domingo, 28 de marzo de 2010

Un colegio no sexista


No sé de qué diablos protesto, a veces. Soy un gruñón bocazas, porque en realidad vivimos en un país fascinante. Según donde te sitúes, o lo haga el azar, lo mismo puedes echar la mascada por sotavento que rularte de risa o estamparle besos al vecino de barra. Yo mismo, cuando tengo sobredosis de telediario y me asomo a la ventana pidiendo que llueva napalm y nos lleve a todos a tomar por saco, me organizo a veces una terapia que funciona de cine: corro al bar más próximo, pido una caña y una tapa, miro alrededor y tiendo la oreja. Así, muchas veces, lo que veo o lo que oigo, las vidas que hormiguean a mi alrededor, la pareja que habla en voz baja cogida de la mano en la mesa junto a la ventana, el currante que se come el bocata, la señora que entra a pedir un café con leche después de pasar veinte minutos charlando con las otras marujas en la puerta del mercado, la peña considerada de cerca, en resumen, me suben el ánimo. Me reconcilian con la gente y con el escenario. Conmigo mismo, de paso. Como digo siempre, Sodoma y Gomorra, igual que Villacenutrios del Rebollo, están, si uno se fija, llenas de justos que las salvan. También de payasos que las animan. Que le dan vidilla al cotarro.
El otro día tocó rularse de risa. La historia es verídica, aunque ustedes son dueños de creérsela o no. Como aval tienen mi palabra de honor, así que allá cada cual. Yo puedo jurarles por las Siete Bolas de Cristal que es cierta en lo sustancial y el desenlace. Ocurrió hace pocos días en una asamblea de la asociación de padres de alumnos de un colegio rural, alguno de cuyos integrantes es amigo mío. Buscaban nombre para el centro escolar, y el debate se animó con propuestas y contrapropuestas. Participaba activamente, con calor dialéctico, una señora todavía joven, notable por sus actitudes antisexistas. Muy eficaz en su trabajo, dicho sea de paso. Lúcida, cualificada y profesional. Pero de las convencidas –sin duda sinceramente, en este caso– de que los Reyes Magos deberían llamarse Reyes y Reinas Magos y Magas, y que regalarle un balón y una espada de juguete a un niño varón significa forjar, desde la más tierna infancia, a un maltratador de mujeres y a un fascista con carnet.
El caso es que, dándole vueltas al nombre del colegio, la antedicha señora se negó a utilizar el de un conocido escritor español vivo –no era el mío, tranquilicémonos todos–, argumentando que el candidato pertenecía al sexo masculino –ella dijo «género»–, y que eso suponía discriminar a las mujeres escritoras. El mentado, además, no era considerado por la citada señora un pavo progresista, sino proclive –y esto es literal, o casi– «a una manera de escribir demasiado apegada a las reglas académicas, lo que le da un tufillo de derechas». Además era varón, lo que suponía una discriminación adicional. No sería bien visto. Se le pidió entonces a la señora que aportase nombres de escritores homosexuales inequívocamente progresistas, dignos de figurar en el membrete de cartas de un colegio español del año 2010. O, preferiblemente, de escritoras hembras en situación parecida. Pero no supo dar ninguno. Los hombres eran hombres, a fin de cuentas; y a las mujeres no acababa de verlas. «Hasta este mismo debate es machista», apuntó la prójima saliéndose por los cerros de Úbeda. Se entabló luego una animada discusión en busca de gente de otros registros, a ser posible mujeres vivas, conocidas, relacionadas con las letras, la educación o la cultura en general. Pero todo eran inconvenientes. A la señora no le cuadraban las cuentas. Además, no podía ser un nombre masculino, concluyó, por su posible interpretación sexista; pero si era mujer parecería muy radical. Muy extremista. `Colegio Miguel de Cervantes´ sonaba a rancio y a facha. «Con Franco todos se llamaban así», dijo alguien. Lo conveniente era un nombre que fuese popular, con tirón, pero que careciese por completo de connotación política. «Fulano escribió durante el franquismo, Mengano sale mucho en El País, Zutano firma en la tercera de ABC.» Eso de la etiqueta, real o postiza, los dejaba fuera a todos. «Sin olvidar –apuntó un profesor, ya en plan de coña– que si es hombre o mujer de raza blanca, pueden acusarnos de racismo. Y escritoras negras no tenemos muchas.»
l fin, tras varias horas de dimes y diretes, la señora dio con la solución: «Un nombre –apuntó muy seria– que cumple todos los requisitos para representar los valores del centro educativo, sin ser sexista ni afectar la sensibilidad de ningún colectivo». Luego hizo una pausa, los miró a todos con ojos encendidos de entusiasmo y dijo: «La Pantera Rosa».

Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

Muertos de primera, muertos de segunda


Se dice siempre que la muerte es la gran igualadora, que partimos de este mundo tan desnudos como nacimos y que de nada sirve ser el más rico del cementerio. Sin embargo, a pesar de que estas tres aseveraciones parecen irrebatibles, sólo la segunda es del todo cierta. Empezaré hablando de la tercera premisa, que es la más festiva y chusca. Como todos sabemos, hay muertos que ganan un pastón, aunque ya estén criando malvas. Cierto es que ellos no se benefician de nada, pero desde luego de algo sirve ser el más rico del cementerio. Sirve para hacer muy felices a sus descendientes, que se pueden dedicar a vivir sin dar golpe mientras el finado trabaja por ellos. Y si no, que se lo pregunten a los herederos de Michael Jackson (cien millones de dólares lleva ganados desde julio) o a los de Elvis Presley (cincuenta y cinco millones en su último ejercicio). O a los de J. R. R. Tolkien o John Lennon o incluso a los de Albert Einstein, que, a pesar de haber muerto hace varios lustros, generó el año pasado ganancias por la nada desdeñable cifra de diez millones de dólares.
Sigamos ahora con la primera de las aseveraciones, la de que la muerte es la gran igualadora. Como digo, a priori, la premisa parece cierta porque no hay nada tan democrático como la muerte que siega por igual la vida de ricos y pobres. Sin embargo, no es verdad que todos los muertos sean iguales. Buena prueba de ello es que, cuando ocurre una catástrofe en un país rico, no suele mostrarse ni un solo cadáver. El caso paradigmático es el atentado del 11-S. Salvo la famosa imagen de un infeliz cayendo desde una de las Torres Gemelas, jamás vimos ni un muerto ni un herido, mucho menos un mutilado o deforme. Nada que ver con el tratamiento mediático que se hace de una catástrofe en un país pobre. En este caso, el `respeto´ es tal que, como ocurrió recientemente en el terremoto de Haití, los cadáveres de esas pobres gentes se retiraban con pala excavadora delante de las ávidas y estúpidas cámaras televisivas de nuestro muy civilizado mundo. Sin embargo, no es de muertos de primera o de segunda de lo que quiero hablarles hoy, sino de otros para mí aún mas incomprensibles. Me refiero a las diferencias que se hacen con muertos o desaparecidos que gozan de gran relevancia mediática. En estos días, por ejemplo, se pone en marcha por cuarta o quinta vez la búsqueda del cadáver de Marta del Castillo. Hasta el momento, y según cálculos nada optimistas, se llevan gastados en dicha búsqueda varios millones de euros. Todo el mundo sabe que la niña está muerta, todo el mundo sabe también que el asesino ha confesado la autoría, pero por lo visto no es suficiente. Cada vez que el caso languidece, la familia logra movilizar a la opinión pública para que se reanude la búsqueda en un sitio distinto sin que nadie, con un mínimo sentido común, diga que eso es una necedad. Que argumente, por ejemplo, algo tan elemental como que, a pesar de que en caso policial siempre es mejor recuperar el cadáver, nada devolverá la vida a Marta. O que el dolor de unos padres y su deseo de recuperar el cuerpo de su hija son muy comprensibles, pero que no justifican gastos tan desmesurados. Y por fin tampoco se esgrime el argumento más evidente de todos: que ese dinero podría emplearse en otras causas, en otras búsquedas, en paliar el dolor de tantísimas familias en circunstancias parecidas cuyos hijos también están desaparecidos, pero, a diferencia de Marta, tal vez sí estén vivos. Lamentablemente, como ya vimos con el caso Madeleine McCann, que también concitó en los medios de comunicación un clamor parecido al de Marta del Castillo, hoy mandan los caprichos de la atención mediática, hasta el punto de que la Policía se ve obligada a hacer diferencias en casos en los que no debería haber diferencia alguna. Porque el dolor por la pérdida de un ser querido, máxime si es un menor y en circunstancias tan dramáticas, merece el mismo respeto en todos los casos. Y es que si malo es que haya diferencia entre los vivos, que la haya entre los muertos es, cuanto menos, estúpido.

Carmen Posadas
Félix Velasco - Blog

Los panfletos liberales de Rodríguez Braun


Mi dilecto y platense amigo y maestro Carlos Rodríguez Braun acaba de publicar una pequeña guía de proclamas liberales titulada precisamente Panfletos liberales que se me antoja imprescindible para aquellos que consideren que el liberalismo es la máxima crema de la libertad. Absténganse totalitarios, como digo en su prólogo que aquí traigo, porque van a pasar una mala tarde. Absténganse nostálgicos del colectivismo o defensores de la vieja idea de los derechos colectivos, no individuales. El libro es un alegato contra aquellos actores sociales que no tienen reparo en admitir dictaduras si éstas son de izquierdas y contra aquellos intelectuales, poetas, escritores que le han dado plácet ideológico a auténticos procesos represivos y liberticidas. Sartre o Neruda sentaban cátedra no pocas veces a favor de feroces criminales y nadie osaba a abrir la boca. Si lo hacías y recordabas que ambos carcamales han sido valedores de la ideología que más víctimas mortales arrastra desde la creación del mundo –el estalinismo–, eras calificado y despreciado de forma inmediata. Al igual que ellos, que Grass, que García Márquez, que Saramago, excelentes creadores por otra parte, muchos líderes artísticos han disculpado inexplicablemente crímenes abyectos en función de vetustas ideologías que, como poco, sólo han conseguido arruinar las sociedades en las que se han aplicado. El capitalismo, en esas esferas, es juzgado por sus resultados; el socialismo, en cambio, sólo por sus objetivos.
Estos panfletos de Braun argumentan una gran verdad: libertad y democracia son un buen negocio. Allá donde la libertad individual ha sido respetada, la iniciativa del ser humano ha hecho progresar a la sociedad, la ha enriquecido y ha dotado de instrumentos imprescindibles a aquellos que tienen la sana intención de liderar el futuro. Países supuestamente ricos, llenos de recursos naturales –el doctor Rodríguez Braun podría citar fácilmente uno– han recaído constantemente en la melancolía del marasmo, del estancamiento, por culpa de políticas paternalistas e intervencionistas. Países sin un maldito campo de cereales han salido adelante, en cambio, gracias a la libertad, a la paz y, especialmente, a la seguridad jurídica, la que consagra la propiedad privada, esa que garantiza la tranquilidad de que lo que te has ganado tú honradamente no va a venir ningún iluminado a quitártelo. No se trata, como pueden imaginar, de suprimir el Estado, o la idea que de tal se tiene desde mediados del siglo pasado: el liberalismo sostiene que un Estado debe redistribuir la riqueza en forma de igualdad de oportunidades, además de acudir en socorro de quien verdaderamente esté marginado de los territorios de bienestar; sin embargo, el liberalismo de Rodríguez Braun es aquel que le dice al Estado que no haga él las cosas que podemos hacer los demás, que no se meta en nuestras vidas más allá de las leyes elementales de convivencia y que permita que los emprendedores puedan crear riqueza para todos sin tener que pedir perdón por ello. Desgraciadamente, es sabido que cuando engorda un Estado, adelgazan los individuos. Y al revés.
No quieran interpretar este libro según el viejo baremo de las izquierdas y las derechas. Ambas existen, o existían con mucha más claridad, desde tiempo atrás, pero se desdibujan ante el terremoto de cambios a los que predispone, por ejemplo, el avance tecnológico, la nueva sociedad de la información y la globalización mundial de la economía, otro de los caballos de batalla del pensamiento único. La línea divisoria, el eje que divide la política de nuestro tiempo, es la que separa una concepción de la sociedad con más libertad o con menos libertad. Lo demás es cosa de libros antiguos, de manuales de historia.
Si se asoman a su interior, encontrarán un texto rico en ideas, provocador, incorrecto políticamente. Dejen de un lado prejuicios decimonónicos y monsergas largamente aprendidas y dadas por válidas por ese tipo de pensadores que siempre tienen aspecto de estar enfadados. Dejen de lado dogmas antiguos y soflamas fáciles. El desarrollo de sus diversos capítulos no les dejará indiferentes.
Este licenciado, seguidor impenitente del doctor Rodríguez Braun –aunque él sea de River y a mí me guste Boca–, les aconseja calma, curiosidad y espíritu de alerta permanente. Tras cualquier frase supuestamente inofensiva puede esconderse el furioso león revolucionario de la verdad, esa que no sé si nos hará libres, pero que sí nos dejará la conciencia mucho más tranquila.

Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

domingo, 21 de marzo de 2010

Pasión y Razón


Razón y Pasión son el timón y las velas de nuestra alma viajera. Si las velas o el timón se rompieran, no podríamos nada más que agitaros e ir a la deriva o permanecer inmóviles en medio del mar. Porque la razón, gobernando sola, es una fuerza limitadora y la pasión, desgobernada, es una llama que se quema hasta su propia destrucción.
Félix Velasco - Blog

Invictus

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley

sábado, 20 de marzo de 2010

Esto lo arreglamos entre todos


Dicen que al mal tiempo hay que ponerle buena cara; sólo que algunos se la ponen tan requetebuena que la cara se les convierte en jeta, y no precisamente blanda. Así, por ejemplo, la secretaria general de empleo, Maravillas Rojo, que tiene un nombre que es un oxímoron y un cargo que es una paradoja (o un sarcasmo), se despachaba hace unos días con unas declaraciones de un feminismo naïve la mar de simpático. Observaba la buena de Maravillas que la crisis económica, entre tantas calamidades, nos «ha conducido a un mayor equilibrio» en el paro entre hombres y mujeres; o sea, que el paro se está cebando, al parecer, con mayor voracidad entre los machos, de tal modo que, a medida que la crisis se agudiza, se roza la paridad perfecta, que es la de hombres y mujeres igualados en la miseria. Esta entrañable Maravillas es la misma que, cuando la crisis empezaba a trabajar en pro de la igualdad en la miseria entre hombres y mujeres, propuso que los parados aficionados al alpinismo se especializasen en la limpieza de fachadas de edificios; ocurrencia que, amén de una burla impía, puede considerarse un rasgo de humorismo negro, pues a un parado con afición al alpinismo, antes que limpiando fachadas de un edificio, nos lo imaginamos, azuzado por la desesperación, arrojándose por un barranco.
Dicen también (los mismos que proponen poner buena cara al mal tiempo) que quien no se consuela es porque no quiere. Y, desde luego, las mujeres en paro pueden consolarse con esta última (o penúltima) perla evacuada por la buena de Maravillas, como se consolaba aquel sabio «pobre y mísero» que se sustentaba de las yerbas que recogía, según nos cuenta Calderón de la Barca en La vida es sueño; y que, mientras se preguntaba si habría otro más pobre y triste que él, halló la respuesta «viendo / que iba otro sabio cogiendo / las hierbas que él arrojó». Consuelo cetrino y desgraciado, ciertamente, el que necesita saber de un infortunio mayor para hacer el suyo llevadero; pero consuelo, a fin de cuentas. Y, por si las mujeres en paro no se consolasen de su miseria tras comprobar que los hombres son más míseros aún, por si aún la promesa de una paridad inminente en la miseria no las aliviase de su infortunio, tenemos a los cachondos de la Fundación Confianza dispuestos a espantarnos los fantasmas del pesimismo, siguiendo aquella consigna de la propaganda oficial que establece que la crisis es un «estado de ánimo».
Y para cambiar nuestro estado de ánimo, o por evitar que nuestro estado de ánimo les amargue los dividendos a las empresas que los sufragan, los cachondos de la Fundación Confianza han hecho una redada de progres famosillos con los que han montado una campaña publicitaria en la que, con desahogo y desparpajo, lanzan a los hombres y mujeres igualados en la miseria el nuevo mantra de moda: «Esto lo arreglamos entre todos». Socarronería la mar de simpática en la que se nos escamotea el origen de «esto», que no fue causado «entre todos», sino sólo «entre unos cuantos»; y ahora esos cuantos se hacen los longuis y, para resolver el desaguisado que ellos mismos causaron, convocan a los míseros que padecen sus consecuencias. Lo cual es tanto como si una panda de gamberros entraran en nuestra casa, se zamparan pantagruélicamente los víveres de la despensa arrojando al suelo los envoltorios, y, sorprendidos in fraganti en las postrimerías de su pitanza, nos dijeran sin rebozo, mientras eructan complacidos y se palmean la barriga: «Esto lo limpiamos entre todos». O sea, que hombres y mujeres igualados en la miseria tienen encima que arreglar el destrozo que causaron los zampones que los dejaron sin comida. Este plan tan simpático para salir de la crisis, consistente en pedir que «entre todos» arreglemos lo que causaron «unos cuantos» (¡que, además, son los mismos que nos lo piden!), los clásicos lo habrían resumido con una sentencia menos merengosa que el mantra de moda; pero que, en esencia, viene a decir lo mismo: «Tras de cornudo, apaleado». Sólo que, cuando escribían los clásicos, los cornudos y apaleados eran siempre varones iracundos y sedientos de venganza que acababan limpiando su honor con la espada. En esta época sin clásicos, a los cornudos y apaleados se les pide que se la envainen, cambien de estado de ánimo y pongan al mal tiempo buena cara.
Y, además, los cornudos y apaleados se distribuyen hoy paritariamente entre ambos sexos. ¡Para algo había de servir el Ministerio de Igualdad!

Juan Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog

¿Por qué el pollo cruzó la carretera?

¿Cuál crees que es la mejor respuesta?



Esta última es en clave española:

Indica también tu respuesta personal, ¿por qué crees que el pollo cruzó la carretera?

Ampliar vocabulario


Félix Velasco

sábado, 13 de marzo de 2010

Cuatro minutos


Me llegan, por amigo interpuesto, los comentarios de uno de los infantes de marina que estaban en el Índico durante el secuestro del Alakrana –del que, por cierto, nadie explicó de modo satisfactorio qué bandera llevaba izada, o no, cuando le dijeron buenos días–. El citado mílite es uno de los que intervinieron en la persecución de los piratas somalíes cuando éstos, después de trincar la pasta, salieron a toda leche para refugiarse en la costa. Viniendo de donde vienen, no es raro que los comentarios revelen insatisfacción por las órdenes recibidas y por el grotesco desenlace. Desde su comprensible anonimato, el infante de marina se desahoga, contando que los malevos estuvieron a tiro, pero las órdenes eran no disparar bajo ningún concepto, pues nadie estaba dispuesto a admitir muertos ni heridos en aquel sainete.
Todo es conocido de sobra, y no merece volver sobre ello. Pero hay una frase que tengo por significativa, porque explica no sólo lo del Alakrana, sino muchas otras cosas: «Tuvimos de tres a cuatro minutos para detenerlos. Pedimos órdenes y hubo silencio». Con esas interesantes palabras en el aire, les invito a un bonito e instructivo ejercicio. Cierren los ojos e imaginen. Lo han visto veinte veces en el cine o la tele: las lanchas de los piratas zumbando hacia la playa, los infantes de marina teniéndolos en el punto de mira y con la posibilidad de bloquearles el paso, y el jefe del operativo pidiendo por radio instrucciones a sus superiores. «Permiso para intervenir», o algo así. Dice. Y ahora trasládense a Madrid, al gabinete de crisis o como se llame lo que montaron allí. También, en este caso, las películas nos facilitan el asunto: un mapa del Índico en una pantalla en la pared, pantallas de ordenador, la ministra de Defensa con las gafas puestas, el JEMAD ese de la barba que siempre va de azul, el resto de la plana mayor y toda la parafernalia. Con el pesquero liberado previo pago de su importe, todos más pendientes ya del telediario que de otra cosa. Y la voz que viene del Índico sonando en el altavoz: «Tenemos tres o cuatro minutos y solicitamos órdenes. Repito: solicitamos órdenes». El reloj en la pared haciendo tictac, o lo que hagan los relojes de los gabinetes de crisis, y la ministra, y el de la barba, y el resto de artistas, mirándose unos a otros, callados como putas. Y más tictac. Nadie dice «bloquéenlos», ni nadie dice «déjenlos escapar». Sería mojarse demasiado en uno u otro sentido, y las palabras las carga el diablo. Tanto el «sí» como el «no» pueden causar problemas en las tertulias radiofónicas y los titulares de los periódicos, según vayan éstos a favor o en contra del Gobierno. Así que punto en boca. Silencio administrativo, cuatro minutos, uno detrás de otro, mientras allá abajo, en el mar, los infantes de marina, el dedo en el gatillo y locos por la música, que para eso están, blasfeman en arameo, por lo bajini, mientras ven cómo se escapan los flacos con la pasta. Y al cabo, la desolada frase final: «Han llegado a la playa». Suspiro de alivio en el gabinete de crisis. Fin de la historia.
Les cuento la escena –imaginaria, aunque no tanto– por si ustedes llegan a la misma conclusión que yo. Esos cuatro minutos de silencio no son los del Alakrana. Son todo un síntoma, una marca de fábrica. Una manera de entender la vida en este pintoresco lugar llamado España porque de alguna manera hay que llamarlo. Esos cuatro minutos de silencio se dan a cada instante, en cualquiera de las diarias manifestaciones de nuestra estupidez, nuestra mala baba y nuestra impotencia. Calla siempre, los cuatro minutos precisos, el político de turno, y el policía, y el juez, y el periodista, y el vecino del quinto. Callamos todos ante lo que vemos y oímos, pendientes del tictac del reloj, esperando que el tiempo aplace, resuelva, permita olvidar el problema. Una cosa es la teoría, las declaraciones oficiales, la España virtual. Qué ligeros de lengua somos legislando para un mundo perfecto, con nuestra inquebrantable fe en el hombre –y en la mujer, que diría Bibiana–. Y qué callados nos quedamos, como la otra ministra y el de la barba, cuando la realidad se impone sobre nuestra imbecilidad endémica. Cuando el maltratador defendido por la maltratada, el corrupto reelegido para alcalde, el violador reincidente, el terrorista que apenas paga su crimen, el hijo de puta menor de edad, la tía marrana que aprovecha la ley para vengarse del marido inocente, el pirata somalí que rompe el tópico del buen negrito, nos meten el Kalashnikov por el ojete. Entonces nos quedamos callados, no sea que la vida real nos reviente la teoría obligándonos a señalar al rey desnudo. Y así, de cuatro en cuatro, pasan los minutos de nuestra cobardía.

Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

Querendon


Sentimiento o estado de ánimo mimoso. Estar o sentirse muy cariñoso y afectivo.
Se dice de la persona amorosa y afectuosa. Con ganas o necesidad de amor y afecto. También se aplica a la persona que demuestra su amor por alguien de una manera efusiva.
Expresión utilizada en Latinoamérica.
Félix Velasco

viernes, 5 de marzo de 2010

Contra la tontuna lingüística, un poco de gramática


Yo no soy víctima de la LOGSE. Tengo 48 años y he tenido la suerte de estudiar bajo unos planes educativos buenos, que primaban el esfuerzo y la formación de los alumnos por encima de las estadísticas de aprobados y de la propaganda política. En párvulos (así se llamaba entonces lo que hoy es "educación infantil") empecé a estudiar con una cartilla que todavía recuerdo perfectamente: la A de "araña", la E de "elefante", la I de "iglesia" la O de "ojo" y la U de "uña". Luego, cuando eras un poco más mayor, llegaba "El Parvulito", un librito con poco más de 100 páginas y un montón de lecturas, no como ahora, que pagas por tres tomos llenos de dibujos que apenas traen texto. Eso sí, en el Parvulito, no había que colorear ninguna página, que para eso teníamos cuadernos.
En 8º de EGB, si en un examen tenías una falta de ortografía del tipo de "b en vez de v" o cinco faltas de acentos, te suspendían.
En BUP, aunque yo era de Ciencias, estudié Historia de España (en 1º), Latín y Literatura (en 2º) y Filosofía (en 3º y en COU). Leí El Quijote y el Lazarillo de Tormes; leí las "Coplas a la Muerte de su Padre" de Jorge Manrique, a Garcilaso, a Góngora, a Lope de Vega o a Espronceda....
Pero, sobre todo, aprendí a hablar y a escribir con corrección. Aprendí a amar nuestra lengua, nuestra historia y nuestra cultura. Aprendí que se dice "Presidente" y no Presidenta, aunque sea una mujer la que desempeñe el cargo.
Y... vamos con la Gramática.
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "el ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-nte".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", o "residenta”.
Y ahora, la pregunta del millón: nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española? Creo que por las dos razones. Es más, creo que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores).
Os propongo que paséis el mensaje a vuestros amigos y conocidos, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales).
Lamento haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del género y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el violinisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!
Profesora de Instituto público
Félix Velasco - Blog

Los absurdos del lenguaje feminista


El habitual “compañeras y compañeros” utilizado por aquellos que pretenden, dicen, no discriminar a la mujer a través del lenguaje debe imponerse, según Igualdad, en el ámbito de la Administración. Así se establece en la ley de Igualdad aprobada en 2007, que pide también fomentar su uso “en la totalidad de las relaciones sociales, culturales y artísticas”.
Siguiendo este precepto, los funcionarios del Instituto Español de Comercio Exterior, dependiente del Ministerio de Industria, recibieron hace unos meses una “Guía para el uso de un lenguaje no sexista” con un largo listado de recomendaciones para evitar un, a su juicio, uso discriminatorio de la lengua.
En el folleto, se sentencia que “el lenguaje debe saber adaptarse a un entorno en constante evolución” y se dice que el uso de un lenguaje “no sexista desempeña un papel fundamental en el objetivo de superar las desigualdades entre hombres y mujeres”. Por ello, concluye, dirigiéndose a los funcionarios receptores del informe, que “todo el personal del ICEX tendrá especial celo en el cuidado del uso del lenguaje no sexista en cualquier ámbito”.
Entre las recomendaciones, está el ya popular desdoblamiento de sustantivos: “Las trabajadoras y trabajadores del ICEX”. Pero, como la propia guía admite, se recarga la frase, por lo que aconseja el uso de sustantivos genéricos y colectivos que son, curiosamente, femeninos en muchos ejemplos. Así, recomienda decir “la persona representante” en lugar de “el representante” o “la parte demandada” en lugar de “el demando”. También aconseja decir “la población española” en lugar de “españoles” o “personas licenciadas” en lugar de “licenciados”.
También aconseja, para evitar los masculinos, aposiciones que pretenden, sin mucho éxito, “evitar la pesadez” en las frases “no sexistas”. Así, según la guía, lo correcto es decir “los afectados, tanto mujeres como hombres, recibirán una indemnización” o “los jóvenes, de uno y otro sexo, que soliciten el abono…”
La guía también arremete contra indefinidos como “uno”, “todos”, o “alguno”. La razón, de nuevo, su género –gramatical– masculino. El consejo es emplear sintagmas como “las personas”, “algunas personas” o “cualquiera”, de género, de nuevo, femenino.
En el caso de los adjetivos la corrección política se complica y así lo admite la guía. A pesar de todo, recomienda expresiones tan enrevesadas como “las trabajadoras y trabajadores del ICEX están comprometidos y comprometidas”. También, en el caso de los determinantes, aconseja fórmulas como “muchos y muchas periodistas”.
Tampoco gusta el uso genérico de “hombre” para englobar a personas de ambos sexos. A juicio del redactor de la guía, debe sustituirse “hombre” por “persona”, “individuo”, “humanidad” o “gente”. Y por si, tras doce páginas de ejemplos y propuestas, aún quedara alguna duda, el documento remite a informes del Ministerio de Igualdad relativos también a la corrección política en el lenguaje, como un listado de cómo nombrar a mujeres profesionales en distintos ámbitos.
Pese al afán doctrinal de la guía y la profusa utilización de términos gramaticales, sus teorías chocan de lleno, además de con el sentido común, con lo que establece la Real Academia de la Lengua sobre el uso del género.
El Diccionario Panhispánico de Dudas alerta, precisamente, de esta oleada feminista por cambiar el uso racional del lenguaje por otro más políticamente correcto pero contrario al principio de economía propio de todas las lenguas. Así, la RAE recuerda que que “el masculino gramatical no sólo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos”, algo que no entraña discriminación alguna sino que responde al mecanismo común a todos los idiomas de economizar en la expresión.
“A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita la alusión a ambos sexos. (…) Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación lingüística de la economía expresiva”. Poco más hay que añadir.

Mercedes R. Martín
Félix Velasco - Blog

miércoles, 3 de marzo de 2010

El dentista de Hideki Tojo

El 7 de diciembre de 1941 la Armada Imperial Japonesa, al mando del almirante Yamamoto y bajo la supervisión del Primer ministro Hideki Tojo, lanzaba un ataque sorpresa contra la Flota del Pacífico de los EEUU en Pearl Harbor (Hawai). Estados Unidos declara la guerra a Japón.
El 2 de septiembre de 1945, el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Mamoru Shigemitsu, firmaba la rendición ante el general americano, Richard K. Sutherland, a bordo del USS Missouri. Douglas MacArthur dio órdenes para la detención de los criminales de guerra, incluyendo al Primer ministro Tojo. Ante la derrota y la humillación de ser capturado, Tojo intentó suicidarse pegándose un tiro en el pecho. Milagrosamente consiguieron salvarle la vida para ser procesado por crímenes de guerra. Una vez que estuvo recuperado fue trasladado a la cárcel de Sugamo donde pararía el resto de sus días hasta ser condenado y ejecutado en 1948.
Durante su estancia en la cárcel, Tojo fue atendido en varias ocasiones por sus problemas dentales hasta el punto de tener que hacerle una prótesis por haber perdido muchas piezas. En primera instancia le atendió el dentista George Foster pero para poder hacer la prótesis pidió ayuda a otro dentista recién llegado a Japón, Jack Mallory. Jack Mallory tenía en sus manos la prótesis del “Hitler japonés“… su venganza estaba servida. Junto con Foster decidieron grabar en la dentadura el mensaje “Remember Pearl Harbor“, pero para no ser tan evidente lo hicieron en código morse:
REMEMBER ._. . _ _ . _ _ _… . ._.
PEARL ._ _. . ._ ._. ._..
HARBOR …. ._ ._. _… _ _ _ ._.
Lo que debería haber sido un secreto, porque así lo acordaron, se filtró. A los tres meses, y en medio de la noche, tuvieron que volver a la cárcel y reparar la prótesis.
Félix Velasco - Blog

The Avengers TV intro (1965)

Hawaii Five 0 Intro

martes, 2 de marzo de 2010

Regenbogen

Regenbogen (Arco Iris) era el nombre en clave de la operación final destinada a la destrucción de las unidades submarinas alemanas por sus propia tripulación, tras la rendición ante los aliados.
Cuando el 4 de mayo de 1945 a las 3:14, el Gran Almirante ordenó el cese inmediato de la guerra submarina en todos los mares, así como la prohibición de destruir el armamento, el alto mando de la Wehrmach, que opinaba lo contrario, siguiendo las directrices de "tierra quemada" dictada por Adolf Hitler el 19 de marzo de 1945, no tuvo más remedio que acatar el mismo a regañadientes.
Al recibir la orden de alto el fuego, muchos comandantes de submarinos pusieron en práctica dicha operación, consistente en abandonar las bases, alcanzar aguas profundas, proceder a inutilizar los instrumentos y finalmente destruir sus buques.
Pero a pesar de la orden del propio Doenitz, a quien sus marinos respetaron y obedecerían hasta el final, incluso algunos hombres del arma submarina fueron los últimos en formar su guardia personal, numerosos comandantes comenzaron a abandonar los puertos y bases procediendo a destruir sus unidades emitiendo la consigna "Regenbogen" de boca en boca, en la creencia que si Doenitz la había invalidado, había sido bajo coacción de los aliados y nunca por propia iniciativa.
Se da como correcta la cifra de 232 U-Boot destruidos por sus dotaciones en el Mar del Norte y Báltico, de las cuales 211 estaban operativas, 16 no llegaron a ser comisionadas y 5 ni siquiera habían sido botadas.
Félix Velasco - Blog