jueves, 29 de noviembre de 2012

Algo huele a podrido

La política, que podría haber sido la más noble de todas las tareas, es susceptible de convertirse en el más vil de los oficios. Todo el mundo coincide en que la ejemplaridad y la honradez son virtudes que deben presidir la actuación de los políticos, convirtiéndose en escaparate y modelo para el pueblo.
La falta generalizada de ética pública de nuestros gestores, el despilfarro del gasto público, el favoritismo en la selección del personal o en la contratación de obras y servicios, la interesada arbitrariedad en la planificación urbanística, la negligencia en la gestión del patrimonio municipal, los frecuentes cambalaches en la composición de las mayorías de gobierno, la malversación de fondos, la financiación ilegal de los partidos, el desvío de fondos,... son señales evidentes de que la podredumbre está presente en la vida política.
Es a partir de la ausencia de moral y falta de dignidad en el desempeño del cargo, cuando el político, diputado, alcalde, concejal, funcionario con capacidad de decisión,..., experimenta un total desprecio por el interés general de la ciudadanía y utiliza sus potestades en beneficio particular, propio, de sus familiares o de su partido, orillando los principios de eficiencia, objetividad, independencia e igualdad, preceptos legales y reglamentarios. En definitiva: se corrompe.
Félix Velasco - Blog

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