miércoles, 27 de febrero de 2008

Carta a María


CARTA A MARIA

Tienes catorce años y preguntas cosas para las que no tengo respuesta. Entre otras razones, porque nunca hay respuestas para todo. Y además, he pasado la vida echando la pota mientras oía a demasiados apóstoles de vía estrecha, visionarios y sinvergüenzas que decían tener la verdad sentada en el hombro. Yo sólo puedo escribirte que no hay varitas mágicas, ni ábrete sésamos. Esos son cuentos chinos. De lo que sí estoy seguro es de que no hay mejor vacuna que el conocimiento. Me refiero a la cultura, en el sentido amplio y generoso del término: no soluciona casi nada, pero ayuda a comprender, a asumir, sin caer en el embrutecimiento, o en la resignación. Con ello quiero sugerirte que leas, que viajes, y que mires.
Fíjate bien. Eres el último eslabón de una cadena maravillosa que tiene diez mil años de historia; de una cultura originalmente mediterránea que arranca de la Biblia, Egipto y la Grecia clásica, que luego se hace romana y fertiliza al occidente que hoy llamamos Europa. Una cultura que se mezcla con otras a medida que se extiende, que se impregna de Islam hasta florecer en la latinidad cristiana medieval y el Renacimiento, y luego viaja a América en naves españolas para retornar enriquecida por ese nuevo y vigoroso mestizaje, antes de volverse Ilustración, o fiesta de las ideas, y ochocentismo de revoluciones y esperanzas. 0 sea, que no naciste ayer.
Para conocerte, para comprender, lee al menos lo básico. Estudia la Mitología, y también a Homero, y a Virgilio, y las historias del mundo antiguo que sentó las bases políticas e intelectuales de éste. Conoce al menos el alfabeto griego y un vocabulario básico. Estudia latín si puedes, aunque sólo sea un año o dos, para tener la base, la madre, del universo en que te mueves. Da igual que te gusten las ciencias: ten presente -como siempre recuerda Pepe Perona, mi amigo el maestro de Gramática-, que Newton escribió en latín sus Principia Mathematica, y que hasta Descartes toda la ciencia europea se escribió en esa lengua. Debes hablar inglés y francés por lo menos, chapurrear un poco de italiano, y que el estudio del gallego, del euskera, del catalán, que tal vez sean tus hermosas y necesarias lenguas maternas, no te impida nunca dominar a la perfección ese eficaz y bellísimo instrumento al que aquí llamamos castellano y en todo el mundo, América incluida, conocen como español. Para ello, lee como mínimo a Quevedo y a Cervantes, échale un vistazo al teatro y la poesía M siglo de Oro, conoce a Moratín, que era madrileño, a Galdós, que era canario, a Valle-Inclán, que era gallego, a Pío Baroja, que era vasco. Rastrea sus textos y encontrarás etimologías, aportaciones de todas las lenguas españolas además de las clásicas y semíticas. Con algunos de ellos también aprenderás fácilmente Historia, y eso te llevará a Polibio, Herodoto, Suetonio, Tácito, Muntaner, Moncada, Bernal Díaz del Castillo, Gibbon, Menéndez Pida¡, Elliot, Fernández Álvarez, Kamen y a tantos otros. Ponlos a todos en buena compañía con Dante, Shakespeare, Voltaire, Dickens, Stendhal, Dostoievski, Tolstoi, Melville, Mann. No olvides el Nuevo Testamento, y recuerda que en el principio fue la Biblia, y que toda la historia de la Filosofía no es, en cierto modo, sino notas a pie de página a las obras de Platón y Aristóteles.
Viaja, y hazlo con esos libros en la intención, en la memoria y en la mochila. Verás qué pocos fanatismos e ignorancias de pueblo y cabra de campanario sobreviven a una visita paciente a El Escorial, a una mañana en el museo del Prado, a un paseo por los barrios viejos de Sevilla, a una cerveza bajo el acueducto de Segovia. Llégate a la Costa de la Muerte y mira morir el sol como lo veían los antiguos celtas del Finis Terrae. Tapea en el casco viejo de San Sebastián mientras consideras la posibilidad de que parte del castellano pudo nacer del intento vasco por hablar latín. Observa desde las ruinas romanas de Tarragona el mar por el que vinieron las legiones y los dioses, intuye en Extremadura por qué sus hombres se fueron a conquistar América, sigue al Cid desde la catedral de Burgos a las murallas de Valencia, a los moriscos y sefardíes en su triste y dilatado exilio. En Granada, Córdoba, Melilla, convéncete de que el moro de la patera nunca será extranjero para ti. Y sitúa todo eso en un marco general, que también es tuyo, visitando el Coliseo de Roma, la catedral de Estrasburgo, Lisboa, el Vaticano, el monte San Michel. Tómate un café en Viena y en París, mira los museos de Londres, descubre una etimología almogávar en el bazar de Estambul o una palabra hispana en un restaurante de Nueva York, lee a Borges en la Recoleta de Buenos Aires, sube a las pirámides de Egipto y a las mejicanas de Teotihuacan. Si haces todo eso -o al menos sueñas con hacerlo-, conocerás la única patria que de verdad vale la pena.

Arturo Pérez-Reverte

sábado, 2 de febrero de 2008

El Batallón Sagrado de Tebas

El Batallón Sagrado de Tebas era un grupo de guerreros de élite, compuesto por 150 parejas de hombre homosexuales. Estos hombres debían luchar más motivados, ya que de ellos dependía la protección de su amante y para no aparecer como un cobarde frente a este. La idea parece ser que funcionó, ya que durante 33 años no perdieron una batalla.
Las parejas consistían en un miembro de mayor edad o "heniochoi" (conductor) y uno más joven o "paraibatai" (compañero). 
La motivación para el uso del "ejército de amantes" en batalla lo expresa Plutarco: "Para hombres de la misma tribu o familia hay poco valor de uno por otro cuando el peligro presiona; pero un batallón cimentado por la amistad basada en el amor nunca se romperá y es invencible; ya que los amantes, avergonzados de no ser dignos ante la vista de sus amados y los amados ante la vista de sus amantes, deseosos se arrojan al peligro para el alivio de unos y otros."
Pelópidas los tomó como su guardia personal al ver su arrojo y valentía. Fueron derrotados por los macedonios en 380 adC en la batalla de Charona. Cuando Filipo - el padre de Alejandro Magno - triunfador vió los hombres muertos junto a sus amantes, lloró. El rey macedonio les hizo un monumento de mármol - representando un león - que fue destruido y, redescubierto en 1818, fue reconstruído.
Aunque Plutarco afirmó que los tres centenares de guerreros de la banda murió ese día, la excavación del cementerio en el monumento del León en 1890 solo fueron descubiertos 254 esqueletos, dispuestos en siete filas.
Hay antecedentes de organizaciones militares similares en Cartago, Astarte y Baal.
Félix Velasco - Blog

Kamikaze

Cuando Kublai Khan, nieto de Genghis Khan, conquistó China, se dispuso para conquistar también las islas japonesas, con una flota de 9000 naves y 140000 hombres. Durante el viaje, el viento cambió repentinamente y estrelló la flota contra la costa japonesa. Así, Japón fue salvada por el Viento Divino, que en japonese es "Kamikaze". Este nombre fue usado posteriormente por los pilotos suicidas en la Segunda Guerra Mundial. 
Pero si un kamikaze iba a a estrellarse contra un barco ¿para qué quería un casco el piloto? Algunos pilotos de la Segunda Guerra Mundial tenían al costumbre de despegar, aterrizar o, incluso, volar con la cúpula de la cabina abierta, con lo que el uso de estos gorros eran de vital importancia para evitar congelación. Pero aparte de esto, en dichos “pre-cascos” se instalaban el equipo de radio, con lo que servían de herramienta imprescindible de comunicación.
Félix Velasco - Blog