lunes, 30 de noviembre de 2009

sábado, 28 de noviembre de 2009

Tecnología y elección moral


El escándalo provocado por ese sistema de interceptación telefónica (Sitel) que permite almacenar informáticamente y acceder de forma casi instantánea a los millones de conversaciones que, a cada minuto, mantenemos los desavisados usuarios del teléfono me sirve como muletilla o excusa para reflexionar sobre los efectos –aparentemente inocuos, sibilinamente inicuos– que la tecnología ejerce sobre nuestras elecciones morales. Hay quienes sospechan que ese sistema de interceptación telefónica –versión sombría de aquel Aleph que permitía al protagonista del relato borgiano espiar de forma simultánea el vasto mundo– está siendo utilizado sin autorización judicial; y quienes afirman que pronto no habrá comisaría de policía que no cuente con un artilugio que permita escuchar las conversaciones de los delincuentes. Y también, convendría añadir, las conversaciones de quienes no son delincuentes, las conversaciones de cualquier hijo de vecino que susurra ternezas al oído de su novia, que se enzarza en disputas domésticas con su suegra, que intercambia confidencias con su amigo, que alivia las inquietudes de su hijo adolescente. Un artilugio, en fin, que con un simple golpe de tecla pueda saquear nuestra intimidad, como aquel diablo Cojuelo de Vélez de Guevara que levantaba los tejados de las casas.
Una vez que se posee un artilugio de estas características, ¿quién se privará de utilizarlo? La tecnología, al simplificar acciones que hasta hace poco resultaban costosas o erizadas de dificultades, simplifica también las decisiones morales que las preceden. Imaginemos, por ejemplo, a alguien que se siente incesantemente perjudicado, hostigado, escarnecido por un enemigo al que odia. Es probable que, en un momento de calentura u ofuscamiento, desee la muerte de ese enemigo; e incluso no es del todo inverosímil que, siquiera por un segundo, fantasee con la posibilidad de matarlo con sus propias manos. Pero, salvo que el odio que profesa a su enemigo sea muy enconado y su conciencia más negra que el betún, bastará que repare en la enormidad del crimen con el que acaba de fantasear para que lo repudie y lo expulse de sus pensamientos; y puede, incluso, que aunque no lo repudie acabe por descartarlo, por temor a las consecuencias que su desvelamiento le acarrearía, o por mero desaliento ante el cúmulo de fatigas que su preparación exige. Pero imaginemos ahora que esa misma persona que se siente incesantemente perjudicada, hostigada, escarnecida por su enemigo tuviera la posibilidad de matarlo pulsando el botón de un dispositivo elemental, como pulsamos una tecla para que aparezca una letra en la pantalla de nuestro ordenador o pulsamos la palanca de la cisterna de nuestro inodoro después de evacuar las tripas; y que, después de pulsar ese botón, nada volviera a saberse de ese odiado enemigo. ¿Verdad que, al simplificarse el crimen, la decisión moral que precede a su comisión se simplifica también? Se simplifica, en realidad, hasta hacerse nimia; y si la tecnología nos permitiera matar a nuestros enemigos como hoy matamos marcianitos en un videojuego, sospecho que la conciencia moral de muchos se adelgazaría hasta la consunción.
La tecnología terminará por minar la resistencia de nuestra conciencia moral; la está minando ya, de hecho, sin que apenas lo advirtamos. El pornógrafo que hasta hace poco deseaba satisfacer sus apetitos tenía que bajar al quiosco a comprarse una revista guarra, y antes aún tenía que internarse en un submundo de clandestinidad donde se comerciaba con los materiales que alimentaban su rijo; y el paseo hasta el quiosco o el descenso al submundo clandestino donde se comerciaba con la pornografía comportaban un riesgo –de verse involucrado en sórdidos trapicheos, de verse simplemente descubierto y señalado– que favorecía la floración de conflictos de conciencia. La tecnología ha neutralizado ese riesgo; y, al neutralizarlo, dificulta que tales conflictos afloren, de tal modo que no sólo el pornógrafo inveterado, sino cualquier usuario de Internet se siente tentado –por curiosidad malsana, por aburrimiento, por mera disposición lúdica– a bucear en cualquier sentina pornográfica virtual: la elección moral es ensordecida por una pulsión instantánea; y todos los dilemas se resuelven apretando una tecla.
Una simple tecla. ¿Quiénes resistirán la tentación de escuchar conversaciones ajenas y de perpetrar tropelías aún más pavorosas cuando la tecnología allane el escollo de la decisión moral hasta hacerlo añicos?

Juan Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog

La nomenklatura catalana


Contaba Solzhenitsyn en su monumental Archipiélago Gulag una historia que tuvo lugar en un comité local del Partido Comunista. Según iban acumulándose los discursos de sus miembros, todos ellos laudatorios del líder Stalin, los aplausos iban siendo cada vez más fuertes y prolongados. Hasta tal punto llegó el entusiasmo, que en un momento dado la ovación se alargó con visos de no acabar. Los miembros del partido se miraban unos a otros, temerosos de ser el primero que dejara de aplaudir. Cuánta razón tenían, pues quien finalmente abandonó las palmas y permitió a los demás hacer lo mismo acabó con sus huesos en los campos.
Parece como si los subvencionados diarios catalanes hayan querido evitarse este doloroso trance, asegurándose de que no existe ninguna diferencia, ni siquiera de matiz, en el grado de adhesión a los principios fundamentales del movimiento. Así, han publicado una suerte de parte oficial en comandita, al que se han sumado en cuanto han podido varias radios pagadas con el dinero de todos los catalanes y hasta el Barça, demostrando que lo que califican de "identidad catalana" exige una uniformidad absoluta. Ellos, que protestan por unas supuestas "cirugías de hierro que cercenen de raíz la complejidad española", han demostrado no creer que dentro de las fronteras de su terruño tengan derecho a existir unas ideas distintas a las suyas, optando por la simplificación más burda posible de esos catalanes a los que dicen defender.
El argumento esencial, y cabría decir único, de la prensa del régimen es que el Tribunal Constitucional no puede echar abajo una ley aprobada en referéndum, por más escasa que haya sido la participación en el mismo. Pero tanto la existencia de la Comunidad Autónoma de Cataluña como la legalidad del mismo Estatuto descansan en la soberanía de la Nación española y los límites marcados en la Constitución. Los catalanes no pueden concederse un régimen que se aparte de la legalidad española sin reformar nuestra carta magna, del mismo modo que un ciudadano no puede saltarse la ley con la excusa de que se lo ha permitido su comunidad de vecinos.
Pero siendo sin duda criticable esta suerte de manifiesto de adhesión al régimen tanto en el fondo como en la forma, lo que no cabe es protestar por el hecho de que intente presionar al Constitucional. Desgraciadamente, y a raíz de la ya lejana sentencia del caso Rumasa, el TC se ha contaminado de política. Es difícilmente cuestionable que, si se limitara a lo estrictamente jurídico, el dictamen habría llegado hace años, anulando una parte considerable del Estatuto. Recordarlo es un deber continuo, especialmente del partido que presentó el recurso y recogió cuatro millones de firmas para apoyarlo.
Por eso decepciona, aunque no sorprenda demasiado, que después de haber presentado una respuesta seria y contundente al Estatuto, Rajoy asegure ahora "no tener nada que decir" ante la avalancha de presiones provenientes del nacionalismo catalán, con el apoyo de un Zapatero que terminó convertido en uno de los ponentes del texto. Que el Gobierno de España apoye un Estatuto anticonstitucional es escandaloso, pero mientras el PSOE esté al frente entra en el guión. Pero a los ciudadanos preocupados por lo que supondría un refrendo del TC al engendro nacionalista no les puede contestar Rajoy quitándoles toda esperanza.
Como mínimo, si no quisiera entrar en excesivos detalles, podría haber hecho una declaración más institucional, explicando que negar la legitimidad al TC para decidir sobre la constitucionalidad del Estatuto es demostrar que se carece de respeto por nuestra carta magna, que establece la creación de este tribunal como intérprete máximo de la Constitución. Al hacerlo, la prensa del régimen nacionalista y quienes apoyan sus argumentos se han quitado hasta la apariencia de legitimidad a la hora de opinar sobre la constitucionalidad del Estatuto.
Desde la Transición se ha podido constatar la correlación entre los gobiernos nacionalistas y la supresión de las libertades de los ciudadanos. Este editorial conjunto viene a demostrar hasta qué punto resulta asfixiante este régimen después de casi tres décadas de gobierno ininterrumpido. Si el Tribunal Constitucional no declara ilegal lo que es claramente ilegal, esa destrucción de España y de nuestras libertades carecerá ya de freno alguno. En eso deberían reflexionar los magistrados. Tienen la oportunidad única de ser los primeros en dejar de aplaudir.

Editorial Libertad Digital

Apostasía sindical


Elogio a la normalidad


Por una serie de circunstancias que no vienen al caso, esta semana he tenido oportunidad de ver la tele por las mañanas y asomarme a una ventana por la que no miro nunca. Me refiero al `mundo´ que para nosotros están construyendo los medios de comunicación, con su particular escala de valores, su hit parade, digámoslo así, de lo que está bien y lo que no, de lo que gusta y lo que no. Y tan espeluznada he salido que corro a comentarlo con ustedes. Por lo visto, y para empezar, todas las `noticias´ que tratan dichos programas necesariamente han de ser lo más esperpénticas posible, como si de una inacabable parada de monstruos se tratara. Así, en un mismo programa he podido ver los siguientes scoops: una autodenominada bruja llamada Aramís Fuster que –antes muerta que sencilla– lucía, a las once de la mañana, vestido largo con miriñaque de color azul eléctrico a lo María Antonieta (sic) coronado de coquetón sombrerito minúsculo sobre peluca de rizos verde. Sin embargo, no era el traje lo que llamaba la atención. Lo más sorprendente era cómo la responsable del programa y sus ayudantes escuchaban, muy serios, a esta señora mientras ella peroraba sobre cómo deshacer el mal de ojo que, según parece, le ha hecho una ex novia a Cristiano Ronaldo. Después de esto pasaron a mostrar cómo uno de los grandes hermanos se probaba un artilugio polinésico de lo menos medio metro en el que introdujo su pene (lo juro) y así se paseó enhiesto, orgulloso y, por supuesto, desnudo un buen rato ante la cámara. A continuación, supongo que para tocar la fibra sensible del espectador, se habló del triste caso de los padres de un niño gallego de nueve años a los que las autoridades están a punto de retirar la custodia porque la criatura pesa ochenta kilos y come sólo bollos. Y por fin, antes de que, estupefacta, apagara el televisor, aún me dio tiempo a ver cómo una pléyade de telecotillas se peleaba por dilucidar «si estaba enamorada o no» una señora cuyo mayor mérito es ser, mira tú que apasionante, coleccionista de vestidos de alta costura y sobre la que alguien –otro pirado, supongo– está haciendo una tesis doctoral. Nada nuevo, dirán ustedes, hace años que vivimos en Frikilandia y, sin embargo, a mí me pareció vislumbrar algo distinto y desde luego inquietante. Antes mirábamos la parada de monstruos como quien va al circo, nos reíamos de las guarangadas de Paris Hilton y nos compadecíamos del aire bulímico de Victoria Beckham, siempre agarrada a su bolso de Hermès como un náufrago a su tabla; ahora, en cambio, las admiramos. Sí, es cierto. De tanto salir en los medios de comunicación se han convertido en `iconos´, estúpida palabra que se usa para conferir valor a personajillos cuyo mayor mérito es vivir del cuento. He observado, además, que incluso gente de gran valía artística o personal, cuando ve declinar su estrella, hace cualquier cosa por continuar en el `candelabro´. Una magnífica actriz de setenta años, por ejemplo, se tiñe el pelo de azul marino; otra señora muy inteligente asegura que se le aparece la Virgen; todo vale porque lo peor que se puede ser en este mundo es normal. Lo normal no interesa porque, para llamar la atención del respetable, hay que estar permanentemente rizando el rizo. La `tele´ y los medios de comunicación son sendos monstruos a los que hay que alimentar diariamente con contenidos a cual más llamativo y escandaloso. Y, como digo, todo esto no estaría tan mal si el espectador no hubiera perdido perspectiva y viera el desfile de frikis como lo que son. Pero no es así, por eso el jeta, el pícaro, el vendedor de humo y hasta el ladrón son ahora personajes a los que emular. Lo son porque es mucho más fácil hacer el chorras que hacer las cosas bien, más fácil tomar atajos que trabajar honradamente toda la vida. También porque muy poca gente piensa que puede llegar a ser premio Nobel, pero todo el mundo está muy seguro de poder ser Belén Esteban. ¿A quién le sorprende entonces que, como revelan las encuestas, cuando le preguntan a un niño qué quiere ser de mayor ya no diga `astronauta´ o `médico´, sino `famoso´? A los chicos se los educa con el ejemplo y ése es el que les estamos dando. Una pena.
Carmen Posadas

viernes, 27 de noviembre de 2009

Prensa amarilla y pensamiento único


La Federación de Asociaciones de la Prensa de España (Fape) expresó hoy su desacuerdo con el editorial conjunto de diarios catalanes en defensa del Estatut, porque se trata de "una iniciativa insólita" que busca "convertir a los medios de comunicación en agentes de la política".
La presidenta de la FAPE, Magis Iglesias, dijo a Servimedia que su entidad "no puede encontrar acertado" este gesto conjunto, "porque defendemos el pluralismo informativo como un valor de democracias actuales como la nuestra".
"Tememos que se haya podido confundir el espacio del periodismo con el ejercicio de la política", afirmó Iglesias. "A la vista de que este gesto ha tenido lugar antes de conocerse la sentencia del Tribunal Supremo, parece una evidente intención de echar un pulso al tribunal, hacer una demostración de fuerza, y por lo tanto parece una pelea más en que la que se quiere convertir a los medios de comunicación en agentes de la política".
Para la federación que agrupa a las asociaciones de prensa en España, sería una iniciativa extraordinaria y "sólo justificable" cuando la vida de una persona o la libertad estuvieran en peligro, "lo que no es el caso". "Ni siquiera durante las tensas horas que precedieron a la muerte de Miguel Ángel Blanco ni en el 23-F, los medios españoles actuaron así. En todas esas ocasiones y en otras, los medios de comunicación españoles han preferido preservar su personalidad”.

ABC

jueves, 26 de noviembre de 2009

No se lo digas a mamá


Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres.Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres. Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella. Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto.
El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual. Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado.
Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse. Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida. Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia.
Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia. ¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé? Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia.
Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada. Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres. Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto? Una cuestión más: ¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá, porque no la necesitas".
Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola.
Porque soy su madre.

DIARIO DE SEVILLA - 21/03/09
Mariló Montero
(Periodista, esposa de Carlos Herrera, y madre de una adolescente)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

domingo, 15 de noviembre de 2009

Discurso fúnebre de Percicles


Discurso recogido por Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta a finales del siglo V a. C.
“La mayoría de los que aquí han hablado anteriormente elogian al que añadió a la costumbre el que se pronunciara públicamente este discurso, como algo hermoso en honor de los enterrados a consecuencia de las guerras. Aunque lo que a mí me parecería suficiente es que, ya que llegaron a ser de hecho hombres valientes, también de hecho se patentizara su fama como ahora mismo ven en torno a este túmulo que públicamente se les ha preparado; y no que las virtudes de muchos corran el peligro de ser creídas según que un solo hombre hable bien o menos bien. Pues es difícil hablar con exactitud en momentos en los que difícilmente está segura incluso la apreciación de la verdad. Pues el oyente que ha conocido los hechos y es benévolo, pensará quizá que la exposición se queda corta respecto a lo que él quiere y sabe; en cambio quien no los conoce pensará, por envidia, que se está exagerando, si oye algo que está por encima de su propia naturaleza. Pues los elogios pronunciados sobre los demás se toleran sólo hasta el punto en que cada cual también cree ser capaz de realizar algo de las cosas que oyó; y a lo que por encima de ellos sobrepasa, sintiendo ya envidia, no le dan crédito. Mas, puesto que a los antiguos les pareció que ello estaba bien, es preciso que también yo, siguiendo la ley, intente satisfacer lo más posible el deseo y la expectación de cada uno de vosotros.
Comenzaré por los antepasados, lo primero; pues es justo y al mismo tiempo conveniente que en estos momentos se les conceda a ellos esta honra de su recuerdo. Pues habitaron siempre este país en la sucesión de las generaciones hasta hoy, y libre nos lo entregaron gracias a su valor. Dignos son de elogio aquéllos, y mucho más lo son nuestros propios padres, pues adquiriendo no sin esfuerzo, además de lo que recibieron, cuanto imperio tenemos, nos lo dejaron a nosotros, los de hoy en día. Y nosotros, los mismos que aún vivimos y estamos en plena edad madura, en su mayor parte lo hemos engrandecido, y hemos convertido nuestra ciudad en la más autárquica, tanto en lo referente a la guerra como a la paz. De estas cosas pasaré por alto los hechos de guerra con los que se adquirió cada cosa, o si nosotros mismos o nuestros padres rechazamos al enemigo, bárbaro o griego, que valerosamente atacaba, por no querer extenderme ante quienes ya lo conocen. En cambio, tras haber expuesto primero desde qué modo de ser llegamos a ellos, y con qué régimen político y a partir de qué caracteres personales se hizo grande, pasaré también, luego al elogio de los muertos, considerando que en el momento presente no sería inoportuno que esto se dijera, y es conveniente que lo oiga toda esta asamblea de ciudadanos y extranjeros.
Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida. 38. Y también nos hemos procurado frecuentes descansos para nuestro espíritu, sirviéndonos de certámenes y sacrificios celebrados a lo largo del año, y de decorosas casas particulares cuyo disfrute diario aleja las penas. Y a causa de su grandeza entran en nuestra ciudad toda clase de productos desde toda la tierra, y nos acontece que disfrutamos los bienes que aquí se producen para deleite propio, no menos que los bienes de los demás hombres.
Y también sobresalimos en los preparativos de las cosas de la guerra por lo siguiente: mantenemos nuestra ciudad abierta y nunca se da el que impidamos a nadie (expulsando a los extranjeros) que pregunte o contemple algo —al menos que se trate de algo que de no estar oculto pudiera un enemigo sacar provecho al verlo—, porque confiamos no más en los preparativos y estratagemas que en nuestro propio buen ánimo a la hora de actuar. Y respecto a la educación, éstos, cuando todavía son niños, practican con un esforzado entrenamiento el valor propio de adultos, mientras que nosotros vivimos plácidamente y no por ello nos enfrentamos menos a parejos peligros. Aquí está la prueba: los lacedemonios nunca vienen a nuestro territorio por sí solos, sino en compañía de todos sus aliados; en cambio nosotros, cuando atacamos el territorio de los vecinos, vencemos con facilidad en tierra extranjera la mayoría de las veces, y eso que son gentes que se defienden por sus propiedades. Y contra todas nuestras fuerzas reunidas ningún enemigo se enfrentó todavía, a causa tanto de la preparación de nuestra flota como de que enviamos a algunos de nosotros mismos a puntos diversos por tierra. Y si ellos se enfrentan en algún sitio con una parte de los nuestros, si vencen se jactan de haber rechazado unos pocos a todos los nuestros, y si son vencidos, haberlo sido por la totalidad. Así pues, si con una cierta indolencia más que con el continuo entrenarse en penalidades, y no con leyes más que con costumbres de valor queremos correr los riesgos, ocurre que no sufrimos de antemano con los dolores venideros, y aparecemos llegando a lo mismo y con no menos arrojo que quienes siempre están ejercitándose. Por todo ello la ciudad es digna de admiración y aun por otros motivos.
Pues amamos la belleza con economía y amamos la sabiduría sin blandicie, y usamos la riqueza más como ocasión de obrar que como jactancia de palabra. Y el reconocer que se es pobre no es vergüenza para nadie, sino que el no huirlo de hecho, eso sí que es más vergonzoso. Arraigada está en ellos la preocupación de los asuntos privados y también de los públicos; y estas gentes, dedicadas a otras actividades, entienden no menos de los asuntos públicos. Somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas, no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos, sin considerar las palabras un perjuicio para la acción, sino el no aprender de antemano mediante la palabra antes de pasar de hecho a ejecutar lo que es preciso. Pues también poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; en cambio en los otros la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora. Podrían ser considerados justamente los de mejor ánimo aquellos que conocen exactamente lo agradable y lo terrible y no por ello se apartan de los peligros. Y en lo que concierne a la virtud nos distinguimos de la mayoría, pues nos procuramos a los amigos, no recibiendo favores sino haciéndolos. Y es que el que otorga el favor es un amigo más seguro para mantener la amistad que le debe aquel a quien se lo hizo, pues el que lo debe es en cambio más débil, ya que sabe que devolverá el favor no gratuitamente sino como si fuera una deuda. Y somos los únicos que sin angustiarnos procuramos a alguien beneficios no tanto por el cálculo del momento oportuno como por la confianza en nuestra libertad.
Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto. Y que estas cosas no son jactancia retórica del momento actual sino la verdad de los hechos, lo demuestra el poderío de la ciudad, el cual hemos conseguido a partir de este carácter. Efectivamente, es la única ciudad de las actuales que acude a una prueba mayor que su fama, y la única que no provoca en el enemigo que la ataca indignación por lo que sufre, ni reproches en los súbditos, en la idea de que no son gobernados por gentes dignas. Y al habernos procurado un poderío con pruebas más que evidentes y no sin testigos, daremos ocasión de ser admirados a los hombres de ahora y a los venideros, sin necesitar para nada el elogio de Homero ni de ningún otro que nos deleitará de momento con palabras halagadoras, aunque la verdad irá a desmentir su concepción de los hechos; sino que tras haber obligado a todas las tierras y mares a ser accesibles a nuestro arrojo, por todas partes hemos contribuido a fundar recuerdos imperecederos para bien o para mal. Así pues, éstos, considerando justo no ser privados de una tal ciudad, lucharon y murieron noblemente, y es natural que cualquiera de los supervivientes quiera esforzarse en su defensa.
Esta es la razón por la que me he extendido en lo referente a la ciudad enseñándoles que no disputamos por lo mismo nosotros y quienes no poseen nada de todo esto, y dejando en claro al mismo tiempo con pruebas ejemplares el público elogio sobre quienes ahora hablo. Y de él ya está dicha la parte más importante. Pues las virtudes que en la ciudad he elogiado no son otras que aquellas con que las han adornado estos hombres y otros semejantes, y no son muchos los griegos cuya fama, como la de éstos, sea pareja a lo que hicieron. Y me parece que pone de manifiesto la valía de un hombre, el desenlace que éstos ahora han tenido, al principio sólo mediante indicios, pero luego confirmándola al final. Pues es justo que a quienes son inferiores en otros aspectos se les valore en primer lugar su valentía en defensa de la patria, ya que borrando con lo bueno lo malo reportaron mayor beneficio a la comunidad que lo que la perjudicaron como simples particulares. Y de ellos ninguno flojeó por anteponer el disfrute continuado de la riqueza, ni demoró el peligro por la esperanza de que escapando algún día de su pobreza podría enriquecerse. Por el contrario, consideraron más deseable que todo esto el castigo de los enemigos, y estimando además que éste era el más bello de los riesgos decidieron con él vengar a los enemigos, optando por los peligros, confiando a la esperanza lo incierto de su éxito, estimando digno tener confianza en sí mismos de hecho ante lo que ya tenían ante su vista. Y en ese momento consideraron en más el defenderse y sufrir, que ceder y salvarse; evitaron una fama vergonzosa, y aguantaron el peligro de la acción al precio de sus vidas, y en breve instante de su Fortuna, en el esplendor mismo de su fama más que de su miedo, fenecieron.
Y así éstos, tales resultaron, de modo en verdad digno a su ciudad. Y preciso es que el resto pidan tener una decisión más firme y no se den por satisfechos de tenerla más cobarde ante los enemigos, viendo su utilidad no sólo de palabra, cosa que cualquiera podría tratar in extenso ante ustedes, que la conocéis igual de bien, mencionando cuántos beneficios hay en vengarse de los enemigos; antes por el contrario, contemplando de hecho cada día el poderío de la ciudad y enamorándose de él, y cuando les parezca que es inmenso, piensen que todo ello lo adquirieron unos hombres osados y que conocían su deber, y que actuaron con pundonor en el momento de la acción; y que si fracasaban al intentar algo no se creían con derecho a privar a la ciudad de su innata audacia, por lo que le brindaron su más bello tributo: dieron, en efecto, su vida por la comunidad, cosechando en particular una alabanza imperecedera y la más célebre tumba: no sólo el lugar en que yacen, sino aquella otra en la que por siempre les sobrevive su gloria en cualquier ocasión que se presente, de dicho o de hecho. Porque de los hombres ilustres tumba es la tierra toda, y no sólo la señala una inscripción sepulcral en su ciudad, sino que incluso en los países extraños pervive el recuerdo que, aun no escrito, está grabado en el alma de cada uno más que en algo material. Imiten ahora a ellos, y considerando que su libertad es su felicidad y su valor su libertad, no se angustien en exceso sobre los peligros de la guerra. Pues no sería justo que escatimaran menos sus vidas los desafortunados (ya que no tienen esperanzas de ventura), sino aquellos otros para quienes hay el peligro de sufrir en su vida un cambio a peor, en cuyo caso sobre todo serían mayores las diferencias si en algo fracasaran. Pues, al menos para un hombre que tenga dignidad, es más doloroso sufrir un daño por propia cobardía que, estando en pleno vigor y lleno de esperanza común, la muerte que llega sin sentirse.
Por esto precisamente no compadezco a ustedes, los padres de estos de ahora que aquí están presentes, sino que más bien voy a consolarles. Pues ellos saben que han sido educados en las más diversas experiencias. Y la felicidad es haber alcanzado, como éstos, la muerte más honrosa, o el más honroso dolor como ustedes y como aquellos a quienes la vida les calculó por igual el ser feliz y el morir. Y que es difícil convencerles de ello lo sé, pues tendrán múltiples ocasiones de acordarse de ellos en momentos de alegría para otros, como los que antaño también eran su orgullo. Pues la pena no nace de verse privado uno de aquellas cosas buenas que uno no ha probado, sino cuando se ve despojado de algo a lo que estaba acostumbrado. Preciso es tener confianza en la esperanza de nuevos hijos, los que aún están en edad, pues los nuevos que nazcan ayudarán en el plano familiar a acordarse menos de los que ya no viven, y será útil para la ciudad por dos motivos: por no quedar despoblada y por una cuestión de seguridad. Pues no es posible que tomen decisiones equitativas y justas quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás. Y a su vez, cuantos han pasado ya la madurez, consideren su mayor ganancia la época de su vida en que fueron felices, y que ésta presente será breve, y alíviense con la gloria de ellos. Porque las ansias de honores es lo único que no envejece, y en la etapa de la vida menos útil no es el acumular riquezas, como dicen algunos, lo que más agrada, sino el recibir honores.
Por otra parte, para los hijos o hermanos de éstos que aquí están presentes veo una dura prueba (pues a quien ha muerto todo el mundo suele elogiar) y a duras penas podrían ser considerados, en un exceso de virtud por su parte, no digo iguales sino ligeramente inferiores. Pues para los vivos queda la envidia ante sus adversarios, en cambio lo que no está ante nosotros es honrado con una benevolencia que no tiene rivalidad. Y si debo tener un recuerdo de la virtud de las mujeres que ahora quedarán viudas, lo expresaré todo con una breve indicación. Para ustedes será una gran fama el no ser inferiores a vuestra natural condición, y que entre los hombres se hable lo menos posible de ustedes, sea en tono de elogio o de crítica.
He pronunciado también yo en este discurso, según la costumbre, cuanto era conveniente, y los ahora enterrados han recibido ya de hecho en parte sus honras; a su vez la ciudad va a criar a expensas públicas a sus hijos hasta la juventud, ofreciendo una útil corona a éstos y a los supervivientes de estos combates. Pues es entre quienes disponen de premios mayores a la virtud donde se dan ciudadanos más nobles. Y ahora, después de haber concluido los lamentos fúnebres, cada cual en honor de los suyos, márchense”.

Pericles

sábado, 14 de noviembre de 2009

El cazapiratas sin complejos


Me dicen los amigos hay que ver, Reverte, con esto del paisaje que tenemos y la que está cayendo, salimos a cabreo semanal con blasfemias en arameo, y hace tiempo que no cuentas ninguna de esas peripecias de la historia de España que dejabas caer por esta página, de marinos, conquistadores, aventureros y gente así, políticamente incorrecta, que a veces consuelan y hacen descansar de tanta basura parlamentaria y municipal, y tanta cagada de rata en el arroz. Y como los amigos siempre tienen razón, o casi, y es verdad que hace tiempo no toco esa tecla, hoy vamos a ello. De todas formas, para no perder el pulso de la actualidad actual, quisiera recordar a un personaje que practicó la alianza de civilizaciones a su manera. Ya me dirán ustedes si viene a cuento, o no.
Se llamaba Antonio Barceló, Toni para los amigos. Como de costumbre, si hubiera sido francés, inglés o de cualquier otra parte, habría películas y novelazas con su biografía. Pero tuvo el infortunio de ser mallorquín, o sea, español. Con perdón. Que es una desgracia histórica como otra cualquiera. El caso es que ese fulano es uno de mis marinos tragafuegos favoritos. Tengo su retrato enmarcado en mi casa, junto al de su colega de oficio Jorge Juan, y en el Museo Naval de Madrid hay un cuadro ante el que siempre me quito un sombrero imaginario: D. Antonio Barceló con su jabeque correo rinde a dos galeotas argelinas. Hijo de un marino comerciante y corsario, embarcó siendo niño en los barcos de su padre. La primera fama la consiguió con sólo 19 años, en 1736, cuando ya navegaba como patrón del jabeque correo de Palma a Barcelona, y empezó a darse candela con los piratas norteafricanos que infestaban el Mediterráneo occidental. En aquellos tiempos, como no había telediarios donde hacer demagogia, a los piratas se les aplicaba directamente el artículo 14. Y Toni Barceló, que conocía el percal y no estaba para maneras de oenegé, lo aplicaba como nadie. El ministro Moratinos y la ministra Chacón habrían hecho pocas ruedas de prensa con él. Prueba de ello es que, pese a ser marino mercante y no de la Real Armada –allí sólo podían ser oficiales y jefes los chicos de buena familia–, fue ascendiendo en ésta, con los años, de alférez de fragata a teniente general, a lo largo de una vida marinera bronca, azarosa y acuchilladora. Dicho de otra forma, a puros huevos.
Lástima, insisto, de película que, como tantas otras, en este país de cantamañanas nunca hicimos. Ni haremos. Barceló libró combates y abordajes de punta a punta del Mediterráneo. Combatió a los piratas y corsarios, e hizo él mismo la guerra de corso con resultados espectaculares. Sin complejos. Su ascenso a teniente de navío lo consiguió por la captura al arma blanca de un jabeque argelino, que le costó dos heridas. Sólo entre 1762 y 1769 echó a pique 19 barcos piratas y corsarios norteafricanos, hizo 1.600 prisioneros y liberó a más de un millar de cautivos cristianos. Y menos de diez años después, sus jabeques, navegando pegados a tierra y jugándosela en las playas, impidieron que la expedición española contra Argel terminara en un desastre. Eran tiempos poco favorables a la lírica, y lo de las fuerzas armadas españolas humanitarias marca Acme se la traía a Barceló, como a todos, bastante floja. Argelia era la Somalia de entonces, más o menos, y a los atuneros de entonces los protegió a su manera: en 1783 fue con una escuadra a Argel, disparó 7.000 cañonazos contra la ciudad e incendió 400 casas. Sin despeinarse.
También he dicho que era español, y eso tiene su pago de peaje. La envidia y la mala fe lo acompañaron toda su vida. Sus colegas de la Real Armada no podían verlo ni en pintura, y andaban locos por que se la pegara. No tuvo, como es natural, amigos entre sus pares. Ayudaba a eso su persona y carácter, poco inclinado a tocar cascabeles. Era hombre rudo y de escasa educación ­­–sólo sabía escribir su nombre–, brusco de modales, sordo como una tapia por el ruido de los cañones. Tampoco era guapo, pues la cicatriz de un sablazo le cruzaba el careto de lado a lado. Gajes del oficio. Pero sus tripulaciones lo adoraban, peleaban por él como fieras y lo acompañaban, literalmente, a la misma boca del infierno. Ganó honores y botines, rindió a enemigos, asombró al mismo rey, y mandó barcos y escuadras hasta los 75 años. Se retiró al fin a Mallorca, donde murió entre el respeto de todos. Fue uno de los poquísimos casos en que España no se comportó como ingrata madrastra, y agradeció los servicios prestados. Su fama fue tanta que en sus tiempos corrió en coplas una décima famosa, a él dedicada, que concluía: «Va como debe ir vestido / fía poco en el hablar / mas si llega a pelear / siempre será lo que ha sido».
Imaginen lo que se habría reído viendo lo de Somalia en el telediario, y a los piratas en la Audiencia Nacional.

Arturo Pérez-Reverte

Katyn


Se ha estrenado, con dos años de retraso y relegada a las salas de menor relumbrón, Katyn, la película dirigida por el veterano maestro Andrzej Wajda sobre la masacre ordenada por Stalin y perpetrada en el bosque que presta su título a la película, a escasos kilómetros de la ciudad rusa de Smolensko. La matanza de Katyn, uno de los episodios más turbios y estremecedores de la historia contemporánea, fue consecuencia directa de aquel oprobioso pacto germano-soviético que, allá por septiembre de 1939, impulsó a las dos potencias militares más voraces de la época a invadir y repartirse Polonia. Al este del país, miles de oficiales del ejército polaco fueron apresados por los invasores soviéticos e internados en campos de concentración, cuya población fue aumentando en los meses sucesivos con la incorporación de policías, intelectuales y sacerdotes, hasta alcanzar una cifra aproximada de 22.000 prisioneros.
En marzo de 1940, Stalin autorizó al temible Beria, jefe de la NKVD, la policía secreta soviética, para que dispusiera la ejecución de tan abultado contingente humano; y Beria, que ya había sido el encargado de cumplir los designios del `padrecito´ Stalin durante la época de la Gran Purga (1936-1938), y que contaba con la `experiencia piloto´ en fusilamientos masivos de Paracuellos (también diseñada por la NKVD, con la anuencia del gobierno republicano español), se puso de inmediato manos a la obra. Los prisioneros fueron conducidos en camiones al bosque de Katyn, donde se habían excavado grandes fosas, y ejecutados allí mismo, o en mataderos dispuestos a tal efecto en lugares próximos, de un tiro en la nuca, en estajanovistas jornadas que se extendieron desde el amanecer hasta el crepúsculo. En abril de 1943, cuando la amistad germano-soviética ya era historia, soldados de la Wehrmacht descubrieron una de estas fosas; y de inmediato los servicios de propaganda de Goebbels difundieron al mundo imágenes espeluznantes de los cadáveres que allí se hacinaban; pero el área de Smolensko fue pronto recuperada por el Ejército Rojo, que avanzaba imparable hacia Berlín, y la Unión Soviética no reconoció la autoría de la masacre (incluso la imputó a Alemania, en un birlibirloque inverosímil), ante el silencio cómplice de las potencias aliadas. Hubo que esperar hasta 1990 para que un gobernante soviético –Gorbachov– reconociera la ponzoñosa verdad de lo ocurrido en los bosques de Katyn; aunque todavía los documentos secretos que la atestiguan no han sido desclasificados, pese a los constantes requerimientos de las autoridades polacas.
Podemos imaginarnos, pues, lo que la masacre de Katyn significa en la memoria colectiva del pueblo polaco. Wajda, el director de la película, es además hijo de uno de aquellos oficiales salvajemente ejecutados de un tiro en la nuca. Quizá por ello sorprende más que su película esté tan limpia de odio, tan desinfectada de ese regodeo en el resentimiento con que suelen rodearse tantos ajustes de cuentas con la historia; y también tan liberada de morralla ideológica. Wajda no es un ideólogo, sino un verdadero artista; y, como a todo verdadero artista, le interesa mucho más el dolor de sus criaturas que la utilización biliosa de ese dolor. Por eso Katyn no pierde ni un minuto en la caracterización grosera de los soviéticos como `archivillanos´, ni en alegatos ideológicos o nacionalistas que puedan enardecer a su público, sino que desde la primera secuencia fija su atención en las víctimas inocentes de la masacre, tanto en quienes fueron tachados con una bala del libro de la vida como en quienes se quedaron huérfanos de su compañía, penando su ausencia durante el resto de su andadura terrenal. Ese homenaje ensimismado, amoroso, despojado de efectismos, al dolor de los inocentes alcanza cumbres desgarradoras (es imposible contemplar la secuencia final sin sentir que la garganta se nos atora, como abrazada por un manojo de ortigas); pero, en medio de tanto horror, hay siempre una mirada enaltecedora, trascendente, que abraza el dolor de los inocentes. Y esa mirada es divina; es la mirada de un Dios que baja de la cruz y se funde con los cuerpos de esos jóvenes polacos que son arrojados como fardos a una fosa, y que entre sus dedos, sacudidos por el temblor de la agonía, desgranan las cuentas de un rosario. Wajda ha hecho una película llena de cielo, una película religiosa en el sentido más hondo de la palabra, anegada de amor hacia las víctimas y de perdón hacia los verdugos. Y nada más natural que en nuestro país, anegado de odio, la hayan relegado a las salas de menor relumbrón, después de postergar su estreno.

Juan Manuel de Prada

viernes, 13 de noviembre de 2009

O regeneramos la vida pública o esto acabará mal


No pasa un día sin que nos aceche la impertinente sombra del desencanto. O de la confirmación de nuestras sospechas. Determinada actividad ­–casi febril– de jueces y fiscales destapa a diario ciénagas en las que se bañan y palmotean entretenidos unos cuantos responsables públicos, tal como se barrunta el imaginario colectivo, enfangados hasta las cejas en tramas corruptas y abusos de poder varios. No hay mayor abuso de poder que la utilización perversa de éste en beneficio del bolsillo propio, o del bolsillo de allegados que luego transvasan al propio los diezmos correspondientes; no hay uso más repugnante que el abuso de los privilegios que concede el cargo para la desviación de activos de su cauce natural. Así será mientras exista el Hombre, ya sabemos, por cuanto la naturaleza humana contempla la tentación y el abandono ante ésta de todo principio elemental: entre tanto los ingenieros sociales diseñen el `hombre nuevo´ que llevan persiguiendo sin éxito las diferentes revoluciones que en el mundo han sido, el ser humano seguirá equilibrando miserias y grandezas, y la miseria de los gestores públicos está, como podemos imaginar, en lo que está. Todo español de barra de bar tiende a creer de forma injusta que aquellos que gestionan el bien común son unos ladrones en mayor o menor medida, y, evidentemente, se equivocan: abunda la gente honrada y supera con mucho a la contraria, pero la contraria, amigo, hace mucho ruido y levanta las perdices en un pispás. Si los ocho mil ayuntamientos de España estuvieran ocupados por mangantes desalmados, no podríamos dar un paso sin que se nos derrumbara el Estado. Hay trapicheos, mayores o menores, hay ladrones sin recato y hay muchos gestores honestos. Pero cierto es que uno solo de los primeros extiende todo tipo de prevenciones sobre estos últimos.
Las intervenciones policiales de estas últimas semanas han sembrado por igual perplejidad y confirmación de sospechas: sobre El Ejido planeaba una larga nube negruzca que no acababa nunca de descargar y sobre Santa Coloma de Gramanet se extendía una capa de silencio sólo traspasada por la información de los más avisados. Entendiendo que los acusados tienen derecho a la presunción de inocencia, a defenderse, a justificar sus actos –reconozco tener un buen amigo en el penoso trance de prisión por cuenta de la operación Levante y reconozco también desearle la mejor suerte–, el aluvión de acusaciones y evidencias que manejan los fiscales y los instructores deja poco resquicio al optimismo acerca de su futuro procesal. Y la lista es larga: después de Marbella vino Estepona, y después Gürtel, y luego Baleares, y más tarde El Ejido, y a continuación pueblos de Lugo, y finalmente Santa Coloma. Sin olvidar el Palau de la Música, la señora Munar, Mercasevilla, Ciempozuelos… Demasiado para una ciudadanía excesivamente perjudicada por el paro, la crisis, la morosidad y las deudas. El desaliento, el desánimo, la desafección son algo más que fantasmas que pululan amenazantes sobre el sistema participativo y un aire de resignación parece envolver a la ciudadanía: algunos ilusos creen que es posible la excelencia en la vida pública, la ejemplaridad total de los representantes, pero una buena parte de la masa que vota –o que prefiere no votar– jura en arameo cada vez que oye casos como los que nos ocupan. En atención a ellos urge una regeneración sincera y profunda de la vida política española. La contundencia en la respuesta penal debe ser rápida e intensa, más de lo que es ahora, y el repudio de las formaciones políticas debe intensificarse hasta el punto de no disculpar una sola de las irregularidades propias. Los partidos políticos no deben tener piedad con sus cleptómanos: deben aplicarles, como mínimo, el mismo criterio que le aplican al político del partido rival pillado in fraganti. O se hace así, o se oxigena el terreno con medidas drásticas y secas o, finalmente, se encontrarán solos en los colegios electorales.

Carlos Herrera

jueves, 12 de noviembre de 2009

La Lengua de Cervantes


Juan Gómez Pérez, consultor de Prais Güaterjaus Cuper (PGC), fue detenido ayer en las oficinas de esta empresa por «desafiar a los directivos, al utilizar en repetidas ocasiones un correctísimo español en su labor profesional», según consta en la denuncia presentada en la comisaría madrileña de la calle de la Luna.
El detenido, según los testigos, habría provocado diversas escenas de terror lingüístico entre sus compañeros. Los problemas comenzaron en abril, cuando Gómez Pérez llegó a la empresa e insistió en poner Jefe de Producto en su tarjeta de visita, en lugar del 'Product Manager' que aparecía en las de sus compañeros. «Desde el primer día nos extrañó su actitud», comentó Francisco de Borja Acebo-Guindaleda, Account Manager (director de cuentas) de PGC, pero nunca creímos que fuera a reaccionar con la violencia verbal con que se despachó después».
Un mes más tarde, durante la presentación del catálogo comercial, Gómez Pérez proyectó sobre una pantalla varias láminas que mostraban rótulos escritos en un perfecto castellano, mientras comentaba en voz alta los gráficos y cifras de la empresa en un discurso totalmente desprovisto de anglicismos.
Ante los ojos de sus compañeros -«horrorizados», según su propio testimonio- desfilaron varias decenas de frases escritas en la lengua de Cervantes sin que el consultor mostrara ningún pudor o vergüenza por lo que estaba haciendo. «El catálogo de la empresa había sido traducido y, por lo tanto, manipulado», aseguró el Managing Director (director general), Juan Jacobo O´Callaghan García-Carrizosa: «Este sujeto había sustituido todos los 'markets', 'targets', 'inputs', 'slides' y 'sponsors'... por mercados, objetivos, entradas, diapositivas y patrocinadores y otros varios que fueron apareciendo.
«El resultado fue que no entendíamos nada de la presentación, provocando el desconcierto general». Además, y según consta en la denuncia, el detenido habría cambiado las palabras 'outsourcing', 'finances' y 'transactions' por subcontratas, finanzas y transacciones. «Y se había quedado tan ancho; hasta ahí podríamos llegar», comentó indignado el responsable de PGC.
Gómez Pérez no pudo terminar su presentación, pues fue reducido por dos compañeros de la empresa -el Phone&Door Manager (recepcionista) y el Security Surveillance Officer (vigilante jurado)- y maniatado hasta la llegada de la policía municipal, que puso al consultor a disposición judicial. «Lo ha hecho para provocar», comentaba ayer Ramón María Antúnez de Biedma y Fernández-Malvarrosa, consultor de PGC, refiriéndose a la actitud de Gómez Pérez. «¿Quién se cree que es?, ¿un Vicepresident (subdirector)? No se puede ser tan hortera.», concluyó el Manager's Ball (pelota del director). Debía tratarse de un morning-singer de three to the quarter...

martes, 10 de noviembre de 2009

Prepotencia lingüística


El Parlamento catalán ha contratado un servicio de traducción al castellano para atender a una delegación de Nicaragua, a pesar de que el castellano también es lengua oficial en Cataluña y lo entienden y hablan todos los diputados. Esta situación ha generado malestar en los grupos parlamentarios menos ERC y CiU. Los dos intérpretes contratados han traducido del catalán al castellano y del castellano al catalán, pese a lo cual ninguno de los diputados presentes ha utilizado los auriculares del servicio de interpretación.
En tiempos de crisis hacer el ridículo malversando el dinero de los impuestos de los contribuyentes debería estár penado por la Ley. ¡Qué sencillo es malgastar el dinero de los demás!
Seguimos día tras día en un continuo esperpento. Estamos en estos días celebrando la caída del muro de Berlín, como paradigma del derribo de fronteras, físicas, religiosas, políticas, sociales, culturales,... y por otro lado politicuchos irresponsables levantando muros y más muros, en este caso lingüísticos. El nacionalsocialismo imperante acorrala la libertad de expresión, no sólo en el fondo, también en las formas. pensamiento único y manifestarlo sólo de un modo.
El efímero Estado del Bienestar que nos han predicado ha resultado ser sólo humo, en el que no sólo nos han robado el dinero, sino también la Libertad y la Justicia, imponiendo el fanatismo social y político.
Pero esto no ocurre sólo en el parlamento catalán, también se utiliza el idioma para discriminar ayudas oficiales, impedier el acceso a cargos públicos,... En definitiva corazones y mentes pequeñas que imponen sus mezquinas ideas y sentimientos para aferrarse al poder. Y en cuanto miras con detenimiento sólo descubres corrupción, pues detrás de esos pseudo-ideales sólo se esconde afán de dinero, dinero y dinero.
Félix Velasco

Agua en la Luna


La agencia espacial estadounidense NASA anunció este viernes que ha encontrado pruebas de que en la Luna hay agua, lo cual representa un gran paso hacia el establecimiento de asentamientos humanos en el satélite de la Tierra. El 9 de octubre la sonda LCROSS impactó el polo sur de la Luna en un cráter llamado Cabeus. El artefacto de 79 millones de dólares, precedido por una sección del cohete Centauro que lo propulsó, fue enviado a la superficie lunar para levantar una nube de materiales que los científicos pudieran analizar en busca de la presencia de agua helada.
El sitio de colisión, en el lado de sombra permanente del cráter, no ha recibido luz del Sol en miles de millones de años, y los científicos pudieron analizar el polvo, el vapor y las rocas levantadas por el impacto cuando estos se elevaron por encima del borde de Cabeus y absorbieron la luz.
La NASA, que espera enviar astronautas a la Luna hacia el 2020, tiene planes para el establecimiento de una base habitada por humanos de forma permanente en la superficie lunar y que sirva como punto de escala en viajes espaciales más largos.

Félix Velasco

domingo, 1 de noviembre de 2009

La tela de araña más antigua del mundo


Científicos de la Universidad de Oxford han descubierto unas telas de araña de 140 millones de años, las más antiguas conocidas hasta el momento y fabricadas por insectos que compartieron su hábitat con los dinosaurios.
Los restos de estas redes orgánicas aparecieron conservados como una joya dentro de unos depósitos de ámbar en la costa de Sussex, en el sur de Inglaterra. el ambar guardaba no sólo hilos de telas de arañas, sino también materia vegetal, excrementos de insectos y microbios antiguos que quedaron atrapados durante el Cretácico inferior, un momento en el que el mundo era un lugar mucho más cálido y dinosaurios como el Iguanodon y el Allosaurus.
Los científicos también detectaron en el ámbar evidencias de Actinobacterias, un pequeño grupo de organismos que descomponen la madera y resinas en partículas del suelo.
Félix Velasco