es el sentido del misterio. Es el principio que yace bajo la religión, las artes y la ciencia. Aquel que nunca haya tenido esta experiencia me parece, si no muerto, al menos ciego. Sentir que detrás de cualquier cosa que se pueda experimentar existe algo que nuestra mente no puede abarcar y cuya belleza y sublimidad nos alcanza sólo indirectamente como un débil reflejo, esto es religiosidad. En este sentido sí soy religioso. Para mí es suficiente con maravillarme con estos secretos e intentar humildemente de hacer en mi mente una imagen de la elevada estructura de todo lo que existe.
Albert Einstein, Berlín, otoño de 1932 a la Liga Germana de Derechos Humanos

sábado, 13 de junio de 2009

Morrocotudo


Etimologicamente proviene de "morrocoto", nombre indígena de un pez de gran tamaño, muy bbrillante y de vivos colores, originario de Venezuela, aunque no se puede concretar si la lengua indígena es taíno, caribe u otra. Otro posible origen lo encontramos en la palabra "morrocota", una moneda antigua de oro o de plata y de tamaño grande.
Su significado hace referencia a algo de mucha importancia o dificultad, que es muy intenso, o grave, que es grande o enorme, así como fornido o corpulento. Que nos sorprende. También da a entender algo que es de naturaleza extraordinaria y de poca verosimilitud.
Sus sinónimos serían: enorme, serio, pasmoso, monumental, descomunal o tremendo.
Félix Velasco

Bicentenario: Memoria e indiferencia


Entristece comprobar cómo transcurre en España el bicentenario de acontecimientos relacionados con la guerra de la Independencia, en el supuesto –no tengo la certeza absoluta– de que aún la llamen así los libros de texto. Si algo caracteriza el asunto es el desinterés institucional y el carácter local, casi privado, de cada acto. Un ayuntamiento, un colegio, un grupo de aficionados a la historia de su pueblo, convencen a las autoridades, consiguen una modesta financiación y, a fuerza de entusiasmo y tesón, la iniciativa sale adelante: La Albuera, Bailén, La Coruña. O no sale. A veces tropieza con muros de incomprensión o recelo. A no pocos imbéciles, recordar batallas les suena a militarismo, y recelan de una Historia que ni conocen ni les importa. Otros, los perspicaces, intuyen que esas cosas crean ambiente y dan votos. Entonces se adhieren al proyecto, a veces –seamos justos– con sincero entusiasmo. Pero esto suele ocurrir a escala local. Más arriba, las cosas cambian. Por lo común, para que haya apoyo económico e institucional, el ayuntamiento debe estar regido por el mismo partido político que gobierna la comunidad correspondiente. Si no, la respuesta suele ser la indiferencia más absoluta, se trate de la guerra de la Independencia o de la guerra de las Galaxias. Y del Estado, qué les voy a contar. Ni está ni se le espera. Sobre la comisión para el bicentenario, que con tanta pompa presentó en su momento, huelgan comentarios. A su currículum y actividades me remito.
Luego viene la mala fe y la mezquindad de cada cual. Ejemplo fresco es Gerona: escenario, con Zaragoza, de una de las más tenaces y heroicas defensas contra los franceses. Estos días se puede visitar una exposición que pasa de puntillas por la figura del general Álvarez de Castro y apenas menciona la guerra peninsular. La pasmosa lectura del asunto es que aquello fue un episodio menor de las relaciones bilaterales entre Cataluña y Francia, que la ciudad mejoró una barbaridad bajo la ocupación –casi liberación– napoleónica, y que los oprimidos –por España– payeses y ciudadanos gerundenses se vieron obligados por los militares españoles a defender la ciudad contra su voluntad y sus intereses, en una guerra tonta que ni les iba ni les venía. Poco más o menos. Con un catálogo de la exposición, además, publicado sólo en catalán, con un resumencito al final en francés, inglés y castellano. Para que no haya dudas al respecto.
Con otro asedio ha habido más suerte. En Zaragoza, donde el carácter nacional de aquella guerra no lo discute nadie, la conmemoración del primer sitio francés fue espléndida. Incluyó una recreación histórica que, al principio, el ayuntamiento veía con recelo. Sacar uniformes de época, banderas y fusiles a la calle le parecía un alarde militarista y patriotero. Ahora, en vista del éxito de público obtenido –20.000 personas, y la gente encantada–, ha decidido hacerse cargo del asunto el año que viene, sin complejos. Y es que no hay como los votos para revisar conceptos. Otro caso de respuesta popular ha sido el de Medellín, que este año se volcó en el recuerdo de una batalla que, en 1809, costó allí 8.000 muertos a los españoles. Su memoria se honró como Dios manda, gracias a la iniciativa de un humilde profesor de instituto que convenció a sus paisanos. Colaboraron el ministerio de Defensa –que siempre ayuda cuando se lo piden– y las asociaciones napoleónicas. Hoy, un monumento a la paz y a la memoria señala, al fin, ese campo de batalla.
Como ven, pese a todo, hay gente que no se rinde, y arrastra a otros en el sueño de recobrar su memoria histórica, la de todos, borrada por siglos de estupidez e incultura. Un acicate perfecto para que los jóvenes se interesen por libros y museos. Por la huella de lo que fueron y la clave de lo que son. Hay que agradecer ahí el trabajo dignísimo, entusiasta, que hacen las asociaciones napoleónicas españolas; que con sus grupos de recreación histórica, en compañía de aficionados ingleses y franceses, reconstruyen los escenarios en espectáculos brillantes y emotivos. Dan así una lección de Historia viva, y rinden homenaje a los miles de compatriotas que lucharon y murieron en España hace doscientos años. Eso ocurrió en Somosierra el año pasado, gracias al tesón de la asociación de Voluntarios de Madrid; y se repetirá en Talavera dentro de dos semanas, cuando se conmemore la batalla que allí riñeron, en julio de 1809, españoles, ingleses y franceses. Un choque sangriento que acabó en tablas, con casi 15.000 bajas y un regimiento de caballería español, el del Rey, dando una carga sable en mano que los historiadores califican de ‘asombrosa’. Con motivo del bicentenario se han dado allí conferencias y publicado cuadernos didácticos para escolares, se expone una estupenda maqueta que reproduce el lugar, y el domingo 21 de junio está prevista una recreación con tropas uniformadas de época en el campo de batalla. También habrá acto institucional. Esta vez hubo suerte. Como el ayuntamiento es del Pesoe, colabora la Junta de Castilla-La Mancha.
Arturo Pérez Reverte

Por el amor de una mujer


Por el amor de una mujer
jugué con fuego sin saber
que era yo quien me quemaba
bebí en las fuentes del placer
hasta llegar a comprender
que no era a mi a quien amaba.

Por el amor de una mujer
he dado todo cuanto fuí
lo más hermoso de mi vida
mas ese tiempo que perdí
ha de servirme alguna vez
cuando se cure bien mi herida.

Todo me parece
como un sueño todavía
pero sé que al fin
podré olvidar un día.

Hoy me siento triste
pero pronto cantaré
y prometo no acordarme nunca
del ayer.
Por el amor de una mujer
llegué a llorar y enloquecer
mientras ella se reía
rompí en pedazos un cristal
dejé mis venas desangrar
pues no sabía lo que hacía.

Por el amor de una mujer
he dado todo cuanto fuí
lo más hermoso de mi vida
mas ese tiempo que perdí
ha de servirme alguna vez
cuando se cure bien mi herida.

viernes, 12 de junio de 2009

La carrera de la igualdad


Leo que una universidad pública se dispone a expedir una graduación en Igualdad a quienes, durante cuatro años, cursen una carrera que «formará profesionales que vigilen el cumplimiento de la Ley de Igualdad, de la misma manera que ocurre con la Ley de Dependencia o como ya sucedió con las relaciones laborales», según explican fuentes universitarias. Las mismas fuentes, para evitar que algún suspicaz asocie la creación de esta sedicente carrera a las consignas que la doctoresa en Igualdad Bibiana Aído evacua desde su ministerio, aseguran que la graduación en Igualdad «se ajustará a las exigencias» del Plan de Bolonia y que «se construye al amparo de la política de la Comunidad de Madrid»; a lo cual, en román paladino, se lo llama salir de Málaga para entrar en Malagón. Pues unos estudios que se «ajustan a las exigencias» de un plan diseñado por políticos y se «construyen al amparo» de las directrices de otros políticos tienen que ser, necesariamente, un instrumento político; esto es, justo lo contrario de lo que tendrían que ser unos estudios universitarios. Pues la misión de una Universidad digna de tal nombre es enseñar una ciencia; o, mejor dicho, todas las ciencias armadas en sabiduría.
Así nacieron las universidades, con el propósito de juntar en su claustro a quienes –maestros– estaban enamorados de la sabiduría, para protegerlos de la fiscalización política y promover verdaderas vocaciones intelectuales entre sus discípulos, mediante la transmisión de su ciencia. Pero aquel propósito originario ha degenerado hasta el extremo de que hoy una universidad es justamente lo contrario: a saber, un apéndice o negociado de la política, fiscalizado por el poder establecido, donde los sabios han sido sustituidos por ‘técnicos’ que no transmiten ciencia alguna, sino que proveen de títulos a una avalancha de alumnos (nunca más discípulos, pues no hay discípulos donde no hay maestros que transmitan su ciencia) que reclaman «puestos de trabajo». Así se ha llegado al fenómeno pavoroso de la falsificación de la ciencia, que permite que una universidad forme «profesionales que vigilen el cumplimiento de la Ley de Igualdad», o de cualquier otra ley adventicia, producto de la conveniencia de cada coyuntura política, a la vez que dimite de formar personas letradas en historia del arte o en lengua latina. Donde se demuestra que la Universidad se ha convertido en un edificio de humo, que trata de edificar cúpulas donde faltan las paredes o los cimientos; aunque, eso sí, escrupulosamente atento a las ‘exigencias’ del poder establecido, a cuyo amparo ‘construye’ sus estudios.
Si las universidades estuvieran sanas no necesitarían «graduar en igualdad»; pues serían, precisamente, la expresión suma de la vigencia del principio –no adulterado– de igualdad, que Cervantes definió mejor que nadie: «Sábete, Sancho –le dice el hidalgo manchego a su escudero–, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro». Pues, en efecto, todas las personas son iguales en origen, titulares de la misma dignidad, de los mismos derechos y obligaciones; y corresponde al poder establecido que tal igualdad sea efectiva, de tal modo que las personas –independientemente de cuál sea su sexo, raza o credo– puedan hacerse valer en igualdad de condiciones. Y en este ‘hacerse valer’ es donde se completa el principio –no adulterado– de igualdad; pues las personas, que en origen son iguales, alcanzan luego, haciendo valer sus méritos y su esfuerzo personal, logros distintos. No hay igualdad verdadera si quien hace más que otro no es más que otro; y la Universidad tendría que ser el ámbito donde tal principio de igualdad resplandeciese, premiando a quienes por su esfuerzo y méritos personales lo merecen. Pero la igualdad adulterada de nuestra época pretende que seamos iguales no en atención a lo que hacemos, no en atención a nuestro valor propio, sino en atención a ‘cuotas’ y ‘paridades’ que no son sino la expresión máxima de desigualdad, pues supeditan los méritos personales a condicionantes previos, que ahora cifran en nuestras gónadas y mañana tal vez en el color de nuestra piel o en la religión que profesamos. Que la Universidad haya dimitido de aquel consejo cervantino explica su decadencia; que, además, se dedique a enseñar lo contrario, expidiendo títulos a quienes vigilan que tal consejo no se aplique, demuestra que es un organismo extenuado, al servicio de las exigencias del poder que ‘construye’; esto es, del poder convertido en ingeniero social.
Juan Manuel de Prada

Cuatro estupideces, cuatro


Una simple lectura de prensa. No hace falta ahondar más. Los tontos tienen la desventaja –o la ventaja– de que, antes o después, flotan. Salen a la superficie y son vistos. Le ha pasado a la inservible ministra de Igualdad, Bibiana Aído, la `miembra´ más destacada del Gobierno. Desde el pasaje aquel en el que acusó a la Academia de la Lengua de comportamiento sexista por no aprobar su genial neologismo, la ministra de la cosa no hace otra cosa que hacerse valer de un merecidísimo prestigio de hacedora de tonterías. La última es la de negarse a calificar a un feto de trece semanas de ‘ser humano’. Para la insolvente titular de un ministerio del Gobierno de España, sólo se es ser humano cuando se ha traspasado el canal del parto. A partir de ahí no se le vaya a ocurrir a nadie levantarle la mano a la criatura. Lo castigaremos con la cárcel. Antes de ahí, aunque sea unas cuantas horas antes, puede usted eliminarlo porque no es un ‘ser humano’. Ministerio de Igualdad. Gobierno de España.
Otra. Un sujeto llamado Santiago Espot, presidente de una cosa que lleva por nombre Catalunya Acció, responsable confeso de la pitada al himno español en la final de la Copa del Rey en Mestalla, ha declarado que «el Estado español es tan débil que con tres o cuatro pitadas más acabamos con él». Consideraciones al respecto: en primer lugar, es demasiado arriesgado hacer declaraciones sin haber pasado el control de alcoholemia; en segundo lugar, la continuidad del Estado español no depende de cretinos como Espot y de sus ocurrencias de colegial travieso; en tercer lugar, hace falta algo más que un puñado de imbéciles para acabar con España. No digo que España sea indestructible: si lo ha sido la antigua Persia, lo fue el reino maya y el azteca, si lo fue la mismísima Roma, habrá que deducir que para acabar con la idea más moderna de Estado que ha tenido nuestro país, la época más descentralizada, autónoma y libertaria que ha tenido España, será necesario algo más que cinco mil tíos soplando un pito. Es divertido, hasta enternecedor, que crean que se puede retorcer la historia tan fácilmente. Sólo tiene un problema: despiertan de la calentura de la cerveza caliente y ven que lo único que han logrado ha sido orinarse en la cama.
Una tercera. Me entero por la web PeriodistaDigital de que un comando de violentos individuos que responden al nombre colectivo de Asociación Estudiantil de Esquerda Universitaria Agir reventó una clase de Económicas que impartía el muy ácrata e ilustrado profesor gallego Miguel Cancio por el simple hecho de estar utilizando el español como ‘lengua vehicular’, que se dice ahora. Yo, de los gilipollas de Agir, no me metería mucho con Miguel Cancio, pero allá cada cual. Semejantes energúmenos, los mismos que impidieron una conferencia en Santiago de María San Gil, argumentan que aquel que imparte clases en idioma español es un represor. Lo dice un tal Iago Barros, portavoz de estos otros borrachos matones. Con la complicidad de los correspondientes y muy timoratos rectores españoles, todos estos grupos de mamarrachos que pelan los cacahuetes con los dedos de los pies campan a sus anchas en las universidades españolas metiendo miedo al que no se ajuste a su estrecha franja mental.
Y la última. Un tribunal superior ha obligado a la Junta de Andalucía a indemnizar con varios cientos de miles de euros a una madre por haberle arrebatado a sus hijas seis años atrás y haberlas dado en acogida aduciendo confusas razones. También la obliga, obviamente, a devolverle la custodia de ambas. En pocas palabras: el tribunal acusa a la Junta de haberle retirado a sus hijas por la sencilla razón de ser pobre. Es evidente que cualquier niño se criará mejor con una familia con medios que con una sin medios, supuesta la misma bondad en ambas. Muy fácil: quitémosles los niños a los pobres y démoselos a los ricos. Y hagámoslo en nombre del progreso social. Qué país más bonito, joder.
Carlos Herrera

ZIP el desmemoriado


Leo por ahí que se ha inventado un fármaco de nombre ZIP que sirve para borrar los recuerdos malos y traumáticos que uno pueda tener. Según parece, el ZIP inhibe una enzima cerebral, la PKM zeta (que yo no tenía el gusto de conocer), que por lo visto es la responsable de que seamos animales memoriosos. Investigadores israelíes y norteamericanos que han experimentado con el fármaco han descubierto que su potencial es enorme y aseguran que pronto podrá ser puesto en circulación. Visto lo visto, ¿qué borraría usted de su vida? Todos tenemos alguna experiencia desgraciada, un momento terrible o quizá bochornoso que, si la vida tuviera tecla ‘delete’ o ‘supr’ como los ordenadores, pulsaríamos sin dudar ni un segundo. La bendita tecla ‘supr’… ¿No han soñado con ella alguna vez? Y no sólo para borrar recuerdos, sino también personas: el pesado de turno, el que nos hace la vida imposible en el trabajo, el déspota, el machista y hasta ese amor desgraciado que perdimos y que no logramos olvidar. Pero, bueno, me estoy entusiasmando demasiado; no creo que ZIP sea tan mágico como para borrar pelmazos (lástima). Voy, por tanto, a rebobinar y volver al punto de partida, a este nuevo y maravilloso invento que hará que borremos recuerdos indeseados. Una vez hecha la lista de lo que querría borrar, lo primero que se me ocurre es que ZIP debe de ser fantástico, pero a la vez tramposo. De hecho, me lo imagino como uno de esos inventos extraordinarios que describían Wells y Borges en alguno de sus libros. Para empezar con el caso de Wells, recuerdo haber leído con entusiasmo de niña El hombre invisible, que empezaba con su protagonista encantado por haber adquirido esa cualidad con la que todos soñamos. Claro que poco a poco, a medida que uno iba leyendo, descubría los inconvenientes imprevisibles que tenía aquello, como, por ejemplo, que el pobre protagonista no era capaz de abrazar a sus seres queridos y sólo podía volver a tener corporeidad vendándose como una momia. Otros contratiempos igualmente inesperados tenía Funes el memorioso, ese personaje de Borges que, según su relato, adquiere un día la extraordinaria capacidad de recordarlo todo. Yo, que tengo memoria de pez (de chanquete para ser exactos), a priori me apuntaba a ser Funes. Podría así recordar todos los libros interesantes que he leído o todos los momentos buenos que he vivido y desearía revivir. Pero, como ustedes recordarán, Funes al final se ve abrumado por su condición de memorioso. Y es que el pobre no sólo recuerda todo lo aprendido y vivido por él, sino también por todas las personas de su entorno, convirtiéndose, en palabras de Borges, en un ‘vaciadero de basuras’.
Se me ocurre, por tanto, que esta mágica pildorita ZIP tendrá, además del beneficioso efecto de borrar todos los recuerdos indeseados, algún que otro efecto secundario. Por ejemplo: si uno borra el recuerdo de un mal amor, ¿no será más proclive a caer en otro de las mismas o incluso peores características? Ya pasa normalmente que se tropieza siempre con la misma piedra, imagínense si encima olvida uno la lección que la vida le intentó enseñar con un error previo. En cuanto a las experiencias dolorosas, el peligro de ZIP también puede ser considerable. A primera vista suena muy bien eso de borrar un trauma, pero, a lo peor, si uno borra la experiencia, borrará también la prudencia para no incurrir en una situación parecida. Por último, se me ocurre otra pega que ponerle al ZIP de marras, y es que olvidar el dolor acabe con la solidaridad y la capacidad de conmiseración, puesto que conocer el sufrimiento es lo que mejor ayuda a entender el sufrimiento de los demás (siempre que no sea uno un egoísta redomado, claro). En este mundo tan aterrador, y a la vez maravilloso que es el nuestro, todo lo bueno tiene su lado malo y por extensión todo lo buenísimo tiene su côté pésimo. Por eso, a pesar de que se me ocurren bastantes episodios de mi vida que me gustaría hacer desaparecer, creo que no me compraré la dichosa píldora ZIP. Llámenme inmovilista, si quieren, pero con este tipo de adelantos creo que prefiero aquello de «Virgencita, que me quede como estoy».
Carmen Posadas

Nereus


Un nuevo tipo de vehículo robot para explorar aguas profundas llamado Nereus ha alcanzado la parte más profunda de los océanos del mundo, un punto situado a 10.902 metros en la Fosa de las Marianas bajo el Océano Pacífico. Según informa un grupo de ingenieros y científicos norteamericanos que viaja a bordo del buque de investigación Kilo Moana, esta inmersión récord convierte a Nereus en el vehículo de buceo que ha llegado más lejos bajo las aguas.
Félix Velasco

Millvina Dean


Millvina Dean, la última superviviente del hundimiento del Titanic, ha muerto a los 97 años, según ha explicado su amigo Gunter Babler este domingo. Babler conoció la noticia después de que la pareja de Millvina durante muchos años, Bruno Nordmanis, le llamara para explicarle que había fallecido durmiendo en su cada del sur de Inglaterra. Sus cuidadores encontraron el cadáver la mañana del domingo. Millvina había sido hospitalizada aquejada de neumonía, pero se había recuperado y había podido volver a casa.
Félix Velasco

National Ignition Facility


La comunidad científica y política de Estados Unidos ha celebrado la entrada en funcionamiento en California del mayor láser del mundo, capaz de emular la intensidad energética de una estrella. El llamado National Ignition Facility (NIF) es un láser formado por 192 haces de luz, y con capacidad para lograr la fusión nuclear.
Esperemos hacer buen uso de este invento, las posibilidades para beneficiar a la Humanidad son enormes. En unos momentos de "baja intensidad intelectual" en nuestro país, es gratificante ver que científicos e investigadores, de todos los campos (aunque no sean los nuestros), siguen haciendo avanzar al Ser Humano.
Bueno, luego llegarán los políticos y ya se encargarán de estropearlo. ¿Por qué ocurre siempre lo mismo a lo largo de la Historia?
Félix Velasco

El Emigrante - Juanito Valderrama

miércoles, 10 de junio de 2009

Pearl Harbor: Discurso a la Nación


“Miembros del Senado, de la Casa de Representantes:
Ayer, 7 de Diciembre de 1941, una fecha que pervivirá en la infamia, los Estados Unidos de América fueron sorpresiva y deliberadamente atacados por fuerzas navales y aéreas del Japón.
Los Estados Unidos estaban en paz con esa nación y, a solicitud de Japón, estaba aún en conversaciones con su Gobierno y su Emperador, buscando el mantenimiento de la paz en el Pacífico.

Efectivamente, una hora después que escuadrones aéreos japoneses comenzaran a bombardear Oahu, el Embajador Japonés ante los Estados Unidos y su colega, entregaron al Secretario de Estado una respuesta formal al reciente mensaje estadounidense. Mientras esta respuesta estipulaba que parecía inútil continuar las existentes negociaciones diplomáticas, no contenía amenazas o posibilidad de un golpe de guerra o de ataque armado.
Quedará registrado que la distancia de Hawai al Japón hace obvio que el ataque fue deliberadamente planeado muchos días o incluso semanas atrás. Durante la ocurrencia del ataque, el Gobierno Japonés deliberadamente tuvo la posibilidad de engañar a los Estados Unidos con falsos planteamientos y expresiones de esperanza para la continuación de la paz.
El ataque de ayer a las Islas Hawai ha causado serio daño a las fuerzas militares y navales estadounidenses. Se han perdido muchísimas vidas estadounidenses.

Adicionalmente, se ha reportado buques estadounidenses torpedeados en alta mar, entre San Francisco y Honolulu.
Ayer, el Gobierno Japonés también lanzó un ataque contra Malaya.

Anoche, fuerzas japonesas atacaron Hong Kong.
Anoche, fuerzas japonesas atacaron Guam.
Anoche, fuerzas japonesas atacaron las Islas Filipinas.
Anoche, fuerzas japonesas atacaron las Islas Midway.
Por tanto, Japón ha iniciado una extensa y sorpresiva ofensiva extendiéndose a toda el área del Pacífico. Los hechos de ayer hablan por sí mismos. El pueblo de los Estados Unidos, ya se ha formado su opinión y comprende bien las implicaciones para la propia vida y seguridad de la nación.
Como Comandante en Jefe del Ejército y de la Marina he ordenado que sean tomadas todas las medidas para nuestra defensa. Siempre recordaremos el carácter de la embestida contra nosotros. No importa cuánto nos pueda tomar el superar esta premeditada invasión, el pueblo estadounidense en su virtuoso poder, vencerá y logrará la absoluta victoria. Creo interpretar el deseo del Congreso y del pueblo, cuando aseguro que no sólo nos defenderemos hasta lo imposible, sino que nos aseguraremos que esta forma de traición nunca más nos amenace nuevamente.
Las hostilidades existen. No hay parpadeo al hecho que nuestro pueblo, nuestro territorio y nuestros intereses están en grave peligro. Con confianza en nuestras fuerzas armadas - con la irrestricta determinación de nuestro pueblo - nosotras lograremos el inevitable triunfo por Dios ayúdanos.
Le pido al Congreso declarar, que debido al cobarde ataque no provocado efectuado por Japón el Domingo 7 de Diciembre, existe un estado de guerra entre los Estados Unidos y el Imperio de Japón. "

Franklin D. Roosevelt - La Casa Blanca, 8 de Diciembre de 1941