domingo, 27 de junio de 2010

Frases y anécdotas de Albert Einstein (1879-1955) - Premio Nóbel de Física en 1921

  • “ El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad”
  • “ El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad”
  • “ Cada día sabemos más y entendemos menos”
  • “ Cuando un hombre se sienta con una chica bonita durante una hora, parece que fuese un minuto. Pero déjalo que se siente en una estufa caliente durante un minuto y le parecerá más de una hora. Eso es relatividad”
  • “ Dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”
  • “ El amor por la fuerza nada vale, la fuerza sin amor es energía gastada en vano”
  • “ El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”
  • “ El hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales.Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida”
  • “ El problema del hombre no está en la bomba atómica, sino en su corazón”
  • “ El que no posee el don de maravillarse ni de entusiasmarse más le valdría estar muerto, porque sus ojos están cerrados”
  • “ El respeto irreflexivo por cualquier autoridad es el mejor enemigo de la verdad”
  • “ El sentido común es esa colección de prejuicios que se adquieren cuando cumples 18”
  • “ En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”
  • “ Hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana; de la primera no estoy muy seguro”
  • “ Hay dos maneras de vivir la vida: una como si nada fuera un milagro, la otra es como si todo fuera un milagro”
  • “ Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad”
  • “ Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor”
  • “ La belleza no mira, sólo es mirada”
  • “ La debilidad de actitud se vuelve debilidad de carácter”
  • “ La formulación de un problema es más importante que su solución”
  • “ La política dura poco, una ecuación es para siempre”
  • “ La teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia”
  •  “ La vida es muy peligrosa, no sólo por las personas que hacen el mal, sino y sobre todo, por las que se sientan a ver lo que pasa”
  • “ Lo importante es no dejar de hacerse preguntas”
  • “ No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela”
  • “ No sé con qué armas se luchará en la tercera Guerra Mundial, pero sí sé con cuáles lo harán en la cuarta Guerra Mundial: Palos y piedras”
  • “ Procuro no cargar mi memoria con datos que puedo encontrar en cualquier manual, ya que el gran valor de la educación no consiste en atiborrarse de datos, sino en preparar al cerebro a pensar por su propia cuenta y así llegar a conocer algo que no figure en los libros”
  • “ Quien nunca ha cometido un error nunca ha probado algo nuevo”
  • “ Solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida”
  • “ Un estómago vacío, es un mal consejero”
  • “ Una velada en que todos los presentes estén absolutamente de acuerdo es una velada perdida”
  • “ Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”
  • “ Porque amar es la mayor locura a no ser que se ame con locura”
1.-Un periodista le preguntó: ¿Me puede Ud. explicar la Ley de la Relatividad?’ y Einstein le contestó ‘¿Me puede Ud. explicar cómo se fríe un huevo?’. El periodista lo miró extrañado y le contesta ‘Pues, sí, sí que puedo’, a lo cual Einstein replicó ‘Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego’.

2.-Durante el nazismo, a causa de ser judío, debió soportar una guerra en su contra urdida con el fin de desprestigiar sus investigaciones. Uno de estos intentos se dio cuando se compilaron las opiniones de 100 científicos que contradecían las de Einstein, editadas en un libro llamado ‘Cien autores en contra de Einstein’. A esto Einstein respondió: ‘¿Por qué cien?. Si estuviese errado haría falta solo uno’.
 
3.-En una conferencia que Einstein dio en el Colegio de Francia, el escritor francés Paul Valery le preguntó: ‘Profesor Einstein, cuando tiene una idea original, ¿qué hace? ¿La anota en un cuaderno o en una hoja suelta?’ A lo que Einstein respondió: ‘Cuando tengo una idea original no se me olvida’.
 
4.-Einstein tuvo tres nacionalidades: alemana, suiza y estadouni­dense. Al final de su vida, un periodista le preguntó qué posibles repercusiones habían tenido sobre su fama estos cambios. Ein­stein respondió: ‘Si mis teorías hubieran resultado falsas, los esta­dounidenses dirían que yo era un físico suizo; los suizos, que era un científico alemán; y los alemanes que era un astrónomo judío’.

5.-En 1919, Einstein fue invitado por el inglés Lord Haldane a compartir una velada con diferentes personalidades. Entre éstas había un aristócrata muy interesado en los trabajos del físico. Tras una larga conversación, el inglés explicó a Einstein que había perdido recientemente a su mayordomo y que aún no había encon­trado un sustituto. ‘El filo del pantalón la he tenido que hacer yo mismo, y el planchado me ha costado casi dos horas’. A lo que Einstein comentó: ‘Me lo va a decir a mi. ¿Ve usted estas arrugas de mi pantalón? Pues he tardado casi cinco años en conseguirlas.’

6.-Se cuenta que en una reunión social Einstein coincidió con el actor Charles Chaplin. En el transcurso de la conversación, Ein­stein le dijo a Chaplin: ‘Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira’. A lo que Chaplin respondió: ‘Lo suyo es mucho más digno de res­peto: todo el mundo lo admira y prácticamente nadie lo comprende’.
 
7.- Se cuenta que en los años 20 cuando Albert Einstein empezaba a ser conocido por su Teoría de la Relatividad, era con frecuencia so­licitado por las universidades para dar conferencias. Dado que no le gustaba conducir y sin embargo el coche le resultaba muy cómo­do para sus desplazamientos, contrató los servicios de un chofer.
Después de varios días de viaje, Einstein le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez.
‘Si quiere -le dijo el chofer- lo puedo sustituir por una noche. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra.’ Einstein estuvo de acuerdo y antes de llegar al siguiente lugar, in­tercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante.
Llegaron a la sala donde se iba a celebrar la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se descubrió la farsa: El chofer expuso la conferencia que había oído repetir tantas veces a Einstein.
Al final, un profesor en la audiencia le hizo una pregunta. El chofer no tenía ni idea de cuál podía ser la respuesta, sin embargo tuvo una chispa de inspiración y le contestó: ‘La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que mi chofer, que se encuentra al final de la sala, se la responda’.
Félix Velasco - Blog

sábado, 26 de junio de 2010

Piensa en mi


Si tienes un hondo penar
piensa en mí;
si tienes ganas de llorar
piensa en mí.

Ya ves que venero
tu imagen divina,
tu párvula boca
que siendo tan niña,
me enseñó a besar.

Piensa en mí
cuando beses,
cuando llores
también piensa en mí.

Cuando quieras
quitarme la vida,
no la quiero para nada,
para nada me sirve sin ti.
Agustín Lara

Kung Fu

miércoles, 23 de junio de 2010

Reforma laboral

La propaganda oficial ha engrasado los engranajes de su espantable máquina para convencernos de la necesidad de una «reforma del mercado laboral» que se adorna con palabrejas tales como «flexibilidad» y «movilidad» (palabrejas que la propaganda repite con unción, como si fuesen virtudes teologales); pero que, en esencia, consiste en abaratar el despido. Y quizá lo más estremecedor del asunto es que, hasta hace unos pocos meses, cuando los que reclamaban esta reforma eran los empresarios, la propaganda oficial repetía con insistencia de papagayo que lo que pretendían era, precisamente, «abaratar el despido»; ahora que nuestros gobernantes se han convertido en los abanderados de tal reforma se nos repite con tozudez de lorito que su finalidad consiste en «fomentar el empleo». ¿Y cómo se ha logrado esta extraña transubstanciación? ¿Cómo se ha conseguido que lo que hasta hace apenas unos meses era una coartada indigna, una vil excusa para abaratar el despido se haya transformado, de la noche a la mañana, en un instrumento milagroso para fomentar el empleo?
Pues se ha conseguido del modo siguiente: quienes hasta hace poco reclamaban una reforma del mercado laboral eran los empresarios y la derecha, a quienes la propaganda oficial pintaba como sacamantecas prestos a chupar hasta la última gota de sangre a los obreros; y quien ahora defiende esa misma reforma del mercado laboral es el Gobierno, que con el mismo desparpajo con que hasta hace nada movilizaba sus terminales propagandísticas para estigmatizar a quienes pretendían abaratar el despido ahora se dedica a embaucar a los incautos que todavía estén dispuestos a tragarse sus trolas. Entretanto, la propaganda oficial, que primero nos martilleó las meninges con la matraca del abaratamiento del despido y ahora nos acaricia las orejas con la promesa del fomento del empleo, ya ha logrado que olvidemos un hecho evidente, incontrovertible, irrefutable; un hecho gigantesco que, sin embargo, pasa inadvertido entre la niebla confundidora de la propaganda oficial. Y tal hecho inatacable es el siguiente: la regulación del mercado laboral que ahora se disponen a reformar es la misma que, allá a mediados de la década de los noventa, con unos índices de paro acongojantes, todavía superiores a los que hoy padecemos, favoreció la recuperación de la economía española; la regulación del mercado laboral que ahora reforman fue la que permitió la creación de cinco millones de puestos de trabajo y también la que propició que las empresas españolas alcanzaran cotas de beneficios hasta entonces insospechadas. ¿Y esta regulación del mercado laboral que propició tal portento económico, que fue el pasmo del mundo entero, es la que ahora urge reformar?
Cuando se resalta esta evidencia, los corifeos de la propaganda oficial aducen camastronamente que «en los países de nuestro entorno» (sintagma estúpido donde los haya) tal reforma se ha introducido ya; argumento que igualmente podría aducirse para justificar el aborto libre, o cualquier otra bestialidad encumbrada legalmente. La propaganda oficial ha logrado que interioricemos que las calamidades, cuando son compartidas, se convierten, como por arte de birlibirloque, en remedios benéficos («mal de muchos, consuelo de tontos»); y ha logrado también que aceptemos que una crisis provocada por la hipertrofia de los mercados financieros y el endeudamiento mastodóntico de los Estados tengan que pagarla quienes ninguna culpa han tenido en su génesis, a quienes, mientras se les deja sin trabajo o se les rebaja su salario o su indemnización de despido, se les repite sarcásticamente que así se «fomentará el empleo». Cuando la realidad es que, con el dinero de los salarios e indemnizaciones que dejan de cobrar, lo que se hace es alimentar el agujero negro causado por la quiebra de la economía financiera; y así, el saqueo de la economía real es presentado como remedio salutífero para el mantenimiento de un orden injusto, como los sacerdotes de Baal y Moloch presentaban el sacrificio de víctimas inocentes como antídoto contra la cólera de aquellos dioses bárbaros. Que la propaganda oficial haya engrasado los engranajes de su espantable máquina para justificar lo injustificable es comprensible; también que los sacerdotes de la idolatría –politiquillos a derecha e izquierda, servidores del mismo dios bárbaro– se confabulen en el salvamento de un orden inicuo; que desde el pensamiento católico no se esté denunciando la iniquidad y proponiendo un orden alternativo, como Chesterton y Belloc hicieron hace casi un siglo, en una coyuntura similar, me empieza a oler a chamusquina.
Juan Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog

Antídoto contra la frustración

Leo con interés (y también con cierta alarma) la última polémica sobre vestimenta en los colegios. Si hace un mes lo que se cuestionaba era el derecho o no de una niña musulmana a acudir a clase con el velo islámico, ahora lo es si está permitido ir al cole con camisetas que dejan el ombligo al aire, shorts u otras prendas que se consideran demasiado provocativas. Como siempre que se suscitan controversias de esta naturaleza, surgen dos posturas enfrentadas. Por un lado, están los que defienden que los niños tienen derecho a vestir como mejor les parezca y que coartar la libertad es malo para su educación y, por otro, los que consideran que los colegios tienen sus reglas y que éstas están para cumplirlas.
Los que defienden la primera postura, además de apoyar el derecho de los niños a elegir su ropa, argumentan que si cada colegio tiene reglas diferentes al respecto esto podría convertir los centros que permiten el velo en guetos islámicos. Otro tanto se podría decir de los colegios que alientan que los chicos vayan a clase con chanclas, microfaldas, etcétera. Y es esta disyuntiva entre crear guetos o no, entre permitir o prohibir, la que bloquea todo poder de decisión, porque inmediatamente surge el sesgo político y la idea de que tolerar es de izquierdas mientras que prohibir es de derechas. Y es muy lamentable que así sea porque el tinte político impide ver cosas que dicta el más elemental sentido común.
Como que prohibir no es de derechas ni de izquierdas, sino una parte importante de la educación y que, en lo que a vestimenta se refiere, hay que saber distinguir muy bien el ámbito de lo privado de lo público. O, lo que es lo mismo, saber algo tan evidente como que, desde que el mundo es mundo, la gente se viste de acuerdo a las circunstancias y eso no merma la libertad de nadie. Esto me remite, por cierto, a las famosas fotos de las niñas de Rodríguez Zapatero ataviadas de Morticia Adams para ir a conocer al presidente de los Estados Unidos. Posiblemente, sus padres pensaban que estaban «respetando su personalidad» y «educándolas en libertad» cuando las dejaron ir a lo Miss Monster, pero lo cierto es que les hicieron un flaco favor. Y no sólo porque –como ya se vio– las convirtieron en el hazmerreír de medio mundo, sino porque, como muchos padres, confundieron –y confunden– la gimnasia con la magnesia.
Porque educar consiste, sencillamente, en preparar a los jóvenes para las situaciones con las que se van a enfrentar cuando sean adultos. Por eso, cosas tan aparentemente banales –y marujonas si me apuran– como indicarles cómo han de vestir es parte de la educación, como lo son también las prohibiciones. Porque está muy bien eso de que los niños tengan derechos, faltaría más, pero quien tiene derechos tiene obligaciones y, por tanto, límites, y cuanto antes se enteren de esto, mejor. No por aquello terrible que nos decían a nosotros de que «la letra con sangre entra» o esa otra bobada de que «cuando seas padre comerás huevos», no. Es importante que sepan desde muy pequeños que existen prohibiciones porque, aunque parezca paradójico, éstas son el mejor antídoto contra la frustración. En efecto, un niño que crece haciendo lo que le da la gana piensa que no hay límites y que la vida es jauja. Y como da la casualidad de que la vida no es jauja, lo único que resulta de esta educación permisiva es una gran fuente de infelicidad que el niño no entiende ni acepta. Porque de lo que no se dan cuenta los defensores de esos mal llamados \''derechos\'' infantiles es de que, aunque suene carca, los niños prefieren la autoridad o, lo que es lo mismo, necesitan un referente. Y la razón la conocen todos los psicólogos sea cual sea su color político. Se trata de que cuando un adulto, ya sea un padre o un educador, abdica de su autoridad lo que consigue es que los niños se sientan primero contentísimos, claro, y a continuación aterrados de pensar que la responsabilidad de sus vidas recae sobre ellos mismos, con el desamparo que eso supone, lo que hace que algunos se vuelvan timoratos y angustiados y otros (muchos), tiranos y déspotas. Así de sencillo y así de terrible.
Carmen Posadas
Félix Velasco - Blog

El ultimo mohicano

viernes, 18 de junio de 2010

Quien vaya a hacer El Camino

Quien quiera hacer el Camino de Santiago debe saber varias cosas: que hay que ir bien calzado, que el peso de la mochila no debe sobrepasar los ocho kilos, que hay diferentes rutas aunque todas lleven al mismo sitio, que la gente ronca en los albergues, que hay que echar a andar antes de que amanezca, que no es necesario programarse etapas inacabables, que el sol te da de espaldas, que es mejor ir solo que mal acompañado, que en año jacobeo camina el doble de gente y que si es verano pasarán un calor considerable. Quien quiera hacerlo por primera vez que entrene durante un par de semanas con el calzado que piensa llevar y que sepa que se apresta a enfilar un desfiladero emocionante en el que se sorprenderá de lo mucho que es capaz de andar. Que sepa también que el Camino es un corto viaje por las soledades, por los campos ensabanados de amarillo, por los regatos y desfiladeros que se alternan con senderos boscosos y pistas inacabables de grava y arena, por tierras que abruman por el mercurio denso de su pasado, por paraísos del románico más inesperado, por el gótico sobrio de las citas catedralicias, por el rostro acogedor de sus lugareños y por trigales persistentes y auroras inciertas. Quien vaya a hacer el Camino debe saber que le esperan serenatas de viento y musgo, mariposas en las cunetas, alondras en los sembrados, el olor de la piedra umbría, el primer aroma de la hiniesta, ese vaho de nostalgia que esconden secretamente las higueras, la promesa de vino entre las vides, el canto mañanero de los mirlos y el compás dormido en el perezoso despertar de los pueblos. Quien ahora mismo empiece a sentir las incontrolables ganas de echarse a caminar debe empezar a familiarizarse con los nombres que serán para siempre memoria sentimental: Roncesvalles, El Perdón, Viana, Mostelares, Frómista, Cruz de Hierro... En El Cebreiro encontrará el humedal de piedra donde Galicia le abre la puerta al aire para que vaya pasando y se haga bruma; en Castrillo de Polvazares, la sabia mezcla de arcilla y ramaje que parece sacada de un paisaje sirio; en Sahagún, el foco primitivo del más puro arte mudéjar; en León –las gemas del Cáliz de Doña Urraca–, la explicación de que la historia común de España nace antes de que dos reyes yacieran juntos una noche. Quien vaya a hacer el Camino cruzará robledales, un puñado de carvallos, filos de corredoiras donde apacentan ganado, frondas y canales de regadío, chopos, álamos, mesetas. Entre la gloria y uno ya sólo habrá piedra, vieja piedra compostelana y esa fina lluvia, tan de lágrimas, que acaba verdeando los rostros demudados de los caminantes. El Camino nos lleva desde los eucaliptales perdidos en llanuras inacabables hasta la azotea de un alto edificio verde al que no se sube sin dolor y que, al llegar, regala un festín reconfortante de agua pulverizada.



Quien este verano se cuelgue una mochila y una medalla y eche a andar debe saber que hay una extraña voz interior que te dice «¡camina!» cuando más desfallecido estás, que la senda está poblada de tipos que llegan de los lugares más remotos del mundo sin que uno entienda qué los ha traído hasta aquí, tipos que caminan sin descanso y sin dar explicaciones, que arrastran el misterio como arrastran los pies, que llevados por el arrullo gregoriano hasta Samos llegan a Sarria y estiran el cuello porque creen poder ver Santiago y al apóstol de anchas espaldas que espera el abrazo. Si, como ellos, ya han decidido salir, si van a caminar mirando hacia los adentros de uno, si van a pisar la asombrosa España de ríos y fuentes, de cardos y perdices, de espigas y lanas, de vino y promesas, sepan que han tomado la decisión correcta. Nunca nada será igual y, año tras año, contarán los días que les quedan para volver a explorar la espesura más desconocida de todo universo: uno mismo. Feliz Camino.
Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

El cabo Heredia

Cuando viajo a Sevilla sigo alojándome en mi hotel habitual, pese a que, tras la última remodelación, perdió su empaque de toda la vida –siempre fue hotel clásico, de toreros– para verse decorado con un gusto pésimo, butacas rojo pasión y demás, que lo asemeja más a un picadero gay o a un puticlub marbellí. Pero los establecimientos son, en buena parte, lo que el personal que trabaja en ellos. Y mi hotel sigue atendido, afortunadamente, por los empleados más eficaces y profesionales del mundo, desde los recepcionistas al último camarero. Con esa digna escuela, y sus maneras bien llevadas, de la gran hostelería tradicional europea. Algunos, como María José la telefonista y sus compañeras, se han jubilado ya. Pero permanecen los conserjes –Cándido, Escudero y Paco–, los bármanes impecables y los botones. Por eso sigo yendo allí, tan a gusto como a mi propia casa. Estoy en buenas manos.
Otro aliciente local, Sevilla aparte, es que a veces, cuando tomo un taxi de los que aparcan enfrente, me toca de conductor José María Heredia. Está cerca de la jubilación: tiene 65 años y es de esos personajes que te reconcilian con la gente. Mi amigo Heredia cuenta las cosas muy bien, con ese garbo y esa parsimonia guasona, andaluza de buena ley, que tanto es de agradecer en su punto justo. Lo que más me gusta que me cuente es su mili. Sirvió de cabo en el destructor Lepanto, con el que hizo tres viajes a América, y es un placer oírle contar historias de mar y de puertos: San Diego, Nápoles, Cartagena, Cádiz, Marín. Se refiere a ese tiempo como la mejor época de su vida: el Molinete y las Ramblas, las peripecias, los compañeros: «De todas las regiones, don Arturo: gallegos, catalanes, vascos, andaluces... Con lo bueno y lo malo de la mili, que de todo había, pero conociéndonos entre nosotros. Amigos que hacías para toda la vida, ¿no?... Recuerdos en común y cosas así».
Al antiguo cabo Heredia se le iluminan los ojos, a través del retrovisor del taxi, cuando me cuenta cosas de aquella Marina a la que amó tanto. Y del Lepanto, al que siempre se refiere con la lealtad entrañable que todo navegante muestra al referirse al barco donde navega, o navegó. «Era uno de los Cinco Latinos, don Arturo. Marinero a más no poder. Tenía que verlo usted machetear la mar a toda máquina»... Le recuerdo que muchas veces, de niño, vi su destructor en el muelle de Cartagena, y que seguramente me crucé con él, vestido de uniforme, por la calle Mayor. «Era un barco estupendo», confirmo. Y lo veo sonreír de orgullo. Tanto es el afecto que el cabo Heredia siente por aquel barco, que se ha hecho construir un modelo a escala, de radiocontrol; y los días que libra va al lago a echarlo al agua y maniobrar con él. «Para recordar los viejos tiempos. Incluso a un contramaestre que me andaba buscando siempre las vueltas, pero nunca me pilló. Yo era muy cumplidor. Muy serio.»
Y no sólo eso. Su pasión por la Armada española y las marinas en general lo hace ponerse elegante y visitar Cádiz cada vez que amarran allí barcos de la OTAN. A las horas de visita, impecable de chaqueta y corbata, sube solemne por la pasarela. Y como tiene el pelo rubio rojizo, es apuesto y de buena pinta, los centinelas se impresionan mucho: «Tendría que ver a los holandeses, don Arturo. La guardia medio tirada en cubierta, con esos pelos largos que llevan. Y en cuanto aparezco en el portalón y le doy un cabezazo a la bandera, se levantan a toda leche y se me cuadran, los tíos... ¡Creen que soy un almirante de paisano!».
Otro episodio que me gusta mucho que cuente, mi favorito, es el de la base naval norteamericana de San Diego, cuando le rompió una jarra de cerveza en la cara y luego infló a hostias a un suboficial, negrazo enorme de origen cubano, que había llamado «españoles comemieldas» a los marinos del Lepanto. Devuelto a bordo por la policía militar gringa, el comandante lo llamó a su despacho y le echó un chorreo de muerte, que lo dejó temblando como una hoja. Al terminar, en el mismo tono, le dijo que tenía un permiso de quince días. «¿Por qué, mi comandante?, pregunté. Y él, muy serio, contestó: Por sacudirle al negro.»
El cabo Heredia es feliz contando todo eso. Y yo sonrío mientras lo hace, pues me gusta servirle de pretexto. Compartir ese orgullo de viejo marinero que idealiza, con el paso del tiempo, aquella Armada y aquel barco donde sirvió de joven. Consciente de ello, él enhebra recuerdo tras recuerdo. Y cuando detiene el taxi, y yo sigo en mi asiento sin ganas de irme, concluye: «El Lepanto era una cosa seria, don Arturo. Un barco de guerra honorable. Pero ya no hay honor». Hace una pausa, suspira melancólico y añade: «Ni vergüenza».
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

lunes, 14 de junio de 2010

Coplas de Bagualas del Valle Calchaqui

Para cantar a bagualas,
la música está de más,
cóntale tu pena al viento,
y el viento las cantará.
Voy andando por el mundo,
lo miro al cóndor volar:
¡malhaya, bicho dichoso,
tus alas me has, ¡ay!, di dar.
¡Malhaya con mi destino,
caminar y caminar.!.
Me vende poncho y ushutas,
muchos se ríen de mí,
por juera, nada parezco,
por dentro, tal vez que sí.
¡Aijuna pucha la vida ¡,
¡qué cosa más despareja ¡:
¡unos deshacen terrones,
otros van como en bandeja ¡.
Y el rico le dice al pobre:
“¡Calavera, chupador¡”,
y el rico chupa en su mesa,
y el pobre en el mostrador.
¡Malhaya con mi destino,
caminar y caminar ¡.
Dios hizo al vino y al hombre,
pa´ que se puedan juntar,
Dios es Todopoderoso,
¡hágase su voluntad¡.
Caramba que ando de pobre,
de pobre me ando, ¡ay¡, muriendo,
de solo verme tan pobre,
yo solo me ando, ¡ay¡, queriendo.
Pasé por frente al boliche,
empujau por el destino,
más no quise dentrar,
pa´ no entristecerlo al vino.
La luna pa´ ser más luna,
lo quiere al viento robar,
llevarlo de cumbre a cumbre,
y no devolverlo más.
La luna bajó al estero,
para verse reflejada,
los toros, muertos de sed,
la bebieron con el agua.
¡Malhaya con mi destino,
caminar y caminar.!.
El que sin amar vive,
solo la pasa durando,
y es tarde cuando percibe,
que es un muerto caminando.
Noche de luna en la viña,
no te animaste a querer,
madura estaba la niña,
pero verde la mujer.
¡ Malhaya con mi destino,
caminar y caminar.!.
Yo ensillaba mi caballo,
y ella se puso a llorar,
y entonces, sin decir nada,
comencé a desensillar.
¡Malhaya con mi destino,
caminar y caminar!
Con mi caballo y mi lazo,
paso la vida tranquilo,
llevo un cartel en la frente:
“¡No me vendo, ni me alquilo¡”.
¡Malhaya con mi vida,
caminar y caminar!
¡Siempre ando por todas partes,
siempre vuelvo a Tucumán!
Atahualpa Yupanqui
Félix Velasco - Blog

domingo, 13 de junio de 2010

The Rat Patrol



Félix Velasco - Blog

NINA SIMONE - My baby just cares for me


Mi chico no se preocupa por nada 
Mi chico no se preocupa por la ropa
Mi chico solamente se preocupa por mí
Mi chico no se preocupa por coches ni carreras
Mi chico no se preocupa por sitios de tono alto.
Liz Taylor no es su estilo
Ni tampoco la sonrisa de Lana Turner
Es algo que el no puede ver
Mi chico no se preocupa de quien conoce
Mi chico solamente se preocupa por mí.
Mi chico no se preocupa por nada 
Mi chico no se preocupa por la ropa
Mi chico solamente se preocupa por mí
Mi chico no se preocupa por coches ni carreras
Mi chico no se preocupa por sitios de tono alto.
Liz Taylor no es su estilo
Ni tampoco la sonrisa de Lana Turner
Es algo que el no puede ver
Mi chico no se preocupa de quien conoce
Mi chico solamente se preocupa por mí.
Félix Velasco - Blog

El Condor Pasa - Flauta de Pan Instrumental.

martes, 8 de junio de 2010

Palídromos

El palíndromo es una palabra, número o frase que se lee igual hacia adelante que hacia atrás. Si se trata de un número, se llama capicúa. Algunos ejemplos:
A la base besábala.
A la gorda, drógala.
A la Manuela, dale una mala
A la patata, tápala.
A mamá mama
A Mercedes ese de crema.
A ti no, bonita.
Adán a donde va, ved, no da nada.
Adán dábale arroz a la mala zorra, el abad, nada.
Adán no cede con Eva y Yavé no cede con nada.
Adán no cede con nada.
Adán salta y Atlas nada.
Adán, se ave, Eva es nada.
Adela ya le da.
Aire sólo sería.
Aire va a la avería.
Al alba, háblala.
Al amanecer asaré cena mala.
Al reparto, otra perla.
Al reparto sacas otra perla.
Alba habla.
Allí por la tropa portado, traído a ese paraje de maniobras, una tipa como capitán usar boina me dejara, pese a odiar toda tropa por tal ropilla.
Allí toca Pedro Netoxas, saxo tenor de pacotilla
Allí va Ramón y no maravilla.
Allí ves Sevilla
Amad a la dama.
Amad al ayo y a la dama.
Amada dama.
Amargor pleno con el programa.
Amigo, no gima.
Amo la pacífica paloma.
Amó la paloma.
Amor a Roma.
Ana, la galana.
Ana, la tacaña catalana.
Ana lava lana
Ana lleva a la avellana
Ana lleva al oso la avellana.
Ana lleva nenes al abad, al reconocerla, dábala Senén avellana.
Ana lleva Avellana
Ana mis ojos imana.
Anás usó tu auto, Susana.
Anita al reconocerla atina.
Anita, la gorda lagartona, no traga la droga latina.
Anita lava la tina.
Anita ve una nueva tina.
Anita patina.
Arde ya la yedra.
Arriba la birra.
Así le ama Elisa.
Así mal oirá Sor Rosario la misa.
Así Mario oirá misa.
Así Ramona va, no Marisa.
Así revelará su amada dama usar aleve risa.
Atar a la rata.
Atar al raedor y rodear la rata.
Ate la pala a la paleta.
Ateo por Arabia iba raro poeta.
Ávida de dádiva.
Casi con Enoc Isac.
Dábale anal paz a Zaplana el abad.
Dábale arroz a la zorra el abad.
Tal vez uno de los más populares...
Adán dábale arroz a la zorra; el abad, nada.
Échele leche.
El birrete terrible.
El bulo voluble.
Ella te dará detalle.
Eloísa a Tobal la bota asióle.
Ema le lame.
¿Eres Ana? Ana seré.
Es Adán, ya ve, yo soy Eva y nada sé.
Es raro dorarse.
¿Es reconocerse o no es reconocerse?
Ese se acurruca, es ese.
Eva usaba rímel y le miraba suave.
Eva ya ve.
Isa asea a esa así.
Isaac no ronca así.
Izan radar nazi
La diva ama a Vidal.
La mamá ama mal.
¡La mina se ve letal, la tele ves animal!
Lámina animal.
La ruta natural.
La ruta nos aportó otro paso natural.
La tomo como tal.
La turba bajaba brutal.
La moral, claro, mal.
Las Nemocón no comen sal.
Lavan esa base naval.
Le avisará Sara si va él.
¿Ligará Gil o no ligará Gil?
Logré ver gol.
Luz azul.
No bajará Sara jabón.
No deseo yo ese don
No di mi decoro; cedí mi don.
No sorbas, sabrosón.
No tocóle melocotón.
No traces en ese cartón.
Noel liga la renga Wagner al ágil león.
Nota épica: ¡nací peatón!.
Nuria, sonria y ate la maleta y a irnos a Irun.
O dolor o lodo.
O rey o joyero.
O sacais ropa por si acaso.
Obeso, lo sé: sólo sebo.
Odio la luz azul al oído.
Oír Aída en ópera, la lírica Cirila la repone a diario.
Oirás orar a Rosario.
Oirás rock, corsario.
Ojo a la ruta natural, safari, jirafas, la ruta natural a ojo.
Onán es enano.
¡Oro, ya hay oro!
Os aporto otro paso.
Osa mata maso.
Osé reconocer eso.
Oso
Otro poseso José soportó.
¿Pirata me mata? ¡R. I. P.!
Recelo da adolecer.
Roba la lona, no la labor.
Robaba oro a babor.
Roza las alas al azor.
Sabes reconocer, Sebas.
Saca tú butacas.
Saco sal, ayo, del yodo y le doy a las ocas.
Sal, Blas.
Salomé, me molas.
Salta Lenín el atlas.
Sánase tras alocada romería la senil Inés. Al aire Mora da colas artesanas.
Sara Baras
Satán sala las natas.
Se corta Sarita a tiras atroces.
Se es o no se es.
¿Se va? ¡Lleve llaves!
Se van sus naves.
Sé verla al revés.
Señor goloso logroñés.
¿Será lodo o dólares?
Sólo di sol a los ídolos.
Sometamos o matemos.
Someto votemos
¿Somos o no somos?
Somos seres sosos, Ada, sosos seres somos.
Son mulas o los alumnos.
Sonreí, Bogart no cede contra gobiernos.
Soñaré conocer años
Sor Rebeca hace berros.
Subo tu auto o tu autobús.
Yo dono rosas: oro no doy.
Yo hallé ropa, yo voy a por ella hoy.
Yo hago yoga hoy.
Yo haré cera hoy.
Yo haré un imán a mi nuera hoy.
Yo soy.
Yo voy
Félix Velasco - Blog

sábado, 5 de junio de 2010

El brisdis del toreador (Bizet)


VERSE

Vortre toast, je peux vous le rendre
Senors, senors, car avec les soldats
Oui, les toreros peuvent s'entendre
Pour plaisirs, pour plaisirs ils ont les combats!
Le cirque est plein, c'est jour de fête
Le cirque est plein du haut en bas,
Les spectateurs, perdant la tete,
Les spectateurs s'interpellent a grand fracas!

Apostrophes, cris et tapage
Pousses jusques a la fureur!
Car c'est la fete du courage,
C'est la fete des gens de coeuer!
Allons! en garde! Allons! Allons! ah!

CHORUS

Toreador, en garde, Toreador, Toreador!
Et songe bien, oui, songe en combattant
Qu'un oeil noir te regarde,
Et que l'amour t'attend,
Toreador, L'amour t'attend!
Toreador, en garde, Toreador, Toreador!
Et songe bien, oui, songe en combattant
Qu'un oeil noir te regarde,
Et que l'amour t'attend,
Toreador, L'amour t'attend!


VERSE 


Tout d'un coup, on fait silence...
Ah! que se passe-t-il?
Plus de cris, c'est l'instant!
Plus de cris, c'est l'instant!
le taureau s'elance
En bondissant hors du Toril!
Il s'elance! Il entre,
Il frappe! un cheval roule,
Entrainant un Picador,
Ah! bravo! Toro! Hurle la foule!
Le taureau va, il vient,
il vient et frappe encore!

En secouant ses banderilles,
Plein de fureur, il court!
Le cirque est plein de sang!
On se sauve, on franchit les grilles!
C'et ton tour maintenant! allons!
En garde! allons! allons! Ah!

CHORUS

Toreador, en garde, Toreador, Toreador!
Et songe bien, oui, songe en combattant
Qu'un oeil noir te regarde,
Et que l'amour t'attend,
Toreador, L'amour t'attend!


Toreador, en garde, Toreador, Toreador!
Et songe bien, oui, songe en combattant
Qu'un oeil noir te regarde,
Et que l'amour t'attend,
Toreador, L'amour t'attend!
Toreador, en garde, Toreador, Toreador!

________________________________

VERSE

Su brindis puedo responder señores,
pues con los soldados, sí,
toreros como yo se entienden:
¡Por placer, tomamos el combate!
La plaza está llena, es día de fiesta,
está llena de arriba abajo,
los espectadores, pierden la cabeza,
¡se interpelan a gritos!


¡Exclamaciones, llantos y tumulto,
creciendo hasta el paroxismo!
¡Es una fiesta al coraje!
¡Es la fiesta de los hombres valientes!
¡Venga, en guardia! ¡Ah!
¡Toreador, cuidado!
Y recuerda, sí,
recuerda al torear
que unos ojos negros te miran,
¡y que el amor te espera,
toreador!


CHORUS 

¡Toreador, cuidado!
Toreador, toreador!
Y recuerda, sí,
recuerda al torear
que unos ojos negros te miran,
¡y que el amor te espera, toreador!
¡El amor, te espera el amor!


VERSE


De repente, se hace el silencio.
¡Ah! ¿qué pasó?
¡Los llantos terminaron,
el momento llegó!
¡El toro sale del toril!
Entra al caballo,... lo embiste,
el caballo cae arrastrando al picador.
"¡Ah! ¡Bravo toro!"
grita el público.
El toro va... viene...
ataca de nuevo.


Sacudiendo las banderillas,
lleno de furia corre...
¡la arena esta llena de sangre!
¡Cuidado, a salvarse... a las barreras!
¡Ahora es tu turno!
¡Vamos! ¡Cuidado! ¡Ah!
¡Toreador, en guardia!
¡Toreador, toreador!
¡Toreador, cuidado!
Y recuerda, sí,
recuerda al torear
que unos ojos negros te miran,
¡y que el amor te espera, toreador!
¡El amor, te espera el amor!


CHORUS 


¡Toreador, en guardia!
¡Toreador, toreador!
Y recuerda, sí,
recuerda al torear
que unos ojos negros te miran,
¡y que el amor te espera, toreador!
(De la Opera Carmen - Bizet)
Félix Velasco - Blog

jueves, 3 de junio de 2010

Sevilla y el ajedrez

Antes de que el Rey Alfonso VI de Castilla sitiara la ciudad de Sevilla, su gobernante, un moro llamado Al-Mutamid, envió a Ibm-Ammar a retar al Rey Cristiano. Ibm-Ammar era un gran jugador de ajedrez y también el Rey Alfonso VI era un gran aficionado. Así, sobre el tablero se decidió el destino de Sevilla. El Rey castellano perdió la partida y se retiró sin librar batalla en el campo.
Félix Velasco - Blog

Nina Simone - Ain't Got No...I've Got Life

martes, 1 de junio de 2010

Hablame del mar marinero


HABLAME DEL MAR MARINERO
Háblame del mar marinero
háblame del mar, háblame.

Dicen que hay toros azules
en la primavera del mar
que el sol es el caporal
y las mantillas las nubes
que las mueve el temporal.

Dicen que hay toros azules
en la primavera del mar.

Háblame del mar marinero
dime si es verdad lo que dicen de él
desde mi ventana no puedo yo verlo
desde mi ventana el mar no se ve.

Háblame del mar marinero
cuéntame qué sientes allí junto a él
desde mi ventana no puedo saberlo
desde mi ventana el mar no se ve.

Dicen que el barco navega
enamorado del mar
buscando sirenas va
buscando sirenas nuevas
que le canten al pasar.

Dicen que el barco navega
enamorado del mar.

Háblame del mar marinero
dime si es verdad lo que dicen de él
desde mi ventana no puedo yo verlo
desde mi ventana el mar no se ve.

Háblame del mar marinero
cuéntame qué sientes allí junto a él
desde mi ventana no puedo saberlo
desde mi ventana el mar no se ve.

Háblame del mar marinero
háblame del mar, háblame.

Rafael Alberti

Caperucita y el lobo machista

Hoy me he levantado con talante. Como después de haber publicado El pequeño hoplita –un cuento sobre un niño en las Termópilas, que tanto debe a su magnífico ilustrador, Fernando Vicente– le tomé el gusto a la narrativa infantil, he decidido echar un cable. Ayudar a que nuestra ministra de Igualdad y Paridad, Bibiana Aído, rubia joya de la corona, haga realidad su bonito proyecto de conseguir que los cuentos tradicionales para pequeños cabroncetes sean desterrados de escuelas y hogares, y dejen de ser un reducto machista, sexista y antifeminista. O que, expurgados y reconvertidos a lo social y políticamente correcto, contribuyan, ellos también, a la formación de futuras generaciones de ciudadanos y ciudadanas ejemplares y ejemplaras. Como está mandado.
Al principio pensaba hacerlo con el cuento de Blancanieves y las siete personas de crecimiento inadecuado; que, como sostiene Bibiana, requiere, título aparte, una remodelación general urgente. Pero ciertos indicios de intolerable violencia machista en la casita del bosque, como que sea una mujer quien cargue con todas las labores del hogar, o que no haya paridad de sexos en el número de individuos que trabajan en la mina –su número impar complica además el asunto–, me decidieron a dejarlo para más adelante. Lo intenté luego con La soldadita de plomo y ploma; y no es por echarme flores, pero lo tenía casi resuelto. Una soldadita de plomo de la ULFF –Unidad Legionaria Femenina Feroz–, terror de los talibanes afganos y de los piratas del Índico, impedida en su extremidad locomotriz por haber caído poco metal en el molde cuando la fundían. O sea, incompleta física de una pierna, para entendernos. O no. Lo que antes se decía, en jerga fascista, coja. Y que, desde su repisa en el cuarto de juegos de una niña, se enamora de un bailarín de ballet de papel maché que está enfrente, puesto tal que así, de puntillas, y que tiene una bonita lentejuela de plata en el prepucio. Se lo leí a mi hija por teléfono, a ver qué tal iba la cosa; pero al llegar a lo de la lentejuela me aconsejó dejarlo. Te van a malinterpretar, dijo. Así que al final me decidí por un clásico inobjetable: Caperucita Roja. Y está feo que lo diga, pero la verdad es que lo he bordado. Creo.
Caperucita Roja camina por el bosque, como suele. Va muy contenta, dando saltitos con su cesta al brazo, porque, gracias a que está en paro y es mujer, emigrante rumana sin papeles, magrebí pero tirando a afroamericana de color, musulmana con hiyab, lesbiana y madre soltera, acaban de concederle plaza en un colegio a su hijo. Va a casa de su abuelita, que vive sola desde que su marido, el abuelito, le dio una colleja a Caperucita porque no se bebía el colacao, ésta lo denunció por maltrato infantil, y la Guardia Civil se llevó al viejo al penal de El Puerto de Santa María, donde en espera de juicio paga su culpa sodomizado en las duchas, un día sí y otro no, por robustos albanokosovares. Que también tienen sus necesidades y sus derechos, córcholis. El caso es que Caperucita va por el bosque, como digo, y en éstas aparece el lobo: hirsuto, sobrado, chulo, con una sonrisa machista que le descubre los colmillos superiores. Facha que te rilas: peinado hacia atrás con fijador reluciente y una pegatina de la bandera franquista, la de la gallina, en la correa del reloj. Y le pregunta: «¿Dónde vas, Caperucita?». A lo que ella responde, muy desenvuelta: «Donde me sale del mapa del clítoris», y sigue su camino, impasible. «Vaya corte», comenta el lobo, boquiabierto. Luego decide vengarse y corre a la casa de la abuelita, donde ejerce sobre la anciana una intolerable violencia doméstica de género y génera. O sea, que se la zampa, o deglute. Y encima se fuma un pitillo. El fascista. Cuando llega Caperucita se lo encuentra metido en la cama, con la cofia puesta. «Que sistema dental tan desproporcionado tienes, yaya», le dice. «Qué apéndice nasal tan fuera de lo común.» Etcétera. Entonces el lobo le da las suyas y las de un bombero: la deglute también, y se echa a dormir la siesta. Llegan en ésas un cazador y una cazadora, y cuando el cazador va a pegarle al lobo un plomazo de postas del doce, la cazadora contiene a su compañero. «No irás a ejercer la violencia –dice– contra un animal de la biosfera azul. Y además, con plomo contaminante y antiecológico. Es mejor afearle su conducta.» Se la afean, incluido lo de fumar. Malandrín, etcétera. Entonces el lobo, conmovido, ve la luz, se abre la cremallera que, como es sabido, todos los lobos llevan en la tripa, y libera a Caperucita y a su provecta. Todos ríen y se abrazan, felices. Incluido el lobo, que deja el tabaco, se hace antitaurino y funda la oenegé Lobos y Lobas sin Fronteras, subvencionada por el Instituto de la Mujer. Fin.
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

Segundo Discurso contra Filipo - Demóstenes

"Repetidamente me vengo dando cuenta, varones atenienses, de que cuando se pronuncian discursos acerca de lo que Filipo hace y deshace por la fuerza contraviniendo las cláusulas del tratado de paz, los pronunciados en favor nuestro aparecen beneficiosos y justos y de que todos vosotros juzgáis que los oradores que acusan a Filipo dicen lo que deben decir. Pero también me doy cuenta de que no se pone en práctica absolutamente nada de lo que sería necesario hacer; ni siquiera aquello que justificaría el estar escuchando a los oradores. Al revés, la situación general de la ciudad ha llegado a un punto tal que, cuando más y más claramente se comprueba que Filipo comete transgresiones contra la paz que concluyó con vosotros y maquina proyectos contra todos los helenos, tanto más difícil resulta aconsejaros lo que debe hacerse.
La causa de esto radica en que, necesitándose reprimir con hechos y no sólo con palabras a quienes buscan por encima de todo aumentar sus caudales, nosotros los oradores rehuimos proponeros y aconsejaros nada, temerosos de vuestra animosidad; en cambio, disertamos largamente sobre lo que está haciendo Filipo. insistiendo en que son cosas terribles y difíciles de tolerar. Los que me escucháis estáis mejor preparados que Filipo para lanzar discursos rebosantes de justicia y para comprender a otros cuando los pronuncian, pero no dáis muestras de energía para marcarle el alto en las empresas en que se ha embarcado.
Con lo cual acontece lógicamente lo que no puede menos de acontecer: que prospera aquello en lo que cada cual pone su empeño y diligencia; los hechos para Filipo y para vosotros los discursos. De moco que si también en el día de hoy nos basta con exponer lo que conviene la cosa resulta fácil y no requiere esfuerzo alguno. Pero si se hace necesario examinar el modo de que la situación actual mejore y los males no vayan aún más lejos, sin apenas nosotros darnos cuenta, y la manera de que no se levante un poderío tan enorme que ya no podamos enfrentárnosle, entonces es menester que modifiquemos el método de deliberar, dejando a un lado el anterior; porque, ya se trate de nosotros, los oradores, o de vosotros, los oyentes, hay que preferir lo útil y conveniente a lo más fácil y agradable.
Ante todo, varones atenienses, me maravilla que alguien pueda sentirse tranquilo viendo cuán poderoso es ya Filipo y de cuántas regiones se ha apoderado, y juzgue que eso no implica un peligro para la ciudad, y que todo junto sean preparativos contra nosotros. Y a todos quiero suplicar indistintamente que escuchéis la exposición que en pocas palabras haré de las razones que me hacen prever todo lo contrario y considerar a Filipo como un enemigo, a fin de que, caso de que halléis mejores mis previsiones, hagáis caso de mí; pero si preferís a quienes se mantienen tranquilos y en él confían, a ellos sigáis.
Porque yo varones atenienses, discurro así: ¿De qué ha empezado Filipo a hacerse dueño, una vez concluida la paz? De las Termópilas y de la República de F6cida. ¿Por qué? ¿Qué uso ha hecho de ello? Ha elegido servir a los intereses de los tebanos y no a los de los atenienses. Pero, ¿por qué? Porque dirigiendo sus cálculos a su engrandecimiento y a subyugarlo todo y no hacia la paz, ni la tranquilidad, ni nada que sea justo, creo que ha visto muY bien que a nuestra ciudad y a un pueblo como el vuestro nada podía prometer ni hacer que le indujera a abandonar por vuestra ventaja personal ninguno de los demás países griegos, sino que, al contrario, teniendo en cuenta lo que es justo, huyendo de la infamia que representa una política semejante y previniendo todo lo que sea necesario, caso de que emprendiera algo parecido, os opondríais a él en forma tan enérgica como si con él estuvierais en guerra. En cambio pensaba -y así ha ocurrido- que los tebanos, a trueque de ciertas ventajas, le dejarían hacer cuanto quisiera en todo lo demás, y no sólo no intentarían nada en contra suya ni le detendrían, sino que harían la campaña junto a él si así se lo mandaba. Y actualmente favorece a los mesenios y a los argivos por las mismas razones. Lo cual es el elogio más grande para vosotros, varones atenienses.
Porque, según se desprende de estos hechos, sois temidos por él como los únicos que entre todos sois incapaces de sacrificar los derechos comunes de Grecia para vuestro beneficio personal, ni cambiar por ningún favor ni interés vuestra lealtad hacia los griegos; y tiene razón al suponer esto de vosotros, cosa muy contraria a lo que supone de los argivos y de los tebanos: no sólo tiene en cuenta el presente, sino también el pasado. Y se da cuenta y oye decir que cuando a vuestros antepasados les era posible señorear sobre los demás griegos a condición de que aquéllos obedecieran al Rey, no sólo no aceptaron esta propuesta cuando Alejandro, el antepasado de Filipo, llegó en su calidad de heraldo a proponérselo, sino que prefirieron abandonar su país y afrontar toda clase de sufrimientos; y luego de esto realizaron tales hazañas que todo el mundo siente deseo de contarlas, pero nadie ha podido celebrarlas dignamente; y por esto también yo haré bien en dejar este asunto, porque las acciones de ellos son demasiado grandes para que nadie las iguale con palabras; en cambio, los antepasados de los tebanos y de los argivos combatieron unos al lado de los bárbaros y los otros no se resistieron a Filipo, como éste sabe muy bien. Por tanto no ignora que estos dos pueblos acogerían con gusto cuanto les fuera particularmente ventajoso, sin parar mientes en los intéreses comunes a los demás griegos. Por ello suponía que si os tomaba a vosotros, obtendría unos amigos para las causas justas, en tanto que si se unía con ellos lograría unos auxiliares, para su ambición. He aquí por qué entonces y ahora los ha preferido a vosotros; y no porque los vea más provistos de galeras que vosotros, ni porque le haya impulsado a renunciar al mar y a los puertos comerciales, ni porque se acuerde de las palabras ni de las promesas mediante las cuales obtuvo la paz.
Mas, ¡por Zeus!, tal vez alguien dirá, con aires de saberlo todo, que no es por ambición ni por ninguno de los motivos que le imputo que Filipo haya obrado de esta forma, sino porque se da cuenta, de que los tebanos tienen más razón que vosotros. He aquí precisamente el único argumento que hoy no puede alegar Filipo; porque el hombre que ordena a los lacedemonios que renuncien a Mesenia, ¿cómo podría, luego de haber entregado a Orcomenes y Queronea a los tebanos, argumentar que lo ha efectuado porque lo consideraba justo?
Pero se ha visto forzado por Zeus, a ello, me dirán como defensa última y a disgusto suyo, cogido entre la caballería tesalia y la infantería tebana, ha tenido que hacer esas concesiones. Muy bien: por esto dicen que actualmente desconfía de los tebanos y hay personas que hacen correr que va a fortificar Elatea.
Yo opino que sí, que tiene esta intención y que la seguirá manteniendo; pero, en cambio, cuando se trata de unirse con los mesenios y los argivos contra los lacedemonios, no tiene ninguna intención de ello, pues les manda mercenarios y dinero, y parece que le esperan a él en persona con un gran ejército. ¿Destruye a los lacedemonios porque son enemigos de los tebanos y en cambio salva actualmente a los focenses que arruinó de buenas a primeras? ¿Y quién iba a creerse esto? No; a pesar de que Filipo hubiera efectuado eso antes a la fuerza y contra su voluntad y que actualmente se desentendiera de los tebanos, no sospecho que se mostrase en forma tan constante como adversario de los enemigos de éstos; al contrario, de lo que actualmente realiza se deduce que también hizo aquello otro porque quiso, y todo junto, si uno lo observa bien, demuestra que toda su política está ordenada contra nuestra ciudad.
Además, en cierta manera, se ve obligado a ello. Fijaos: quiere dominar, y ha comprendido que vosotros sois sus únicos antagonistas. Ya hace tiempo que os causa daños, y tiene plena conciencia de ello; porque las posiciones vuestras que actualmente ocupa son las que le aseguran sus otras conquistas. En efecto, si hubiera abandonado Anfípolis y Potidea; no podría considerarse seguro ni en su casa. Así pues, sabe estas dos cosas: que él hace planes contra vosotros y que tenéis noticias de ello. Y como os considera inteligentes, piensa que tenéis razones para odiarIo y por eso está irritado; porque prevé que será castigado si se os presenta ocasión caso de que él no se os adelante a hacerlo. Por eso vigila, está alerta y halaga a algunos tebanos contra nuestra ciudad, así como a los peloponenses que simpatizan con sus deseos. Piensa que su ambición hará que acepten las ventajas inmediatas y su estupidez no les dejará prever nada de lo que vendrá posteriormente. De todos modos, la gente que reflexione, aunque sea un poco, podrá contemplar bajo sus ojos los ejemplos que he tenido ocasión de citar á los mesenios y a los argivos. Pero tal vez valdría más que os lo explicara también a vosotros.
¿Os imagináis, mesenios, les decía, con qué impaciencia los olintios hubieran escuchado a alguien que hubiese hablado contra Filipo en aquella época en que éste les abandonaba Antemunte, ciudad que hasta entonces todos los reyes de Macedonia habían reivindicado y les regalaba Potidea después de haber ahuyentado de ella a los colonos atenienses o arrostraba la enemistad de Atenas, a fin de darles a ellos el usufructo de aquel territorio? ¿Pensáis que esperaban ser objeto de un trato como el que han recibido, y que si alguien se lo hubiese dicho no le habrían hecho caso? Nada de esto.
Y, ¿qué decir de los tesalos? Créeis, les decía yo, cuando Filipo expulsaba a su tiranos, o todavía, cuando les entregaba Nicea y Magnesia, y esperaban ellos esta decarquía que actualmente ha instituido en su casa que quien les devuelve el puesto del Consejo Anfictiónico va a quedarse con sus propias riendas? Nada de esto. Y con todo, ahí ha ocurrido, y todo el mundo puede saberlo. Y vosotros -les aconsejaba contemplad los dones y las promesas de Filipo; pero si tenéis cordura, rogad a los dioses que no tengáis que ver sus engaños y sus trapacerías. Claro está. ¡Por Zeus!, les decía yo, que hay toda clase de inventos para proteger y asegurar las ciudades, como estacadas, murallas fosos y otras cosas parecidas. Todo esto tiene que efectuarse con las manos Y trae aparejado unos gastos; pero el instinto, en los hombres razonables, tiene en sí mismo una salvaguarda común, que es una protección excelente para todo el mundo, pero especialmente para las democracias frente a los tiranos. ¿Y qué es ello? La desconfianza. Guardadla y aferraos a ella: si la conserváis no tendréis que sufrir ningún daño. ¿Qué deseáis? -les predecía-. ¿La libertad? ¿Pues no veis que incluso los títulos de Filipo son lo más contrario de ella? Los reyes y los tiranos son por naturaleza enemigos de la libertad y adversarios de las leyes. ¿No queréis vigilar que buscando saliros de una guerra os encontréis con un tirano?
Pero ellos, luego de haber oído esto y de haberlo aprobado tumultuosamente como otros muchos discursos de los embajadores -primero ante mí y, según parece, también más tarde-, no se desprenderán de la amistad de Filipo ni de sus promesas. Y eso nada tiene de absurdo, o sea que unos mesenios y unos peloponenses tomen un partido diferente del que racionalmente se les hace comprender que es el mejor. Mas vosotros, que comprendéis por vosotros mismos y que oís decir a los oradores que se están efectuando planes contra vosotros y que se os rodea de trampas, me temo que, por no hacer nada a tiempo, cuando menos lo penséis tendréis que hacer frente a todo. De tal forma el goce inmediato y la molicie tienen mucha mayor fuerza que los intereses futuros.
En cuanto a lo que os es necesario hacer, ya lo discutiremos más tarde entre vosotros si tenéis cordura; pero qué respuesta tenéis que dar ahora y qué cosa tenéis que decidir con vuestro voto, voy a decíroslo en seguida. (Interrupción mientras salen los embajadores)
Sería justo en estos momentos, ¡oh atenienses!, que llamaseis a quienes os han traído las promesas a base de las cuales os han persuadido a efectuar la paz. Porque ni yo hubiera consentido nunca en encargarme de la embajada, ni VOsotros, ya lo sé, habríais puesto fin a la guerra si hubieseis pensado que Filipo, una vez obtenida la paz, haría cuanto ha realizado. Pero lo que entonces se dijo era cosa muy diferente a lo que ha ocurrido. Y todavía sería necesario llamar a otros. ¿Quiénes? Aquellos que, cuando una vez efectuada la paz, al regresar yo de la segunda embajada que mandasteis para el intercambio de juramentos, dime cuenta de que engañaban a la ciudad y lo dije y lo atestigüé públicamente, oponiéndome al abandono de las Termópilas y de la Fócida, decían que ya era de esperar que un abstemio como yo fuera un cascarrabias y un mal genio; pero que Filipo; si pasaba adelante, haría todo lo que vosotros podíais desear y fortificaría Tespia y Platea, pondría fin a la insolencia de los tebanos, abriría a su costa un canal a través del Quersoneso y os devolvería Eubea y Oropos a cambio de Anfípolis. Porque todo esto fue dicho aquí mismo, en esta tribuna; ya sé que lo recordáis, aunque vosotros no sois muy buenos para recordar aquellas cosas que os causan daño. Y lo más ignominioso de todo es que, en vista de esas esperanzas, decretasteis que este pacto sería válido para vuestros descendientes. Tan completamente hechizados estabais.
Mas, ¿por qué refiero actualmente esto y por qué afirmo que es necesario llamar a aquellos hombres? ¡Por los dioses!, voy a deciros la verdad, con entera franqueza y sin ocultar nada. No para llegar a los insultos ni para dar ocasión de hablar en plan de igualdad ante vosotros, procurando a quienes han chocado conmigo desde el primer momento una excusa para volver a cobrar de Filipo; ni tampoco para poder hablar con entera libertad. No, pero pienso que algún día las acciones de Filipo os causarán más daño que hoy, porque contemplo los progresos que realiza su empresa y no quisiera acertarlo, mas temo que esto esté ya demasiado próximo. Y cuando no os quede posibilidad de desentenderos de los acontecimientos ni oigáis decir, a mí o a cualquier otro, que todo va contra vosotros, sino que lo veáis con vuestros propios ojos y os deis perfecta cuenta de ello, pienso que entonces no os irritaréis y que seréis rigurosos. Por eso tengo miedo de que frente al silencio de los embajadores, que mucho se han guardado de decir por qué razones saben ellos que los han sobornado, vuestra indignación caiga sobre quienes se esfuerzan en enderezar alguna de las cosas que por culpa de ellos se han torcido. Porque observo que a menudo ciertos hombres desatan su rabia, no contra los culpables, sino contra quienes tienen más a mano.
Por tanto, mientras aún se están fraguando los acontecimientos y nosotros nos escuchamos mutuamente, quiero recordar a cada uno de vosotros, a pesar de que todos lo sabéis muy bien, que es el hombre que os convenció para que abandonarais la Fócida y las Termópilas, abandono que hizo de Filipo el dueño de la una y de las otras, le ha hecho asimismo dueño de los caminos del Ática y del Peloponeso y os ha forzado a deliberar, no sobre vuestros derechos ni sobre la situación exterior, sino sobre la situación del país y la guerra contra el Ática, esta guerra que a todos hará sufrir cuando esté aquí, pero que nació aquel mismo día. Porque si entonces no hubieseis sido engañados, actualmente no existiría problema para la ciudad: No, Filipo no hubiera podido obtener ni una victoria naval que le permitiese venir hacia el Ática con un ejército ni atacarnos por tierra a través de las Termópilas y de la Fócida. Antes bien, o hubiera procedido con arreglo a derecho, manteniendo la paz y sin promover querellas, o bien inmediatamente se hubiese encontrado en una guerra parecida a la que entonces le hizo desear la paz.
Os he dicho lo suficiente para despertar vuestros recuerdos. Mas, por los dioses, que estas cosas no lleguen a verificarse nunca con demasiada exactitud. Porque no querría yo que nadie, ni aún siendo digno de la muerte, sufriera su castigo con daño y detrimento de nuestra ciudad."
Demóstenes
Félix Velasco - Blog

Orden público - José Calvo Sotelo

"El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Calvo Sotelo tiene la palabra.
El Sr. CALVO SOTELO: Señores diputados, es ésta la cuarta vez que en el transcurso de tres meses me levanto a hablar sobre el problema del orden público.
"Lo hago sin fe y sin ilusión pero en aras de un deber espinoso, para cuyo cumplimiento me siento con autoridad reforzada al percibir de día en día como al propio tiempo que se agrava y extiende esa llaga viva que constituye el desorden público, arraigada en la entraña española, se extiende también el sector de la opinión nacional de que yo puedo considerarme aquí como vocero, a juzgar por las reiteradas expresiones de conformidad con que me honra una y otra vez.
"España vive sobrecogida con esa espantosa úlcera que el señor Gil Robles describía en palabras elocuentes, con estadísticas tan compendiosas como expresivas; España, en esa atmósfera letal, revolcándose todos en las angustias de la incertidumbre, se siente caminar a la deriva, bajo las manos, o en las manos —como queráis decirlo— de unos ministros que son reos de su propia culpa, esclavos, más exactamente dicho, de su propia culpa...
"Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60 por 100 del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad. Ese problema está ahí en pie, como el 19 de febrero, es decir, agravado a través de los cuatro meses transcurridos, por las múltiples claudicaciones, fracasos y perversión del sentido de autoridad desde entonces producidos en España entera.
"... España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el 16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde os lleva a todos el Frente Popular. (Rumores.)
"La vida de España no está aquí, en esta mixtificación. (Un señor diputado: ¿Dónde está?) Está en la calle, está en el taller, está en todos los sitios donde se insulta, donde se veja, donde se mata, donde se escarnece; y el Parlamento únicamente interesa cuando nosotros traemos la voz auténtica de la opinión...
"... La República, el Estado español, dispone hoy de agentes de la autoridad en número que equivale casi a la mitad de las fuerzas que constituyen el Ejército en tiempo de paz. Porcentaje abrumador, escandaloso casi, no conocido en país alguno normal, si queréis en ningún país democrático europeo. Por consiguiente, no se puede decir que la República, frente a estos problemas del desorden público, haya carecido de los medios precisos para contenerlo.
"¿Cuál es, pues, la causa? La causa es de más hondura, es una causa de fondo, no una causa de forma. La causa es que el problema del desorden público es superior, no ya al Gobierno y al Frente Popular, sino al sistema democrático-parlamentario y a la Constitución del 31...
"... España padece el fetichismo de la turbamulta, que no es el pueblo, sino que es la contrafigura caricaturesca del pueblo. Son muchos los que con énfasis salen por ahí gritando: '¡Somos los más!' Grito de tribu —pienso yo—; porque el de la civilización sólo daría derecho al énfasis cuando se pudiera gritar: '¡Somos los mejores!", y los mejores, casi siempre, son los menos.
"La turbamulta impera en la vida española de una manera sarcástica, en pugna con nuestras supuestas 'soi disant' condiciones democráticas y, desde luego, con los intereses nacionales.
"¿Qué es la turbamulta? La minoría vestida de mayoría. La ley de la democracia es la ley del número absoluto, de la mayoría absoluta, sea equivalente a la ley de la razón o de la justicia, porque, como decía Anatole France, 'una tontería, no por repetida por miles de voces deja de ser tontería'.
"Pero tu ley de la turbamulta es la ley de la minoría disfrazada con el ademán soez, y vociferante y eso es lo que está imperando ahora en España; toda la vida española en estas últimas semanas es un pugilato constante entre la horda y el individuo, entre la cantidad y la calidad, entre la apetencia material y los resortes espirituales, entre la avalancha hostil del número y el impulso selecto de la personificación jerárquica, sea cual fuere la virtud, la herencia, la propiedad, el trabajo, el mando; lo que fuere; la horda contra el individuo.
"Y la horda triunfa porque el Gobierno no puede rebelarse contra ella o no quiere rebelarse contra ella, y la horda no hace nunca la Historia, Sr. Casares Quiroga; la Historia es obra del individuo. La horda destruye o interrumpe la Historia y SS. SS. son víctimas de la horda; por eso SS. SS. no pueden imprimir en España un sello autoritario. (Rumores.)
"Y el más lamentable de los choques (sin aludir ahora al habido entre la turba y el principio espiritual religioso) se ha producido entre la turba y el principio de autoridad, cuya más augusta encarnación es el Ejército. Vaya por delante un concepto en mí arraigado: el de la convicción de que España necesita un Ejército fuerte, por muchos motivos que no voy a desmenuzar... (Un Sr. Diputado: Para destrozar al pueblo, como hacíais.)
"... Sobre el caso me agradaría hacer un levísimo comentario. Cuando se habla por ahí del peligro de militares monarquizantes, yo sonrío un poco, porque no creo —y no me negaréis una cierta autoridad moral para formular este aserto— que exista actualmente en el Ejército español, cualesquiera que sean las ideas políticas individuales, que la Constitución respeta, un solo militar dispuesto a sublevarse en favor de la Monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera, sería un loco, lo digo con toda claridad (Rumores), aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía..." (Grandes protestas y contraprotestas.)
El Sr. PRESIDENTE: No haga su señoría invitaciones que fuera de aquí pueden ser mal traducidas.
El Sr. CALVO SOTELO: La traducción es libre, Sr. Presidente; la intención es sana y patriótica, y de eso es de lo único que yo respondo...
"... Y puesto que el debate se ha producido sobre desórdenes públicos o sobre el orden público, ¿cómo podría yo omitir un repaso rapidísimo de algunos episodios tristes acaecidos en esta materia y que constituyen un desorden público atentatorio a las esencias del prestigio militar?
"... Un cadete de Toledo tiene un incidente con los vendedores de un semanario rojo: se produce un alboroto: no sé si incluso hay algún disparo; ignoro si parte de algún cadete, de algún oficial, de un elemento militar o civil, no lo sé; pero lo cierto es que se produce un incidente de escasísima importancia. Los elementos de la Casa del Pueblo de Toledo exigen que en término perentorio... (Un Sr. diputado: Falso. —Rumores.) se imponga una sanción colectiva (siguen los rumores) y, en efecto, a las veinticuatro horas siguientes, el curso de la escuela de Gimnasia es suspendido 'ab irato' y se ordena el pasaporte y la salida de Toledo en término de pocas horas a todos los sargentos y oficiales que asisten al mismo, y la Academia de Toledo es trasladada fulminantemente al campamento, donde no había intención de llevarla, puesto que hubo que improvisar menaje, utensilios, colchonetas, etc., y allí siguen. Se ha dado satisfacción así a una exigencia incompatible con el prestigio del uniforme militar, porque si se cometió alguna falta, castíguese a quien la cometió, pero nunca es tolerable que por ello se impongan sanciones a toda una colectividad, a toda una Corporación. (Rumores)
"En Medina del Campo estalla una huelga general; ignoro por qué causa, y para que los soldados del regimiento de Artillería allí de guarnición puedan salir a la compra, consiente, no sé qué jefe —si conociera su nombre lo diría aquí, y no para aplaudirle—, que vayan acompañados, en protección, por guardias rojos (Rumores. Un señor Diputado: No es verdad. Lo sé positivamente. Siguen los rumores.) Es verdad. (Protestas.)
"En Alcalá de Henares (los datos irán, si es preciso, al Diario de Sesiones para ahorrar las molestias de la lectura). (Risas.) Tomadlo a broma; para mí esto en muy serio. (Rumores.) Un día un capitán, al llegar aquí, es objeto de insultos, intentan asaltar su coche, se ve obligado a disparar un tiro para defenderse, y es declarado disponible. (Rumores.)
"Otro día, un capitán, en la plaza municipal de Alcalá, es requerido por unas mujeres para que defienda a un muchacho que está siendo apaleado por una turba de mozalbetes; interviene, se promueve un incidente y el coronel ordena que pase al cuartel, queda allí arrestado y se le declara disponible.
"Otro día (este hecho ocurrió hace poco más de un mes) llega a Alcalá un capitán en bicicleta, el capitán señor Rubio: la turba le sigue, se mete él en su casa: la turba intenta asaltarla y tiene que defenderse: pide auxilio al coronel o al general: se lo niegan, sigue sosteniendo la defensa durante dos o tres horas; tiene que evacuar a la familia por la puerta trasera de la casa donde vive. (Rumores. El señor presidente agita la campanilla reclamando orden.)
"Al día siguiente el general de esa brigada ordena que los oficiales salgan sin uniformes ni armas a la calle, y al otro día, gracias a las gestiones que realizan los elementos de la Casa del Pueblo en los centros ministeriales, se da la urden de que en el término de ocho horas sean desplazados los dos regimientos de guarnición en Alcalá, el uno a Palencia y el otro a Salamanca... (Rumores y protestas. El señor presidente reclama orden.)
"...Yo podría alargar esta lista, pero la cierro. Voy a hacer un solo comentario, ahorrándome otros que quedan aquí en el fuero de mi conciencia y que todos podéis adivinar. Quiero decir al Sr. presidente del Consejo de Ministros que, puesto que existe la censura, que puesto que S.S. defiende y utiliza los plenos poderes que supone el estado de alarma, es menester que S.S. transmita a la censura instrucciones inspiradas en el respeto debido a los prestigios militares.
"Hay casos bochornosos de desigualdad que probablemente desconoce S.S., y por si los desconoce, y para que los corrija y evite en lo futuro, alguno quiero citar a S.S. Porque, ¿es lícito insultar a la Guardia Civil (y aquí tengo un artículo de Euzkadi Rojo, en que dice que la Guardia Civil asesina a las masas y que es homicida) y, sin embargo, no consentir la censura que se divulgue algún episodio, como el ocurrido en Palenciana, pueblo de la provincia de Córdoba, donde un guardia civil, separado de la pareja que acompañaba, es encerrado en la Casa del Pueblo y decapitado con una navaja cabritera? (Grandes protestas. Varios señores diputados: Es falso, es falso.) ¿Qué no es cierto que el guardia civil fue internado en la Casa del Pueblo y decapitado? El que niegue eso es... (El orador pronuncia palabras que no constan por orden del Sr. presidente y que dan motivo a grandes protestas e increpaciones.)
El Sr. PRESIDENTE: Señor Calvo Sotelo, retire S.S. inmediatamente esas palabras.
El Sr. CALVO SOTELO: Señor presidente, a mí me gusta mucho la sinceridad, jamas me presto a ningún género de convencionalismos, y voy a decir quién es el diputado que ha calificado de canallada la exposición, que yo hacía: es el señor Carrillo. Si no explica estas palabras, han de mantenerse las mías. (Se reproducen fuertemente las protestas.)
El Sr. PRESIDENTE: Se dan por retiradas las palabras del señor Calvo Sotelo. Puede seguir su señoría.
El Sr. SUÁREZ DE TANGIL: ¿Y las del Sr. Carrillo? (El señor Carrillo replica con palabras que levantan grandes protestas y que no se consignan por orden de la Presidencia.)
El Sr. PRESIDENTE: Señor Carrillo, si cada uno de los señores diputados ha de tener para con los demás el respeto que pide para sí mismo, es preciso que no pronuncie palabras de ese jaez, que, vuelvo a repetir, más perjudican a quien las pronuncia que a aquél contra quien se dirigen. Doy también por no pronunciadas las palabras de su señoría.
El Sr. CALVO SOTELO: Voy a concluir ya... Para que el Consejo de Ministros elabore esos propósitos de mantenimiento del orden han sido precisos 250 ó 300 cadáveres, 1.000 ó 2.000 heridos y centenares de huelgas. Por todas partes, desorden, pillaje, saqueo, destrucción. Pues bien, a mí me toca decir, Sr. presidente del Consejo, que España no os cree. Esos propósitos podrán ser sinceros, pero os falta fuerza moral para convertirlos en hechos.
"¿Qué habéis realizado en cumplimiento de esos propósitos? Un telegrama circular y una combinación fantasmagórica de gobernadores, reducida a la destitución de uno, ciertamente digno de tal medida, pero no digno ahora, sino hace tres meses. Y quedan otros muchos que están presidiendo el caos, que parecen nacidos para esa triste misión, y entre ellos y al frente de ellos un anarquista con fajín, y he nombrado al gobernador civil de Asturias, que no parece una provincia española, sino una provincia rusa... (Fuertes protestas.—Un Sr. diputado: Y eso, ¿qué es? Nos está provocando. El señor presidente agita la campanilla reclamando orden.)
"... Yo digo. Sr. presidente del Consejo de Ministros, compadeciendo a S.S. por la carga ímproba que el azar ha echado sobre sus espaldas...
(El Sr. presidente del Consejo de Ministros: Todo menos que me compadezca S.S. Pido la palabra. —Aplausos.)
"El estilo de improperio característico del antiguo señorito de la ciudad de La Coruña... (Grandes protestas.)
(El Sr. presidente del Consejo de Ministros: Nunca fui señorito. —Varios señores diputados increpan al señor Calvo Sotelo airadamente)
El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden! Los señores diputados tomen asiento.
"Señor Calvo Sotelo, voy pensando en que es propósito deliberado de S.S. producir en la Cámara una situación de verdadera pasión y angustia. Las palabras que S.S. ha dirigido al Sr. Casares Quiroga, olvidando que es el presidente del Consejo de Ministros, son palabras que no están toleradas, no en la relación de una Cámara legislativa, sino en la relación sencilla entre caballeros. (Aplausos.)
El Sr. CALVO SOTELO: Yo confieso que la electricidad que carga la atmósfera presta a veces sentido erróneo a palabras pronunciadas sin la más leve maligna intención. (Protestas.)
"... Lamento que se haya alargado mi intervención por este último incidente y concluyo volviendo con toda serenidad y con toda reflexión a lo que quisiera que fuese capítulo final de mis palabras, y es que anteayer ha pronunciado el Sr. Largo Caballero un nuevo discurso y en él ha dicho que esta política, la política del Gobierno del Frente Popular, sólo es admisible para ellos en tanto en cuanto sirva el programa de la revolución de octubre, en tanto en cuanto se inspire en la revolución de octubre. Pues basta, Sr. presidente del Consejo; si es cierto eso, si es cierto que S.S., atado umbilicalmente a esos grupos, según dijo aquí en ocasión reciente, ha de inspirar su política en la revolución de octubre, sobran notas, sobran discursos, sobran planes, sobran propósitos, sobra todo; en España no puede haber más que una cosa: la anarquía. (Aplausos)
El Sr. PRESIDENTE: El Sr. presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.
El Sr. presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Casares Quiroga): Señores diputados, yo tenía la decidida intención de esperar a que tomaran parte en este debate todos los oradores que habían pedido la palabra, e intervenir entonces, en nombre de! Gobierno; pero el Sr. Calvo Sotelo ha pronunciado esta tarde, aquí, palabras tan graves, que antes que el presidente del Consejo de Ministros, quien ha pedido la palabra, diré que, impulsivamente, ha sido el ministro de la Guerra...
"... El Sr. Calvo Sotelo, con una intención que ya no voy a analizar, aunque pudiera hacerlo, ha venido esta tarde a locar puntos tan delicados y a poner los dedos, cruelmente, en llagas que, como español simplemente, debiera cuidad muy mucho de no presentar, que es obligado al ministro de la Guerra el intervenir inmediatamente para desmentir en su fundamento todas las afirmuaciones que ha hecho el Sr. Calvo Sotelo...
"... Yo no quiero incidir en la falta que cometería S.S, pero sí me es lícito decir que después de lo que ha hecho S.S. hoy ante el Parlamento, de cualquier caso que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, haré responsable ante el país a su señoría. (Fuertes aplausos.)
"No basta, por lo visto, que determinadas personas, que yo no sé si son amigas de su señoría, pero tengo ya derecho a empezar a suponerlo, vayan a procurar levantar el espíritu de aquellos que puede creerse que serían fáciles a la subversión, recibiendo a veces por contestación el empellón que los arroja por la escalera; no basta que algunas persona amigas de su señoría vayan haciendo folletos, formulando indicaciones, realizando una propaganda para conseguir que el Ejército, que está al servicio de España y de la República, pese a todos vosotros y a todos vuestros manejos, se subleve (aplausos); no basta que, después de habernos hecho probar las 'dulzuras' de la Dictadura de los siete años, S.S, pretenda ahora apoyarse de nuevo en un Ejército, cuyo espíritu ya no es el mismo, para volvernos a hacer pasar por las mismas amarguras; es preciso que aquí, ante todos nosotros, en el Parlamento de la República, S.S., representación estricta de la antigua Dictadura venga otra vez a poner las manos en la llaga, a hacer amargas las horas de aquellos que han sido sancionados, no por mí, sino por los Tribunales; es decir, a procurar que se provoque un espíritu subversivo. Gravísimo. Sr. Calvo Sotelo. Insisto; si algo pudiera ocurrir, su señoría sería el responsable con toda responsabilidad. (Muy bien; aplausos.)
"... ¿Que España no nos va a creer? ¿Cuál España? ¿La vuestra, ya que, por lo visto estamos dividiendo a España en dos? ¿Qué España no nos va a creer? Sr. Gil Robles y Sr. Calvo Sotelo, no quiero incurrir en palabras excesivas; a los hechos me remito. Ya veremos si España nos cree o no. (Prolongados aplausos de la mayoría.)
El Sr. PRESIDENTE: Distintos señores diputados han pedido la palabra. He de considerar el acuerdo adoptado por la Cámara hace unos minutos en el sentido de que, haciendo un poco expansiva la interpretación del Reglamento en lo que se refiere a las proposiciones no de ley, puedan intervenir en el debate los señores diputados que lo han solicitado.
La Sra Ibárruri tiene la palabra.
La Sra. IBÁRRURI: Sr. Casares Quiroga. Sres, ministros: Ni los ataques de la reacción ni las maniobras, más o menos encubiertas, de los enemigos de la democracia, bastarán a quebrantar ni a debilitar la fe que los trabajadores tienen en el Frente Popular y en el Gobierno que lo representa. (Muy bien.) Pero es necesario que el Gobierno no olvide la necesidad de hacer sentir la ley a aquellos que se niegan a vivir dentro de la ley. Y si hay generalitos reaccionarios que en un momento determinado, azuzados por elementos como el Sr. Calvo Sotelo, pueden levantarse contra el Poder del Estado, hay también soldados del pueblo, cabos heroicos, como el de Alcalá, que saben meterlos en cintura. (Muy bien.) Y cuando el Gobierno se decida a cumplir con ritmo acelerado el pacto del Frente Popular y, como decía no hace muchos días el Sr. Albornoz, inicie la ofensiva republicana, tendrá a su lado a todos los trabajadores dispuestos, como el 16 de febrero, a aplastar a esas fuerzas y a hacer triunfar, una vez más, al Bloque Popular.
"Conclusiones a que yo llego: Para evitar las perturbaciones, para evitar el estado de desasosiego que existe en España, no solamente hay que hacer responsable de la que pueda ocurrir a un Sr. Calvo Sotelo cualquiera, sino que hay que comenzar por encarcelar a los patronos que se niegan a aceptar los laudos del Gobierno.
"Hay que comenzar por encarcelar a los terratenientes; hay que encarcelar a los que con cinismo sin igual, llenos de sangre de la represión de octubre, vienen aquí a exigir responsabilidades por lo que no se ha hecho. Y cuando se comience por hacer esta obra de justicia, Sr. Casaros Quíroga. Sres. ministros, no habrá Gobierno que cuente con un apoyo más firme, más fuerte que el vuestro, porque las masas populares de España se levantarán, repito, como en el 16 de febrero, y aún, quizá, para ir más allá, contra todas esas fuerzas que, por decoro, nosotros no deberíamos tolerar que se sentaran allí (Grandes aplausos.)
El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Calvo Sotelo tiene la palabra para rectificar.
El Sr. CALVO SOTELO: Voy a contestar ahora, rapidísimamente, unas palabras y conceptos concretos del Sr. Casares Quiroga. Su señoría ha querido darme una lección de prudencia política... Ahora bien, Sr. Casares Quiroga; para que S.S. dé lecciones de prudencia, es preciso que comience por practicarla, y el discurso de S.S. de hoy es la máxima imprudencia que en mucho tiempo haya podido culminarse desde el banco azul...
"Para mí, el Ejército (lo he dicho fuera de aquí y en estas palabras no hay nada que signifique adulación), para mí, el Ejército —y discrepo en esto de amigos como el Sr. Gil Robles—, no es en momentos culminantes para la vida de la patria un mero brazo, es la columna vertebral. Y yo agrego que en estos instantes en España se desata una furia antimilitarista que tiene sus arranques y orígenes en Rusia y que tiende a minar el prestigio y la eficiencia del Ejército español.
"¿Que S.S. ama al Ejército? No lo he negado. ¿Que se trata de servir al Ejército? No lo he puesto en duda; lo que sí he advertido a S.S. es la necesidad absoluta de que se evite que el Ejercito pueda descomponerse, pueda disgregarse, pueda desmedularse a virtud de la acción envenenadora que en tomo suyo se produce... Por las calles de Oviedo, a las veinticuatro o a las cuarenta y ocho horas de la circular de S.S., que prohíbe ciertos desfiles y ciertas exhibiciones, han pasado tranquilamente uniformados y militarizados, cinco, seis, ocho o diez mil jóvenes milicianos rojos, que al pasar ante los cuarteles no hacían el saludo fascista, que a S.S. le parece tan vitando, pero sí hacían el saludo comunista, con el puño en alto y gritaban: "¡Viva el ejército rojo!'; palabras que no tenían el valor... (un señor diputado: No es cierto), lo dice Claridad. (El mismo señor diputado: No han desfilado por delante de ningún cuartel.)
"Esos vivas al ejército rojo quieren ser, quizá, una añagaza para disimular ciertas perspectivas bien sombrías sobre lo que quedaría de las instituciones militares actuales en el supuesto de que triunfase vuestra doctrina comunista. Pero no caben despistes. De los jefes, oficiales y clases del Ejército zarista, ¿cuántos militan y figuran en las filas del ejército rojo? Muchos murieron pasados a cuchillo, otros murieron de hambre; otros pasean su melancolía conduciendo taxis en París o cantando canciones del Volga. (Risas.) No ha quedado ninguno en el ejército rojo.
"Yo tengo, Sr. Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul, y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, Sr. Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de S.S. Me ha convertido su señoría en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, Sr. Casares Quiroga.
"Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi patria (exclamaciones) y para gloria de mi España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: 'Señor, la vida podéis quitarme pero más no podéis". Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio. (Rumores.)
"Pero a mi vez invito al Sr. Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, puesto que es hombre de honor; estrechamente, día a día. hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla. Piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos. Mida S.S. sus responsabilidades, repase la historia de los veinticinco últimos años y verá el resplandor doloroso y sangriento que acompaña a dos figuras que han tenido participación primerísima en la tragedia de dos pueblos: Rusia y Hungría, que fueron Kerensky y Karoly; Kerensky fue la inconsciencia; Karoly, la traición a toda una civilización milenaria.
"Su Señoría no será Kerensky, porque no es ningún inconsciente, tiene plena conciencia de lo que dice, de lo que calla y de lo que piensa. Quiera Dios que S.S. no pueda equipararse jamás a Karoly." (Aplausos.)"
Intervenciones de José Calvo Sotelo y otros diputados en las Cortes el 16 de Junio de 1936
Félix Velasco - Blog