viernes, 30 de noviembre de 2012

Los reinos Hispanos se hicieron provincias


Los Reinos Hispanos se hicieron provincias hace 179 años
(BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA - Mapa de 1850 con la división provincial diseñada por Javier de Burgos en 1833)

Costó tiempo y paciencia dividir el territorio del que hoy es el Estado español. Primero fueron las «audiencias y las intendencias» de los borbones. Un intento de acotar los Reinos Hispanos que procedía de la época de los Habsburgo.
Las diferencias de talla de las circunscripciones y la heterogeneidad institucional provocaron ineficiencias a la hora de administrar justicia y forzaron a los ilustrados a poner orden en el asunto.
Se ideó una división más racional, con territorios de un tamaño parecido a imagen y semejanza de los Departamentos franceses.
Pero las prefecturas y subprefecturas de José Bonapartetampoco funcionaron, ya que los afrancesados nunca llegaron a tener el control de todos los reinos. También las Cortes de Cádiz fracasaron en su intento de aplicar racionalidad geométrica a la península Ibérica.
No fue hasta el año 1833 cuando el escritor Javier de Burgos trazó las líneas definitivas sobre el mapa, dibujando un enrejillado que permanecería en el tiempo casi intacto hasta nuestros días.
Tal y como cuenta el historiador de la Universidad de Valladolid, Mateo Martínez «la estructuración provincial de Javier de Burgos no siguió un criterio meramente geográfico del modelo francés, sino que tuvo un carácter histórico».
Centralización y racionalización
El Decreto vería la luz el 30 de noviembre de 1833 y hoy hace exactamente 179 años en el marco de una gran centralización administrativa que no traería consigo solo la provincia, sino la racionailzación de toda la administración. Se creó el «ministerio de Fomento», que se puso en manos de don Javier de Burgos.
La provincia nacía en palabras de De Burgos (recogidas por el historiador Mateo Martínez) como «un Centro de donde partiese el impulso para regularizar el movimiento de una máquina administrativa».
La España dibujada por Burgos tenía 49 provincias, no 50, y 14 regiones. Todas ellas tomarían el nombre de sus capitales, excepto las provincias de Navarra, Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, que aun conservan sus denominaciones. Además se formaron 9.355 ayuntamientos.
El diseño tuvo en cuenta los modernos criterios de racionalidad, pero también se intentaron respetar las divisiones de los antiguos Reinos.
En el mismo camino de centralización en 1834 se fijaron otras entidades más pequeñas que la provincia. 463 núcleos de población con juzgados de primera instancia. La reforma iniciada por Javier de Burgos la continuaron los moderados a lo largo de todo el reinado de Isabel II, explica Martínez, aunque sufrió los envites constantes de las fuerzas de la oposición.
Recordemos que este fue un proyecto de los moderados, y que por lo tanto, encontraría siempre la oposición progresista, en especial en la cuestión del reparto de los municipios. Más tarde, los Republicanos Federales se opondrían al proyecto por su «excesivo centralismo».
En 1927 otro Decreto ley dividió el archipiélago canario en 2 mitades: la mitad oriental sería la Provincia de Las Palmas y la occidental, Santa Cruz de Tenerife.
Las circunscripciones crecerían en número con la anexión del entonces «Sahara español», hoy «Sahara occidental», y otros territorios del África Occidental, pero menguarían luego a golpe de independencia, volviendo casi a su número inicial.
Sin embargo, el resultado final es que, salvo pequeñas salvedades, el territorio español sigue en nuestro tiempo el trazo de Javier de Burgos.
ABC
Félix Velasco - Blog

Sobre la inteligencia

La inteligencia es la capacidad que tiene el ser humano para pensar, para buscar y hallar la Verdad a través de la mente y la razón. Gracias a esta capacidad podemos entender, aprender, imaginar, hacer las preguntas adecuadas y memorizar, podemos hacer descubrimientos, inventar, innovar, mejorar el mundo y la sociedad (bueno, algunos no la utilizan para eso, sino para todo lo contrario), pero lo más importante es que, gracias a la inteligencia podemos llegar a conocer la Verdad (la realidad de las cosas), y hacer que aquello que pensamos coincida (o por lo menos se aproxime) con lo que realmente es o sucede.
Félix Velasco - Blog

El cuento del perdón

Perdonadme por no haber sido algo más malo, por haber creído en la bondad del universo
De siempre se dijo que aquél que pedía perdón debía ejercitar de manera creíble un cierto arrepentimiento, aceptar una penitencia y expresar manifiestamente un propósito de enmienda que no dejara lugar a duda alguna. La política española ha jugado de manera arrojadiza con el concepto del perdón y ha obviado expresamente todas las anteriores exigencias. Aquí el perdón se exige y se hace de forma inclemente en todo tipo de supuestos. Es frecuente contemplar, desde la perplejidad, como algunas formaciones le reclaman a otras pedir perdón por hechos acaecidos doscientos años atrás a supuestas víctimas que nada tienen que ver con los que padecieron la afrenta en cuestión. Así hay organizaciones musulmanas que exigen se pida perdón -la petición de perdón siempre se exige, insisto- por la conquista violenta de Granada por los Reyes Católicos, o formaciones políticas nacionalistas que insisten en que el gobierno actual de España pida perdón por la actuación del ejército franquista en la entrada en Barcelona, o estadistas de la envergadura de Elena Valenciano que también exigen al PP que pida perdón a los homosexuales por el recurso fallido acerca de su matrimonio ante el Constitucional, o insulsos como los del PSC que demandan a Rajoy un perdón por hacer crecer con sus políticas el número de independentistas en Cataluña… La cristianísima figura del Perdón es un arma arrojadiza en manos de unos pocos cantamañanas.
Un país como España, en el que el único que ha pedido perdón ha sido su Jefe de Estado por irse a cazar un elefante en su tiempo de vacación, contempla con curiosidad como un grupo de militantes de base del PSOE filma un video en el que solicitan el perdón de los españoles por los errores de anteriores gobiernos, todos ellos bastante manifiestos. Pero algo hace sospechar que contiene truco o trampa. Y así es: la petición de perdón es fingida. Ninguno de los que acontece lamenta de verdad que la acción del anterior gobierno condujera a la economía española de una situación de superávit a una de un déficit del 11%, es decir, dilapidara los fondos del Estado con la excusa de la política del bien. El mensaje del video viene a decir «perdonadnos por rendirnos ante los poderosos y malvados mercados y tiburones internacionales que nos obligaron a congelaros las pensiones y a rebajaros el sueldo a los funcionarios». No piden perdón por no articular un auténtico discurso nacional, ni por haber excitado el Estatuto de Cataluña que ha traído estos lodos, ni por nombrar ministro o ministra a bobos de pancarta, ni por haber pretendido volver a dividir a los ciudadanos a cuenta de viejas historias de la Guerra Civil. No piden perdón por pretender ejercitar una perversa ingeniería social, ni por pactar con cualquiera en cualquier lugar con tal de que no gobernaran los derechosos desechos de tiempos pasados, ni lo piden por alentar la creación de cordones sanitarios con los que aislar, al menos, a la mitad de la población. Piden perdón de boquilla por no haber gastado lo suficiente y por dejar de hacerlo cuando la comunidad internacional más significativa telefoneó una noche a ZP y le advirtió que se dejara de bromas. Piden perdón por lo que se hizo correctamente, no por lo que se hizo alegremente. Es cierto que lamentan no haber pinchado la burbuja inmobiliaria -que es como decir que se cedió ante los malos, los promotores inmobiliarios- y que son críticos con la inopia calibradora de la crisis del gobierno del 2008, pero es también una forma de decir que su alma era pura, inocente y que, en todo caso, es pecadora por no albergar maldad para identificar a los malvados.
Perdonadme por no haber sido algo más malo, por haber creído en la bondad del universo. Por no haber sido más de izquierdas… Me suena a cuento.
Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

jueves, 29 de noviembre de 2012

Algo huele a podrido

La política, que podría haber sido la más noble de todas las tareas, es susceptible de convertirse en el más vil de los oficios. Todo el mundo coincide en que la ejemplaridad y la honradez son virtudes que deben presidir la actuación de los políticos, convirtiéndose en escaparate y modelo para el pueblo.
La falta generalizada de ética pública de nuestros gestores, el despilfarro del gasto público, el favoritismo en la selección del personal o en la contratación de obras y servicios, la interesada arbitrariedad en la planificación urbanística, la negligencia en la gestión del patrimonio municipal, los frecuentes cambalaches en la composición de las mayorías de gobierno, la malversación de fondos, la financiación ilegal de los partidos, el desvío de fondos,... son señales evidentes de que la podredumbre está presente en la vida política.
Es a partir de la ausencia de moral y falta de dignidad en el desempeño del cargo, cuando el político, diputado, alcalde, concejal, funcionario con capacidad de decisión,..., experimenta un total desprecio por el interés general de la ciudadanía y utiliza sus potestades en beneficio particular, propio, de sus familiares o de su partido, orillando los principios de eficiencia, objetividad, independencia e igualdad, preceptos legales y reglamentarios. En definitiva: se corrompe.
Félix Velasco - Blog

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Sopa de ajo


La sopa de ajo es un tipo de sopa tipicamente castellana que contiene fundamentalmente agua o caldo, pan (que suele ser pan duro que ha sobrado de días anteriores), pimentón, laurel, ajo y aceite de oliva. Se trata de una sopa de origen humilde, estando como todo plato popular sometido a múltiples variantes, según la economía de la familia y los gustos del cocinero, por lo que es común que se le añadan otros ingredientes, como huevo, chorizo, tocino de cerdo frito, jamón,...
Ha sido un almuerzo muy frecuente en la antigüedad en muchos sitios de España. Se desayunaba un café bebido al alba y un par de horas después, para mantener las fuerzas, se tomaban las sopas de ajo, generalmente con uno o dos huevos dentro, que se cocinaban con el calor de la sopa.
En ciertos lugares de España es uno de los platos típicos de la cuaresma, constituyendo uno de los olores que rondan los aires de las diferentes procesiones de Semana Santa. Se trata de un plato adecuado a las costumbres religiosas (sino se incluye carne), y su textura y composición recuerda mucho a la estética y sobriedad de estas fechas. Se toma muy a menudo, casi durante cualquier hora del día durante la Semana Santa. En Zamora suele tomarse como desayuno tras las procesiones nocturnas.
Es costumbre además que se sirva esta sopa tras noches de actividad, y algunos autores mencionan lo sano de esta ingesta matutina debido a que es de fácil digestibilidad, actuando al mismo tiempo como emoliente y neutralizante de la mucosa estomacal irritada por los abusos.
Ingredientes para 4 ó 6 personas:
1 cabeza y media de ajo. Algunas recetas pueden llegar a emplear hasta 15 dientes de ajo para un litro de agua. El ajo debe dar olor y también proporcionar la emulsión entre el agua y el aceite.
Suele emplearse pan castellano (la hogaza), a menudo duro de varios días, y puede decirse que es el ingrediente principal. La proporción dependerá del gusto del cocinero, pero se suele emplear cortado en rodajas finas (de cinco a quince milímetros) para que el agua llegue a espesar gracias a su hidratación. Hay cocineros que echan las rodajas de pan en la sartén donde se hace el sofrito de los ajos y el pimentón para que se tueste un poco. (La Marquesa de Parabere advierte que del pan solo se debe usar la corteza, pues «la miga estropea la sopa»).
1 hueso de jamón
Tacos de jamón, 50 gramos para 6 personas
Unas rodajas de chorizo o tacos
6 huevos
2 litros de agua
Aceite de oliva virgen extra
Sal
1 cucharada de pimentón. Tiene una función doble: colorear de rojo el pan y dar aroma. Se puede emplear pimentón dulce o picante, o una mezcla. (En algunos lugares se usa en lugar de pimentón pimientos choriceros secos, en cuyo caso se echa la pulpa hidratada de estos pimientos.)
1 guindilla cayena
Opcional según los gustos: 
1 hueso de rodilla (tradicionalmente se puede «enriquecer» el agua caliente con la adición de huesos de vaca o cerdo o de caldos de carne), 1 puerro y 1 zanahoria.
Existe la posibilidad de emplear especias tales como clavo, laurel, hierbabuena, comino,...
Elaboración de la receta de Sopa de ajo:
Para el caldo, pon a cocer (el puerro y la zanahoria con la parte verde también) y los huesos en una cazuela grande con abundante agua. Pon apunto de sal, y cuece todo durante 25-30 minutos. Cuela y reserva el caldo.
Pon un buen chorro de aceite en una cazuela. Agrega los dientes de ajo pelados y enteros y la guindilla. Dora los ajos e incorpora el pan troceado. Rehoga, añade el pimentón (cuando hayas retirado del fuego la sartén) y cubre con el caldo. Cuece a fuego medio durante 25-30 minutos a fuego medio. Sazona. Remueve con una cuchara de madera para que se vaya deshaciendo todo.
En el último momento, agrega los huevos y remueve bien con la cuchara.
Para el crujiente de ajos frescos, corta los ajos en juliana y fríelos en una sartén con aceite. Sazona. Retira a un plato con papel absorbente para eliminar el exceso de aceite. Sirve la sopa de ajo (retira la guindilla) y coloca encima un montoncito del crujiente de ajo.
Se sirve muy caliente, habitualmente en una cazuela de barro.
Se acompaña de vino tinto, nunca blanco.
El ajo y la salud:
El ajo es un diurético, expectorante y estimulante. Se ha utilizado a lo largo de la historia como un antiséptico.
Hace muchos años se utilizaban los ajos como un tratamiento para la lepra. También fue un ingrediente en los remedios artesanales que se aplicaban durante la plaga en Europa.
El ajo es un remedio natural que se utiliza para el asma, la tos, dificultades respiratorias, bronquitis, tuberculosis,... Al parecer da contrastados resultados para combatir reumas.
Recientemente se señala que el ajo ayuda a reducir los riesgos de contraer cáncer por sus contenidos antioxidantes como la allicina, la quercitina.
Incrementa las defensas del organismo, mejorando nuestra respuesta a virus y bacterias, es antiinflamatorio, anticoagulante, vasodilatador y depurador. Es un antibiótico natural.
Curiosidades:
El dramaturgo Ricardo de la Vega hizo un poema dedicado a las siete virtudes de las sopas de ajo:
Siete virtudes
tienen las sopas
quitan el hambre,
y dan sed poca
Hacen dormir
y digerir
Nunca enfadan
y siempre agradan
Y crían la cara
colorada
Alejandro Dumas en un viaje que hizo por España con el objeto de recopilar información culinaria. Intentó llevar la receta a la cocina francesa. Pero eliminó dos ingredientes importantes: el aceite de oliva y el pimentón. En su lugar menciona grasa (sin decir su origen).
En los cafés de Madrid de comienzo de siglo XX se servía con dos huevos por ración, mientas que en las tabernas sólo uno.
Antiguamente se servía en las bodas con perejil y huevo duro picado.
Ramón Pérez de Ayala en su novela «Troteras y danzaderas» menciona lo idóneo de esta sopa tras una noche de fiesta: "Vamos, hijos, meteos por las sopas de ajo, que no hay nada como eso después de una juerga".

Félix Velasco - Blog

lunes, 26 de noviembre de 2012

La marea

Es difícil prever cuánto durará la crisis y cómo saldremos de ella. Más fácil parece augurar que cuando eso ocurra, los españoles ya no seremos los de antes del batacazo y habremos entrado en razón para que algo semejante no se repita en mucho tiempo. Seguramente saldremos imbuidos de una humildad de la que hemos carecido y nos habremos dado cuenta de que no es bueno vivir con el ritmo de antes, cuando no concebíamos el final de una verbena sin que fuese seguido al instante por el comienzo de la verbena siguiente. El terrible azote de la crisis nos habrá demostrado que el sol turístico de las vacaciones al otro lado del mundo no puede sustituir en absoluto el calor que nuestros padres encontraron al atardecer en el fuego de sus cocinas de leña. No volveremos a malgastar el tiempo como antes, ni a dilapidar el dinero. Descubriremos que el placer de viajar no siempre es mejor que el gusto de leer, igual que comprenderemos que, gracias a la sensibilidad y a la inteligencia, incluso puede ser divertido aburrirse. Y sobre todo, supongo que tendremos a favor una clase política distinta, con actitudes honestas y reglamentos nuevos, formada por hombres y mujeres que no se ganen a pulso nunca más el deshonroso castigo de ser cacheados al abandonar el poder. Para eso, será necesario que todos nos hayamos renovado por dentro, con ese espíritu de redención que nos invade cada vez que excluimos la mierda y la chatarra para aligerar en el cambio de piso el coste de la mudanza. Por estar todos en el mismo naufragio es evidente que habrá que repartirse solidariamente en los botes y arrimar el hombro al remar. En los momentos de angustia no sirven de nada las posiciones políticas. Lo que cuenta para ponerse a salvo es aceptar que la orilla está a la misma distancia para todos, algo que, sin ser muy lista, siempre supo la marea.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog

El pueblo catalán condena a Mas

Si había casi unanimidad previa en el carácter histórico del 25-N en Cataluña, el resultado de las elecciones escribió una página inédita en la democracia española. El presidente convocante, Artur Mas, no solo no obtiene la mayoría absoluta a la que aspiraba, sino que retrocede con estrépito. Y, lo más importante, lo hace en un verdadero plebiscito y con una participación casi récord, en la que además la suma del nacionalismo se estanca.
No puede ser más que desde un atracón de poder, de poder mal entendido pero sobre todo ambicionado, como se explique el estrepitoso fracaso de un gobernante que interpretó con inigualable ceguera una manifestación como la del 11 de septiembre.
El fiasco de Mas a manos de la Cataluña silenciosa se disparó ayer como una bomba de racimo en diversas direcciones. Mas fracasa consigo mismo como político mediocre, desconocedor de la pluralidad de Cataluña; fracasa ante los catalanes, porque hace mucho más ingobernable una comunidad que necesitaba la concordia y el consenso; fracasa también ante el resto de España, por haber sustituido su imagen dialogante por otra insolidaria y ácida; fracasa ante Europa, a la que ha convocado ruidosamente en forma de diplomáticos y prestigiosos medios que finalmente han sido testigos masivos y directos de su batacazo, y, en fin, fracasa ante su propio partido, que le juzgará tarde o temprano (también a Duran) por su irresponsable salto en el vacío, hacia uno de los peores resultados de la historia.
De vuelta a la cruda realidad, si opta por seguir con la aventura, engordará más a ERC y hará peligrar la propia CiU. El tiempo dirá si el 25-N que iba a encumbrar al Mesías no lo ha condenado al fin de su trayectoria política.
Manuel Erice
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Viaje a ninguna parte de don Arturo Mas

Fijar la lengua constitucional: o nación o región. No «nacionalidad». Tal es el límite del problema
Nacen, envejecen, mueren. Las constituciones. Como todo. Es la ventaja de haber leído a Aristóteles: que nada te sorprende demasiado. «La corrupción de una cosa es la generación de otra y la generación de ésta la corrupción de aquella. El cambio jamás se detiene». En las realidades vivas. En las cuales, «la generación de una cosa corresponde a la corrupción de otra y la corrupción de otra a la generación de una». Lo que es lo mismo: que «en la historia, como en la naturaleza, la podredumbre es el laboratorio de la vida». Y sólo no muere lo muerto. Las constituciones dan código a un instante: el de su nacimiento. Y perviven el tiempo durante el cual la descomposición de la entidad viva que codifican no ha pasado su punto crítico. A partir de ahí, constitución y realidad se truecan en enemigos. Y no hay testarudez más recia que la de lo real contra sus regulaciones.
La constitución española del año 1978 daba razón de una sociedad salida de su enfermedad más larga: 36 años de dictadura. Y componía, a partir de ese sustrato, el régimen para llevarla a una normalidad europea. Se adelantaba, así, sobre la realidad social, que era -bien lo sabemos quienes la vivimos- de una frágil sordidez más que anacrónica. A lo largo de los años ochenta y los noventa, la realidad social alcanzó, primero, la altura del texto. Lo desbordó, enseguida, hacia una modernidad, quizá ilusoria, pero síntoma del fervor de las generaciones jóvenes por borrar la memoria de un tiempo maldito. Pasados ya más de treinta años, la constitución de 1978 es una reliquia. Venerable. Y preterida.
De los límites que su fecha le impuso, el más pesado es la corrupción de su lenguaje: la forja de feos neologismos -«nacionalidades» y «autonomías», los más graves-, tras los cuales encubrir impotencias. «Con las mismas letras se escribe una comedia o una tragedia»: Aristóteles, de nuevo. Hasta 1978, «nacionalidad» significaba, según el diccionario, pertenencia a una nación. A partir de entonces, significó algo vagamente alternativo a ella: lo bastante indefinido para salir del paso; lo bastante indefinido para acabar gestando conflictos insolubles, los de ahora. ¿«Autonomía»? En rigor etimológico: capacidad de legislarse a sí mismo, o sea, de constituirse en nación; es decir, lo contrario para lo cual se hizo uso retórico del término entonces. No hay modo de prolongar esas ambigüedades.
¿Es Cataluña una nación? ¿Es una región de la nación España? Tal cosa está ahora en juego. Lo estaba ya en la Constitución del 78. Es hora de desambiguar los términos: más allá de las planas tonterías de Artur Mas. Fijar la lengua constitucional: o nación o región. No «nacionalidad». Tal es el límite del problema. Y sólo una reforma constitucional podrá acotarlo. Legalmente.
Gariel Albiac
Félix Velasco - Blog

Gestión de la ruina

El plebiscito mesiánico que Artur Mas profetizó para liderar la «nueva Transición» hacia la independencia ha sido un ejercicio de sobreactuación saldado con una pifia estrepitosa. Desde el mismo instante en que apeló a una mayoría absoluta para tener manos libres en su prueba de aventurerismo ciego, Mas delimitó el listón de lo que sería un éxito o un fracaso. Redujo sus opciones al 50 por ciento y ha perdido su apuesta personal con una inusual torpeza táctica. Mas podrá consolarse con la excusa de un Parlamento catalán mayoritariamente independentista pero, con suite o sin suite de lujo, las urnas le han sentenciado como salvapatrias. Además, el Parlamento catalán ya lo era. De nada le servirá denunciar con victimismo que las «cloacas» del Estado han adulterado la legitimidad de las urnas porque no es cierto. Las tres ocasiones en que Pujol obtuvo mayoría absoluta coincidieron con la etapa más constructiva de CiU en la gobernabilidad de España. No admitirlo con una profunda autocrítica, no rectificar y perseverar en la búsqueda de mayorías hacia el rupturismo sería el enésimo error de Mas.
Si no asume que es la víctima de un voto de castigo severo por su precipitación al dar por finiquitada la legislatura en 21 meses, por el tono prepotente de su desafío secesionista y por su ruinosa gestión política y económica, no habrá entendido absolutamente nada. Al electorado no se le gana con argucias viscerales o empellones de soberbia hacia el abismo. La política es gestión, y la gestión, atención al bolsillo... solo del ciudadano. Mas ha enarbolado la estelada como bandera de su «palau» y solo ha conseguido cerrarse el camino hacia lo pragmático en una Europa que ya no perdona ocurrencias de otras épocas. Ahora no le cuadrarán las cuentas a no ser que, a cambio de promesas irreales para un referéndum ilegal, ERC se erija en cómplice de drásticos recortes. Y al PSC, su federalismo-ficción de barretina con derecho a roce pero no a pernada le ha salido rana. Paradójicamente, y pese al peligro latente de una mayoría soberanista, la legislatura va a ser de todo para Mas... excepto un oasis. Sin notarios de por medio, pero con jueces.
Manuel Marín

Félix Velasco - Blog

Las manifestaciones no son votos

Cataluña vive una situación mediática anómala e insalubre. Engrasados por las nutritivas subvenciones de la Generalitat, todos los medios locales son simpatizantes del poder, incluso cuando el gobernante incurre en un desbarre antisistema como el de Artur Mas. El pasado 11 de septiembre, Barcelona vivió una enorme manifestación independentista, con Convergencia sujetando la pancarta. La policía de la Generalitat calculó que allí había 1,5 millones de personas, cifra que el botafumeiro mediático dio presto por buena. Unos cálculos delirantes. La verdad es que pudo haber medio millón, dato ya muy relevante.
Engreído por la coba mediática y abducido por su propia propaganda, Mas dio por buenas las cifras de independentistas desfilando y extrajo sus conclusiones. Ante tal clamor soberanista, Convergencia podía al fin quitarse la careta y pelear por la que siempre ha sido su meta: la independencia (algún día lo aprenderemos: se llaman nacionalistas porque quieren construir su nación y romper la nuestra). Solo habían discurrido dos años del Gobierno de CiU y su hoja de servicios era calamitosa: rescatados de la quiebra por la Moncloa y con una subida del paro del 18% al 22%. Adelantar los comicios parecía un golpe maestro. Al plantear las elecciones como un plebiscito sobre la independencia se mataban tres pájaros de un tiro: se camuflaba el batacazo económico, se podía lograr la mayoría absoluta y se daría el banderazo para irse de España.
Artur Mas se embriagó con el ruido que él mismo había generado. Midió mal. Subestimó una de las mayores virtudes de los catalanes, su sentido común, su implacable poso práctico. Una cosa es barbullar contra España, comprar el bulo de que lastra el desarrollo catalán; pero otra muy diferente es querer vivir en la nueva Albania mediterránea. A eso conducía la aventura de Mas: expulsión inmediata de la UE, caídas del PIB del 15% y una terrible fractura sentimental (Cataluña siempre ha sido España y más de la mitad de la población se siente española).
Anoche, los que creemos que España es un proyecto solidario y moderno, más sano que el ombliguismo sectario y algo xenófobo de CiU y ERC, festejamos un hecho incontestable: Mas propuso un plebiscito sobre la independencia y ha perdido por goleada. Lo disfrazará. Se amparará en la inquietante subida de ERC y en una alianza soberanista con los republicanos. Pero los datos son demoledores: está lejísimos de la «mayoría excepcional» que reclamó. Ha sido severamente desautorizado por su pueblo y, si fuese un demócrata escrupuloso, y con fair play, que no lo es, debería haberse marchado anoche.
La suma de CiU y ERC ha bajado. Se ha salvado una bola de partido. Pero España tiene un problema hondísimo en Cataluña. El desafecto cala. El nacionalismo predica a tiempo completo, pero falta el andamiaje intelectual y mediático que le dé contestación. La presión es tal que algo tan elemental como decir «me siento catalán y español» resulta vergonzante. Paradójicamente, ocurre en la comunidad que dio mayor respaldo a la Constitución del 78.
Es hora de sacudirse los complejos. Si creemos que España es lo mejor para los catalanes, defendámoslo. Debe aumentarse la presencia en Cataluña del Estado, el Gobierno y la Corona. Urge facilitar un marco de juego igual para todos los medios de comunicación, frente a uno viciado por el maná de la Generalitat. Toca recurrir, mañana mismo, la insólita ley que prohíbe rotular en español, cuándo es la lengua más hablada allí y una de las dos oficiales. Hay que fomentar lobbys que hagan querida la idea de España y llevar a Cataluña eventos proscritos (partidos de la selección, la Vuelta...). Se debe airear desde el Gobierno la verdad contable de Cataluña (según recordó ABC en portada, en plena campaña recibió 1.800 millones de oxígeno del Estado, pues está en bancarrota por méritos propios). Es imprescindible hacer cumplir la ley ¿Cómo puede ser que la Generalitat se fume sentencias del Supremo sin que ocurra nada? ¿Por qué tolera el Gobierno tal insumisión, que hace trizas el Estado de Derecho? Por último, era verdad: hay que españolizar la escuela, vivero de rencor antiespañol.
(Por cierto: el sondeo de la Generalitat otorgó a Mas una holgada mayoría absoluta cuando el trabajo de campo no la sustentaba. Anecdotilla reveladora de la integridad moral del dirigente de la única formación de la UE con su sede embargada por corrupción).
Luis Ventoso

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domingo, 25 de noviembre de 2012

Bonanza

Serie de televisión que funcionó en la cadena NBC desde 12 septiembre 1959 a 16 enero 1973. Con una duración de 14 temporadas y episodios 430, se ubica como la segunda más larga serie corriendo oeste (detrás de La ley del revólver).
Narra las aventuras semanales de la familia Cartwright, encabezados por el tres veces viudo patriarca Ben Cartwright (Lorne Greene). Tuvo tres hijos, cada uno de una esposa distinta: el mayor era el cortés arquitecto Adam Cartwright (Pernell Roberts) quien construyó la casa del rancho, y el segundo era el cálido y amable gigante Eric "Hoss" (Dan Blocker ), y era el más joven el impulsivo e impetuoso Joseph o "Little Joe" ( Michael Landon ). El cocinero de la familia era el inmigrante chino Hop Sing (Victor Sen Yung).
La familia vivía en un rancho de 600.000 acres llamado la Ponderosa en la orilla oriental del lago Tahoe en Nevada.
El nombre se refiere a la hacienda del pino Ponderosa, común en Occidente. La ciudad más cercana a la Ponderosa era Virginia City. El sheriff era Roy Coffee (Ray Teal), y su ayudante Foster Clem (Bing Russell ).
El título de la serie "Bonanza" es un término usado por los mineros en lo que se refiere a una vena grande o depósito de mineral
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Vasallos

Esperaba mayor protagonismo de Oriol Pujol en el mitin de cierre de campaña de CiU. Repaso la fotografía general de los dirigentes mientras cantan «Els Segadors», y el nene no aparece. Papá sí, que es más bajito, surge entre Mas y Duran Lleida, que algún día nos tendrá que explicar Duran Lleida en dónde está y a qué se dedica. Como en todos los mítines, y el de CiU no iba a ser una excepción, se dijeron muchas gansadas. Eso sí, gansadas patrióticas que emocionaron en grado sumo al público asistente, poco crítico según intuyo.
Mas, que está a un paso de que le adapten una camisa de fuerza, se definió a sí mismo como «el constructor de la libertad de Cataluña». Siendo el constructor ya sabemos a quién tiene la libertad de Cataluña que entregar el tres por ciento de su futura ruina. Pero lo de Oriol Pujol me desorienta. La verdad es que me desorienta toda la familia Pujol, con sus dineros entre montañas y sus inversiones lejanas en México y Argentina. Analizando al revés que los análisis vulgares, se puede afirmar que un nacionalista que invierte fuera de la aldea hace patria. Se da a conocer. Colabora en la expansión del dinero y crea riqueza entre los necesitados de allende las fronteras y allendísimo los mares. De Oriol Pujol, más modesto, sólo se sabe que anda entre talleres de la ITV, poca cosa, y probablemente de ahí venga su ocultamiento de fin de campaña. Se echó de menos al conde de Godó, que debe de estar preparando su campeonato de tenis, ya con Cataluña independizada de España. Godó vive para su torneo tenístico, y es un detalle muy de agradecer.
Momento culminante del mitin clausural. Mas se enfarruca, crece, levita, se emociona y suelta la frase inmortal: «No somos vasallos». Ovación atronadora. Lágrimas a punto de cauce y sollozos contenidos. Con un dominio espectacular de la escena, Mas repite de nuevo su mensaje reivindicativo, digno, rotundo. «No somos vasallos». Y el desmadre colectivo, el despiporre general.
Ignoraba que los nacionalistas catalanes se consideraran vasallos. ¿De quién? Repaso la Constitución y advierto que los catalanes, nacionalistas o no, son unos más de los sujetos constituyentes, como los castellanos, los vascos, los gallegos y los soldados que conforman la dotación de guardia de las islas Chafarinas. No advierto vasallaje por ninguna parte, pero es sabido que una falsedad pronunciada desde la emoción es siempre productiva y se convierte en verdad histórica. Merece la pena que sea recordado el último grito, previo a su suicidio, de un huevero de Baracaldo. Padecía de desajustes mentales, y con anterioridad a lanzarse al vacío gritó: «¡Mi padre, en realidad, se llama Ernesto!». Su padre siempre, desde que fue bautizado, se llamó Arturo, pero a partir de aquel día y el luctuoso suceso, todos sus vecinos le llamaban Ernesto, y él intentaba explicar que aquello no respondía a la realidad, que su hijo tenía ese tipo de ocurrencias, pero nada. Y cuando acudió a renovarse el carné de indentidad, le quitaron el Arturo y le pusieron el Ernesto, y como Ernesto falleció al cabo de los años en olor de bastante santidad.
Es decir, que la contundente sentencia de Artur Mas «no somos vasallos» ha calado también en mi ánimo con hondura. El nacionalismo catalán me lleva adiestrando de un tiempo a esta parte y trastocando mis criterios y escasa sabiduría. Tienen razón cuando afirman que Colón era catalán y no desatinan cuando aseguran que la jota aragonesa tiene su origen en una chica que bailaba la sardana y le entró un pipirleque nervioso. Me considero, y así colaboro con el mensaje del mitin, que los catalanes no son vasallos de nadie. Mejor dicho, los nacionalistas catalanes nunca han sido vasallos. Lo triste es que jamás han sido señores, porque el señorío demanda, como poco, el sentido de la verdad, de la decencia y de la lealtad. Ni vasallos ni señores, y todo queda en un término medio más que aceptable. Y de Oriol Pujol, sinceramente, ni idea.
Alfonso Ussía
Félix Velasco - Blog

El "senyor" Esteve

En días como hoy, electorales e inciertos, en los que Cataluña se nos presenta como problema gracias al afán posesivo y excluyente de algunos de sus líderes que no quieren ser «cola de león» y aspiran a «cabeza de ratón», como los ambiciosos de menor cuantía, es bueno acordarse de Santiago Rusiñol. Rusiñol era, literariamente hablando, un gran pelmazo que, en buena parte de su obra, nos traslada la somnolencia propia de la morfina que le alimentaba; peroL’auca del senyor Esteve, la mejor de sus novelas, es imprescindible para el entendimiento de la burguesía catalana, que es, en verdad, quien hoy se la juega en las urnas. Artur Mas no es otra cosa que una anécdota, un episodio oportunista de los que suelen germinar en Cataluña cuando en el resto de España pintan bastos y, lo que es peor en el entendimiento de los burgueses con memoria de más de tres generaciones, no existe la probabilidad de que vuelvan a pintar oros.
El senyor Esteve no es un filósofo ni un aventurero. Es un pobre hombre, como casi todos lo somos, con ganas de prosperar, de hacer que su pequeña mercería -La Puntual- salga adelante a base de comprar barato y vender con el beneficio prudente capaz de fijar clientela y parroquia. Un pequeño negociante con aspiraciones de dejarle a sus herederos algo mejor de lo que él recibió en su niñez. Esteve es la sensatez -el seny- de quien entiende que su porvenir está en el esfuerzo y no en la suerte, en la constancia y lejos de cualquier veleidad amorosa, política o de cualquier otra naturaleza. La moderación es su esquema, su hoja de ruta. Muchos esteves, a lo largo del siglo pasado, forjaron la Cataluña actual o, mejor, la Barcelona presente. Ellos constituyen el armazón de un modo de ser, austero y ordenado, que genera progreso y bienestar. Desde hace unos años, desde que CiU viene tapando sus vergüenzas con altisonantes voces soberanistas que no concuerdan con el pasado catalán y, menos todavía, con el sentido del orden de sus bases burguesas, me pregunto: ¿el senyor Esteve votaría a CiU? Jordi Pujol pudo engañarle por cuestión de formas, pero Mas es otra cosa. Quizás pudiera votarle, y lo dudo, el hijo escultor de Esteve.
Si, además, es la izquierda la que, en difícil contorsión ética y política, se vuelve separatista, el pobre Esteve tiene que darse a la fuga. Su abnegado progreso, de perra chica en perra gorda, es incompatible con el radicalismo de ERC y, más aún, con los distintos disfraces que utiliza la izquierda marxista-nacionalista. ¿Será el PP el partido de Esteve? No lo creo. Su lideresa local es muy ruidosa y el partido que representa tiene en sus filas más funcionarios públicos de los que el buen comerciante puede asumir y respaldar. Esteve, hoy, tendría que quedarse en la cama.
EN días como hoy, electorales e inciertos, en los que Cataluña se nos presenta como problema gracias al afán posesivo y excluyente de algunos de sus líderes que no quieren ser «cola de león» y aspiran a «cabeza de ratón», como los ambiciosos de menor cuantía, es bueno acordarse de Santiago Rusiñol. Rusiñol era, literariamente hablando, un gran pelmazo que, en buena parte de su obra, nos traslada la somnolencia propia de la morfina que le alimentaba; pero L’auca del senyor Esteve, la mejor de sus novelas, es imprescindible para el entendimiento de la burguesía catalana, que es, en verdad, quien hoy se la juega en las urnas. Artur Mas no es otra cosa que una anécdota, un episodio oportunista de los que suelen germinar en Cataluña cuando en el resto de España pintan bastos y, lo que es peor en el entendimiento de los burgueses con memoria de más de tres generaciones, no existe la probabilidad de que vuelvan a pintar oros.
El senyor Esteve no es un filósofo ni un aventurero. Es un pobre hombre, como casi todos lo somos, con ganas de prosperar, de hacer que su pequeña mercería -La Puntual- salga adelante a base de comprar barato y vender con el beneficio prudente capaz de fijar clientela y parroquia. Un pequeño negociante con aspiraciones de dejarle a sus herederos algo mejor de lo que él recibió en su niñez. Esteve es la sensatez -el seny- de quien entiende que su porvenir está en el esfuerzo y no en la suerte, en la constancia y lejos de cualquier veleidad amorosa, política o de cualquier otra naturaleza. La moderación es su esquema, su hoja de ruta. Muchos esteves, a lo largo del siglo pasado, forjaron la Cataluña actual o, mejor, la Barcelona presente. Ellos constituyen el armazón de un modo de ser, austero y ordenado, que genera progreso y bienestar. Desde hace unos años, desde que CiU viene tapando sus vergüenzas con altisonantes voces soberanistas que no concuerdan con el pasado catalán y, menos todavía, con el sentido del orden de sus bases burguesas, me pregunto: ¿el senyor Esteve votaría a CiU? Jordi Pujol pudo engañarle por cuestión de formas, pero Mas es otra cosa. Quizás pudiera votarle, y lo dudo, el hijo escultor de Esteve.
Si, además, es la izquierda la que, en difícil contorsión ética y política, se vuelve separatista, el pobre Esteve tiene que darse a la fuga. Su abnegado progreso, de perra chica en perra gorda, es incompatible con el radicalismo de ERC y, más aún, con los distintos disfraces que utiliza la izquierda marxista-nacionalista. ¿Será el PP el partido de Esteve? No lo creo. Su lideresa local es muy ruidosa y el partido que representa tiene en sus filas más funcionarios públicos de los que el buen comerciante puede asumir y respaldar. Esteve, hoy, tendría que quedarse en la cama.
Manuel Martín Ferrand
Félix Velasco - Blog

El clásico

Pretender que los dirigentes nacionalistas den explicaciones razonadas, serenas y ajustadas al caso cuando son interpelados sobre su honorabilidad es uno de aquellos empeños abocados a la melancolía y la frustración. No sólo se camuflan detrás de la bandera para escurrir el bulto y llamarse andana sino que -por mucho que vociferen a degüello y disparaten a voleo, a tutiplén y a bocajarro- son incapaces de explicar cómo diantres pretenden conseguir divorciarse de España y que Europa les ceda el cuarto de invitados. Sin embargo, la ausencia de relato, argumentos e hipótesis que superen el momento estelar del portazo enluce la capacidad de Convergència para mantener las apariencias mientras depende de las inyecciones económicas del Estado (de esa alimaña insaciable que les esquilma y les difama) para drenar un pudridero de facturas que son, en algunos casos, fruto de la desfachatez, de los delirios de grandeza o de una combinación de ambos ingredientes mezclados (o agitados) con impune descaro. Ni que decir tiene que el brebaje de marras, trasegado a gollete en el botellón mediático, alienta un trance hipnótico. Entre estupefaciente y estupidizante.
Es obvio que para ganar unas elecciones sin aclarar qué se hará el día después, cuándo y de qué manera será la prometida consulta independentista se requiere de una cierta complicidad de los medios de comunicación, cuyo guion previo se fundamenta en unos supuestos agravios financieros, lingüísticos e identitarios que justifican el que Artur Mas se maneje con la desenvoltura agria de un estafado por las preferentes, lo que no sería precisamente el caso. Nadie, más allá de sus pocos rivales políticos, habida cuenta de que ERC y el resto de las formaciones que se balancean sobre el infundado apriorismo del expolio son marcas blancas de CiU, le ha exigido al candidato convergente la más mínima explicación sobre el trazado, la orografía y la distancia entre la Cataluña de los ochocientos mil desempleados y la virguería monegasca de las ensoñaciones independentistas. A falta de concreciones, el fondo de liquidez autonómico se dedica a hacer frente al día a día mientras Mas salta de mitin en mitin con un espectáculo que empieza como acaba: nada por aquí, nada por allá. ¿Nada que declarar? Ni por asomo. Nada.
Ante el riesgo de quedar por debajo de sus expectativas, con los mismos diputados que ahora tras la mayor movilización soberanista de la historia (fuera cual fuera el número de manifestantes), el consuelo de haber esquivado, entre otros, un debate tan prosaico como el de los presupuestos, una oportunidad única para constatar los desastrosos efectos de un modus operandi caracterizado por el despilfarro de lo que no se tiene y la queja como actitud contable. En esas condiciones, es obvio que al señor Mas le resulta más grato posar de sherpa indómito que de trepa vernáculo. Más grato, más rentable, más vistoso y más fácil. Si consiguiese hollar la cumbre, si todavía alienta al fin de la escalada, habrá cuadrado el círculo de las cuentas sombrías y los cuentos mesiánicos. En todo caso, el morbo está servido, el público expectante, los púgiles en guardia. Mañana a última hora sabremos con certeza si la tempestad se encrespa o si, por el contrario, amaina. De aquí a entonces, relájense y disfruten del pasmoso espectáculo del verdadero superclásico. Frente a un Cataluña-España en crudo y en directo, cualquier Barça-Madrid es un juego de párvulos.
Tomás Cuesta
Félix Velasco - Blog

sábado, 24 de noviembre de 2012

Filosofía del autónomo


Félix Velasco - Blog

Relativismo absurdo

Hacer creer a los jóvenes que todo el mundo es bueno, me parece igual de absurdo que decirles que los niños vienen de París. El bien y el mal existen, no son relativos en la mayoría de los casos, lo que ocurre es a algunos no saben distinguirlo (por pereza), a otros no les importa (por desidia), otros prefieren no pensar (mejor no complicarse la vida) y a otros les interesa difundir ese mensaje (para justificar su ambición y propia maldad). Por cierto, lo mismo ocurre con la Libertar, la la Justicia, la Verdad,... pero la sociedad enferma en la que vivimos quiere hacernos creer que todo (cualquier cosa) vale y que no somos capaces de pensar por nosotros mismos (para eso están los políticos).
Félix Velasco - Blog

La tumba olvidada


File:Convento de las Trinitarias Descalzas (Madrid) 01.jpg
Hay un proyecto, apoyado por la Real Academia Española, para localizar los restos de Miguel de Cervantes en el subsuelo del convento de las Trinitarias, en Madrid. El convento está en el corazón del barrio de las Letras, cerca de la casa en la que vivió Lope de Vega y del lugar donde estuvo la que habitaron Góngora y Quevedo -éste, tan español como el que más, compró la vivienda del poeta cordobés para darse el gusto de echarlo a la calle-. Respecto a Cervantes, la cosa estriba en que el autor del Quijote, que murió viejo y pobre, recibió sepultura en un sitio que el tiempo transformó en fosa común, y sus huesos están en algún lugar de ahí abajo, revueltos con otros sin nombre y sin historia. La idea de quienes impulsan el asunto es utilizar las modernas técnicas de rastreo basadas en el georradar para, combinadas con los adecuados estudios forenses, determinar cuáles de los huesos que se localicen corresponderían a un varón de setenta años que en su juventud hubiera recibido, como fue el caso de Cervantes en Lepanto, lesiones que le dejaron huellas en el pecho y estropeado el brazo izquierdo: heridas y manquedad recibidas peleando a bordo de la galera Marquesa, en aquella batalla que, en palabras -justificadamente orgullosas- del propio interesado, fue «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros».
El proyecto es caro, naturalmente. Los expertos lo estiman en unos 100.000 euros; así que Cervantes y sus huesos sin identificar seguirán durmiendo tranquilos su modorra de siglos, porque dudo que en estos tiempos difíciles de austeridad y recortes alguien invierta un céntimo en removerlos. Esto no es Inglaterra con su Shakespeare, ni Francia con su Montaigne, ni Alemania con su Goethe. Para tales cosas, ni siquiera somos Italia -que ya nos gustaría, a algunos- con su patriotismo cultural y su dilatado panteón de mármol y gloria. En España, o como se llame esta descojonación de Espronceda en la que habitamos, la cultura, la memoria y la vergüenza torera siempre fueron los primeros rehenes a ejecutar por parte de los golfos, los fanáticos, los idiotas y los indiferentes. Las prioridades -léase clase política y su propio estado del bienestar- son las prioridades. Aparte el hecho de que rescatar a estas alturas del putiferio los restos del hombre que fijó el canon del castellano, también llamado español -Franco firmaba sus sentencias de muerte en esa lengua opresora y fascista-, sería considerado un acto de provocación intolerable y una agresión a las sensibilidades y lenguas periféricas; tan nobles, o incluso más, todas ellas. Desde cualquier punto de vista, por tanto, éstos no son tiempos simpáticos para gastar dinero removiendo huesos; y mucho menos con las incertidumbres de una búsqueda que tiene altas probabilidades de fracaso. Sin embargo, la idea de encontrar y honrar los restos de Cervantes sigue siendo hermosa. Y la Academia, entre cuyos fines se cuenta «mantener vivo el recuerdo de quienes, en España o en América, han cultivado con gloria nuestra lengua», seguirá atenta a ello, por si algún día un mecenazgo adecuado, un ministerio de Cultura quijotesco -y nunca sería tan adecuado el adjetivo-, una universidad extranjera o un inesperado golpe de suerte permitiesen emprender los trabajos. Algún día. Quizá. Tal vez. Puede ser. Quién sabe.
De todas formas, cuando lo pienso un poco, concluyo que tal vez sea mejor así. El autor de la novela más grande e inmortal, el escritor modernísimo que marcó para siempre la literatura universal, el soldado que nos enseñó a hablar y a escribir una lengua bellísima y eficaz que comparten casi 500 millones de seres humanos, fue toda su vida víctima de la ingratitud, la calumnia, la mala suerte y la envidia, vivió de fracaso en fracaso, murió anciano, pobre y casi ignorado por sus compatriotas, y recibió sepultura en la humilde fosa común de un convento de Madrid. Había nacido en España, y eso lo resume todo. Así que, bien mirado, no hay para don Miguel de Cervantes túmulo más simbólico e inequívocamente español que ese viejo convento de ladrillo perdido en el centro de Madrid -hasta la calle, ironía póstuma, se llama Lope de Vega-, bajo cuyos muros, revueltos con otros huesos, duermen los suyos nobilísimos en el polvo de los siglos. Y los pocos que conocen y recuerdan, los escasos transeúntes que pasan junto a las Trinitarias y se detienen un momento para apoyar una mano en el muro de ladrillo mientras dedican una sonrisa triste y agradecida a la memoria del autor del Quijote, saben que, para un hombre como él, en patria tan miserable e ingrata como la suya, no es posible imaginar monumento funerario más perfecto que ése.
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

Mozos viejos

El acceso a la adolescencia siempre ha tenido, inevitablemente, un componente traumático: de repente, nos descubrimos inquilinos de un cuerpo en el que no nos reconocemos; y, al hilo de los cambios orgánicos, nos asomamos a un mundo que hasta entonces nos había brindado un refugio cierto y que, de repente, aparece ante nuestros ojos azotado por la intemperie; un mundo que habíamos creído hospitalario y que, inopinadamente, se torna inhóspito; un mundo de seguridades que creíamos inamovibles que se resquebraja y hace añicos.
La adolescencia es un momento de crisis en nuestra vida; entendida esta crisis en el sentido etimológico del término, como criba y escrutinio de lo que hasta entonces habíamos creído inamovible. El adolescente se enfrenta, en el plano sexual, emocional y afectivo, con borrascas que ponen en jaque su equilibrio interior; y aquellos entornos en los que hasta entonces se había sentido protegido -la familia, en primer lugar; y después todas las instancias sociales y comunitarias en las que se desarrollaba su existencia infantil- se tornan cárceles contra las que necesita rebelarse, para afirmar su identidad. Este combate natural, propio de cualquier época, se saldaba tradicionalmente con un proceso de maduración personal en el que el adolescente, a la vez que asimilaba su difícil metamorfosis, se incorporaba a la edad adulta, renovando aquellas identificaciones que en la infancia había aceptado pasivamente y que a partir de entonces deberá aprender a hacer suyas.
Pero en nuestra época, el adolescente se topa con un problema añadido: el mundo que le rodea, los entornos familiares y comunitarios, ya no le ofrecen seguridades y garantías; y, al mismo tiempo, su natural rebeldía es halagada por una atmósfera ambiental que ha hecho de la rebeldía -aunque sea la más insensata y desnortada- un valor en sí mismo, impidiendo de este modo su proceso de maduración. En efecto, nuestra época estimula y jalea la brecha entre generaciones, incita al adolescente a una exploración de ese mundo en el que se siente extranjero sin apoyos ni brújulas; y le infunde la creencia destructiva de que la ruptura familiar, la búsqueda de sensaciones nuevas, la exaltación del puro vitalismo y la confrontación con las reglas morales heredadas constituyen el único medio de afirmar su personalidad.
Los resultados de tan devastadora concepción pedagógica los tenemos ante nuestros ojos: el proceso natural de maduración, no exento de pasajes dolorosos, que desemboca en la edad adulta, se ha interrumpido insensatamente; y los adolescentes se ven así arrojados a un terreno de arenas movedizas, lleno de sugestivas y falaces promesas, en el que muchos terminan extraviados, en medio del desconcierto y la angustia. Así, los adolescentes de las últimas generaciones se han ido convirtiendo en sucesivas remesas de 'mozos viejos' de treinta o cuarenta años, que siguen cultivando las mismas aficiones de antaño, convertidas ya en aficiones infantiloides, y tratan patéticamente de camuflar su edad verdadera con atuendos y afeites rejuvenecedores, a la vez que contemplan con horror cualquier atisbo de compromiso o vinculación fuerte en su vida. Crecieron en tiempos de bonanza y fueron formados o deformados para acatar los mecanismos de la sociedad de consumo; no tuvieron que padecer las penalidades que sufrieron sus padres, ni se vieron obligados a interrumpir sus estudios para ponerse a trabajar; y, sin embargo... llegada la hora de estrenar una vida adulta, se han tropezado con un panorama de una hostilidad ceñuda, que les impide independizarse o conseguir trabajos mínimamente remuneradores. Tal vez porque aquellas promesas que se les hicieron en la adolescencia no se han cumplido, tal vez porque aquella personalidad que se afirmó libérrimamente sobre cimientos de barro se tropieza ahora con humillaciones sin cuento, tal vez porque son generaciones que no conocieron el sacrificio y la renuncia en la edad en que se fortalece el carácter y ahora, en cambio, deben hacer frente a una realidad híspida, han desarrollado una suerte de resentimiento que crece sin descanso, agrio y silencioso como un kéfir.Estas generaciones de mozos viejos se enfrentan ahora a un mundo azotado por la intemperie; un mundo que les pintaron como hospitalario y que, inopinadamente, se ha tornado inhóspito; un mundo de seguridades que creyeron inamovibles que ahora se resquebraja y hace añicos. Serán las encargadas de sostenerlo en este momento difícil; o de precipitarse con él hacia el abismo.
Juan Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog

Todos independientes

Lo escribí años atrás. En España todos somos independientes de algo. El Escorial es independiente de San Lorenzo; Alcobendas de San Sebastián de los Reyes, y Elda de Petrel. Viajaba con Antonio Mingote hacia Villafranca del Bierzo, convocados por Luis del Olmo para hacer su programa de radio «Protagonistas» en un precioso teatro de esa ciudad berciana. Pinares de Ávila y Valladolid. Una casa derruida y una pintada: «Castilla independiente». –Atento, Antonio, Castilla se quiere independizar–; –pues muy bien–.
Ya en la provincia de León, otras pintadas con el mismo mensaje: «León, independiente de Castilla». Por lo menos, los independentistas leoneses sabían de quién deseaban independizarse. De Castilla, así de golpe y porrazo. Ponferrada superada, un gran cartel en la carretera: «El Bierzo, independiente de León». La cosa se complicaba. A pocos kilómetros de Villafranca, una última llamada a la locura: «Villafranca, independiente del Bierzo». Y Antonio Mingote, con la mente en blanco, se preguntó en voz alta: -¿Cómo va a ser Villafranca independiente del Bierzo si se llama Villafranca del Bierzo?-.
Algo no funciona bien en España con tantas independencias frustradas. La idea de reducir los municipios creando grandes comunidades puede llevarnos a una situación de incendio social devastador. Me contaban unos amigos del Escorial, que todavía no está bien visto que una chica de San Lorenzo sea sorprendida con un chico del Escorial. Vuelan tortas. La mayor parte del Monasterio pertenece a San Lorenzo, pero hay muros y jardines que forman parte del municipio del Escorial, y nadie quiere dar su brazo a torcer. San Sebastián de los Reyes y Alcobendas son ya dos grandes ciudades unidas. En una cafetería de la primera se oyó el comentario estremecedor de un parroquiano. «Prefiero que mi hija se case con un australiano que con uno de Alcobendas. Son muy malos». Y si un vecino de Elda fallece y la puerta principal de su casa pertenece a Petrel, sacan su féretro por una ventana para que el ataúd no pase por la hermanísima villa rival. Un español que no quiera ser independiente de su vecino inmediato, es un español rarísimo. De ahí que por mucho que les moleste, los nacionalistas vascos y catalanes sean unos españolazos de aúpa. Estamos en el País Vasco. Sabino Arana, fundador por inspiración de su hermano menor Luis del PNV, fue el gran separador de las provincias vascongadas. Para él, lo importante era la independencia de «Bizkaia». Guipúzcoa se la traía floja –la verdad es que en eso de la flojera destacó bastante, y de ahí su viaje de novios a Lourdes para pedir el milagro del encabritamiento de su bálano– y Álava era víctima de su tenaz desprecio. «Los alaveses, en el fondo, son como los burgaleses», y de paso le arreaba su desafecto a la vecina Castilla, que esa sí que es histórica. Ese segundo grado en el vasquismo es el que ha llevado a Vitoria a ser la capital de la comunidad. Un guipuzcoano jamás habría admitido que la capital fuera Bilbao, ni un vizcaíno que la capital fuera San Sebastián. Vitoria era la solución y la excusa, y de esa manera conseguían aliviar la humillación tantos años experimentada por los alaveses. Y Cataluña, la españolaza Cataluña, tiene problemas. Los primeros en marcharse si algún día Cataluña es independiente serán los araneses, que se llevan mucho mejor con los madrileños que con los barceloneses. En Andalucía, la gresca entre Sevilla y Málaga se agría año tras año, y en Galicia los ha salvado El Santo. La Coruña no admitía a Vigo, Vigo no toleraba a La Coruña, y en Pontevedra no entendían nada. Santiago de Compostela, del Campo de las Estrellas, fue una magnífica solución. Cuanto más independentista, más español. Molesto, lo sé, pero qué quieren que les diga.
Alfonso Ussía
Félix Velasco - Bog

jueves, 22 de noviembre de 2012

Huevo cardado

Si esto era lo que pretendíamos, ya lo hemos conseguido: somos un país en cuyas universidades de mayor prestigio la conquista más innovadora es ahora mismo que en el paraninfo se presente un cocinero y dicte su lección magistral armado con una cazuela, cien gramos de cilantro y un soplete con el que carda un huevo. Nada de minería, ni siderurgia, que hacen ruido y echan humo. Tampoco importan los astilleros, ni la metalurgia, verdaderos nidos del viejo obrerismo ordinario, plural y levantisco. Somos un apático país de flojeras y de viejos en el que los hombres más vigorosos suelen ser mujeres de más de cincuenta años. El dueño de un antro me advirtió hace ya algunos años que al cabo de no mucho tiempo en los clubes de alterne la chica que más trabajaría sería el travesti, el tipo operado con grumosos injertos de pavo al que ahora vemos que carraspea y esgarra al fondo del local. Nos hemos convertido de paso en la plácida residencia de las mafias más burdas del este, la rusa, por ejemplo, que es una mafia alcoholizada y hortera que no tiene el sustento cultural de la ópera, como la italiana, o el sustrato pegadizo del cine, como los irlandeses que peleaban por el licor de contrabando en Chicago. Ni siquiera tenemos actores que pudiesen representar a personajes sólidos y contundentes, de modo que en un casting para revivir en el cine a Abraham Lincoln habría que recurrir probablemente a Pilar Bardem. Somos ya un país decrépito, sin tejido industrial y sin vigor social, una enorme cafetería repleta de tipos gomosos, perfumados y ambiguos que anulan con sus potingues el exquisito olor del postre y les producen verdaderas náuseas a sus perros. Si era eso lo que queríamos, ya lo hemos conseguido. El despilfarro, la especulación y la verbena nos han arrinconado en la costa. Pero es evidente que si nos arrojásemos al mar, nos devolvería con asco la marea.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog

Un chasco

En la segunda mitad de la década de los ochenta, un grupo de científicos demostró que en el Lago Ness no vivía ningún monstruo. Me produjo una enorme tristeza la noticia. Estaba claro que el monstruo era una fantasía, una sombra de entreluces y un inteligente reclamo turístico, pero quedaba en el aire la remotísima posibilidad de su existencia. Como la del Yeti del Himalaya, de cuya imagen tan sólo tenemos una idea los lectores de Tintin, gracias al dibujante Hergé.
Por fortuna, no se han reunido en el Tibet los científicos que chafaron a «Nessie», y se mantiene la esperanza de que un día aparezca devorado un escalador por el dichoso Yeti, que de existir no parece inclinarse por la carne humana.
Respeto profundamente a Su Santidad el Papa Benedicto XVI. Con independencia de su espiritualidad, admiro su inteligencia y su cultura. El Papa es un gran escritor y un formidable músico. Los alemanes nacen con la música incrustada en el alma, pero además la estudian, y casi todos terminan dominando un instrumento. En el caso del Santo Padre, el piano. Pero creo que se ha equivocado al afirmar que en el Portal de Belén no había ni mula ni buey. También nos lo figurábamos, pero esa inexistencia no aporta ninguna ventaja a la tradición.
El Papa ha borrado de un plumazo centenares de estrofas de villancicos, y miles de poemas. Podría haber esperado a enero para hacer público su veredicto. Desde niño puse en duda lo de la mula y el buey, pero nunca me atreví a dar publicidad al asunto. Sospechaba sobre todo de la mula, que para muchos era una mula y para otros tantos un burro o una burra. En el bovino, plena coincidencia, pero no en el equino. Y para los españoles ha resultado reconfortante al máximo la confirmación de la existencia de los Reyes Magos, en detrimento de la imagen de Santa Claus, Papa Nöel y San Nicolás, un personaje nada de fiar y que tiene más nombres que un estafador profesional.
Su Santidad no ha pensado, probablemente, en la faena que nos ha hecho a los que montamos un Nacimiento cuando la Navidad se acerca. Ha cambiado de manera radical la estética del Portal de Belén, que sin mula y sin buey pierde atractivo para los niños. Y a los villancicos tenemos que cambiarles la letra con carácter de urgencia porque si mencionamos a la mula o burra y al buey, nos puede dar la risa. La rima asonante de «Belén» con «buey» ha dado mucho juego a los poetas a los largo de los siglos, y ese afán por calentar al Niños Dios con los alientos animales era de una gran belleza figurativa.
De cualquier manera, el Papa no ha estado oportuno en la presente ocasión. Lo dice en enero, y con un año por delante, sobra tiempo para adaptar el Portal de Belén a la ausencia del buey y la mula. Pero a un mes de la celebración, con las figuras del Nacimiento dispuestas, la faena es de las gordas. Los vendedores de figuras se van a tener que comer todas las mulas y todos los bueyes de barro, cerámica y madera. Y los portales, dispuestos con amplio espacio para dar cabida a la pobre mula y al desdichado buey, habrá que llenarlos con otros personajes para que no queden excesivamente deshabitados. Los niños, y la Navidad es para ellos, se adaptan a todo. Pero que a mis años me entere de sopetón, y por vía Papal, que el buey y la mula no acompañaron a Jesús en el Portal de Belén, se me antoja un chasco de difícil superación.
Alfonso Ussia
Félix Velasco - Blog

martes, 20 de noviembre de 2012

Yogurcitos y blandiblus

No es momento para espíritus "yogurcitos" ni gente "blandiblu". Los tiempos andan recios, recobremos nuestra dignidad, luchemos con esperanza,... y mandemos al ostracismo a los que nos quieren distraer con bobadas para seguir mangoneando.
✔ Nota: La ley del ostracismo fue decretada en Atenas, en el año 510 a. C., por Clístenes y se puso en práctica en el año 487 a. C. como lucha contra la tiranía.
✔ Nota: Mangonear es influir en una persona o intervenir en un asunto de forma maliciosa y poco honesta para conseguir un fin determinado imponiendo a otros su voluntad.
Félix Velasco -Blog

lunes, 19 de noviembre de 2012

Recuerdo con merienda

Con la muerte de Miliki me he dado cuenta de lo importante que el célebre payaso fue para mucha gente, para decenas de miles de españoles que lloran sinceramente su pérdida, recuerdan sus historietas o cantan como homenaje sus canciones. A mí me resultaba un hombre admirable por la seriedad con la que se tomó siempre su oficio de payaso, ese trabajo tan complicado a cuya perfección incluso tienen difícil acceso los políticos. Sin olvidar el éxito coral alcanzado con el resto de la familia Aragón, Miliki representó el esfuerzo que se necesita para que la sencillez no parezca una fatal vulgaridad, sino una valiosa conquista. Era sencillo, entrañable y necesario como la merienda. Otros lo intentaron y fracasaron porque que en su caso el mérito no era de ellos, por sus discutibles ocurrencias, sino del público infantil, por su admirable y entregado estoicismo. No hará falta que cite ejemplos para contraponer su baja calidad al estilo pegadizo, inteligente y entrañable del artista ahora fallecido. Miliki era un payaso cordial y divertido –no necesariamente simple–, cuyo trabajo se conserva en la memoria de millones de españoles porque lo hacía sin grandes pretensiones, con el recurso de algo que no se adquiere fácilmente si no se tiene de fábrica: honestidad. Ejerció con discreción la grandiosidad de lo pequeño y consiguió que muchos españoles conserven al cabo de los años el estribillo limpio y amable de una infancia que quizá fue más feliz gracias a que irrumpió en sus vidas un payaso que les levantó el ánimo en un descanso de sus deberes y les inculcó con sus historietas y con sus canciones la idea de que hay un momento en el que al hacernos mayores nos damos cuenta de que en realidad la sensatez es una cosa que estropea mucho la felicidad y que, según se mire, la muerte sólo es algo que sucede sin remedio cuando, por desgracia, nos hemos alejado demasiado de la merienda.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog

El surfista

Si los sondeos aciertan, la ola soberanista sobre la que hace surf Artur Mas puede acabar descalabrándolo en la playa
Sin la mayoría absoluta que busca como salida de su impremeditada fuga hacia adelante, la ola soberanista sobre la que hace surf Artur Mas puede acabar descalabrándolo en la playa. Si las encuestas se cumplen, la convocatoria electoral anticipada sólo servirá para duplicar los escaños y los votos de Esquerra Republicana y de otras fuerzas radicales partidarias de la secesión. Un exitazo. El president habría provocado un corrimiento de tierras en el que todo el mundo se movería alrededor menos él. El resultado que pronostican los sondeos debilita su liderazgo y lo descalifica como estratega político: un dirigente sobrepasado por los acontecimientos que él mismo promueve, capaz de formar un lío descomunal para quedarse en el mismo sitio.
Cada vez está más claro que Mas ha tratado de subirse en la espuma de una marea que no podía controlar. La exaltación emocional de la Diada le ha empujado a improvisar una estrategia rupturista que amenaza con desbordarlo. Se ha puesto en evidencia al recibir un portazo taxativo de la Unión Europea. Ha aflojado con frivolidad impropia de un gobernante los tornillos de la conllevancia entre Cataluña y el resto de España. Ha minusvalorado la respuesta de un Estado cuyos servicios de inteligencia pueden escudriñar los recovecos de sus cuentas corrientes y remover las cloacas de su partido. Ha liquidado el pragmatismo pujolista. Ha despertado la inquietud del empresariado que le veía como factor de moderación y se ha echado en brazos de los talibanes independentistas que forman su círculo pretoriano, algunos de los cuales no se recatan de verbalizar en público que recorrerán el camino iniciado «con el o sin él». Se ha presentado -y tal vez se ha creído- como el Moisés de una transición nacional hacia la tierra prometida y ahora puede encontrarse con que el pueblo cautivo dispersa su confianza en otros guías más decididos. Ha lanzado un desafío suicida cuya primera víctima puede ser él mismo.
El único objetivo que podría justificar su arriesgada pirueta es una mayoría plebiscitaria que a día de hoy parece fuera de su alcance. Si no la obtiene quedará a merced de un soberanismo radical y minoritario, que le convertirá en un rehén político, o tendrá que buscar en Madrid un pacto de salvaguarda. Puede que ése fuera su verdadero propósito inicial pero para eso no necesitaba organizar semejante descalzaperros; ha roto demasiados platos para recomponer la vajilla. Poca confianza merecería un líder que se mete en peripecia tan irresponsable para terminar en un panorama de inestabilidad peor que el del punto de arranque.
De momento ha quedado empapado por las salpicaduras de una pringosa corrupción aflorada en el oleaje. Y no sería el primer surfista que tras encaramarse triunfante en una cresta sufre una dolorosa voltereta para concluir su orgullosa aventura lastimado.
Ignacio Camacho
Félix Velasco - Blog

Desesperación

La desesperación es mala consejera. Hay que aprender a gestionar las emociones con inteligencia, dejarse llevar por ellas, especialmente en momento críticos, hace que se traspasen los límites que marca la prudencia. Niebla el entendimiento, oscurece la voluntad e impide pensar con lógica. Quien toca más de la cuenta el fuego, suele terminar quemándose.
Félix Velasco - Blog

domingo, 18 de noviembre de 2012

Los calladitos

Del presunto desvío de comisiones hacia cuentas personales de las familias Mas y Pujol tendrá que ocuparse la justicia. Mientras tanto, presunción de inocencia. Las anunciadas querellas contra periodistas y medios tendrán la virtud, si realmente se presentan, de activar la exceptio veritatis, o prueba de los acusados de calumnia (y, en algunos casos, de injuria) de que sus acusaciones son ciertas.
Mientras jueces, fiscales y periodistas de investigación se ocupan de lo suyo, seguimos preguntándonos: ¿Por qué guarda silencio la sociedad catalana? ¿Por qué sólo hablan quienes piensan igual que Artur Mas? En La espiral del silencio, Elisabeth Noelle-Neumann afirma que «la disposición de un individuo a exponer en público su punto de vista varía según la apreciación que hace del reparto de opiniones en su entorno social (…) Estará tanto mejor dispuesto a expresarse quien piensa que su punto de vista es, y seguirá siendo, el punto de vista dominante». Pero también observa: «Si la apreciación del reparto de una opinión está en flagrante contradicción con su efectiva distribución es porque la opinión cuya fuerza se sobrevalora es la que con más frecuencia se expresa en público».
Es el caso de la opinión secesionista en Cataluña: está extraordinariamente sobrevalorada. La concurrencia de varios factores explica el error, y, con él, el mantenimiento de la distancia entre la Cataluña oficial y la Cataluña real, dualidad que alcanza extremos grotescos como consecuencia de la interacción entre un poder público empeñado en la ingeniería social y una sociedad demasiado abierta y compleja para ajustarse al modelo uniforme, bidimensional y antimoderno de la «nación natural». Entre los factores que explican el gran error de apreciación, el error que ha conducido a tantos al silencio, es obligado citar el control de los medios de comunicación privados a través de un caprichoso sistema de concesiones, de un escandaloso sistema de subvenciones, y del uso de la publicidad institucional como premio o castigo. Por su parte, la televisión pública se ha utilizado siempre sin tapujos como aparato de penetración ideológica, por no hablar de sus abusos: desde el desvío de recursos hacia productoras privadas de sus amigos políticos hasta el linchamiento público de personajes incómodos, pasando por una sistemática pedagogía entiespañola.
Por fin, un esquema clientelar premia con prebendas institucionales, académicas o empresariales a los generadores de opinión más favorables a la construcción nacional. Es este un factor especialmente vergonzoso por pervertir (y casi diría que invertir) el rol de los comunicadores, que, se supone, pasa por la crítica y fiscalización del poder y por la búsqueda de la verdad. De acuerdo con esta lógica perversa, el adocenado pasa por original, el paniaguado por independiente, el acomodaticio por audaz, el reaccionario por progresista, el lacayo por rebelde.
Pero cuando la caja está vacía, el poder no puede aplicar la única política que conoce, la del riego intensivo de la mal llamada «sociedad civil» con dinero público. En ese apuro, un grupo cerrado en torno a Mas organiza una gran campaña de marketing emocional que le exonera de sus responsabilidades como gobernante y que persigue el control de todos los recursos desde su origen. Lanzan mentiras tan groseras que ni siquiera aguantan hasta el final de la campaña electoral: es el caso de la fantasiosa permanencia en la Unión Europea de una Cataluña independiente. Los comunicadores del régimen disimulan y, no sin azoro, siguen reclamando por inercia lo que saben una ruina. ¿Hasta cuándo dominarán el espacio público? Lo cuenta La espiral del silencio: hasta que los calladitos detecten que la efectiva distribución de la opinión está en flagrante contradicción con su bonito y oneroso mundo virtual.
Juan Carlos Girauta
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sábado, 17 de noviembre de 2012

Sabrina Salerno - Boys.


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Raíces de nuestros nacionalismos

Nación significa nacimiento; de ahí que a lo largo del tiempo se empleara esta palabra de muy diversas maneras, pudiendo incluso decirse de alguien que era «vallisoletano de nación». Pero cuando se la convierte en superlativo, introduce un nuevo elemento étnico: es lo que separa o diferencia de los demás; de ahí el peligro de que pueda incurrir en una especie de racismo. España fue oficialmente reconocida como nación, una de las cinco que formaban la cristiandad latina, en el Concilio de Constanza, allá por el año 1412, precisamente cuando sus reinos, gobernados por miembros del mismo linaje, habían recobrado prácticamente la unidad que perdieran como consecuencia de la invasión islámica. Al producirse la recuperación de la cristiandad ibérica se hicieron conscientes esfuerzos para recuperar su unidad, sin que se perdieran por ello los usos y costumbres introducidos, ya que éstos eran certeramente calificados de libertades. De este modo, mediante acuerdos y pasos concretos, llegó a construirse esa monarquía hispana que a sí misma se calificaba de católica, porque la base constitutiva de la misma se hallaba en la aceptación de la ética cristiana, que reconoce en el ser humano a una persona y no a un simple individuo. De ahí el modelo: no sometimiento de los diversos componentes a unidad sólida, como era el modelo francés, sino estableciendo una unión de reinos. Conviene recordar que Cataluña nunca se consideró a sí misma reino, sino principado y que los países vascongados no formaban ni siquiera una unidad administrativa. Había un señorío de Vizcaya, cuyo titular era directamente el rey, una provincia de Guipúzcoa y una hermandad de Álava, en donde se instalaban señoríos menores que han dado nombre a los más importantes linajes de la nobleza hispana. Este modelo de Estado indicaba el avance además en dos sentidos. Había una diferencia entre la soberanía suprema e indivisible, ligada a la Corona y la administración que se atenía a los mencionados usos y costumbres.
Pero esta situación, que nos explica cómo España pudo convertirse en gran potencia y también en madre de otras naciones allende los mares, empeñada en la defensa de Europa frente a las disidencias religiosas y al poder de los turcos, trajo consigo un esfuerzo que condujo a la gran depresión de finales del siglo XVII. Y se creyó por muchos que la mejor salida era acomodarse al modelo unitario de Francia. La Guerra de Sucesión fue un enfrentamiento entre dos príncipes, Felipe de Borbón y Carlos de Austria. Lo que ahora se conmemora con la Diada no era una defensa de Cataluña, sino de un candidato, Carlos, que parecía ofrecer la conservación del sistema tradicional frente al otro, Felipe, que aportaba el modelo de Luis XIV. Así las cosas, frente a las tendencias reformadoras que buscaban una fructuosa Ilustración española, sin abandonar sus raíces católicas, se produjeron los movimientos de resistencia que intentaban salvaguardar o restablecer los usos antiguos, es decir los Fueros. Tal vez olvidaban que el de Navarra comienza con una referencia a Pelayo y Covadonga.
En 1833 la sucesión femenina, con una nueva reina de nombre Isabel, sirvió de pretexto a un enfrentamiento entre liberales unitarios y tradicionalistas que invocaban el nombre de Carlos. Largas y duras luchas que acabaron con el fracaso del Carlismo, que hubo de replegarse en esas zonas extremas, vascas o catalanas en donde la palabra fuero suena mejor. Y cuando el ciclo se cerró nacieron políticos que formularon entonces la idea en otros términos de nacionalismo, es decir, odio a España, a la que identificaban en cierto modo con la castellanidad. Desde finales del siglo XIX, mezclándose además con los grandes problemas políticos y sociales que caracterizaran aquella centuria, hemos ido viviendo las consecuencias y el desarrollo de aquella manera de pensar que intenta la división de la soberanía. Y, nadie se engañe, están a punto de conseguirla.
La vigencia de un régimen autoritario –por favor no me sigan interpretando mal– permitió a los nacionalistas instalarse fuertemente en los espacios de una oposición que luchaba por recuperar la «libertad» parlamentaria y de partidos. Y el problema entró en nuevos cauces. Eran muchos, yo diría que la inmensa mayoría, los que creían que la solución del problema sólo podía venir por el camino del reconocimiento y de las concesiones. Defendíamos el uso del catalán en los ambientes académicos, pero no que ésto significase una sustitución de la lengua española, que es un elemento, probablemente el más valioso, de nuestra cultura.
Sin embargo, se cometió un error cuando en 1976 se pensó que la solución estaba en una especie de equiparación entre las diversas regiones españolas. De este modo la unidad de la soberanía pasaba a ser compartida o, mejor, dividida. A ciertas entidades con profundas raíces históricas ésto no les parecía suficiente, sino humillante, ya que parecía equipararlas con otras que fueron hasta entonces simples provincias. Y se abrió la puerta. Los historiadores sabemos muy bien a qué sistemas plurales de este tipo conducen a la larga: inevitablemente, a una separación: ¿dónde están los límites a lo que se permite? Solamente en las coyunturas de la conveniencia. En otras palabras y siempre con el dolor profundo de quien se siente hispano, el proceso no va a detenerse. Hemos llegado ya al punto clave en el que se intenta desprestigiar y desarbolar el edificio básico de la monarquía. Volveremos, no hay duda, a los «taifas». Y ellos fueron los que arrasaron al Ándalus. Así nosotros. El uso de medidas coercitivas sería contraproducente. Pero, ¿cómo crear los vínculos del amor que nos haga sentir a todos uno?
Luis Suárez (Real Academia de la Historia)
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jueves, 15 de noviembre de 2012

El fin del mundo

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Conectar el cerebro a las máquinas

Crean un «cable» que conecta el cerebro a las máquinas
Un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan acaba de conseguir algo que parecía imposible: fabricar un delgadísimo cable capaz de "enchufar" directamente el cerebro humano a una computadora. El ingenio es tan preciso que puede conectarse, incluso, a células individuales. El sorprendente estudio se publica esta semana en Nature Materials.
El cable en sí es un filamento de carbono revestido de plástico, de modo que las señales eléctricas de las neuronas no causen molestas interferencias no deseadas. En uno de sus extremos, el cable está impregnado con un gel cuya finalidad es la de acoplarse a la perfección con las membranas de las células cerebrales y transmitir y recibir de ellas señales eléctricas. El otro extremo está conectado a una computadora, de forma que las señales que emite el cerebro llegan directamente a la máquina, y con una extraordinaria claridad.
"El electrodo -explica Nicholas Kotov, uno de los desarrolladores del dispositivo- tiene un diámetro aproximado de 0,007 milímetros (siete micras), mucho menos que el de sus más directos competidores, que tienen entre 25 y 100 micras".
A diferencia de los anteriores, que podían llegar a dañar las neuronas cercanas a aquellas con las que se quiere conectar, el nuevo electrodo es mucho más preciso y tiene, además, la ventaja de que el otro extremo (el que no está en el cerebro) puede conectarse a cualquier clase de dispositivo, por ejemplo a una prótesis.
La gelatina, incluso, habla el lenguaje de la célula, añade el investigador. Los impulsos eléctricos viajan por el cerebro mediante movimientos de iones, o átomos con cargas eléctricas, y las señales se mueven a través de la gelatina de la misma manera. Del otro lado la fibra de carbono responde a los iones moviendo electrones que traducen eficazmente la señal del cerebro al lenguaje de los artefactos electrónicos.
El ingenio ya ha sido probado en ratones y ha dado, hasta ahora, unos resultados excelentes. Pero los propios autores del artículo aclaran que aún es pronto para empezar a utilizarlo con seres humanos. Cuando por fin se haga, el dispositivo contribuirá a revelar un buen número de los misterios que aún envuelven al cerebro y su funcionamiento, entre ellos la forma en que las neuronas se comunican entre sí o el trazado exacto de las "autopistas" que cruzan el cerebro de parte a parte transportando la información que éste debe procesar continuamente.
Sin problemas de salud
Uno de los mayores problemas aún sin resolver es el de la duración del electrodo. En efecto, para que pueda ser utilizado, por ejemplo, con una prótesis, el cable debería resistir sin degradarse durante años enteros mientras está conectado al cerebro del paciente. Pero hasta ahora los experimentos sólo han durado seis semanas, por lo que se desconoce cómo puede evolucionar el cable durante periodos más largos.
Las pruebas, a pesar de todo, resultan esperanzadoras. Las neuronas y el sistema inmune de los ratones se acostumbraron a los electrodos después de apenas dos semanas, lo cual indica que estos " invasores electrónicos" podrían seguir funcionando sin problemas durante un largo tiempo.
"Gracias a que estos artefactos son tan pequeños -asegura por su parte Takashi Kozai, que ha dirigido la investigación - podremos combinarlos con nuevas técnicas ópticas para observar directamente, por primera vez, cómo se comportan y qué hacen las células cerebrales cuando se comunican entre sí". Aunque, según los propios investigadores, será necesaria casi una década más para que la tecnología pueda comercializarse y ser utilizada de forma masiva.
José Manuel Nieves
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domingo, 11 de noviembre de 2012

El Sistema

El Sistema falla, no por el Sistema, sino por la deleznable falta de responsabilidad y honestidad de sus administradores. El Sistema falla porque la demoledora presión impositiva recae sobre los trabajadores, los que mantienen con su trabajo a los que lo han perdido, pero permite a los poderosos, a los rentistas, a los vagos millonarios y a los especuladores rehuir sus obligaciones fiscales con una permisividad asombrosa. El Sistema falla porque un notable porcentaje de políticos se ha enriquecido, con especial recochineo en los palacios autonómicos y los arruinados ayuntamientos. El Sistema falla porque en España, que se exige un examen especial para hacerse socio de una biblioteca, no se le exige nada a un concejal, un alcalde, un ministro, un presidente autonómico o al propio presidente del Gobierno. No puede triunfar un Sistema donde los gobernantes han sido, si no analfabetos, sí ignaros, desnutridos de lecturas, en ocasiones ágrafos y con frecuencia, incultos. El Sistema falla porque unos pocos se han llevado lo de todos, con negocios amparados por el Poder Político, vaciando las arcas del Tesoro. El Sistema falla porque las izquierdas en España son aún más avariciosas en la acumulación del dinero que las derechas, procurando un desmoronamiento moral y ético perfectamente descriptible. El Sistema falla porque el político que se despide o es despedido por la voluntad del pueblo, siempre encuentra un sillón en el Consejo de Administración de un banco o una multinacional, mientras que el parado se va a su casa si no se la quitan por un retraso en el pago de la hipoteca. El Sistema falla porque la honradez en España es un defecto, la humildad un error y la honestidad una grave imprudencia. El Sistema falla porque, desde la era de los pelotazos elogiados por Solchaga, se han producido tantos pelotazos en España que no puede quedar dinero para los que se dedican a trabajar normalmente un día sí y el otro también. Por la devastadora ambición de quienes tenían y de los que no habían tenido y le tomaron –natural–, el gusto a contar los billetes. El Sistema falla porque nadie se atreve a suprimir las subvenciones que pagan los contribuyentes a chorradas inadmisibles. Falla porque los sindicatos no representan a nadie y están inmersos en la gran mancha de la corrupción. Falla el sistema porque en los reductos autonómicos, los poderes dominan, mantienen y pagan a los medios de comunicación para que informen sesgadamente a la ciudadanía. El Sistema falla porque nadie se atreve a decir la verdad, su verdad, porque el Poder impone sus condiciones de silencio. El Sistema falla porque la Justicia está politizada y dividida en grupos y asociaciones sostenidas por ideologías, no por las leyes. El Sistema falla porque los que pueden hablar se callan y los que no pueden se limitan a decir tonterías establecidas por el oportunismo, el rencor o la envidia. El Sistema falla porque después de más de quinientos años de unión, los españoles no hemos sabido ser, ante todo, españoles, dejando las diferencias en el segundo plano de nuestras opciones. El Sistema falla porque los partidos políticos no son contundentes con la corrupción de sus propios sujetos y renuncian a las medidas ejemplares y ejemplarizantes. El Sistema falla porque no escandaliza a la Izquierda que un individuo gane trece millones de euros al año y despida a un tercio de los trabajadores de la empresa que preside «porque ya no podemos seguir viviendo tan bien como antes». El Sistema falla porque se ha esquilmado, robado y abusado de esa ciudadanía con la que sólo se cuenta a la hora de conseguir su voto. El Sistema falla, porque organizaciones e instituciones admirables y honestas, que lo dan todo por España por la vocación de servirla, son sistemáticamente empobrecidas y maltratadas por los poderes, la mentira y la demagogia. Porque hemos renunciado a los principios y los valores, de unos y de otros. El Sistema ha naufragado por culpa del único valor admirado: el dinero.
Alfonso Ussía

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La historia explicada al Financial Times

Con un sorprendente desconocimiento de la historia se pretende encontrar similitudes entre Escocia y Cataluña- Nada más alejado del análisis histórico. Escocia, a diferencia de Inglaterra, nunca fue romanizada. El emperador Adriano, tras su viaje por el Imperio, decidió construir un muro que separara Britania del territorio que hoy conocemos como Escocia, que se reforzó con una segunda muralla construida más al norte por su sucesor, Antonino. Era un territorio agreste, pobre y habitado por los belicosos pictos que no despertaba otro interés que levantar un muro que contuviera los asaltos en busca de botín. La cristianización fue tardía, aunque en 750 el territorio ya estaba evangelizado. Por una parte, estaba el territorio inglés y galés y, por la otra, el de los pictos y los escotos que sería el reino de Escocia. Los reyes ingleses siempre quisieron controlar Escocia incorporándola a su corona, como hicieron con Gales e Irlanda. En 1286 falleció Alejandro III de Escocia y su nieta Margarita, que vivía en Noruega, fue nombrada su sucesora, pero la reina niña falleció durante el viaje. Esto provocó un enfrentamiento entre dos posibles sucesores: John Balliol y Robert Bruce. La nobleza escocesa pidió a Eduardo I que mediara y este aceptó a cambio de que le juraran lealtad. El 17 de noviembre de 1292 coronó a Balliol como rey títere y los ingleses se hicieron con el control del país. Los incidentes fueron constantes hasta que finalmente Balliol fue derrotado en la batalla de Dunbar y se tuvo que exiliar. En los años posteriores, marcados por las luchas y las rebeliones, emergió William Wallace, el gran mito de la historia escocesa popularizado con la película «Braveheart». El asesinato de su padre, un pequeño terrateniente, le convirtió en un rebelde contra la opresión inglesa. En la batalla de Stirling acabó con el mito de la superioridad inglesa y le generó la simpatía de una nobleza que hasta ese momento le había dado la espalda. En 1298 fue nombrado Guardián de Escocia y se iniciaron los contactos para lograr el apoyo francés, algo que sería una constante entre los escoceses a lo largo de la Edad Media. Wallace sería derrotado por Eduardo I en la batalla de Falkirk (1299). En 1305 fue capturado y el 23 de agosto, brutalmente ajusticiado sacándole las entrañas en vivo, para posteriormente ser decapitado y descuartizado en cuatro trozos. Seis meses después, los escoceses se levantaron en armas y coronaron a Robert Bruce como rey de Escocia. En 1314 derrotó a los ingleses de Eduardo II en la batalla de Bannockburn. El territorio que hoy conocemos como Cataluña fue plenamente romanizado y formó parte de lo que Roma denominó Hispania. Tras la caída del reino visigodo, fue ocupado por los musulmanes y posteriormente se formaron una serie de condados que fueron feudatarios del reino franco. El conde de Barcelona nunca fue rey de Cataluña y la denominación de principado no es utilizada hasta finales de la alta Edad Media. Ramón Berenguer se casó con Petronila, hija de Ramiro el Monje, rey de Aragón, y se convirtió en rey de Aragón. A partir de ese momento, los territorios de la dinastía se conocieron como la Corona de Aragón, compuesta por este reino y el condado de Barcelona y el resto de condados catalanes, incluidos los que se encontraban al otro lado de los Pirineos, a los que se unieron por conquista los reinos de Valencia, Mallorca, Sicilia y Nápoles. El conjunto de reyes cristianos compartieron el mismo objetivo de expulsar a los musulmanes de Hispania. El propio Jaime I cedió Murcia a su yerno Alfonso X de Castilla dentro de los pactos acordados entre ambos reinos. No hay ningún conflicto en la Edad Media parecido al mantenido entre Inglaterra y Escocia, que eran reinos cuyas relaciones estuvieron marcadas por la conflictividad. El propio comercio escocés se dirigió siempre en dirección a Francia y el resto del continente. Con el Compromiso de Caspe, la rama menor de la dinastía castellana de los Trastámara será entronizada a la Corona de Aragón. Las dos ramas se unirán con el matrimonio de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, siendo su nieto, Carlos, quien hará efectiva la Monarquía Hispánica, que durante siglos había sido el sueño de reyes y tratadistas medievales. Con la muerte de Isabel I de Inglaterra, que había ordenado la decapitación de la reina escocesa María Estuardo, su hijo Jacobo I unió de forma personal en 1603 unos reinos que siempre habían sido enemigos. Su hijo, Carlos I, sería ejecutado en 1649 por orden del Parlamento inglés tras perder en la guerra civil. Oliver Cromwell se convirtió en Lord Protector de la Commonwealth de Inglaterra, Escocia e Irlanda. Tras este periodo, los Estuardo recuperaron el trono y el hijo del rey ejecutado gobernó como Carlos II. Le sucedió Jacobo II, que perdió la corona en 1688 al intentar imponer el catolicismo en Inglaterra comenzando las guerras jacobitas, en las que sus sucesores intentaron recuperar el trono con el apoyo del fiel pueblo escocés. Con la Revolución Gloriosa que depuso a Jacobo II, subió al trono su hija y su yerno, María II y Guillermo III, que eran protestantes, y fue excluido su hijo Jacobo. A su muerte subió al trono Ana I, que era también hija de Jacobo II. Con ella se produjo la unificación de los reinos convirtiéndose en reina de Gran Bretaña con el Acta de Unión de 1707. Fue una consecuencia de la crisis financiera provocada en Escocia por el fracaso de Darien, el intento de establecer una colonia en el istmo de Panamá. Esto permitió que Escocia recibiera ayuda económica inglesa para superar la crisis. El fin de las esperanzas de los Estuardo por recuperar la corona acabó en la batalla de Culloden en 1745, cuando los «highlanders», dirigidos por Carlos Eduardo Estuardo, conocido como «Bonnie Prince Charles», fueron derrotados por el ejército inglés comandado por el duque de Cumberland, hijo menor de Jorge II. Desde la Revolución Gloriosa, los dos reinos habían sido gobernados por reyes protestantes mientras que los Estuardo permanecían en el exilio. Una parte importante de los clanes escoceses era fiel a los Estuardo. El príncipe Carlos Eduardo desembarcó en Escocia y proclamó como rey a su padre con el nombre de Jacobo VIII de Escocia y III de Inglaterra. El sueño escocés acabó en Culloden, una batalla tan breve como brutal. Cumberland comenzó una represión desmedida que buscó desmantelar la base de la sociedad escocesa e impedir nuevas rebeliones jacobitas. Las medidas fueron muy crueles. Se confiscó el ganado, se derribaron casas, se quitó la autoridad a los jefes de los clanes, se prohibió el uso del gaélico, utilizar el kilt y la posesión de armas. A lo largo del territorio se construyeron carreteras y puentes con el fin de facilitar los movimientos del ejército para impedir con rapidez cualquier sublevación. El objetivo tras Culloden fue el exterminio de los rebeldes, por lo que las bolsas de resistencia jacobitas fueron eliminadas sin misericordia produciéndose incidentes brutales y atroces. Los prisioneros jacobitas encerrados en Londres fueron decapitados, ahorcados o descuartizados. Un total de 936 fueron deportados a las colonias como esclavos. Los atroces crímenes cometidos tanto en Culloden como después de la batalla consiguieron acabar con el espíritu jacobita. A partir de ese momento, Escocia se convirtió en un territorio fiel a la corona y las tropas escocesas consiguieron un merecido prestigio en los campos de batalla de todo el mundo defendiendo los intereses británicos. En 1885 se restituyó la secretaría de Estado para Escocia y en 1926 adquirió el rango de ministerio. Desde el siglo XIX fue surgiendo un sentimiento autonomista que se vio fortalecido con el romanticismo historicista. El declive del Imperio Británico y el proceso de independencia irlandés dieron un cierto impulso al nacionalismo escocés, aunque sin expresiones violentas como sucedió en Irlanda. En 1945, Robert McIntyre consiguió la primera acta de diputado para el SNP y dos años después el Scottish Convention Movement obtuvo dos millones de firmas a favor de la creación de un parlamento escocés. Comenzaba un proceso que concluiría con la «devolution» a Gales y Escocia que en el referéndum de 1997. Sus partidarios obtuvieron el 74,3 por ciento de los votos, frente al 26,7 de los que se oponían. El nuevo Parlamento fue inaugurado el 2 de julio de 1999 por la reina Isabel II acompañada por su esposo, el duque de Edimburgo, y su hijo Carlos, príncipe de Gales. Con respecto a Cataluña, durante la Monarquía de los Austrias gozó de los derechos que le otorgaban sus fueros, leyes privativas que mediatizaban el poder real en su relación con el Principado. La política exterior de la Monarquía Hispánica se había sustentado en los recursos de la Corona de Castilla, mientras que la contribución de la Corona de Aragón era escasa. Con Felipe IV, la crisis de la hacienda pública era muy grave y el conde duque de Olivares pretendió con la Unión de Armas que el resto de reinos contribuyeran, conforme a su población, al esfuerzo por mantener el imperio. Los errores de Olivares, incluido el de asignar una población mayor de la que realmente tenía Cataluña, condujeron a la rebelión catalana y Pau Claris proclamó en 1641 la república y unos días después entrega el Principado a Luis XIII, que sería conde de Barcelona. Era una gran oportunidad para aumentar sus posesiones y trasladar el conflicto al interior de la Península debilitando a Felipe IV. La experiencia no pudo ser más negativa para los catalanes y para España. La nobleza portuguesa aprovechó la debilidad de la monarquía para entronizar al duque de Braganza como rey de Portugal. Luis XIII perdió su interés por Cataluña tras el Tratado de Westfalia. La actitud del ejército francés de ocupación le había suscitado, además, la animadversión de la población catalana y las tropas reales al mando de Don Juan José de Austria recuperan el territorio. España perdió el Rosellón gracias a la rebelión catalana. Tras la muerte sin hijos de Carlos II, en su testamento designó como sucesor al nieto de Luis XIV, el duque de Anjou. Convertido en Felipe V, las cortes catalanas le juraron fidelidad, pero posteriormente se decantaron por el candidato austriaco, el archiduque Carlos. Tras la victoria en la batalla de Almansa, la corona de Felipe V estaba asegurada y el ascenso de Carlos al trono austriaco tras la muerte de su hermano José en 1711 hizo que la guerra perdiera sentido. A pesar de ello y del abandono de austriacos e ingleses, la rebelión se mantuvo en Cataluña hasta la caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714. Nunca fue una lucha por la independencia de Cataluña. Con los Borbones, se abrieron los mercados de América para los catalanes y desde entonces Cataluña se benefició del proteccionismo teniendo en España un mercado cautivo.
Francisco Marhuenda
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