lunes, 28 de mayo de 2012

Los instrumentos musicales más antiguos


Flautas talladas en marfil de mamut y huesos de ave, los instrumentos musicales más antiguos
Hace más de 40.000 años ya había humanos modernos que tocaban instrumentos musicales en Europa. En una excavación en la cueva Geissenklösterle —en el sur de Alemania— se han encontrado y fechado unas flautas talladas en marfil de mamut y huesos de aves. Son las evidencias inequívocas más antiguas de creación musical encontradas hasta la fecha.
Investigadores de las universidades de Oxford y Tübingen han datado entre 42.000 y 43.000 años la antiguedad de estas primitivas flautas. Anteceden en unos 7.000 años a otras analizadas en 2009, también halladas en Alemania, que hasta ahora ostentaban el «record». Hay cierto consenso entre los investigadores de que Geissenklösterle fue uno de los primeros lugares de Europa habitados por los humanos modernos. Este descubrimiento, explican los investigadores, refuerza esta teoría.
Tom Higham, el director de la investigación que ha publicado sus resultados en la revista especializada 'Journal of Human Evolution', explica que «hay una supuesta flauta encontrada en Croacia en una excavación con restos neandertales, pero la mayoría de investigadores creen que los orificios los hizo un depredador carnívoro, no un humano». «Los restos de Geissenklösterle son, sin duda, la evidencia más antigua que existe sobre instrumentos musicales», concluye.
La edad de los instrumentos musicales se obtuvo a través de un método mejorado de datación por radiocarbono, el famoso Carbono-14, que ha retrasado en unos 3.000 años unos resultados anteriores. Pero no fueron las propias flautas las analizadas, sino huesos de animales —con marcas de ser cazados y comidos por humanos— encontrados en las mismas capas de la excavación. Según sus resultados, explican en el propio artículo, las mediciones anteriores no habían descontaminado lo suficiente el colágeno estudiado para ofrecer una datación precisa.
«Este tipo de dataciones de alta resolución son esenciales para establecer una cronología fiable en la que poner a prueba ideas que ayuden a explicar la expansión de los humanos modernos en Europa», explica Higham, «y el proceso que condujo a un gran abanico de innovaciones culturales, incluyendo el advenimiento del arte y la música figurativas», concluye.
En el mundo existen muestras anecdóticas de arte anteriores a las flautas encontradas en Alemania. En 2002 se encontró un bloque de ocre en Suráfrica con tallas humanas abstractas. «¿Es arte?», se pregunta Highman. «Diría que posiblemente sí, pero es algo subjetivo», se responde. «Dar significado a algo así es complicado. En Europa los restos artísticos son indudablemente ejemplos de arte (como las flautas de Geissenklosterle), pero no es difícil imaginar que exista otro arte incipiente que las anteceda. En el caso surafricano se podría ser más concluyente si esos objetos se encontraran con más frecuencia, ya que supondría que eran parte del comportamiento de esa gente», sentencia.
ABC
Félix Velasco - Blog

La gran Mortandad


La gran extinción que casi acabó con la vida en la Tierra
Un estudio realizado por investigadores chinos y británicos, publicado en Nature Geoscience, revela que la vida en la Tierra tardó diez largos millones de años en recuperarse de la gran extinción del Pérmico durante la que, hace 250 millones de años, desaparecieron más del 90 por ciento de todas las especies vivas del planeta.
Que sepamos, los habitantes de la Tierra han estado en serio peligro por lo menos en cinco ocasiones. Cinco grandes episodios catastróficos durante los que, por diversos motivos, la vida misma estuvo a punto de desaparecer. Durante esos eventos de extinción masiva miles de especies, tanto en el mar como en la tierra y el aire, desaparecieron en muy poco tiempo y para siempre.
Entre todas esas catástrofes planetarias, los científicos están de acuerdo en que la peor de todas fue la que tuvo lugar hace 250 millones de años. Conocida como "La gran Mortandad", a la gran extinción del Pérmico sólo sobrevivieron un 10 por ciento de las especies animales y vegetales de cuantas habitaban entonces el planeta. Las causas de la gran extinción siguen sin estar del todo claras: El impacto de un gran meteorito, erupciones volcánicas masivas, acidificación de los océanos... Sea como fuere, nunca nuestro planeta había estado tan cerca de convertirse en una roca desierta, despoblada y estéril.
Los supervivientes fueron tan escasos que los científicos se preguntan desde hace décadas cómo consiguió la vida recuperarse después de un golpe tan tremendamente duro. Y cuanto tiempo tardó en hacerlo. Se sabe, por ejemplo, que justo después de esa gran extinción la Tierra se volvió, durante varios millones de años, un páramo casi desierto, despoblado, sin vegetación y dominado casi por completo por los hongos. Evidentemente, al final, el planeta se recuperó. Pero la cuestión es: ¿Cuánto tiempo tardó en hacerlo?
Algunas pruebas apuntan a la posibilidad de que se produjera un rápido "rebote" de la vida y que en un tiempo relativamente corto (algunos cientos de miles de años) nuevas especies poblaran rápidamente los nichos que habían quedado vacíos. Fue justo entonces, al final del Pérmico, cuando aparecieron los primeros representantes de lo que después sería la era de los dinosaurios, un periodo de prosperidad que duró más de 80 millones de años y que terminó con otra gran extinción, hace 65 millones de años.
Sin embargo, un nuevo estudio llevado a cabo por Zhong-Qiang Chen, de la Universidad de Geociencias de China, y por Michael Benton, de la Universidad de Bristol, sugiere que la recuperación tras la extinción del Pérmico fue mucho más lenta de lo que se pensaba. Y que fueron necesarios diez largos millones de años para que las cosas volvieran a ser como antes.
Para los investigadores, hubo dos razones principales para ello: por un lado, la enorme intensidad de la crisis; y por otro, la larga duración de unas condiciones pésimas para la vida en la Tierra tras la primera oleada de la extinción.
Sea cual fuere la causa inicial, la extinción del Pérmico se vio "alimentada" por toda una serie de graves crisis ambientales: calentamiento global, lluvia ácida, anoxia de los océanos... una auténtica e interminable pesadilla para la vida. Todo ello contribuyó a la enorme tasa de mortalidad. En menos de un millón de años desde su comienzo, nueve de cada diez especies vivas habían desaparecido sin remedio de la faz del planeta.
En palabras del doctor Chen, "Es difícil imaginar cómo se puede acabar con tanta vida, pero no cabe duda de lo que nos dicen las secciones de roca estudiadas en China y en muchos otros lugares del mundo. Aquella fue la mayor crisis a la que nunca se ha enfrentado la vida en la Tierra".
Para el científico, las consecuencias directas de la crisis continuaron notándose durante cinco o seis millones de años tras el episodio inicial, que debió de ser tremendo. Durante ese periodo, en efecto, se fueron produciendo desastres y desequilibrios medioambientales de forma casi continua y, de alguna forma, enlazados unos con otros. Algunos grupos de animales, tanto en el mar como en la Tierra, lograron recuperarse con rapidez y comenzaron a repoblar sus ecosistemas, pero sólo para ver cómo éstos desaparecían poco después, haciendo vanos todos sus esfuerzos.
Para el profesor Benton, profesor de Paleontología de Vertebrados en la Universidad de Bristol y coautor del estudio, "La vida parecía estar volviendo a la normalidad cuando otra crisis la golpeaba y la obligaba de nuevo a empezar desde el principio. La crisis del carbono se repitió varias veces, y las condiciones no volvieron a ser normales hasta por lo menos cinco millones de años después".
Por fin, cuando las crisis medioambientales dejaron de producirse, empezaron a emerger nuevos y complejos ecosistemas. En el mar surgieron nuevos grupos, como el de los cangrejos y langostas ancestrales, así como los primeros reptiles marinos y otras criaturas que sentaron las bases de los futuros ecosistemas modernos.
José Manuel Nieves
Félix velasco - Blog

domingo, 27 de mayo de 2012

Arte de vivir


El arte de vivir es el arte de tomar decisiones mientras gestionamos emociones y razonamientos. Charles Chaplin escribió que la vida es tan corta que solo nos alcanza para ser amateurs.
Félix Velasco - Blog

sábado, 26 de mayo de 2012

Piensa tu

No es aconsejable seguir una idea o una ideología de manera autómata, porque queda bien, lo dice fulano, lo afirma la mayoría o es moda. El proceso de reflexión personal, individualizado y valorado no puede ser sustituido por el pensamiento masificado del monocultivo emocional.
Félix Velasco - Blog

jueves, 24 de mayo de 2012

Voluntad

¡Cuando uno se empeña en hacer algo, descubre que es capaz de hacer cosas increíbles!
Félix Velasco - Blog

lunes, 21 de mayo de 2012

Comunicarse

Quien comunica a otra persona una idea constructiva, o un sentimiento motivador,... la enriquece para siempre.
Félix Velasco - Blog

domingo, 20 de mayo de 2012

Lo que somos

Dicen que somos lo que comemos. Pero también somos aquello que leemos (dime lo que lees y te diré como piensas) y con quien nos relacionamos (dime con quién andas y te diré hacia donde vas).
Félix Velasco - Blog

lunes, 14 de mayo de 2012

El marino que lloraba

Alguna vez he hablado aquí de remordimientos. De lo poco que se llevan en los últimos tiempos, si es que alguna vez se llevaron. De la facilidad con que nos fabricamos, en el acto, excusas útiles para ignorarlos. El estado del bienestar incluye eso, imagino. El bienestar personal a toda costa. El no sentirse responsable, o culpable, de nada. Pero no siempre es así. A veces, el daño infligido a otros sigue presente en nuestra memoria y nos acompaña hasta el final, obligándonos a mirarlo cara a cara. No sé ustedes, pero en mi archivo personal tengo algunos remordimientos, o estragos que tienen mucho que ver con ellos. Fueron muchos años pisando caminos raros y cristales rotos. Y ninguna supervivencia es impune, claro. Algunos, con eso, hacemos novelas. O escribimos artículos como éste.
Era un niño cuando conocí al primer hombre con remordimientos. Alguna vez he dicho -hay días, maldición, en que me parece haberlo dicho casi todo- que crecí entre marinos mercantes, escuchando sus historias de singladuras, temporales y puertos. O al menos las que mi madre les permitía contar delante de una criatura. De todos ellos, incluso más que los capitanes de petroleros amigos de mi padre, mi marino favorito fue siempre mi tío Antonio, capitán de la Trasmediterránea. Solía reunirse con sus dos más queridos amigos, compañeros desde la escuela de Náutica, con los que permaneció unido toda su vida, incluso cuando los tres ya mandaban barcos. Se llamaban Salvador y Ginés. Yo era una especie de sobrino honorario de todos ellos y me gustaban mucho las historias del mar, así que era frecuente que me sentase en su compañía, escuchando mientras fumaban paquetes enteros de Players, bebían café y vaciaban botellas de whisky con etiquetas espectaculares al tiempo que hablaban de amarres en Veracruz, guardias nocturnas en el estrecho de Malaca, temporales en el Atlántico Norte o peleas en los bares de Rotterdam. Eran marinos de verdad. Amos de su barco después de Dios, e incluso antes. Marinos de toda la vida.
Salvador era flaco y moreno, muy afectuoso conmigo, y tenía una hija pequeña de la que yo andaba enamoradísimo. Durante la Segunda Guerra Mundial, con apenas veinte años, Salvador había estado navegando como alumno en un mercante que fue torpedeado en el Atlántico por un submarino alemán. Imaginen el efecto que eso me causaba, y la avidez con que escuchaba el relato cuando la historia surgía de nuevo: el barco navegando sin luces en la noche, la guardia en el puente, el desconcierto tras el impacto del torpedo, los hombres saltando al agua entre las llamas, los supervivientes amontonados en un bote y una balsa, sucios de petróleo, temblando de frío, algunos de ellos heridos. Y los días que pasaron a la deriva, sin comida ni agua, hasta que tuvieron la suerte de ser rescatados.
Era en ese punto donde la historia de Salvador se volvía aún más dramática; y prueba de la impresión que me causó es lo perfectamente que la recuerdo, cincuenta años después, en todos sus detalles. Los supervivientes, como digo, se hacinaban en un bote; y los que no cabían en él, entre ellos varios hombres heridos, iban detrás, en una balsa de madera unida al bote por un cabo. Había una fuerte marejada, con mar que rompía a veces, y los tirones del cabo de la balsa remolcada en la popa del bote hacían que éste embarcase mucha agua, poniéndolo en peligro de hundirse. Se desató a bordo una violenta discusión entre los partidarios de cortar el cabo y dejar la balsa a su suerte, y los que se negaban a abandonar a los compañeros. Quedó la cosa en mantener la balsa a remolque; pero, durante la noche, alguien del bote cortó el cabo. Los despertaron a todos las llamadas de angustia de los hombres que quedaban atrás, a la deriva, gritando en la oscuridad. Sus voces apagándose poco a poco hasta que dejaron de oírse. Y luego, sólo el sonido de las olas, la negrura del mar y el silencio de los hombres callados en el bote. Fueron rescatados tres días más tarde por un destructor inglés; pero de la balsa y sus ocupantes, nunca más se supo.
Oí contar a Salvador tres o cuatro veces aquella historia, y recuerdo muy bien su voz quebrándose al llegar a ese momento del relato. Sus silencios intermitentes y su modo de inclinar un poco la cabeza, mirando con fijeza el cigarrillo que le humeaba entre los dedos o el contenido de su vaso de whisky. «¡No nos dejéis aquí!», decía, recordando las voces que se alejaban en la noche. «¡No nos dejéis aquí!», insistía como si aún escuchara aquellas palabras. Y mientras las repetía una y otra vez, se le llenaban los ojos de lágrimas.
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

domingo, 13 de mayo de 2012

Sobran políticos

Por fin sabemos el número de políticos que pululan en España. Y como era de esperar, resulta que tenemos más políticos viviendo de los presupuestos que ningún país de Europa.
Tenemos el dole de políticos que el segundo país con más políticos de Europa (Italia).
Tenemos 300.000 políticos más que Alemania ¡con la mitad de población!
Tenemos 445.568 políticos.
Si hay que comparar, comparemos: tenemos 165.967 médicos, 154.000 policías, 19.854 bomberos,...
¡Resulta que tenemos más políticos que médicos, policías y bomberos... juntos!
¿Y luego lo que sobra son funcionarios? ¿Lo que sobra son médicos y bomberos?
Félix Velasco - Blog

Inmediatez

Vivimos tan pegados a la inmediatez del presente que se nos olvida que el mañana se convierte en presente al día siguiente... pillándonos desprevenidos.
Nos pasamos la mayor parte del tiempo resolviendo "el ahora" que no planificamos ayer, dejando de tomar decisiones para evitar que las amenazas de hoy se conviertan en los problemas de mañana.
Las cuestiones del ayer que no resolvimos nos mantienen anclados en el pasado, impidiéndonos ver el horizonte y dirigir nuestros pasos hacia nuestro destino elegido. Lo único que podemos "crear" es el futuro (porque no existe aun),... si ponemos ahora los medios necesarios aquí y ahora.
Félix Velasco - Blog

Autocrítica

La autocrítica es un signo de madurez, que facilita el aprendizaje continuo y las relaciones con los demás. Consiste en encontrar la manera saludable de relacionarnos con nuestros errores, aprender de ellos, enmendarlos en la medida de lo posible, buscar los medios para tratar de no volver a cometerlos,... sin recrearnos en la herida ni el remordimiento patológico, buscando siempre una autoestima sana, que es esencial para la supervivencia psicológica.
Félix Velasco - Blog

domingo, 6 de mayo de 2012

La percha de Mingote

Una tarde de hace nueve años, mientras esperaba en mi entonces mesa habitual del café Gijón a que los miembros de la RAE votaran sobre mi candidatura, uno de los viejos camareros, que me conocía desde que entré por primera vez en el café siendo un jovencito imberbe, me dijo: «Hubo un tiempo en que tener una silla reservada aquí era más importante que tener un sillón en la Academia». Y tenía razón. Pero lo que pude averiguar más tarde, una vez dentro, es que había algo aun más importante que un sillón con tu letra en la sala de plenos, e incluso que una mesa reservada en el Gijón: el perchero del vestíbulo de la RAE, con sus perchas de bronce y su bastidor de madera con huecos para el bastón o el paraguas.
Tanto me asombró el descubrimiento, que a las pocas semanas le dediqué un artículo en esta misma página. El perchero de la Academia, se titulaba. En él explicaba su protocolo centenario: cada académico tiene su percha, identificada con el nombre, y debajo encuentra los jueves el correo que recibe. Las perchas, excepto la del director, se asignan por orden de antigüedad. Y con el paso del tiempo, los académicos que mueren dejan su lugar vacante; de manera que los que vienen detrás avanzan percha a percha. Las vacantes deberían producirse entre los académicos de más edad, pero no siempre es así. Nombres de venerables abueletes ocupan desde hace décadas algunos de los lugares más antiguos, enrocados allí mientras compañeros más jóvenes se quedan por el camino. Son loterías de la vida, registrada puntualmente en ese viejo marcador que nos recuerda, cada jueves, cómo, cada uno a su paso, nos encaminamos todos a la muerte. En lo que a mi nombre se refiere, en noviembre del 93, cuando escribí aquel artículo, ocupaba la penúltima percha, entre Margarita Salas y José Manuel Sánchez Ron. Hoy tengo diecisiete por detrás.
El último hueco en el perchero me ha dejado en el corazón un agujero del tamaño de un disparo de postas: Antonio Mingote era uno de los hombres más afectuosos y cabales que conocí en mi vida. Uno de esos venerables abuelos a los que antes me refería, y que dan a la Academia el tono, el prestigio y la solera. Sobre Antonio se ha dicho tanto en las últimas semanas -algunas veces España deja de ser madrastra ingrata y hace justicia a los mejores,- que insistir aquí sería remachar lo obvio. Pero no puedo dejarlo irse sin más. Desde que entré en la RAE formábamos parte de la misma comisión del Diccionario, la de Ciencias Humanas; y cada jueves, antes del pleno, nos reuníamos para revisar las definiciones que esa semana tocaban en suerte. Su bondad extrema, su fina caballerosidad, los ejemplos gráficos que garabateaba en los márgenes de las definiciones -conservo como un tesoro el dibujo de la palabra canalillo-, lo hacían entrañable. Silvia, la guapa filóloga de nuestra comisión, lo amaba en secreto. O sin él. En realidad lo amábamos todos.
La comisión. No pueden imaginarse lo atrozmente viejo que puedo sentirme estos días, al asistir a ella. Lo incómodamente superviviente, cuando después de colgar mi mochila en el perchero compruebo que la tarjeta con mi nombre se ha movido de nuevo, avanzando otro puesto. Cuando entro en la salita donde nos reunimos, veo desocupado el lugar de Antonio Mingote y pienso en los huecos que he visto producirse en torno a esa mesa: el queridísimo Antonio Colino, el sensato Castilla del Pino, el muy fumador Ángel González, el excéntrico almirante Álvarez-Arenas, a quien cada tarde saludaba cuadrándome con un taconazo que él agradecía con una sonrisa guasona de sus ojos azules... Sólo dos de quienes hace casi una década me dieron la bienvenida siguen en esa comisión: Gregorio Salvador y José Luis Sampedro. Los otros, Javier Marías entre ellos, vinieron después. Sampedro acude siempre que la salud se lo permite, pero el veterano Gregorio no falla nunca. Está allí jueves tras jueves, ejemplo de académicos perfectos, dando tono y magisterio. Él y unos pocos más son los últimos nombres legendarios de aquella Academia en la que ingresé tímido y de puntillas, pidiendo perdón por hacerlo. Todavía lo pido cuando me siento en la comisión del Diccionario, a la derecha de Gregorio Salvador -a la izquierda se sentaba Mingote-, y lo miro respetuoso, como un fiel perro de caza miraría a su amo, esperando el dictamen docto, la autoridad definitiva sobre esto o aquello. En la RAE quedan pocos de los grandes; aunque, por suerte para quienes hablamos la lengua española, allí siguen. Y todavía se les escucha, para irritación de analfabetos e imbéciles. Después, que corra el perchero y el diablo nos lleve a todos.
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

miércoles, 2 de mayo de 2012

Nacionalismos

La Historia nos muestra que los nacionalismos, ya sean internos o externos, han sido sido la causa de la mayoría de conflictos bélicos y derramamiento de sangre en el último siglo, alentados por políticos que exacerban a los pueblos buscando el privilegio de su clase. Es el cáncer social, político y económico de los Estados que lo padecen y el caldo de cultivo de las demagogias, los conflictos y los odios.
Félix Velasco - Blog

martes, 1 de mayo de 2012

Fábula del jamón



Un ricachón mentecato
ahorrador empedernido,
por comprar jamón barato
lo compró medio podrido.
Le produjo indigestión
y entre botica y galeno
gastó doble que en jamón
por no comprar jamón bueno.
Hoy afirma que fue un loco
puesto que economizar
no es gastar mucho ni poco
sino saberlo gastar.
José Rodao
Félix Velasco - Blog