sábado, 15 de febrero de 2014

Santa María la Real de Las Huelgas

El monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas situado en Burgos, es un monasterio de monjas cistercienses de San Bernardo. Fue fundado en 1189 por el rey Alfonso VIII de Castilla.
El lugar fue elegido por el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet para levantar un monasterio cisterciense femenino que se fundó en junio de 1187.
Fue la reina Leonor quien puso mayor empeño en conseguir esta fundación con el fin de que las mujeres pudieran alcanzar los mismos niveles de mando y responsabilidad que los hombres, al menos dentro de la vida monástica. Elevaron al papa Clemente III la petición para fundar y consagrar el nuevo monasterio, petición que fue concedida de inmediato. Los reyes donaron cerca de cincuenta lugares cuyas tierras constituyeron desde el principio un importante patrimonio que se multiplicaría con el tiempo.
Comenzaron las obras a finales del siglo XII y continuaron en el XIII. Existen documentos en que se nombra a un maestro Ricardo que intervino en su construcción. La parte más antigua corresponde al claustro románico conocido con el nombre de las claustrillas, después le sigue en el tiempo la iglesia, de corriente protogótica, y el claustro de San Fernando que es ya de claro estilo gótico, con bóvedas de yeserías mudéjares.
Cîteaux otorgó a este monasterio el derecho a instituirse como matrem ecclesiam equiparándose así al gran monasterio francés de Fontevrault. En 1199 se convirtió definitivamente en casa madre de los monasterios femeninos de Castilla y de León.
Durante la Edad Media, en este monasterio se llevaban a cabo ceremonias tan importantes como las de coronar reyes y armar caballeros. Entre los caballeros armados antes de ser reyes figuran Fernando III el Santo, Eduardo I de Inglaterra, Alfonso XI de Castilla y de León, Pedro I de Castilla (que además nació en la torre defensiva del edificio) y Juan II. Los reyes coronados aquí fueron Alfonso XI y su hijo Enrique II de Trastámara. También tuvo gran importancia como panteón real y de nobles, con magníficos sepulcros, muchos de los cuales fueron profanados durante la Guerra de la Independencia Española.
Alberga obras de gran valor, entre ellas, algunas de las vidrieras más antiguas de España. 
El Códice de las Huelgas es un manuscrito copiado en la primera mitad del siglo XIV y encuadernado en época reciente (a principios del siglo XX) donde se recoge el repertorio musical que cantaban las monjas del monasterio. Es una de las fuentes más importantes de la polifonía del Ars Antiqua, no ya sólo para España sino para toda Europa. El códice se conserva en el propio monasterio.
Forma parte del Patrimonio Nacional, declarado en el registro de Bienes de Interés Cultural.
Personas reales enterradas en el monasterio:
A) Nave del Evangelio:
- María Ana de Austria, abadesa del monasterio Real de las Huelgas.
- Fernando de la Cerda, hijo de Alfonso X el Sabio y de Violante de Aragón. (1255-1275)
- Enrique I de Castilla, hijo de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Plantagenet. (1204-1217)
- Sancho de Castilla, hijo de Alfonso VIII de Castilla. (1181-1181)
- Fernando de Castilla, hijo de Alfonso VIII de Castilla. (1189-1211)
- Fernando, hijo ilegítimo de Alfonso X el Sabio.
- Manuel de Castilla, hijo de Fernando III de Castilla y de la reina Beatriz de Suabia y padre de Don Juan Manuel. (1234-1283)
- Fernando, hijo de Sancho VI de Navarra. (m. 1208)
- Alfonso de la Cerda, nieto de Alfonso X de Castilla. (1270-1333)
- Sancho de Castilla, hijo de Fernando III . (1233-1261)
- Felipe de Castilla, hijo de Sancho IV de Castilla y de la reina María de Molina. (1292-1327)
- Sancho Alfonso de Castilla, hijo ilegítimo de Alfonso XI de Castilla. (1331-1343)
- Pedro de Castilla, hijo de Sancho IV y de la reina María de Molina, (1290-1319)
- Mafalda de Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla. (1191-1204)
B) Nave central
- Blanca de Portugal, hija de Alfonso III de Portugal y nieta de Alfonso X el Sabio. (1259-1321)
- Berenguela de Castilla, infanta, hija de Fernando III y de la reina Beatriz de Suabia. (1228-1279)
- Margarita de Saboya, duquesa de Mantua. (1589-1655)
- Alfonso VIII de Castilla, hijo de Sancho III de Castilla. (1155-1214)
- Leonor de Plantagenet, esposa de Alfonso VIII de Castilla e hija de Enrique II de Inglaterra. (1162-[[1214)
- Berenguela de Castilla, esposa de Alfonso IX de León y madre de Fernando III el Santo. (1180-1246)
- María Ana de Austria, hija de Don Juan de Austria y nieta de Carlos I de España. Abadesa del Monasterio.
C) Nave de la Epístola
- Constanza de Castilla, hija de Alfonso VIII de Castilla. (c. 1195-1243)
- Constanza de León, hija del rey Alfonso IX de León. (1200-1142)
- Blanca de Castilla, hija del infante Pedro de Castilla y nieta de Sancho IV el Bravo. (m. 1375)
- María de Aragón, hija de Jaime II de Aragón, y esposa del infante Pedro de Castilla. (1299-1333)
- Constanza de Castilla, hija de Alfonso X el Sabio y de la reina Violante de Aragón . (1259-1280)
- Isabel Alfonso de Molina, nieta del infante Alfonso de Molina y biznieta de Alfonso IX de León. (m. 1292)
- Leonor de Castilla, hija de Fernando IV de Castilla y esposa de Alfonso IV de Aragón. (1307-1359)
- María de Almenara (m. 1196), hija del conde Ermengol VI de Urgel y Elvira Rodríguez de Lara, y bisnieta de Alfonso VI de León.
- María de Aragón, hija ilegítima de Fernando el Católico, rey de Aragón. (m. 1543).
Félix Velasco

Esta Administración infame

Con frecuencia llegan cartas de jóvenes que intentan conseguir una beca de estudios o laboral, crear su propio puesto de trabajo como autónomos, o abrirse paso con fondos que el Estado administra. Esas cartas acaban produciéndome honda tristeza, pues siempre cuentan lo mismo: el choque con el muro infranqueable de la Administración, cuando no de 17 administraciones diferentes y a veces opuestas entre sí. La burocracia atrincherada bajo el cómodo anonimato y la impunidad funcionarial, que no sólo entorpece ilusiones, sino que a menudo las destruye por desidia, pereza o desinterés.
Extraño será que ustedes mismos no conozcan casos, si es que no lo sufren en sus carnes. Cuando un joven consigue algo, todo son tardanzas, retrasos en el pago, argucias presupuestarias. Y en la fase previa, poca información, confusas explicaciones del BOE, malos modos cuando alguien, en su desesperación, insiste en saber. Y sobre todo, esa imposibilidad de hablar con alguien responsable, en lugar de la habitual cadena de gente que te pasa a otra gente que tampoco sabe, que no da referencias ni da nombres, mientras intentas averiguar por qué te deniegan tal o cual beca, ayuda o subvención oficial, a qué clase de expediente sí se la concedieron y cómo lo calificaron. El bloqueo del derecho a saber qué suerte corrió tu solicitud y con qué criterios fue rechazada; algo natural y necesario para mejorarla en otra ocasión, o solicitar una ayuda más adecuada a tus posibilidades. 
Ante esa legítima reclamación se alza, siempre, un muro de silencio. El calvario de ir de uno a otro funcionario, sin averiguar no ya el responsable de lo tuyo, sino el departamento al que corresponde. A veces ni siquiera sabes si se trata del ministerio, la consejería o la pepitilla de la Bernarda. Y cuando al fin alguien parece saber de qué le hablan, empiezan los diálogos absurdos: no hay responsables, ni lugares, ni nombres. Nadie sabe nada. Todo es un enredo burocrático organizado para disuadirte de insistir. Y llegas a una triste conclusión. Esos funcionarios que deberían ayudarte -y no faltan los de buena voluntad que lo hacen o lo intentan-, suelen comportarse como si el asunto fuera tan oscuro que no conviniese dar explicaciones. Podría ser por incompetencia o pereza, concluyes; y así es a veces. Pero lo que queda de manifiesto, al fondo, es la falta de transparencia con que funciona este Estado de taifas y parcelitas miserables. La sospechosa forma en que maneja el dinero público una Administración vampiro que, en vez de ayudar al ciudadano haciendo posibles futuro y riqueza, lo expolia y desalienta. 
Asombra el grado de perversión del monstruoso sistema que nos ha sido impuesto. No saber nunca a quién llamar, a quién reclamar nada. Con lo fácil que sería una firma: saber que quien maneja un expediente es responsable en el tramo que le corresponde. Un médico o un profesor son funcionarios y firman con sus nombres, pero en asuntos administrativos no firma nadie. El sistema es anónimo, lo que garantiza mucha impunidad. Mucha golfería. Todo se excusa tras la pantalla opaca del funcionario; que a menudo, sospechas, sólo cumple instrucciones superiores: es sólo un disfraz del sistema. Qué distinto sería poder seguir la traza de cada expediente, como ocurre en Correos -servicio admirable, todavía- cuando mandas un certificado y te ofrecen un papelito que, vía Internet, permite saber dónde está tu envío en cada momento. Si algo así se aplicara a la Administración, sería posible una mayor transparencia. Comprobar quién hace o no su trabajo. Averiguar en qué despacho y qué manos te arruinan la vida. 
Todo esto apesta, oigan. Ni siquiera la desidia, la incompetencia o la maraña burocrática pueden explicarlo; porque, cuando con mucha insistencia alguien llega al hilo del ovillo, se entera, por ejemplo, de que su elaborado proyecto con el que sudó sangre, cuyo requisito oficial era generar empleo intercomunitario, ha sido rechazado como otros, y en cambio se lo dieron a una página Web más simple que el mecanismo de un sonajero. Y claro. Ahí no valen pantallas. Eso no es el humilde funcionario de la ventanilla o el teléfono quien lo concede al sobrino, compadre o recomendado, sino que se decide arriba. Entre quienes se benefician del negocio y lo extienden a su clientela, sobre todo en un país corrupto como éste, donde lees el periódico y echas la pota. Si esa poca transparencia se da con una subvención de 500 euros, calculen lo que circula en la sombra, y a qué manos va cuando se reparte el pastel entre afiliados, compadres y sindicatos del langostino.
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

'Forever young', Pete

Esa realidad a la que llamaríamos 'izquierda estadounidense' es una especie de océano oculto que, a pesar de ser ignorado, existe en una inmensidad subterránea. Es algo menos dogmática que la vieja izquierda europea y bastante menos radical que la que crece por debajo de la frontera del Río Grande, pero es una izquierda que ha adaptado su discurso al curso de los años y que se resiste a ser borrada por las olas de liberalismo genético que configura el ADN de la gran nación norteamericana. Pete Seeger, recientemente fallecido a los noventa y cuatro años, es un ejemplo de ello. No era un viejo cascarrabias ni un radical enfurruñado ni un extremista amenazante. Era un buen hombre, entero, sereno y sonriente, que hizo de su guitarra un fusil de asalto, un instrumento para el combate, y del que muy poca gente habla mal. No era excesivamente pelma, sí tal vez algo denso, y venía a ser un auténtico archivo cultural de los Estados Unidos de América aplaudido por un mar de seguidores, desde Dylan a Springsteen.
Seeger fue un gigante, un bibliotecario del repertorio popular de su país. Se autodenominó comunista hasta que supo lo que el comunismo encarnaba de la mano de animales como Stalin, pero gastó sus energías en defender valores y derechos que a día de hoy nadie discute. Seeger fue uno de los arriesgados artistas que usó su función para apoyar los derechos civiles de los negros en los Estados Unidos, eso que hoy vemos como algo obvio, pero que aún en los sesenta significaba que los morenos no podían sentarse con los blancos en la misma barra de los bares del sur o no podían estudiar en sus universidades o siquiera usar los asientos de sus autobuses. We shall overcrome, creación suya de un viejo canto góspel, fue tarareada por Martin Luther King poco antes de morir, así como tantas otras de sus creaciones fueron musitadas como oraciones por trabajadores, emigrantes, estudiantes y demás 'ralea'. Evidentemente fue perseguido por el macarthismo y los cazadores de brujas, pero siempre se toparon con un hombre que afirmaba amar a su país por encima de todo y que se negó a participar de las ceremonias y declaraciones con las que los interrogadores de la época buscaban los demonios de su tiempo. Está de más decir que se significó en contra de guerras como la de Vietnam y que puso su talento al servicio de la batalla. Los frutos no fueron malos: If I had a hammer, Where have all the flowers gone, Bring'em home o Turn, turn, turn están ahí para certificarlo. Cuatro piezas, cuatro himnos; cuatro sacudidas sentimentales, cuatro lecciones de conciencia envueltas en la delicada intrascendencia propia de su tiempo. Cuatro regalos al mundo con apenas cuatro acordes de guitarra.
Seeger siguió siendo un viejo bohemio hasta su último suspiro, como si aún anduviera por los andurriales de Greenwich Village manteniendo vivo un folk que se resistía a ser eléctrico (también fue de los que se molestaron con Dylan cuando este se hizo eléctrico en el festival de Newport, en el 65). La naturaleza respetó su vieja arquitectura y le dejó asistir a momentos de intensa carga simbólica en su país, tales como la toma de posesión de Obama, sin ir más lejos. En tanto escribo este canto de despedida, escucho de fondo una de sus últimas grabaciones: hace pocos años, con voz temblorosa pero inconfundible, cantó con los Rivertown Kids (coro de chavales de nueve a trece años) una versión casi recitada del Forever young, de Dylan, con motivo de los cincuenta años de dedicación de Bob a la cosa esta de la música. Búsquenla. Es un anciano de noventa y dos años rodeado de críos recordando una pieza del 74 que viene a decir en su letra que se puede construir una escalera a las estrellas y subir en cada peldaño, y se puede permanecer siempre joven. Tal cual siempre fue.
Eternamente joven, Pete.
Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

Nuevos y viejos conflictos

Enzarzados, encantadísimos, en nuestras trifulcas domésticas, los españoles no nos hemos enterado de los importantes acontecimientos ocurridos más allá de nuestras fronteras. Francia se ha convertido en el principal aliado militar de Estados Unidos, con el que combate la infiltración de Al Qaida en África –nos imaginamos las vueltas de De Gaulle en su tumba– y hay conversaciones no solo entre las dos Coreas, sino también ¡entre las dos Chinas!
Pero eso no es nada comparado con lo que ocurre en Bélgica, donde el N-Va, principal partido nacionalista flamenco, ha renunciado a lo que venía siendo su objetivo e incluso razón de ser: la independencia de Flandes, esa región norteña con un idioma parecido al alemán, que nunca se ha sentido cómoda con los valones del sur, claramente francófilos. Y lo más importante es la razón que dan: que, cara a la Europa unida que se está creando, formar parte de un Estado mayor, como Bélgica, trae más ventajas que perjuicios. Prueba de que el nacionalismo bien entendido no está reñido con el sentido común.
Algo más lejos, en lo que fuera Yugoslavia, en Bosnia concretamente, tenemos el ejemplo contrario. El experimento de una república cantonal donde conviven distintas minorías se ha convertido en guerra abierta que ensangrienta las calles de sus ciudades, mientras el campo y la industria se mueren. Hundida en la miseria y la corrupción de sus gobiernos cantonales, la población no encuentra otra salida que las luchas fratricidas, como las de hace diez años, unos bajo el estandarte de ¡Bosnia Unida!, otros bajo el de ¡Muerte al nacionalismo! Es a lo que lleva el montarse en ese tigre. Pero la culpa no es solo de ellos. Es también de la Europa que lo fomentó.
Y más lejos, en Ucrania, ocurre algo parecido, pero más peligroso, al estar envueltas las grandes potencias. Si nos fijamos en un mapa, vemos que el país está dividido por el río Dnieper: la zona oriental, claramente rusa; la occidental, decididamente europea, razón de que desee formar cuanto antes parte de ella. El problema es que Putin lo ve como una amenaza a su país y un freno a sus aspiraciones de reconstruir en lo posible el viejo imperio soviético. Esta vez no usa los tanques, sino el dinero y la energía, que Ucrania necesita para sobrevivir. Ante lo que su presidente pospuso el acuerdo que iba a firmar con Bruselas, lo que produjo las incendiarias revueltas populares que han visto en los telediarios, sin que acabe de vérseles salida. Pues el verdadero problema es que la UE no puede dar a Ucrania los 15.000 millones de dólares y el gas y el petróleo que Putin le ofrece, por la sencilla razón de que los necesita para ayudar a sus miembros en apuros.
Esta es una descripción a grandes rasgos de lo que pasa, mientras nosotros seguimos dándole vueltas al tema de la Infanta. Como tendremos que hablar a fondo y con detalle de ello, lo dejo ahí. Con una observación: que los nacionalismos no resuelven las crisis. Más bien las crean.
José María Carrascal
Félix velasco - Blog

jueves, 13 de febrero de 2014

La olla a presión

PP y PSOE son corresponsables de haber arruinado a la clase media trabajadora que levantó España
España es en este momento una gigantesca olla a presión cuya válvula de escape ha perdido progresivamente holgura hasta quedar prácticamente obturada. Es decir, un artefacto susceptible de estallar en cualquier momento. Desde que pinchó la burbuja sobre la que se había sostenido artificialmente el «milagro español» no hemos cesado de añadir leña al fuego que calienta el caldero. Mejor dicho, no han perdido una sola ocasión de elevar la temperatura quienes tienen en sus manos los instrumentos necesarios para aliviar la tensión. Y la cosa ha llegado a un punto de ebullición peligroso.
España se ha empobrecido de la noche a la mañana con más rapidez aún de la que se dio en pasar de ser una nación austera, de gentes honradas y laboriosas, a darse aires de nueva rica. Este naufragio colectivo, velocísimo, devastador, ha dejado en la cuneta a millones de personas, privadas brutalmente de futuro y de esperanza al mismo tiempo que asisten, atónitas, al destape obsceno de la corrupción protagonizada por los responsables de su situación. Un espectáculo tanto más impúdico cuanto que los escándalos se suceden, las cantidades robadas se multiplican, los personajes implicados se sitúan en el mismo vértice de la pirámide, sin que se produzca un solo escarmiento digno de tal nombre ni se devuelva un euro sustraído a las arcas comunes. Y esta impunidad encabrita al respetable hasta lo indecible.
Apenas nos enteramos de la mitad de la mitad, lo que percibimos es la punta de un iceberg de putrefacción que corroe hasta los cimientos del sistema que rige nuestra convivencia, e incluso ese pequeño atisbo resulta ya intolerable.
Súmense al latrocinio de lo público políticas fiscales profundamente injustas e ineficaces, que inducen al fraude y cargan buena parte del peso del Estado en los trabajadores por cuenta ajena; políticas educativas que desincentivan el esfuerzo individual y en muchos casos proporcionan una formación deficiente; políticas laborales que gravan el empleo con costes altísimos y simultáneamente basan la competitividad exclusivamente en una mano de obra barata; una cultura del trabajo desordenada e improductiva, con horarios demenciales, promociones arbitrarias y retribuciones mal repartidas; políticas industriales que convierten la energía en un producto de lujo por sus precios exorbitantes… y se habrán juntado todos los elementos de la tormenta perfecta.
¿Cómo no van a hundirse PP y PSOE en las encuestas? Ellos dos tuvieron en sus manos el poder en la época de las vacas gordas y, lejos de gestionarlo con honradez y previsión, se valieron de él para engordar sus maquinarias y los bolsillos de muchos de sus dirigentes, a la vez que nutrían generosamente a sus amigos y benefactores. Ellos dos, con la ayuda de sindicatos corruptos y especuladores rapaces, que no empresarios, son corresponsables de haber arruinado a la clase media trabajadora que levantó este país después de la guerra y lo llevó, con su esfuerzo, a entrar por méritos propios en la Unión Europea. Ellos dos, con sus «aparatos» opacos y su culto a la obediencia sumisa, han ido vaciando de significado la palabra «democracia» y reduciendo el espacio de la libertad hasta acorralarla. Ellos dos han ido cediendo parcelas de nuestra soberanía a los separatistas a cambio de apoyos coyunturales. Ellos dos han elevado la mentira a la categoría de «argumento» político tan «respetable» como cualquier otro, a base de utilizarla sistemáticamente.
Han hundido los barcos y escupido en la honra. La ciudadanía ya no traga más.
Isabel San Sebastián
Félix Velasco - Blog

sábado, 8 de febrero de 2014

El beso de dos océanos

En el Golfo de Alaska dos océanos se juntan; pero no se mezclan entre sí, esto ocurre porque una de las dos masas de agua tiene mucha agua dulce procedente de los glaciares, mientras que la otra masa de agua tiene un mayor porcentaje de sal, haciendo que las masas de agua tengan densidades diferentes (y posiblemente diferente temperatura) y por lo tanto esto hace que sea más difícil la mezcla de las dos.
Félix Velasco

miércoles, 5 de febrero de 2014

Equilibrio racional y emocional

Cuando debemos tomar decisiones rápidas, nuestra mente lógica tiende a focalizarse en los detalles que le llaman la atención. Sin embargo, nuestro inconsciente realiza un rápido periplo por nuestras experiencias, conocimientos y emociones anteriores y extrae una conclusión que se expresa a través de lo que denominamos corazonada o intuición. El inconsciente emocional es mucho más rápido, pero no infalible.
Nuestra mente lógica necesita tiempo para pensar. El proceso de análisis, acumulación de datos, comparación y generalización consume un tiempo del que no siempre podemos disponer para encontrar la mejor solución a plazo corto. Por eso cuando lo tenemos, aplicar la lógica y la razón, nos permite llegar a la esencia del problema y nos brinda una decisión mejor, tampoco infalible, pero con mayor posibilidad de acierto.
El exceso de "rapidez acelerada" con que vivimos, nos obliga a tomar un mayor número de decisiones emocionales sin evaluación racional.
El equilibrio que deberíamos mantener entre una y otra no es ya proporcional, ni en cantidad ni en importancia de "peso" para nuestro futuro. Y hemos convertido la emocionalidad en visceralidad política, económica, deportiva, periodística,... que nos ha llevado a la situación en la que nos encontramos: un fanatismo en el que se confunde opinión con criterio.
Félix Velasco

domingo, 2 de febrero de 2014

Por qué la bandera tricolor de la República «constituyó un grave error»

Por qué la bandera tricolor de la República «constituyó un grave error»
En el Congreso de los Diputados se conserva esta bandera bicolor de la milicia de Cabezas de Buey de 1813.
En este país, al que algunos nos empeñamos en seguir llamando España, se produce un fenómeno tan significativo como sorprendente: unsímbolo que debería ser común, la bandera de España, se ha convertido en bandería entre los que exhiben con orgullo la rojigualda (derechistas) y los que exhiben la tricolor republicana (izquierdistas).
España es un viejo país, pero a diferencia de todas las naciones (incluso las más modernas), las manifestaciones denominadas «progresistas» se hacen bajo las banderas de los partidos, de las Comunidades Autónomas (aunque algunas inventadas ayer mismo)… o, en el mejor de los casos, con la tricolor republicana.
Así, exhibir la rojigualda resultaría «cosa de derechas»… no de todos los españoles. Al respecto, desde el exilio, un español escribió:
«La cuestión de la bandera es uno de los motivos que estúpidamente dividen a los españoles y que tiene su origen en la conducta mezquinamente partidaria de nuestros políticos.»
»El cambio de la Bandera hecho por la República constituyó un grave error:»
»1º.-Porque no respondía a una aspiración nacional ni siquiera popular. La Bandera Republicana era desconocida por la inmensa mayoría de los españoles.»
»2º.-Porque se reemplazaba una bandera nacional por una bandera partidaria y con ello se dividía a España.»
»3º.-Porque no era necesario y consecuentemente solo podía producir complicaciones como ha sucedido.»
»La bandera (rojigualda) que teníamos los españoles no era monárquica sino nacional. La bandera de los Borbones fue blanca; la bandera real era un guión morado.»
»En cambio la bandera bicolor como enseña nacional fue creada por las Cortes españolas en plena efusión de liberalismo, constitucionalismo y democracia. Se tomaron colores españoles que venía usando tradicionalmente la Marina de guerra que dieron tono a los guiones reales de los Reyes Católicos (rojo) y de Carlos I (amarillo); que eran también los colores de una enseña tradicional en Aragón, Cataluña y Valencia.»
»El pueblo no anhelaba incorporar a la bandera el color morado de Castilla. No podía anhelarlo porque la masa del pueblo español ignoraba que el morado fuese el color de Castilla (...).»
»Los republicanos de la 1ª República quisieron introducir su bandera partidaria y crearon la bandera llamada republicana. Esta no llegó a tener estado oficial y ni siquiera se popularizó. Nació, según Castelar (último Presidente de la I República), en la Universidad de Barcelona, fundiendo tres colores de tres facultades. No pudo pues tener esa bandera un origen más arbitrario. Por eso no llegó a ser bandera oficial, ni nacional, ni popular. Los primeros republicanos, más sensatos que los segundos, no impusieron el cambio.»
»Ni inconmovible, ni imperdurable ni eterna es la bandera tricolor porque no ha nacido del pueblo sino de una minoría sectaria.»
»No crearon pues un símbolo nacional que ya estaba creado con ese carácter sino uno de lucha partidario, haciendo prevalecer a las ideas de Nación y Patria las de República.»
»Hoy los españoles están divididos en torno a dos banderas: tal es el fruto de aquel error (...).»
»Hay un manifiesto artificio. La injusticia de las persecuciones nada tiene que ver con los colores de la bandera de España. Algunos se apoderaron del grito de ¡Viva España! y se colgaron en sitio bien visible un crucifijo para proceder en nombre de Dios y no por eso los españoles debemos dejar de gritar ¡Viva España! ni los que sean católicos o sean protestantes deben renegar de la moral cristiana.»
Nuestros progres tildarán este texto de reaccionario o incluso fascistoide. Les aclararé quien es el autor: el que fuera Jefe de Estado Mayor del Ejército Popular de la República, condecorado con la Placa Laureada de Madrid (máxima distinción militar otorgada únicamente en cuatro ocasiones). Se trata del Teniente General Vicente Rojo. Un hombre honrado. Un militar ejemplar. Un español orgulloso de serlo y que en este artículo reflejó no solo su sentimiento sino su conocimiento de la realidad histórica.
Recordemos que la Constitución gaditana de 1812 (ese revolucionario texto que estableció la soberanía nacional, la igualdad entre los españoles y los principios básicos del Estado moderno) creó una unidad cívica para defenderla: la Milicia Nacional.
Constitución de Cádiz
Pues bien, la bandera de esa Milicia Nacional fue la rojiguada, 23 años antes que la estableciera el Decreto de Isabel II. Esa fue también la bandera nacional de la I República presidida, entre otros, por dos ilustres catalanes, Pi i Margall y Estanislao Figueras. Y con esa bandera se envolvió a su muerte el cuerpo de su tercer Presidente, Nicolás Salmerón… uno de los responsables, ¡¡lo que son las cosas!!, de Solidaridad Catalana.
Rojo recuerda el discurso de Azaña como ministro de la Guerra
El hecho nacional tiene un fuerte componente sentimental, incluso irracional. Así, sentimos como propios hechos ajenos tales como las victorias de Alonso en automovilismo (aunque no sepamos conducir) o de la «roja» (aunque no nos guste el fútbol).
No tengo un criterio idolátrico de la enseña nacional. Pero todas las sociedades precisan de símbolos de unión. Y por ello envidio profundamente el respeto que, por ejemplo, en el sur de Estados Unidos se tiene por su bandera (la de la barra y estrellas)… a la que sus antepasados combatieron en la terrible Guerra de Secesión.
Asombra el grado de analfabetismo histórico, de sectarismo primario, de ceguera política de nuestros próceres que estúpidamente acomplejados desde 1975 por nuestra historia, bandera e himno, también tiraron por la borda los criterios básicos de comunidad civil: la educación, la lengua y la bandera. Pero «con la bandera del color morado se efectuó la represión de Octubre de 1934. La bandera rojigualda es la bandera de España y España no son los reaccionarios», afirmó Santiago Carrillo el 23/4/77, Secretario General del PC, partido que fue el gran referente antifranquista (en realidad el único operativo).
El nacionalismo disgregador, digámoslo claramente, el separatismo, se fundamenta sobre tres pilares: «escuela, lengua y bandera». Palabras de Jordi Pujol de hace 30 años, no proféticas sino programáticas. Y de las que nadie se enteró o quiso enterarse.
Y, ¿qué quieren que les diga?, yo, como Azaña, como Vicente Rojo, como Juan Martín «el Empecinado», como Estanislao Figueres, como Unamuno, como Prieto y Besteiro, como tantos otros olvidados o no leídos, pienso y creo en una sociedad con todos, en una familia común que me empecino en seguir llamando España.
Y cuya bandera, no de la Monarquía ni de los reaccionarios, sino de los españoles, es la rojigualda.
Rojo: Liberal, católico y patriota
Vicente Rojo recibe el encargo de defender Madrid en 1936, cuando las tropas franquistas iban a tomar la ciudad. Su éxito le hizo cobrar cada vez mayor relevancia. Católico, liberal y patriota, mantuvo su lealtad a la República, a pesar de que, como recuerda Jorge Martínez Reverte, no le gustaban nada los desórdenes. Belchite, Brunete, la Batalla del Ebro, son lugares donde demostró su genio militar. Pronto probó, sin embargo, las fricciones con los nacionalismos. El presidente José Antonio Aguirre se empeñó, contra su criterio, en mandar el ejército en el País Vasco. La Generalitat permitía a la CNT en Aragón hacer lo que le diera la gana. Para Rojo, profesional y patriota, eso minaba el esfuerzo de guerra.
En 1939 se exilia, primero en Francia y después en Buenos Aires y Bolivia. De Argentina saldrá en 1943, envuelto en el ostracismo del exilio español, después del escándalo que causaron sus críticas del papel de los nacionalistas, cuando Aguirre llegaba a Buenos Aires. Una oferta boliviana en 1943 le permite enseñar en la Cátedra de Historia Militar en Cochabamba (de este periodo es el texto que reseñamos).
Enfermo, regresa a España, donde es condenado a cadena perpetua, interdicción civil e inhabilitación absoluta. Recibe un indulto para el primer cargo, pero se le mantienen los otros dos. Hasta 1966, año de su muerte, vive en Madrid, escribiendo en esa «muerte civil» a que Franco le había condenado.
Javier Nart
Félix Velasco - Blog

Inglaterra redescubre una ciudad oculta construida para protegerse de Hitler


 Foto: DailyMail




El Reino Unido ha redescubierto una ciudad bajo tierra oculta en Ramsgate, a 120 kilómetros de Londres: casi 5 kilómetros de laberintos y refugios subterráneos, con su propio hospital y orquesta, construidos en víspera de la Segunda Guerra Mundial.
Una apacible ciudad costera del condado de Kent (sureste de Inglaterra) esconde en su subsuelo un polvoriento laberinto olvidado pero con una extraordinaria historia.
Esta red de túneles era una metrópolis subterránea en la que muchas personas vivieron durante meses sin ver la luz del día para protegerse de los bombarderos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. La ciudad bajo tierra albergó cantinas, una barbería e incluso un hospital. Y, como pueden imaginar, una gran cantidad de letrinas
Los vecinos de Ramsgate llevaron sus pertinencias a la ciudad subterránea y construyeron ahí sus modestas viviendas tras mantas y cortinas, a 60 metros bajo tierra.
Gwendoline Langridge, entonces una niña de 12 años de edad, recuerda: "Cada día era una aventura. Hicimos un montón de amigos y encontramos maneras de divertirnos".
Algunos funcionarios del Gobierno eran contrarios a la construcción de este tipo de túneles, esgrimiendo que iban a minar la moral en tiempos de guerra. Pero como Ramsgate ya había sido bombardeada durante la Primera Guerra Mundial y el enfrentamiento con Alemania parecía probable, el alcalde, Arthur Kempe, estaba convencido de que Ramsgate, situada a solo 30 kilómetros del continente, pronto volvería a estar en la línea de fuego
Durante tres años el Ministerio del Interior británico rechazó el proyecto de Kempe, pero este finalmente se salió con la suya con el apoyo del parlamentario 'tory' Harold Balfour y de John Anderson, amigo suyo y jefe de la defensa antiaérea del Reino Unido.
Los trabajos de construcción empezaron en 1939 y terminaron a los pocos meses. Las obras, llevadas a cabo por una empresa local de construcción, costaron la modesta suma de 40.000 libras esterlinas (60 000 dólares).
Al estallar la guerra, Kempe evacuó a otras regiones del país a más de 3.000 niños, muchos de los cuales (los de familias humildes) tuvieron que regresar al cabo de poco tiempo, convirtiéndose en testigos de la primera 'guerra relámpago' que se libraba en la orilla opuesta del canal de la Mancha.
Al llegar los tiempos de paz, la red subterránea al completo fue sellada. Aparte de un proyecto para reconvertirla en un búnker durante la Guerra Fría, los túneles cayeron en el olvido.
Félix Velasco

El estrafalario Lobo de Wall Street

Para los que entendemos poco de técnica cinematográfica, Martin Scorsese es una suerte de genio. Y tengo entendido que para los que entienden, también. Dispone de endemoniada facilidad para encontrar la velocidad exacta del relato, vertiginosa, sin descanso, trepidante, magistral; cosa en la que supongo tiene mucho que ver su inseparable montadora Thelma Schoonmaker. Ambos demuestran pericia sin límites en la última entrega de tres horas de metraje candidata a todos los premios posibles de la Academia de Hollywood: El Lobo de Wall Street, recientemente estrenada en España.
Vista la cinta, la gamberra y descarnada cinta que relata la vida de Jordan Belfort, a uno le asalta la duda de si todo fue así o de si narrador y realizador se han dejado llevar por la caricatura y la exageración. De ser escrupulosamente cierta la historia, habrá que reconocer que los noventa -y lo que le cuelga- han sido un tiempo de piratas, y que muchos de ellos han llegado hasta nuestros días con absoluta impunidad. Más allá de las consideraciones morales que despierten los años desaforados y enloquecidos de capitalismo de barra libre, la película de Scorsese consigue enfrentarnos a varias incomodidades: el espectador medio acaba sintiéndose molesto, a disgusto, desapacible ante el derroche de desenfreno de una época que permitió todas las irreverencias posibles y todos los robos contemplables. Más allá de ello, evidentemente, está el arte, la capacidad para irritarnos o entusiasmarnos que tienen los creadores como Scorsese, que no creo que hayan venido al mundo a dar lecciones de moral ni a sentar las bases del buen salvaje. Vamos, estoy convencido de que todo eso al realizador neoyorquino le importa un carajo. Entre él y Terence Winter, quien ha adaptado el libro autobiográfico de Belfort redondeando un guion que no desmerece sus trabajos sublimes en Boardwalk Empire o en Los Soprano, nos atropellan en una frenética y febril sucesión de barbaridades en las que no hay tiempo para sentimentalismos. Aquí, como les digo, es el salto sin descanso de una obscenidad a otra el que se encarga de salpicarnos los ojos de sorpresa, indignación, risa, incredulidad o enojo. Todo es cierto, pasó ante nosotros y las autoridades no fueron capaces de evitarlo antes de que en 2008 reventara el sistema.
No se trata, está claro, de rasgarnos vestiduras ni de disfrazarnos de Vengadores Justicieros, pero habrá que agradecerles a los creadores de la película que consigan, mediante la exageración, hacernos más conscientes de lo que pasó que otras obras que retrataron a los perillanes de Wall Street con notable éxito de taquilla. DiCaprio, Leonardo, alcanza la cúspide. El personaje es, indudablemente, agradecido, pero el actor favorito de Scorsese se desborda en cada matiz sin que pueda acusársele de exagerado. Jonah Hill, su socio y escudero excelente guionista en horas sueltas, por cierto, merece todos los premios a los que concurse al retratar inconmensurablemente al baboso y carnal lugarteniente de barrabasadas y aventuras de Belfort, alguna desternillante, alguna indignante, todas cinematográficamente suculentas. Belfort quien dicen ha hecho un cameo en el filme, aunque no lo he sabido distinguir es indudablemente un filón: con solo 26 años ganó 39 millones de dólares en un solo año y se dio a la loca carrera por adorar toda obscenidad sin recato alguno. Tal como lo ganó, lo perdió; tal como ascendió a los lujos aberrantes, descendió a los infiernos más severos merced a una investigación del FBI que desarmó sus técnicas colindantes con la estafa. Tras algún tiempo preso en una cárcel de Nevada, solo y desheredado, pasó a sentir el baño de la realidad: actualmente dicen que vive en un modesto apartamento de Los Ángeles y se gana la vida impartiendo conferencias en las que relata su azarosa vida y alerta de los peligros de cada uno de los excesos que vivió.
Es una película, pues, arrolladora, agotadora y caníbal. Entretenida y tormentosa, que no deja a nadie indiferente. Y nos recuerda lo que ha sido nuestro devenir reciente, hayamos participado en él como actores o como simples espectadores. O como víctimas inevitables.
Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

La verdad sobre la tan cacareada erótica del poder

Cada vez que salta a los medios de comunicación una historia de amores e infidelidades en la que interviene un poderoso, como ocurre con el affaire de François Hollande, todos invocamos eso que llaman la erótica del poder. Entonces los parroquianos, entre divertidos y escandalizados, comentan la jugada casi siempre en los mismos términos. Da igual que el poderoso de turno sea un tipo atractivo, como Bill Clinton, o con menos sex-appeal que una ostra cerrada, como el actual presidente de Francia: el veredicto es parecido. Uno menea la cabeza, esboza una medio sonrisita malvada y, en caso de ser mujer, sentencia algo así como: «Anda, que a este iban a mirarlo dos veces si no fuera quien es».
Si es hombre, posiblemente diga algo similar, pero añada (para sus adentros, no sea que lo tachen de machista): «Las mujeres, ya se sabe, siempre detrás de lo que más brilla, aunque sea un duro de hojalata». Sería muy fácil escribir a continuación un alegato y decir que no, que a nosotras nos importa más el ser que el tener. Envolverme en la bandera feminista y proclamar que los tiempos han cambiado, que ya no necesitamos que los hombres nos den relumbrón, nos paguen las cuentas, nos regalen un pedrusco, nos pongan un piso. Pero las cosas, hipócrita lector, mi hermano, mi semejante (esto lo decía Baudelaire, ¿a que suena bien?), no son tan simples ni tan políticamente correctas. Si quien escribe estas líneas fuera hombre, le sacarían la piel a tiras por lo que voy a decir a continuación, pero, como soy chica, me voy a permitir el lujazo de decir la verdad. Sí, es posible que ya no necesitemos a un hombre que nos dé tranquilidad económica.
Las mujeres de ahora tenemos la suerte de estar entre las primeras generaciones que, en la larga historia de la humanidad, podemos presumir de ser autosuficientes, de ganarnos la vida, de ser independientes en todos los sentidos. Y si es así y lo es, ¿por qué entonces vemos todos los días mujeres guapísimas y sin problemas de tesorería que se emparejan con individuos cuyo mayor atractivo, al menos en apariencia, es el tamaño de... sus billeteras? ¿Qué le ve, por ejemplo, la oscarizada Charlize Theron al ya fané y nunca muy guapo Sean Penn? ¿Y esa joven y talentosa chica de treinta años que acaba de enamorarse de un octogenario Clint Eastwood? ¿Y yo a mi difunto marido, que me llevaba veintidós años?
Lo primero que me gustaría decir es que nosotras, a diferencia de los hombres, valoramos otros muchos atributos antes que la belleza física. Para ellos la atracción está directamente relacionada con la apariencia, para nosotras cuenta más la ciencia. O, lo que es lo mismo, cuenta la admiración que sentimos por lo que ese hombre es, no por lo que parece. Nos enamoran la inteligencia, la personalidad, la capacidad de hacer cosas, de conseguir metas. En realidad, si se fijan, tanto a hombres como a mujeres nos atraen los mismos atributos que a nuestros antepasados más remotos. A ellos les atraía la hembra capaz de concebir la mejor prole, la que más podía contribuir a mejorar la especie, y a nosotras... a nosotras, exactamente lo mismo.
No solo el varón físicamente más hábil, sino el que creemos que puede proteger mejor a la familia, el más poderoso, por tanto. Poder, he aquí la palabra clave. No es un término que goce de buena prensa, desde luego. Se relaciona siempre con todas sus connotaciones más negativas, con prepotencia, abuso, despotismo. Y, sin embargo, poder como su propia etimología revela es simplemente la capacidad de hacer cosas. O, como también señala el diccionario, es la ausencia de obstáculos e inconvenientes, es aptitud, facultad, influjo, autoridad. ¿Resulta entonces tan extraño que una mujer valore y admire esas cualidades? En lo que a mí respecta, puesto que alguna vez me han señalado como víctima de esa erótica, la del poder, he de decir simplemente que siempre he necesitado mirar a un hombre de abajo arriba y no de arriba abajo. No tengo alma de redentora para salvar tipos descarriados o perdedores, por muy guapos y musculosos que sean. Tampoco me gusta el rol de mamá para cuidarlos y hacerles sopitas. Ni siquiera aspiro a ser el reposo del guerrero, sino la que está a su lado, compartir la lucha, y cuanto más valiente y bizarro sea él, mejor. ¿Soy acaso la única, una rara? Yo diría que no.
Carmen Posadas
Félix Velasco - Blog

sábado, 1 de febrero de 2014

El nombre de los continentes

No existe una única forma de fijar el número de continentes y depende de cada área cultural determinar si dos grandes masas de tierra unidas forman uno o dos continentes, y en concreto, decidir los límites entre Europa y Asia (Eurasia) por una parte, y América del Norte y América del Sur (América) por otra. Los principales modelos son los siguientes:
4 continentes: algunos sugieren que Europa, África y Asia deberían conformar un único continente llamado Eurafrasia. Este modelo se basa en una definición estricta de continente como un área de tierra continua, en donde fronteras artificiales como los canales de Suez y Panamá no serían verdaderas barreras intercontinentales.
5 continentes: modelo tradicional en que se muestra sólo con los continentes habitados (excluyendo la Antártida), como se ve en los 5 anillos del logotipo olímpico. Este es el modelo que usa la ONU.
6 continentes (modelo tradicional): al modelo típico de 5 continentes se le ha agregado la Antártida. Este modelo tiene una base cultural e histórica y se enseña en América Latina y algunas partes de Europa como España, Portugal, Italia, Grecia y Bélgica.
6 continentes (modelo geológico): guarda una relación aproximada con las placas tectónicas continentales, por lo que Europa y Asia forman un solo continente denominado Eurasia y en cambio América está dividida en 2 continentes. Es el modelo preferido por la comunidad geográfica de los países de la antigua Unión Soviética y por Japón.
7 continentes: modelo convencional que se enseña habitualmente en la mayoría de los países de habla inglesa y en China. El concepto Oceanía se suele reemplazar por el de continente australiano y Centroamérica está incluida dentro del continente Norteamérica.
Los continentes de los distintos modelos son los siguientes:
África: limita con Asia por el canal de Suez y está separada de Europa por el estrecho de Gibraltar y se extiende hacia el suroeste hasta el cabo de Buena Esperanza;
América: está separada de Asia por el estrecho de Bering, en el noroeste, y está dividida en dos o tres subcontinentes;
Norteamérica: ubicada en el hemisferio noroccidental;
Centroamérica: se extiende desde el istmo de Panamá hasta el istmo de Tehuantepec.
Sudamérica: se extiende desde el sur del canal hasta el cabo de Hornos;
Asia: separada de África por el canal de Suez, se extiende hacia el este y noreste hasta el estrecho de Bering y el océano Índico;
Europa: separada de África por el Mediterráneo, se extiende desde los Urales hacia el poniente hasta la península Ibérica;
Oceanía: localizada al sureste de Asia, entre los océanos Índico y Pacífico. Los nombres de Australia o Australasia se utilizan a veces en lugar de Oceanía. Se nombra Oceanía en el «Atlas de Canadá»,8 al igual que el modelo enseñado en Iberoamérica.

Antártida: rodea al Polo Sur. Está separada de América por el Pasaje de Drake, de Oceanía por el límite entre los océanos Pacífico e Índico, y de África por el límite entre este último y el Atlántico.
Europa
A la cuna de la civilización occidental, se le llama así en recuerdo de una ninfa de gran belleza que despertó el amor de Zeus -el padre de todos los dioses del Olimpo-, quien se metamorfoseó en toro para poder raptarla y llevársela consigo a Creta. En un principio se aplicó el nombre de Europa sólo a la parte continental de Grecia, en oposición al Peloponeso y a las islas.
Asia
El continente asiático recibe su nombre de la diosa homónima Asia, deidad oceánica fruto del matrimonio entre Océano y Tetis, madre de las fuentes y los ríos.
África
El continente Africano toma su nombre de una diosa representada por una mujer bizarra, de porte oriental sentada sobre un elefante y que sujeta en una mano el cuerno de la abundancia y un escorpion en la otra.
Oceanía
Proviene de Océano, el dios-río universal, cuya corriente lo baña todo para volver finalmente sobre sí mismo.
América
Su nombre se lo debe su nombre al navegante de origen italiano Américo Vespucio. En uno de los cuatro viajes que realizó al Nuevo Mundo exploró y cartografió las costas de Brasil y Argentina, llegando a la conclusión de que aquello no podía ser Asia, por lo que dedujo que se trataba de un continente nuevo. En honor a este hallazgo, las originalmente llamadas Indias Occidentales tomaron su nombre
Antartida
El caso de la Antártida es especial. Su apelativo proviene de la voz griega antartikos, por oposición a artikos, que a su vez deriva de la palabra arktos, que significa oso, por encontrarse la estrella polar en la constelación de la Osa Menor.
Félix Velasco