miércoles, 30 de diciembre de 2009

domingo, 27 de diciembre de 2009

Chivatos ejemplares


Tendemos, porque nos tranquiliza la conciencia, a echarle la culpa de todo a la clase política, a los empresarios, a los sindicatos, al clima, a la mala suerte y al lucero del alba. Cogido aparte, cada uno de nosotros resulta inocente como un cervatillo. Nadie es nunca responsable de nada. Asombra la facilidad con que el ser humano se justifica, absolviéndose a sí mismo de todo: las matanzas de armenios, los campos de exterminio nazis, la Lubianka y los gulags soviéticos, Paracuellos, los años del franquismo, el terrorismo de ETA, las fosas comunes de Camboya, los burdeles de prisioneras en Bosnia. Lo que se tercie. Luego resulta que nadie sabía nada, que los ciudadanos honrados miraban hacia otro sitio. Y todo acaban comiéndoselo los de siempre: el dictador, el psicópata, el miliciano incontrolado, el falangista rencoroso, el malvado Carabel que actuaba por su cuenta. Cuatro gatos, en suma. Los demás estaban todos al margen. Estábamos. Y cuando pasa la racha, todo cristo saca del bolsillo y exhibe en público el certificado de buena conducta correspondiente, y luego sale a la puerta de la oficina y de la tienda, muy serio, a guardar el correspondiente minuto de silencio. Parece mentira, decimos, mirándonos unos a otros con la limpia mirada de la solidaridad fraterna a toro pasado, que siempre sale barata. Qué malos eran.
Pensaba hoy en eso, recordando una historieta de hace cosa de un mes, que apareció fugazmente en la prensa y de la que nadie ha vuelto a ocuparse después: la del muchacho que asistía a una escuela de idiomas de Palma de Mallorca, y que tomando café con sus compañeros, fuera de clase, mostró su desacuerdo con la obligatoriedad de hablar catalán para trabajar en la sanidad balear. Al terminar el intercambio de opiniones, y tras dedicar al chico el inevitable epíteto multiuso de fascista, varios de sus compañeros fueron a denunciarlo a la profesora. Que era francesa, pero estaba aclimatada de maravilla; muy hecha, ya, al sitio donde se gana el jornal. Y ésta, claro, lo expulsó del centro. Con el respaldo de la dirección, por supuesto. «Se ha creado un mal ambiente en el grupo», fue el punto final. Y hasta luego, Lucas.
Ahora díganme que no es lo mismo. Que esos prometedores jóvenes que fueron a chivarse a la profesora eran, o son, diferentes a los que, con carnet de Falange Española Tradicionalista y de las JONS –obligatorio para todos, refresquen esa memoria histórica–, denunciaban hace setenta años al rojo de mierda que, contumaz, se mostraba en desacuerdo con la obligatoriedad de hablar español en vez de farfullar dialectos separatistas financiados por Moscú. Díganme también, de paso, si la mayor responsabilidad de que a ese chico lo expulsaran la tienen la profesora y la dirección del centro –esbirros, a fin de cuentas, de un sistema que les da de comer–, o la tienen los jóvenes compañeros que, a los veinte años, ya son capaces de actuar como ciudadanos ejemplares, dispuestos a limpiar la patria y el idioma de indeseables. Dirían algunos de ustedes, quizás, que no podemos elevar esto a otras categorías, comparando la actitud de esos muchachos con la de los ciudadanos alemanes que, en sus buenos tiempos del cuplé, denunciaban al vecino comunista o judío; o con la de los millones de delatores vocacionales o circunstanciales que, durante siglos, en España y fuera de ella, abastecieron las hogueras inquisitoriales, los paredones y cunetas de carretera, las cárceles y los innumerables caminos del exilio. Pero en mi opinión se trata del mismo reflejo infame: fundirse con el entorno que permite sobrevivir marcando el paso que toca. Eso, aplicando el beneficio de la duda. Porque hay otra lectura menos piadosa: ciertos gobiernos, determinadas convenciones sociales, tal o cual político o empresario, la profesora de la escuela de idiomas y los alumnos mismos, allí como en otros lugares, no son sino manifestaciones concretas, cristalizaciones perversas de lo que deseamos tener y lo que, en consecuencia, tenemos. Con nuestro voto y aplauso, y también con el silencio de los borregos, que no siempre es imbécil o cobarde, sino también cómplice. Ellos encarnan nuestros deseos. Nuestra turbia alma. Dicen lo que queremos escuchar y permiten hacer lo que anhelamos. Nos comen la oreja, y por eso están ahí. Por eso triunfan. Por eso duran tanto. Son nuestro infame retrato. Después, cuando la Historia pasa factura, tomamos distancia y negamos ser los que están en la foto, saludando alborozados puño alzado o brazo en alto, según la época, cantando a coro lo que toque. Llorando emocionados cuando pasa Fernando VII, llenándole a Franco la plaza de Oriente, pagándole el chiquito y la tapa a Iñaki de Juana Chaos, aplaudiendo al sinvergüenza del Cachuli en un plató de televisión, o lo que sea. Hay que ver, decimos, qué malos eran los malos, y qué tontos eran los tontos. Palabra oportuna, ésa: eran. Bálsamo de Fierabrás. Cómo nos gusta conjugar la cochina tercera persona del plural.

Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

Josemi, cuestión de ricos


Yo no sé si Josemi Rodríguez Siero es rico, y posiblemente no tengo por qué saberlo. De hecho, no me incumbe y el solo hecho de preguntárselo uno ya es una absoluta ordinariez. Sí sé que su vida se ha desarrollado como si de un rico se tratara. Dicho en términos taurinos: puede que él no sea rico en el estricto sentido monetario de la palabra, pero es el que más cerca se los pasa. Tanto que ha escrito el perfecto tratado para reconocer y desnudar a los ricos españoles, subdivididos en Ricos Ricos, Ricos de Toda la Vida, Ricos Tiesos y Nuevos Ricos. Ni que decir tiene que estos últimos son los más interesantes de todos, ya que han accedido al parnaso de la riqueza sin entrenamiento previo, merced a algún pelotazo o al olfato negociador y trabajador de un hombre o una mujer de empuje, sin clase pero con otras virtudes mercantiles que ya quisieran muchos ricos sin un duro. A los Ricos de Toda la Vida suelen gustarles mucho estos especímenes como objetos de estudio, ya que son los que, por ejemplo, pagan durante un año la calefacción del Vaticano con tal de conseguir un título pontificio. Para Josemi hay una subdivisión aún más perversa, que es la del Nuevo Rico Hortera, que no es otra que aquella que viste zapatos de rejilla con traje de verano gris perla y que suele preguntar «dónde está el servicio» cuando busca un baño o un retrete para evacuar. Son unos ricos muy adinerados que, en el fondo, sueñan con tener casas como la de Falete o como la famosa finca Ambiciones y de los que siempre hay que sospechar, así se encuentra uno en pleno recibidor de sus mansiones una fuente con un caballito de mar echando agua por la boca. En pocas palabras: el camarero de un Nuevo Rico lleva bastante mejor el esmoquin que él. Los Ricos Ricos, en cambio, consideran poco elegante salir en la prensa –la rosa, particularmente, les horroriza–; desechan sacar un barco si tiene menos de veintidós metros de eslora; llaman `doncella´ a la camarera; `mecánico´, al chófer –es muy de ricos robarse entre ellos el servicio doméstico–; tienen entrenador personal en casa al tanto de la última crema, decorador particular, sastre heredado de sus abuelos y personal shopper, figura esta que tamiza con buen gusto toda compra realizable en casa, sea obra de arte o cinturón para uno de los veinticinco trajes azul marino que cuelgan de sus perchas. Un Rico Rico, incluso un Rico Tieso, jamás será minimalista: serlo supone no tener pasado y aspirar a poco glorioso futuro, asegura Josemi, quien retrata en su libro (Cuestión de Ricos, La Esfera de los Libros) las diferentes clases de Ricas en función de su forma de dirigirse a las demás: una Nueva Rica utiliza el apelativo `cari´, una Rica de Siempre dice `mi amor´ y las Ricas Ricas se llaman entre ellas `querida´ o `solete´. Estas últimas se caracterizan por estar permanentemente involucradas en obras de caridad y por realizar constantemente cursillos de algo, sean de cerámica o de arte. Por supuesto, no son nada sin un decorador al lado, ya que los Ricos tienen casas, muchas casas, y en las de campo es donde se ve si refinan o no el buen gusto o si las dedican a almacenar lo que les sobra de las principales. Un Rico, dice Josemi, tiene casa; los Pobres tienen hogar, que es muy distinto.
Casarse entre ellos puede ser, como es de imaginar, un negocio, pero divorciarse es, directamente, la ruina. Hay en el libro un interesante estudio sobre las segundas esposas de los Ricos. Pero su problema, su gran problema, el de Todos los Ricos, es haber perdido el misterio: saber la procedencia de sus fortunas, sus lugares favoritos de veraneo –Marbella o las Baleares–, la naturaleza de sus relaciones sociales, los y las amantes de su propio y endogámico círculo y ya no generar siquiera el muy sano rencor social de otras clases menos favorecidas está acabando con el aura que siempre los ha rodeado. Este libro del sin par Rodríguez Siero los acaba de desnudar y los convierte en moneda accesible a nuestra observación. Entiendo por ello que estén horrorizados y le retiren el saludo.

Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

domingo, 20 de diciembre de 2009

El auge del prohibicionismo


Un fantasma recorre Europa, el fantasma del prohibicionismo. La fórmula estilística no es original, pero por desgracia su significado sí lo es. El prohibicionismo actual consiste en la masiva ofensiva de sus instituciones políticas contra las libertades de los europeos, ofensiva que es progresiva y que afecta cada vez a ámbitos más extensos de sus vidas. El Estado nacional y las instituciones comunitarias e internacionales han alcanzado tal poder administrativo, burocrático e incluso ideológico que están erosionando los principios básicos que han soportado la democracia, en todas sus variables, a lo largo de los siglos.
¿Ha tocado techo la democracia en Occidente y comienzan las libertades a decaer? Ignoramos el alcance histórico del suceso. Pero lo que no ignoramos es que las libertades están experimentando en Europa un retroceso cada vez más rápido. Cada vez se legisla más, sobre más aspectos de nuestra vida y sobre más personas. Y cada vez tienen los Estados nacionales y sobre todo las instituciones internacionales mayor capacidad técnica para que nadie escape al cumplimiento de las neoleyes, que afectan casi a todo: a la alimentación, la salud, el pensamiento, la enseñanza, el ocio, el arte. La voracidad legislativa en la Unión Europea es ejemplo claro de esta decadencia.
Desde luego que la izquierda está mejor situada en la carrera por prohibir: el intervencionismo político, económico y social está en su ADN. Pero más vale no engañarse: característico de esta época es el hecho de que también la derecha se ha sumado a la fiebre prohibicionista. En el Parlamento Europeo no pocas veces la derecha ha sido tan entusiasta en apoyar o lanzar prohibiciones, y en casi todas apoya a los integristas más exaltados, sea en asuntos relacionados con el tabaco, con el laicismo, con la alimentación o con la cultura.
Si esto es cierto en Europa, qué les vamos a contar de nuestro país. En España, a este fenómeno cultural se le ha sumado la llegada de Zapatero al poder en 2004 y el desfonde moral, de principios y de voluntad de defenderlos del PP a partir de 2008. Desde un punto de vista liberal-conservador el panorama durante esta legislatura es espeluznante. El Gobierno de Zapatero está instaurando obligaciones y decretando prohibiciones de manera cada vez más rápida, y curiosamente sólo el ruido mediático que ellas mismas provocan hace que no nos demos cuenta del calado de lo que ocurre. En los últimos meses se acumulan leyes contra la objeción de conciencia de médicos, contra el libre tráfico en internet, contra el tabaco, contra las corridas de toros, contra la conducción, contra las expresiones de cristianismo, contra los aires acondicionados. Un día los atropellados son los fumadores, al siguiente los conductores o los hosteleros, al siguiente los internautas o los profesores, al siguiente los comedores de hamburguesas o los católicos. De una u otra manera nadie escapa al integrismo prohibicionista de personalidades como De la Vega, Aído, Jiménez, Salgado o el propio Zapatero.
La ofensiva prohibicionista del Gobierno va más lejos que muchos regímenes despóticos y autoritarios, pues los socialistas están legislando sobre todo tipo de ámbitos: económicos, culturales, morales, escolares, médicos. Lo peor es que mientras esto ocurre, parte de la derecha, con el PP a la cabeza, se suma a las prohibiciones –ignorando que la cuestión no es qué se prohíba, sino que se prohíba–, o evita mirarlas de frente con el autoengaño de la cortina de humo. Así que día tras día, semana tras semana, los españoles se despiertan con una obligación y una prohibición más.
Se cumple así la gran paradoja postmoderna: en nombre de los derechos y las libertades, éstos son limitados cada vez más mediante leyes cada vez más restrictivas. Surgen así dos preguntas: si este prohibicionismo rampante es frenable a medio o largo plazo, y si será posible en algún momento revertirlo.
Gess
Félix Velasco - Blog

La jerga de los comentaristas


Llamo comentaristas a los que damos nuestra opinión en los medios. También tenemos nuestra jerga, con las modas o muletillas correspondientes. Ya me he referido a lo de "transversal", que tanto nos gusta, lo que no es ni vertical ni horizontal. El otro día coincidí en una tertulia televisiva con un político del partido de Rosa. Dijo de un tirón: "transversabilidad". Lo que es más común, llamó "insurgentes" a los terroristas. Se refería a los de Al Qaeda (que no sé por qué no los llamamos "Alcalde", esto es, "juez"). La moda de los comentaristas se obtiene por simple imitación de alguien que emitió esa palabra por primera vez y quedó bien. La jerga consiste en repetirla a troche y moche. La fase final es que la repitan los políticos. He aquí, por ejemplo, algunas de las palabras y expresiones que ahora repiten con deleite los comentaristas y que les dan un sentido que no es el establecido o habitual:
1.obsceno, no en el sentido de "impúdico" sino más bien como "disparatado o confuso".
2.contundente, no en el sentido de "que produce una gran impresión" sino más bien, determinado, oportuno.
3.realpolitik, con minúscula, no en el sentido de la Realpolitik alemana, esto es, el talante sin principios. Ese real significa más bien "las cosas", no "la realidad". Pero ahora se dice realpolitik en español para indicar un espíritu realista, pegado a la realidad. No está mal el terminacho; lo peor es su reiteración; venga o no a cuento.
A veces, la jerga del politiqués, asimilada por los comentaristas, consiste en edulcorar los términos literales en aras de la alianza de civilizaciones o de la corrección política. Por ejemplo, en lugar de "ablación del clítoris" dicen "mutilación del aparato genital", cuando el clítoris no interviene en la reproducción. En una línea parecida está lo de los "anticonceptivos de última generación" que tendría que ser más bien los que no ayudan a la reproducción o la generación. De modo más sencillo serían las "píldoras abortivas". Por lo mismo, un aborto no tendría que ser una "interrupción" sino una "terminación" de un embarazo; puede ser provocado o no.

Amando de Miguel
Félix Velasco - Blog

Dos navidades y dos culturas


La Navidad está en la entraña misma de la civilización occidental, y hasta hace poco tiempo nadie podría dudar de su carácter cristiano. Era una fiesta en la que el consumo aumentaba, pero este aparecía supeditado a su sentido religioso. A partir de los años 60 en Europa, y un poco más tarde en España, el aspecto del consumo ha tomado proporciones cada vez mayores, realmente gigantescas, y se ha independizado de todo contenido religioso. Paradójicamente, son estas fechas cuando más anuncios de tono pornoide se ven, en la calle y en la televisión; dentro del extenso ámbito "progre" o indiferente ya no se dice Feliz Navidad sino felices fiestas (como si no hubiera otras muchas); en los escaparates de los comercios, las felicitaciones aparecen a menudo en inglés, porque el desprecio a la cultura española está cada vez más extendido, y va ligado a esa fiebre del consumo: en su afán de demostrar su modernez, el PP lleva ese desprecio probablemente más lejos que el mismo PSOE. Ese carácter consumista a-religioso o anti religioso se percibe muy bien en Madrid, donde el alcalde (del PP) procura, en la iluminación y en los festejos asociados, como el de los Reyes Magos, borrar o diluir el contenido cristiano para convertirlo en una mezcla de exaltación del consumo y de recetas más o menos progres de paz, solidaridad (¿con quiénes?), y espectacularidad trivial (al alcalde le gusta el panem et circenses) ajena a su carácter tradicional. Una alcaldía del PSOE no lo habría hecho de otro modo.
En la Navidad se reflejan hoy dos culturas, una de las cuales, la consumista no religiosa, adobada con consignas de sonido humanitario –sonido por lo demás perfectamente hueco– ha ido fagocitando a la religiosa, aunque esté lejos de haberlo conseguido del todo y se observe en los últimos años una reacción considerable. Quizá haya que decir también que bastantes curas, monjas y obispos han contribuido a la descristianización con sus afanes excesivos de aggiornamento. Hace poco leía en un libro de texto de religión del último curso del bachillerato largas tiradas de ideología progre, que podría suscribir el gobierno actual.
El Panem et circenses, es decir, consumo y diversión, constituye la ideología más ampliamente difundida hoy. Cada vez más consumo y más diversión, en ello parece consistir el progreso para muchos, y la consigna se aplica a lo largo de todo el año (ahora menos, debido a la crisis). La industria de la diversión o entretenimiento constituye un negocio colosal y llena prácticamente todo el tiempo libre de millones de personas. Aplicar esa ideología de modo tan pronunciado en estas fechas es también una forma de desnaturalizarlas.
Se decía que el objetivo del panem et circenses en Roma era apartar a la gente de otras preocupaciones, en especial políticas –cosa que no logró–, pero ahora se ha convertido en un objetivo en sí mismo, en una cadena sin fin. ¿Es esto bueno, o es malo? Con ello retroceden la superstición y el oscurantismo, aducen muchos, se impone la razón y la vida se vuelve más alegre. No estoy muy seguro de ello. En un artículo de hace algún tiempo señalaba una serie de rasgos concomitantes presentes en esa ideología, pues esta es también la del aborto y el divorcio masivos, implícitamente de la pederastia, la de la colaboración con la ETA, de la telebasura y el botellón, del homosexualismo y feminismo militantes, de la droga, la corrupción política, el separatismo y el desprecio a la cultura propia, del desplazamiento del español por el inglés, la de la muerte de Montesquieu, la de una extraña simpatía por el islam, por el régimen de Castro, por el Che Guevara o por el terrorismo palestino, la de los ataques a los derechos y libertades en general y en las Vascongadas y Cataluña en particular... Estas cosas suelen ir juntas y, por mi parte, no acabo de verles la razón ni la alegría.
Dice el lamentable Montilla que Cataluña es "una patria dispuesta a rebelarse". Como Asturias. Ojalá tenga razón, ojalá se rebele contra los catalufos, contra los nacionalistas que están convirtiendo a Cataluña en Catalufia.

Pío Moa
Félix Velasco - Blog

domingo, 13 de diciembre de 2009

Idiotipónimos de la jungla política


Los gramáticos llaman "deonomástica" a la recopilación de nombres comunes que proceden de nombres propios. Una variante de esa especialidad es la humorística, cuando la asociación de nombres se hace con propósito de entretenimiento. Por ejemplo, el retrete puede ser "el señor Roca", un ama de casa tradicional se identifica con una "maruja". Los buenos presentadores de la radio podrían ser llamados "crisóstomos" (= pico de oro).
Hay diccionarios enteros de voces deonomásticas, porque se han acuñado miles de voces asociadas a nombres propios. Pero lo interesante es que los famosos actuales nos den pie para inventar nuevos términos, siempre ánimo jocandi para que nadie se enfade y todos se solacen. Veamos algunas invenciones. Las podemos llamar "idiotipónimos".
•"aidoborto": ayuda a las mujeres que quieren terminar con el embarazo.
•"almuniorexia": apetito de cargos en la Unión Europea.
•"amandomanía": dedicación caprichosa y obsesiva por las palabras.
•"boadella": plato de arroz muy apetitoso.
•"bono": unidad de medida del relativismo moral.
•"caamaño": ciudadano de la Comunidad Autónoma de Aragón.
•"candidomendaz": dícese de la persona que arguye con ideas fijas y no verificadas.
•"carmechacona": pieza de música militar que sirve para animar a las tropas pacifistas.
•"chaves": pequeñas corruptelas que no pasan de presuntas.
•"gallardónico": estilo retórico que consiste en hablar con mucha afectación.
•"garzonismo": tendencia al exhibicionismo judicial; avidez de salir en los telediarios por parte de las autoridades.
•"gürtelogía": tratado de las artes para llevarse bonitamente el dinero del erario.
•"mafobia": aversión al liberalismo económico.
•"montillear": proceso por el que un socialista se vuelve nacionalista.
•"montoromaquia": lucha a muerte de la oposición del PP contra las propuestas del Gobierno socialista.
•"pajinia": dominio de la mujer ignorante y resuelta.
•"rajoyoso": dícese del ánimo exultante y ganador.
•"ratofobia": aversión a contestar a las preguntas de los periodistas.
•"salgadomancia": arte de adivinar las tendencias futuras sin comprometerse.
•"zapateralgia": trastorno de la dicción por la que se habla lentamente, acentuando las palabras en la primera sílaba.
Lo malo de componer idiotipónimos es que el ordenador te los rechaza por no existentes. Pero precisamente se trata de descubrir nuevas combinaciones de palabras que puedan ser útiles para interpretar la realidad. Se agradecen aportaciones al Diccionario de Idiotipónimos.
Amando de Miguel
Félix Velasco - Blog

Gibraltar inglés


Los guardias civiles son inocentes como criaturas. Tanto golpe de tricornio y bigotazo clásico, y luego salen pardillos vestidos de verde. A quién se le ocurre pedir instrucciones concretas al Gobierno español sobre cómo actuar en aguas próximas a Gibraltar, donde la Marina Real británica lleva tiempo acosándolos cuando sus Heineken se acercan a menos de tres millas del pedrusco, pese a que la colonia no tiene aguas jurisdiccionales. Cada vez que una lancha picolina anda por allí persiguiendo a narcotraficantes y demás gentuza, los de la Navy salen en plan flamenco a decirle que o ahueca el ala o se monta un desparrame, mientras la embajada británica denuncia «inaceptable violación de soberanía». Para más choteo, la marina de Su Graciosa usa boyas con la bandera española en sus prácticas de tiro, a fin de motivarse. Cada vez, nuestros sufridos guardias, «para evitar males mayores y siguiendo instrucciones», no tienen otra que dar media vuelta y enseñar la popa. Y claro. Como el papel es poco gallardo, algunas asociaciones profesionales de Picolandia piden que esas instrucciones se den de forma clara, para saber a qué atenerse. Porque hasta ahora, la única recibida de sus mandos es la de «seguir patrullando por las mismas aguas, pero evitar conflictos mayores». O sea, largarse de allí cada vez que los ingleses lo exijan. Que es cuando a éstos les sale del pitorro.
La verdad. No he hablado últimamente con el ministro Moratinos, ni con el ministro Pérez Rubalcaba. Ni últimamente, ni en mi puta vida. Pero eso no es obstáculo, u óbice, para que desde esta página me sienta cualificado –como cualquiera de ustedes– para despejar la incógnita que atormenta a nuestros picolinos náuticos. ¿Cuándo el ministerio español de Exteriores va a dar un puñetazo en la mesa?, preguntan. Y la respuesta es elemental, querido Watson. Nunca. Suponer a un ministro español dando puñetazos en una mesa inglesa, o somalí, requiere imaginación excesiva. Las instrucciones a la Guardia Civil puedo darlas yo mismo: obedecer toda intimación británica y no buscarle problemas al Gobierno, a riesgo de que los guardias chulitos acaben destinados forzosos en Bermeo, o por allí. Porque si insisten, y los detienen los ingleses, y se les ocurre resistirse a la detención, para qué le voy a contar, cabo Sánchez. Sujétese la teresiana. La instrucción, que ya regía en pleno esplendor cuando gobernaba el Pepé –a ése también se la endiñaban bien–, vale para todo incidente imaginable: desde ametrallamiento de bandera, a copita y puro de la Navy con las zódiacs de los narcos, pasando por submarinos nucleares con tubo de escape chungo y paradas navales con banda de música y majorettes. Por el mismo precio también incluye la opción de desembarco de los Royal Marines de maniobras en las playas de La Línea, como ocurrió hace unos años, y la sodomización sistemática de los agentes del servicio marítimo de la Guardia Civil o de Vigilancia Aduanera a quienes la marina inglesa, al mirarlos con prismáticos, encuentre atractivos. Todo sea por evitar conflictos mayores.
Y ahora, una vez claras las instrucciones –luego no digan que no son concretas–, una sugerencia: podríamos dejarnos ya de mascaradas. De teatro estúpido que ofende la inteligencia del personal, guardias civiles incluidos. Gibraltar no va a ser devuelto a España jamás, y ninguno de los gobiernos pasados, presentes ni futuros de este país miserable, con el Estado sometido a demolición sistemática y los ciudadanos en absoluta indefensión, está capacitado para sostener reivindicación ninguna, ni en Gibraltar ni en Móstoles. Y no es ya que los gibraltareños abominen de ser españoles. En esta España incierta y analfabeta, desgobernada desde hace siglos por sinvergüenzas que han hecho de ella su puerco negocio, lo que desearíamos algunos es ser gibraltareños, o franceses, o ingleses. Lo que sea, con tal de escapar de esta trampa. Huir de tanta impotencia, tanta ineptitud, tanta demagogia, tanto oportunismo y tanta mierda. Largarnos a cualquier sitio normal, donde no se te caiga la cara de vergüenza cuando ves el telediario. Lejos de esta sociedad apática, acrítica, suicida, históricamente enferma.
Podrían dejarse de cuentos chinos. Reconocer que España es el payaso de Europa, y que Gibraltar pertenece a quienes desde hace tres siglos lo defienden con eficacia, en buena parte porque nadie ha sabido disputárselo. Y porque la Costa del Sol, donde los gibraltareños y sus compadres británicos tienen las casas, el dinero y los negocios, se nutre de la colonia; y sin ésta esa tierra sería un escenario más, como tantos, de paro y miseria. Así que declaremos Gibraltar inglés de una maldita vez. Acabemos con este sainete imbécil, asumiendo los hechos. La Historia demuestra que la razón es de quien tiene el coraje de sostenerla. Nunca de las ratas cobardes, escondidas en su albañal mientras otros tiran de la cadena.
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

sábado, 12 de diciembre de 2009

Carta a S.M. los Reyes Magos



  1. SALUD - Definida en1946 por la Organización Mundial de la Salud como el "estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".

  2. DINERO - Es resultado de un pacto social, donde todos aceptamos entregar nuestros bienes y/o servicios a otros, a cambio de símbolos monetarios aceptados por todos.

  3. AMOR - Es el sentimiento más grande que tiene el ser humano y su necesidad más profunda. "El amor es, decisión, elección y actitud" (Erich From). Darlo todo y darse por completo a la persona amada buscando su felicidad.

  4. LIBERTAD - Es la facultad del ser humano que nos permite decidir llevar a cabo o no una determinada acción según la inteligencia y voluntad de la persona. Capacidad del individuo de realizar su propio potencial y la búsqueda de la felicidad. Que nadie pueda imponerte miseria, pobreza, privación, ideas, sentimientos, u opresión.

  5. JUSTICIA - La Justicia es ética, equidad (aplicación de la justicia al caso concreto) y honradez. Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que es suyo sin tener ningún tipo de discriminación o preferencia hacia ninguna persona, sólo su necesidad y su mérito. Sentimiento de rectitud que gobierna la conducta y hace acatar debidamente todo los derechos de los demás.

  6. TRABAJO - Es una de las principales actividades humanas y sociales, implica asumir un rol creador como factor de la producción. Necesario para subsistir y desarrollarse como individuo.

  7. UNIDAD - Busquemos mejor lo que nos une (es muchísimo más de lo que creemos) que lo que nos separa (es muchísimo menos de lo que creemos). Seamos, en lugar de gente junta, humanidad compacta, sin fisuras ni grietas a causa del color, la edad, el sexo, las creencias, las ideas, el lugar de nacimiento,... Comprendamos que vivimos ya en una aldea global, en un mundo cada vez más pequeño y frágil que es de todos, sin fronteras ni barreras locales.

  8. PAZ - Tranquilidad, quietud interior y exterior. Ausencia de violencia causada por el terrorismo y la guerra, así como erradicación total y absoluta del integrismo y fanatismo religioso, político, nacionalista, cultural, deportivo, ideológico,...

  9. ALEGRÍA - Emoción intensa que experimentamos cuando conseguimos un objetivo o recibimos una buena noticia. "Estado interior fresco y luminoso, generador de bienestar general, altos niveles de energía y una poderosa disposición a la acción constructiva, que puede ser percibida en toda persona, siendo así que quien la experimenta, la revela en su apariencia, lenguaje, decisiones y actos" (Renny Yagosesky).

  10. ESPERANZA - Confianza profunda de que ocurrirá o se logrará lo que deseamos si ponemos los medios humanos, materiales y temporales necesarios para ello, pues las cosas no pasan solas, hay que hacer que ocurran.

Esto es lo que yo deseo,... y no necesariamente en este orden.


¿Y tú que pedirías?


Félix Velasco

El buenismo


Cinco años después de llegar al gobierno a base de buenismo, Zapatero aparece como el perro flaco al que todo se le vuelven pulgas. ¿Es casualidad que en un mes, los piratas de Somalia nos pongan contra las cuerdas, Al Qaida nos secuestre tres ciudadanos, Marruecos nos amenace con otro 11-M y Gibraltar nos detenga a guardias civiles? Quién sabe. En todo caso, ¡a buenas horas Zapatero reclama firmeza contra el terrorismo! Su reclamo, en España y en el mundo, no es creíble.
Zapatero llegó a Moncloa reivindicando Europa, pero Europa nos ha dejado solos en el asunto Haidar. Francia no media. A Estados Unidos, ni llamamos, como hizo la administración Aznar con Perejil. Tampoco el Reino Unido «reconduce» a Caruana como hacía Blair. El Gobierno Zapatero aparece como Gila llamando por teléfono a la ONU, nuestro socio en la Alianza de Civilizaciones. ¿Es ahí la ONU?, pués que me ayuden con Haidar, Marruecos, Mauritania, Mali y Gibraltar. Y, mira, Ban Ki-moon, no volvamos a hablar de alianzas con estos de Al Qaeda.
El Gobierno se ha quedado sin discurso; antes se quedó sin socios, tras los abrazos inútiles con Castro, Chávez y Evo, y la ruptura con los Estados Unidos, no sustituida por alianzas ciertas con Reino Unido, Francia y Alemania, que nos despreciaron por ese brusco viraje. Los socialistas siempre hicieron campaña con la política exterior española, primero González con la OTAN para tumbar a Calvo Sotelo, y luego Zapatero con EE UU e Irak para tumbar a Aznar. Algo impensable en otro país de nuestro entorno, donde la política exterior, como hemos visto con Obama, es un pilar del Estado, cierto y continuista. Cinco años después, Zapatero llama al vínculo trasatlántico, pero nadie responde al otro lado de la puerta. En política económica llegaremos dos años tarde a las reformas –si al final las hacemos– pero en política exterior sólo un cambio de gobierno nos hará creíbles. ¡Que llame Erdogan, el otro socio de la Alianza de Civilizaciones, para decirle a Al Qaeda que Zapatero está en Afganistán en misión de paz! No se pueden cometer tantos errores en tan poco tiempo.

Gloria Lomana
Félix Velasco - Blog

El entorno


Aminatu Haidar es víctima del «Síndrome del Entorno». Si en un momento de debilidad decidiera dar por finalizada su huelga de hambre, la decepción de sus rodeantes sería tan profunda, que terminaría por persistir en el empeño. La que se muere es ella, no Pilar Bardem, ni Almodóvar, ni los juanes diegos, ni Guillermo Toledo, ni Aitana Sánchez Gijón, ni el resto de los viajeros de «Air Ceja». La debilidad física aumenta la timidez. Si Aminatu acaba por entender que sus peticiones, hoy por hoy, son técnicamente imposibles, y concede un margen de tiempo a la solución de su problema, los de la «Air Ceja» podrían armarle una buena. Se han unido a los pesebristas los líderes sindicales, que es pleonasmo, por cuanto también son beneficiados del pesebre sin fondo que les ofrece Zapatero. Curiosa la petición de que el Rey actúe. El que tiene que actuar es el Gobierno, que para eso está y atesora todas las competencias. Los sindicalistas, con cinco millones de parados, han convocado una manifestación contra los empresarios, no contra el responsable de la catástrofe económica. Comen de él. Y los saltimbanquis de la Ceja le piden al Rey que arregle lo que corresponde a Zapatero. Comen de él. Y en el medio del lío, la pobre Aminatu Haidar, que vive su debilidad y su agobio entre un grupo de personas, el entorno, que van y vienen, que se fotografían con ella, que le dan la murga, que explotan su figura y que aprovechan su huelga de hambre para seguir comiendo a costa de los contribuyentes.
Aminatu Haidar sabe que no puede conseguir un pasaporte saharaui para volver a su tierra. No existe, por desgracia, ese documento. Aminatu Haidar no quiere ser refugiada en España. Aminatu Haidar no acepta ese pasaporte marroquí que le ofrecen a cambio de pedir perdón al intolerable Mohamed. Aminatu Haidar no puede engañarse. Busca la solución con su huelga de hambre, y está mal aconsejada. Su muerte es la solución. Para Marruecos y para el Gobierno de Zapatero. Ignoro si se halla en condiciones de pensar con lucidez. Su lucha ha trascendido, y en todas partes se habla de ella. Que aproveche el momento. Que renuncie a la huelga de hambre y prepare su estrategia de mañana. Morir a cambio de lo imposible es heroico, pero necio. ¿Es ella la responsable de su empecinamiento, o la víctima del circo que se ha montado alrededor de su tragedia? Llega Alberto Sanjuán, se marcha Aitana, la Bardem cena en el hotel, Guillermo Toledo vuelve pasado mañana, Lola Dueñas manifiesta que hay que arreglar el asunto, Juan Diego Botto le susurra memeces argentinas y Juan Diego no Botto le recomienda mantenerse firme. ¿Para qué? ¿Para que muera a cambio de ser la nueva mártir de la izquierda? ¿Una mártir de la Izquierda martirizada por la propia Izquierda del Gobierno de España? –Resiste, Aminatu–. ¿Creen los viajeros de «Air Ceja» que al Rey de Marruecos le importa algo la vida de Aminatu? Menos que un higo o que un dátil. Pero ella se mantiene ahí, víctima del entorno, firme y valiente, sin nadie que le diga que su vida vale mucho más que una huelga de hambre para obtener por la fuerza lo que hoy es imposible. El «Síndrome del Entorno».

Alfonso Ussía
Félix Velasco - Blog

lunes, 7 de diciembre de 2009

A los que quieren liquidar la cruz: ¿Qué es la tradición cultural?


A propuesta de ERC, el PSOE ha vuelto a introducir como conflicto la simbología religiosa en los centros públicos y especialmente en las escuelas. No me refiero a la posibilidad de que la prohibición se extienda a los centros concertados porque esto sería perfectamente anticonstitucional, y aunque eso nunca ha sido una barrera para quienes nos gobiernan –véase sino el proyecto de ley de aborto- su horno no está ya para tantos bollos.
Es evidente que la cruz tiene un significado religioso, pero también lo es que posee una dimensión cultural. Se inscribe como una componente fundamental de lo que se conoce por tradición cultural, que no puede confundirse con lo que normalmente denominamos “tradiciones” aunque forme parte de las mismas, pero su dimensión es mucho más grande porque esta constituida por las fuentes de donde surge nuestra cultura y su desarrollo histórico.
La concepción que tenemos, la forma como enfocamos las relaciones, los sistemas políticos, el sentido de la justicia o de la solidaridad, se inscriben en el marco de referencia que determina nuestra tradición cultural, que tienen en el cristianismo su componente más determinante, no la única pero sí la más imprescindible, porque es la que constituye la raíz y el tronco de este conjunto de fuentes culturales y morales que nos alimenta. Esto explica las diferencias de sentido en relación a otros marcos de civilización como el islámico.
Un filósofo agnóstico tan bien conocido como Habermas, ha escrito “La contribución histórica que la moral de la justicia judía y la ética del amor cristiana han aportado, sin duda, a la formación del individualismo moderno y del universalismo igualitario puede y debe intervenir en la autognosis política de los ciudadanos europeos. Para los europeos, se trata de un componente esencial de nuestra cultura política común”.
Pero no sólo eso, afirma además que “las grandes religiones del mundo que nacieron al mismo tiempo que la filosofía griega pertenecen igual que ésta, a la genealogía de la razón”.
Toda tradición cultural se expresa en unos símbolos. El gótico y el románico, para señalar dos estilos arquitectónicos y artísticos bien visibles, constituyen manifestaciones de esta tradición. Ambos tienen una lectura religiosa, católica para más señas, inequívocas, pero además pertenecen a la cultura europea, española, por tanto, que nos es común. A nadie se le ocurriría pensar que la dimensión religiosa del gótico ofende en el espacio público a los no creyentes. Esto mismo es aplicable a la cruz en la escuela o en cualquier otro centro público. Para unos tendrá un significado religioso, para otros define una tradición cultural que nos configura que es signo de identidad o, simplemente, indicación que debe entender y respetar quien viene de una tradición distinta.
No puede ser que el vacío, la nada, sea la característica única del espacio público, porque el vacío no existe y menos en el ámbito de los símbolos, y la solución no puede ser la de ir prohibiendo los símbolos de los demás, sino asumirlos dentro de los limites de la convivencia. Que no se olvide: Cuando se está imponiendo la nada como pretensión de lo que nos es común se está falseando la realidad, la cultura y la historia. Se esta imponiendo la pretensión de unos a los demás.
Es cierto que en todo esto hay un dilema, pero este no se puede resolver a base de mutilar una realidad que resulta tan evidente que se manifiesta por todas partes. ¿Cómo es posible que el escudo de España que nos une a todos incorpore en su definición heráldica la cruz, y esta misma cruz no pueda encontrarse en la pared de un centro público? ¿Hay algo más público, común y compartido que el escudo de la nación española y la bandera que lo acoge? Y lo mismo podríamos decir de la simbología de comunidades autónomas, caso de Asturias o, por partido doble, la bicrucífera vasca, o la doble cruz de San Jorge que forma parte del escudo de Barcelona. ¿Se deben de eliminar también todos estos símbolos porque discriminan a los que no creen en ellos? ¿O acaso no son testimonio de toda una historia y una tradición a la que en sus aspectos positivos y negativos estamos adscritos?
Más allá de esto hay que constatar que Jesucristo es un personaje histórico que también posee un doble significado: el religioso y el de un gran hombre cuya palabra expresada en los evangelio interpretados de forma laica, continúan siendo fuente y guía para la humanidad.
También, al actuar de esta manera se ofende innecesariamente a los cristianos, que ven que la única actitud que existe hacia ellos es la de la exclusión. Y, en este sentido, la palabra de Habermas puede ser útil una vez más cuando critica “la ideología secularizadora que niega por principio a la religión la posibilidad de contener parte de razón” Nosotros somos parte muy importante de la razón común, y el excluirlos significa mutilar lo cristiano, sí, pero también lo que es de todos.

José Miró
Félix Velasco - Bolg

domingo, 6 de diciembre de 2009

Chantaje en Vigo


Vigo. O sea, Galicia. España. Estado moderno –dicho sea lo de Estado con las cautelas oportunas–. Democracia constitucional con supuestos derechos y libertades de cada cual. En mi casa mando yo, resumiendo. Y mi amigo Manolo, que es un ingenuo y se lo cree, necesita cubrir un puesto de auditor. Es una oferta seria y bien remunerada. Así que publica un anuncio en la prensa local: «Se necesita auditor para empresa solvente». Y empieza el circo.
La cosa se encarna en inspectora de Trabajo y Asuntos Sociales, con todas sus letras. Hola, buenas, dice la pava. ¿Cómo es que solicitan ustedes un auditor, y no un auditor o una auditora? Mi amigo, que es hombre culto, conoce las normas de la Real Academia en particular y de la lengua española en general, y no trinca de la corrección política ni de la gilipollez pública, como otros, argumenta que auditor es masculino genérico, y que su uso con carácter neutro engloba el masculino y el femenino desde Cervantes a Vargas Llosa, más o menos. No añade, porque es chico educado y tampoco quiere broncas, que no es asunto suyo, ni de su empresa, que una pandilla de feminazis oportunistas, crecidas por el silencio de los borregos, la ignorancia nacional y la complicidad de una clase política prevaricadora y analfabeta, necesite justificar su negocio de subvenciones e influencias elevando la estupidez a la categoría de norma, y violentando a su conveniencia la lógica natural de un idioma que, aparte de ellas, hablan cuatrocientos millones de personas en todo el mundo. Olvidando, de paso, que la norma no se impone por decreto, sino que son el uso y la sabiduría de la propia lengua hablada y escrita los que crean esa norma; y que las academias, diccionarios, gramáticas y ortografías se limitan a registrar el hecho lingüístico, a fijarlo y a limpiarlo para su común conocimiento y mayor eficacia. Porque no es que, como afirman algunos tontos, las academias sean lentas y vayan detrás de la lengua de la calle. Es que su misión es precisamente ésa: ir detrás, recogiendo la ropa tirada por el suelo, haciendo inventario de ésta y ordenando los armarios.
Pero volvamos a Vigo. A los pocos días de la visita de la inspectora mentada, Manolo recibe un oficio, o diligencia, donde «se requiere a la empresa la subsanación de las ofertas vigentes y la realización de las futuras o bien en términos neutros, o bien referida simultáneamente a trabajadores de ambos sexos». Dicho en corto –aparte la ausencia de coma tras futuras y la falta de concordancia de referida–: o en el futuro pide auditor o auditora, con tres palabras en vez de una, en anuncios que se cobran precisamente por palabras, o deberá atenerse a las consecuencias. Y a mi amigo, claro, se lo llevan los diablos. «O es un chantaje feminista más –se lamenta–, o mi anuncio despista de verdad, y algunas mujeres ignorantes o estúpidas creen que no pueden optar a ese puesto de trabajo. Lo que sería aún más grave. Si lo que tanta idiotez de género ha conseguido es que, al final, una mujer crea que ofrecer un trabajo de auditor es sólo para hombres y no para ella, todo esto es una puñetera mierda.» Etcétera.
El caso es que, resuelto a defender su derecho de anunciarse en correcto castellano, Manolo se pone en contacto con los servicios jurídicos del Ministerio de Igualdad, donde una abogada razonable, competente y muy amable –lo hago constar para los efectos oportunos–, le dice que, con la ley de Igualdad en la mano, la inspectora de Vigo «puede haber creído detectar» discriminación en el anuncio, y que la empresa se expone a una sanción futura si no rectifica. «¿Entonces, la legalidad o ilegalidad de mi anuncio depende de la opinión particular de cualquier funcionario que lo lea, por encima de la Real Academia Española?», pregunta Manolo. «Más o menos», responde la abogada. «¿Y qué pasaría si yo recurriese legalmente, respaldado por informes periciales de lingüistas o académicos?», insiste mi amigo. «Pasaría –es la respuesta– que tal vez ganase usted. Pero eso dependería del juez.»
Es inútil añadir que, ante la perspectiva de un procedimiento judicial de incierto resultado, que iba a costarle más que las dos palabras suplementarias del anuncio, Manolo ha cedido al chantaje, y lo de auditor a secas se lo ha comido con patatas. «Auditor, auditora y auditoro con miembros y miembras», creo que pone ahora. Con mayúsculas. Tampoco está el patio para defensas numantinas. Esto es España, líder de Europa y pasmo de Occidente: el continuo disparate donde la razón vive indefensa y cualquier imbecilidad tiene su asiento. Como dice el pobre Manolo, «lo mismo voy a juicio, colega, me toca una juez feminista y encima me jode vivo». Intento consolarlo diciéndole que peor habría sido, en vez de auditor, necesitar otra cosa. Un albañil, por ejemplo. O albañila.

Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog

Pecado original


Quién no se ha preguntado, leyendo el pasaje del Génesis en el que se narra la tentación de la serpiente, sobre la naturaleza de aquel primer pecado que cometieron Adán y Eva? La interpretación más frecuente –la más banal y chusca también– propone que aquel primer pecado fue de lujuria; pero no hallamos en el texto insinuación alguna que permita deducir semejante cosa. Y aun podría oponerse que, siendo el demonio un espíritu puro (esto es, un ángel) que ignora los placeres de la carne, sería del género idiota que para hacer partícipes a los hombres de su naturaleza corrompida los indujera a hacer algo que él mismo considera despreciable (aunque también es cierto que, precisamente porque odia al hombre, le regocijaría verlo enfangado en vicios propios de seres inferiores). Otras muchas interpretaciones se han probado; y ahora me viene a las mientes, por ejemplo, un gracioso cuento de Clarín, en el que el autor de La Regenta propone que el pecado original fue la envidia, hipótesis nada desdeñable, pues la envidia –a diferencia de la lujuria– es motor originario y constante de la acción del demonio, que se rebeló por envidia de no ser como Dios; y que promete a Eva la quimera que él no ha logrado, si muerde del fruto prohibido. No sabía Eva –no había tenido tiempo de leer a Quevedo– que la envidia «va tan flaca y amarilla porque muerde pero no come».
Pero, en honor a la verdad, cuando la serpiente lanza su promesa –«Seréis como Dios»–, Eva ya está acaramelada y dispuesta a hincar el diente al fruto prohibido; de modo que la envidia es, en todo caso, su pecado segundo o sobreañadido, pero no su pecado original. Leyendo en estos días un ensayo brillantísimo de Fabrice Hadjadj, La fe de los demonios (Editorial Nuevo Inicio), que fervorosamente les recomiendo, me he tropezado –entre otras muchas delicias de la inteligencia– con una interpretación pasmosa y dilucidadora del pasaje bíblico que ahora comentamos; y, como suele ocurrir con las interpretaciones más atinadas, la de Hadjadj se funda en la evidencia, no en lecturas esquinadas y abstrusas. Hadjadj primeramente recuerda la prohibición literal de Dios: «De todo árbol del jardín podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, morirás» (Gn 2, 16-17). Y a continuación reproduce la respuesta que Eva le da a la astuta serpiente que pretende hacerle infringir la prohibición; respuesta en la que Eva introduce una morcilla o adición a las palabras de Dios que resaltamos en cursiva: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del jardín dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis» (Gn 3, 2-3). ¡Dios no había dicho que no pudieran tocar ese árbol! Probablemente a Dios le hubiese parecido fetén que lo tocasen, y aun que se restregaran contra su corteza para despulgarse, o que treparan por su tronco y se encaramasen en sus ramas y se adornasen el pelo con sus hojas y sus flores, con tal de que no comiesen de su fruto; pero la muy melindrosa Eva añade a la prohibición de Dios una prohibición de cosecha propia: «Ni le tocaréis». Eva se muestra aquí como una hipócrita disfrazada de mosquita muerta: ofuscada por su celo moralista, hace de la prohibición divina una excusa para inventarse otra prohibición más enojosa y tiquismiquis. ¡Es una puritana de la peor calaña!
Y ese orgullo puritano fue su pecado original. Entonces la serpiente pudo envolver a Eva en su abrazo y empujarla contra el árbol, diciéndole: «¿Lo ves, farisea de mierda? ¡Lo has tocado y no estás muerta! ¡Tampoco morirás si comes su fruto!». Y la muy puritana Eva infringe entonces la auténtica prohibición, que es lo que tarde o temprano les ocurre a todos los puritanos, que se imponen escrupulosas y absurdas prohibiciones sobrehumanas que ninguna persona normal es capaz de cumplir; y, una vez infringidas esas prohibiciones sobrehumanas que, en su petulancia orgullosa, se han inventado, infringen las prohibiciones verdaderas. El puritano siempre acaba cayendo en el desenfreno; porque, cuando descubre que su exceso moralista es insufrible, no tarda en juzgar insufrible cualquier moral: actúa como el político que empieza haciendo públicos sus bienes (exigencia que nadie le ha solicitado), para terminar rapiñando los bienes ajenos, infringiendo la exigencia propia de su cargo.
El puritanismo –o sea, el vicio disfrazado con las plumas de pavo real de la virtud llevada hasta el absurdo– fue el pecado original; y también, por cierto, el más concurrido pecado de nuestra época.

Juan Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog

La mejor tortilla estatal


Soy adicto al blog de Santi González, el periodista vasco más trascendental –incluso algo trascendente– de los últimos treinta años, y lo soy por varias razones que pueden reunirse en una sola: siento una muy insana envidia por el talento que se evidencia en sus artículos y el que brilla en los comentarios de sus lectores, un grupo de gamberros cultivados poseedores de clarividencia mordaz y de una mala leche agudísima. La última perla aportada al debate patrio por el impagable observador bilbaíno ha sido el cartel que luce un bar de su localidad que ha resultado triunfador del prestigioso concurso de tortillas de patatas que se ha celebrado este año en Alicante y que casi siempre gana mi amiga Ciri, del asador La Encina de Palencia. Ignoro si por guasa provocadora o por poquedad hipercorrecta, el propietario ha colocado en la puerta acristalada un gran y legítimo anuncio que reza «2009 Primer Premio de Tortilla Estatal», supongo que por aquello de que a la tortilla de patatas siempre se la conoció como `tortilla española´, que no fue otra cosa que un gran invento carlista del general Zumalacárregui, que en el Sitio de Bilbao ordenó mezclar en una olla las patatas con los huevos para así ganar tiempo y empezar pronto los combates. Las vueltas que da la vida.
Siempre me ha resultado tan enternecedor como cómico el esfuerzo titánico que se realiza desde algunos ámbitos nacionalistas para no mentar la palabra `España´. Ya es sabido que para la televisión catalana, por ejemplo, la `Vuelta Ciclista a España´ es la `Vuelta Ciclista al Estado´ o la `selección nacional de fútbol´ es la `selección estatal´, nunca la `selección española´. Un cantante concienciado siempre hará una gira por Francia, Italia, Alemania y el `Estado español´, como me dijo una vez el mánager de una cantautora mallorquina muy admirada por mí: le contesté que no sabía que fuera a cantar en comisarías de Policía, delegaciones de Hacienda, cuarteles de la Guardia Civil o institutos públicos de diversas poblaciones. Les pasa lo mismo que a Franco, que se pasaba el día hablando del Estado, nunca de España: él era jefe del Estado español y así siempre se hacía llamar, el Estado por aquí, el Estado por allá, el Estado ha hecho esto, el Estado ha hecho aquello. Tampoco es nuevo eso de cambiarle los nombres a las cosas en función de desafecciones políticas: la `ensaladilla rusa´ hubo un tiempo que fue obligatoriamente conocida como `ensaladilla nacional´ y los `filetes rusos´, como `filetes imperiales´, o sea, que la tradición viene de lejos.
Se pueden confeccionar todo tipo de ocurrencias a cuenta de la pirueta del bar bilbaíno, pero todas nos llevan a una cierta melancolía después de haber pasado por la coña. Fundamentalmente llegamos a una y es la de que la cursilería no tiene límites: nada como un nacionalista para hacer el ridículo impunemente, para mostrarse desnudo y sincero ante las fauces devoradoras de todo inquisidor medianamente agudo que considere que no atreverse a presumir de ser el mejor tortillero de España es un signo inequívoco de estulticia. Porque aquí el objetivo es doble, negarse a llamar `española´ a la tortilla española o evitar escribir el nombre de `España´ como ámbito geográfico en el que se ha desarrollado el campeonato. La palabra `estatal´ es el sortilegio eufemístico que los libera de la tortura de pronunciar la bicha, es el hallazgo que los desata del yugo, es la displicencia perfecta para verse ajenos a una realidad inevitable: en su pasaporte pone `español´, pero en su lenguaje pueden ser otra cosa. De seguir así, le cambiaremos el nombre a muchas cosas más, como escriben los blogueros: cantaremos la canción de Cecilia diciendo «Mi querido Estado, este Estado mío, este Estado nuestro…», entonaremos la publicidad de las aceitunas de mesa cantando «Es la Estatal una aceituna como ninguna…» o cambiaremos las palabras del verso de León Felipe «Estado camisa blanca de mi esperanza…», y así, de genialidad en genialidad, llegaremos al sandio territorio feliz en el que no quedarán ni los gentilicios.
Pobre España, engrudo de huevos y féculas destinada a ser una simple tortilla estatal desestructurada. Y, a todo esto, tendrá el bar hasta los topes, seguro.

Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

viernes, 4 de diciembre de 2009

¿Presidente o presidenta?


En español existen los participios activos como derivados de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar, es atacante; el de salir, es saliente; el de cantar, es cantante; el de existir, existente.
¿Cuál es el participio activo del verbo ser? El participio activo del verbo ser, es "el ente".
¿Qué es el ente? Quiere decir que tiene entidad.
Por ese motivo, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se le agrega al final "-nte".
Por lo tanto, a la persona que preside se le dice presidente, no presidenta, independientemente del sexo que esa persona tenga.
Se dice capilla ardiente, no ardienta; se dice estudiante, no estudianta; se dice paciente, no pacienta; se dice dirigente y no dirigenta.
Nuestros políticos -y muchos periodistas- no sólo hacen un mal uso del lenguaje por motivos ideológicos, sino por ignorancia de la gramática de la lengua española. Algo que es básico y necesario si se pretende ser político o periodista.
La riculez en la que habitualmente caen por tratar de inventarse "profesiones feministas" puede llevar a una reacción contraria e igualmente absurda, como por ejemplo hablar de: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el turisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el violinisto, el telefonisto, el gasisto, el trompestisto, el techisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino,... y, sobre todos, ¡el machisto!
Pero existe uno que podemos aceptar sin ningún problema, en vez de decir : "esa persona es UN CARGO PÚBLICO",`podemos afirmar sin temor a equivocarnos que: "esa persona es UNA CARGA PÚBLICA" ... Sra. MINISTRA DE “IGUAL-DÁ”.

Félix Velasco

lunes, 30 de noviembre de 2009

sábado, 28 de noviembre de 2009

Tecnología y elección moral


El escándalo provocado por ese sistema de interceptación telefónica (Sitel) que permite almacenar informáticamente y acceder de forma casi instantánea a los millones de conversaciones que, a cada minuto, mantenemos los desavisados usuarios del teléfono me sirve como muletilla o excusa para reflexionar sobre los efectos –aparentemente inocuos, sibilinamente inicuos– que la tecnología ejerce sobre nuestras elecciones morales. Hay quienes sospechan que ese sistema de interceptación telefónica –versión sombría de aquel Aleph que permitía al protagonista del relato borgiano espiar de forma simultánea el vasto mundo– está siendo utilizado sin autorización judicial; y quienes afirman que pronto no habrá comisaría de policía que no cuente con un artilugio que permita escuchar las conversaciones de los delincuentes. Y también, convendría añadir, las conversaciones de quienes no son delincuentes, las conversaciones de cualquier hijo de vecino que susurra ternezas al oído de su novia, que se enzarza en disputas domésticas con su suegra, que intercambia confidencias con su amigo, que alivia las inquietudes de su hijo adolescente. Un artilugio, en fin, que con un simple golpe de tecla pueda saquear nuestra intimidad, como aquel diablo Cojuelo de Vélez de Guevara que levantaba los tejados de las casas.
Una vez que se posee un artilugio de estas características, ¿quién se privará de utilizarlo? La tecnología, al simplificar acciones que hasta hace poco resultaban costosas o erizadas de dificultades, simplifica también las decisiones morales que las preceden. Imaginemos, por ejemplo, a alguien que se siente incesantemente perjudicado, hostigado, escarnecido por un enemigo al que odia. Es probable que, en un momento de calentura u ofuscamiento, desee la muerte de ese enemigo; e incluso no es del todo inverosímil que, siquiera por un segundo, fantasee con la posibilidad de matarlo con sus propias manos. Pero, salvo que el odio que profesa a su enemigo sea muy enconado y su conciencia más negra que el betún, bastará que repare en la enormidad del crimen con el que acaba de fantasear para que lo repudie y lo expulse de sus pensamientos; y puede, incluso, que aunque no lo repudie acabe por descartarlo, por temor a las consecuencias que su desvelamiento le acarrearía, o por mero desaliento ante el cúmulo de fatigas que su preparación exige. Pero imaginemos ahora que esa misma persona que se siente incesantemente perjudicada, hostigada, escarnecida por su enemigo tuviera la posibilidad de matarlo pulsando el botón de un dispositivo elemental, como pulsamos una tecla para que aparezca una letra en la pantalla de nuestro ordenador o pulsamos la palanca de la cisterna de nuestro inodoro después de evacuar las tripas; y que, después de pulsar ese botón, nada volviera a saberse de ese odiado enemigo. ¿Verdad que, al simplificarse el crimen, la decisión moral que precede a su comisión se simplifica también? Se simplifica, en realidad, hasta hacerse nimia; y si la tecnología nos permitiera matar a nuestros enemigos como hoy matamos marcianitos en un videojuego, sospecho que la conciencia moral de muchos se adelgazaría hasta la consunción.
La tecnología terminará por minar la resistencia de nuestra conciencia moral; la está minando ya, de hecho, sin que apenas lo advirtamos. El pornógrafo que hasta hace poco deseaba satisfacer sus apetitos tenía que bajar al quiosco a comprarse una revista guarra, y antes aún tenía que internarse en un submundo de clandestinidad donde se comerciaba con los materiales que alimentaban su rijo; y el paseo hasta el quiosco o el descenso al submundo clandestino donde se comerciaba con la pornografía comportaban un riesgo –de verse involucrado en sórdidos trapicheos, de verse simplemente descubierto y señalado– que favorecía la floración de conflictos de conciencia. La tecnología ha neutralizado ese riesgo; y, al neutralizarlo, dificulta que tales conflictos afloren, de tal modo que no sólo el pornógrafo inveterado, sino cualquier usuario de Internet se siente tentado –por curiosidad malsana, por aburrimiento, por mera disposición lúdica– a bucear en cualquier sentina pornográfica virtual: la elección moral es ensordecida por una pulsión instantánea; y todos los dilemas se resuelven apretando una tecla.
Una simple tecla. ¿Quiénes resistirán la tentación de escuchar conversaciones ajenas y de perpetrar tropelías aún más pavorosas cuando la tecnología allane el escollo de la decisión moral hasta hacerlo añicos?

Juan Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog

La nomenklatura catalana


Contaba Solzhenitsyn en su monumental Archipiélago Gulag una historia que tuvo lugar en un comité local del Partido Comunista. Según iban acumulándose los discursos de sus miembros, todos ellos laudatorios del líder Stalin, los aplausos iban siendo cada vez más fuertes y prolongados. Hasta tal punto llegó el entusiasmo, que en un momento dado la ovación se alargó con visos de no acabar. Los miembros del partido se miraban unos a otros, temerosos de ser el primero que dejara de aplaudir. Cuánta razón tenían, pues quien finalmente abandonó las palmas y permitió a los demás hacer lo mismo acabó con sus huesos en los campos.
Parece como si los subvencionados diarios catalanes hayan querido evitarse este doloroso trance, asegurándose de que no existe ninguna diferencia, ni siquiera de matiz, en el grado de adhesión a los principios fundamentales del movimiento. Así, han publicado una suerte de parte oficial en comandita, al que se han sumado en cuanto han podido varias radios pagadas con el dinero de todos los catalanes y hasta el Barça, demostrando que lo que califican de "identidad catalana" exige una uniformidad absoluta. Ellos, que protestan por unas supuestas "cirugías de hierro que cercenen de raíz la complejidad española", han demostrado no creer que dentro de las fronteras de su terruño tengan derecho a existir unas ideas distintas a las suyas, optando por la simplificación más burda posible de esos catalanes a los que dicen defender.
El argumento esencial, y cabría decir único, de la prensa del régimen es que el Tribunal Constitucional no puede echar abajo una ley aprobada en referéndum, por más escasa que haya sido la participación en el mismo. Pero tanto la existencia de la Comunidad Autónoma de Cataluña como la legalidad del mismo Estatuto descansan en la soberanía de la Nación española y los límites marcados en la Constitución. Los catalanes no pueden concederse un régimen que se aparte de la legalidad española sin reformar nuestra carta magna, del mismo modo que un ciudadano no puede saltarse la ley con la excusa de que se lo ha permitido su comunidad de vecinos.
Pero siendo sin duda criticable esta suerte de manifiesto de adhesión al régimen tanto en el fondo como en la forma, lo que no cabe es protestar por el hecho de que intente presionar al Constitucional. Desgraciadamente, y a raíz de la ya lejana sentencia del caso Rumasa, el TC se ha contaminado de política. Es difícilmente cuestionable que, si se limitara a lo estrictamente jurídico, el dictamen habría llegado hace años, anulando una parte considerable del Estatuto. Recordarlo es un deber continuo, especialmente del partido que presentó el recurso y recogió cuatro millones de firmas para apoyarlo.
Por eso decepciona, aunque no sorprenda demasiado, que después de haber presentado una respuesta seria y contundente al Estatuto, Rajoy asegure ahora "no tener nada que decir" ante la avalancha de presiones provenientes del nacionalismo catalán, con el apoyo de un Zapatero que terminó convertido en uno de los ponentes del texto. Que el Gobierno de España apoye un Estatuto anticonstitucional es escandaloso, pero mientras el PSOE esté al frente entra en el guión. Pero a los ciudadanos preocupados por lo que supondría un refrendo del TC al engendro nacionalista no les puede contestar Rajoy quitándoles toda esperanza.
Como mínimo, si no quisiera entrar en excesivos detalles, podría haber hecho una declaración más institucional, explicando que negar la legitimidad al TC para decidir sobre la constitucionalidad del Estatuto es demostrar que se carece de respeto por nuestra carta magna, que establece la creación de este tribunal como intérprete máximo de la Constitución. Al hacerlo, la prensa del régimen nacionalista y quienes apoyan sus argumentos se han quitado hasta la apariencia de legitimidad a la hora de opinar sobre la constitucionalidad del Estatuto.
Desde la Transición se ha podido constatar la correlación entre los gobiernos nacionalistas y la supresión de las libertades de los ciudadanos. Este editorial conjunto viene a demostrar hasta qué punto resulta asfixiante este régimen después de casi tres décadas de gobierno ininterrumpido. Si el Tribunal Constitucional no declara ilegal lo que es claramente ilegal, esa destrucción de España y de nuestras libertades carecerá ya de freno alguno. En eso deberían reflexionar los magistrados. Tienen la oportunidad única de ser los primeros en dejar de aplaudir.

Editorial Libertad Digital

Apostasía sindical


Elogio a la normalidad


Por una serie de circunstancias que no vienen al caso, esta semana he tenido oportunidad de ver la tele por las mañanas y asomarme a una ventana por la que no miro nunca. Me refiero al `mundo´ que para nosotros están construyendo los medios de comunicación, con su particular escala de valores, su hit parade, digámoslo así, de lo que está bien y lo que no, de lo que gusta y lo que no. Y tan espeluznada he salido que corro a comentarlo con ustedes. Por lo visto, y para empezar, todas las `noticias´ que tratan dichos programas necesariamente han de ser lo más esperpénticas posible, como si de una inacabable parada de monstruos se tratara. Así, en un mismo programa he podido ver los siguientes scoops: una autodenominada bruja llamada Aramís Fuster que –antes muerta que sencilla– lucía, a las once de la mañana, vestido largo con miriñaque de color azul eléctrico a lo María Antonieta (sic) coronado de coquetón sombrerito minúsculo sobre peluca de rizos verde. Sin embargo, no era el traje lo que llamaba la atención. Lo más sorprendente era cómo la responsable del programa y sus ayudantes escuchaban, muy serios, a esta señora mientras ella peroraba sobre cómo deshacer el mal de ojo que, según parece, le ha hecho una ex novia a Cristiano Ronaldo. Después de esto pasaron a mostrar cómo uno de los grandes hermanos se probaba un artilugio polinésico de lo menos medio metro en el que introdujo su pene (lo juro) y así se paseó enhiesto, orgulloso y, por supuesto, desnudo un buen rato ante la cámara. A continuación, supongo que para tocar la fibra sensible del espectador, se habló del triste caso de los padres de un niño gallego de nueve años a los que las autoridades están a punto de retirar la custodia porque la criatura pesa ochenta kilos y come sólo bollos. Y por fin, antes de que, estupefacta, apagara el televisor, aún me dio tiempo a ver cómo una pléyade de telecotillas se peleaba por dilucidar «si estaba enamorada o no» una señora cuyo mayor mérito es ser, mira tú que apasionante, coleccionista de vestidos de alta costura y sobre la que alguien –otro pirado, supongo– está haciendo una tesis doctoral. Nada nuevo, dirán ustedes, hace años que vivimos en Frikilandia y, sin embargo, a mí me pareció vislumbrar algo distinto y desde luego inquietante. Antes mirábamos la parada de monstruos como quien va al circo, nos reíamos de las guarangadas de Paris Hilton y nos compadecíamos del aire bulímico de Victoria Beckham, siempre agarrada a su bolso de Hermès como un náufrago a su tabla; ahora, en cambio, las admiramos. Sí, es cierto. De tanto salir en los medios de comunicación se han convertido en `iconos´, estúpida palabra que se usa para conferir valor a personajillos cuyo mayor mérito es vivir del cuento. He observado, además, que incluso gente de gran valía artística o personal, cuando ve declinar su estrella, hace cualquier cosa por continuar en el `candelabro´. Una magnífica actriz de setenta años, por ejemplo, se tiñe el pelo de azul marino; otra señora muy inteligente asegura que se le aparece la Virgen; todo vale porque lo peor que se puede ser en este mundo es normal. Lo normal no interesa porque, para llamar la atención del respetable, hay que estar permanentemente rizando el rizo. La `tele´ y los medios de comunicación son sendos monstruos a los que hay que alimentar diariamente con contenidos a cual más llamativo y escandaloso. Y, como digo, todo esto no estaría tan mal si el espectador no hubiera perdido perspectiva y viera el desfile de frikis como lo que son. Pero no es así, por eso el jeta, el pícaro, el vendedor de humo y hasta el ladrón son ahora personajes a los que emular. Lo son porque es mucho más fácil hacer el chorras que hacer las cosas bien, más fácil tomar atajos que trabajar honradamente toda la vida. También porque muy poca gente piensa que puede llegar a ser premio Nobel, pero todo el mundo está muy seguro de poder ser Belén Esteban. ¿A quién le sorprende entonces que, como revelan las encuestas, cuando le preguntan a un niño qué quiere ser de mayor ya no diga `astronauta´ o `médico´, sino `famoso´? A los chicos se los educa con el ejemplo y ése es el que les estamos dando. Una pena.
Carmen Posadas

viernes, 27 de noviembre de 2009

Prensa amarilla y pensamiento único


La Federación de Asociaciones de la Prensa de España (Fape) expresó hoy su desacuerdo con el editorial conjunto de diarios catalanes en defensa del Estatut, porque se trata de "una iniciativa insólita" que busca "convertir a los medios de comunicación en agentes de la política".
La presidenta de la FAPE, Magis Iglesias, dijo a Servimedia que su entidad "no puede encontrar acertado" este gesto conjunto, "porque defendemos el pluralismo informativo como un valor de democracias actuales como la nuestra".
"Tememos que se haya podido confundir el espacio del periodismo con el ejercicio de la política", afirmó Iglesias. "A la vista de que este gesto ha tenido lugar antes de conocerse la sentencia del Tribunal Supremo, parece una evidente intención de echar un pulso al tribunal, hacer una demostración de fuerza, y por lo tanto parece una pelea más en que la que se quiere convertir a los medios de comunicación en agentes de la política".
Para la federación que agrupa a las asociaciones de prensa en España, sería una iniciativa extraordinaria y "sólo justificable" cuando la vida de una persona o la libertad estuvieran en peligro, "lo que no es el caso". "Ni siquiera durante las tensas horas que precedieron a la muerte de Miguel Ángel Blanco ni en el 23-F, los medios españoles actuaron así. En todas esas ocasiones y en otras, los medios de comunicación españoles han preferido preservar su personalidad”.

ABC

jueves, 26 de noviembre de 2009

No se lo digas a mamá


Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres.Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres. Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella. Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto.
El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual. Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado.
Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse. Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida. Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia.
Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia. ¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé? Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia.
Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada. Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres. Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto? Una cuestión más: ¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del "no se lo digas a mamá, porque no la necesitas".
Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola.
Porque soy su madre.

DIARIO DE SEVILLA - 21/03/09
Mariló Montero
(Periodista, esposa de Carlos Herrera, y madre de una adolescente)

miércoles, 25 de noviembre de 2009

domingo, 15 de noviembre de 2009

Discurso fúnebre de Percicles


Discurso recogido por Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta a finales del siglo V a. C.
“La mayoría de los que aquí han hablado anteriormente elogian al que añadió a la costumbre el que se pronunciara públicamente este discurso, como algo hermoso en honor de los enterrados a consecuencia de las guerras. Aunque lo que a mí me parecería suficiente es que, ya que llegaron a ser de hecho hombres valientes, también de hecho se patentizara su fama como ahora mismo ven en torno a este túmulo que públicamente se les ha preparado; y no que las virtudes de muchos corran el peligro de ser creídas según que un solo hombre hable bien o menos bien. Pues es difícil hablar con exactitud en momentos en los que difícilmente está segura incluso la apreciación de la verdad. Pues el oyente que ha conocido los hechos y es benévolo, pensará quizá que la exposición se queda corta respecto a lo que él quiere y sabe; en cambio quien no los conoce pensará, por envidia, que se está exagerando, si oye algo que está por encima de su propia naturaleza. Pues los elogios pronunciados sobre los demás se toleran sólo hasta el punto en que cada cual también cree ser capaz de realizar algo de las cosas que oyó; y a lo que por encima de ellos sobrepasa, sintiendo ya envidia, no le dan crédito. Mas, puesto que a los antiguos les pareció que ello estaba bien, es preciso que también yo, siguiendo la ley, intente satisfacer lo más posible el deseo y la expectación de cada uno de vosotros.
Comenzaré por los antepasados, lo primero; pues es justo y al mismo tiempo conveniente que en estos momentos se les conceda a ellos esta honra de su recuerdo. Pues habitaron siempre este país en la sucesión de las generaciones hasta hoy, y libre nos lo entregaron gracias a su valor. Dignos son de elogio aquéllos, y mucho más lo son nuestros propios padres, pues adquiriendo no sin esfuerzo, además de lo que recibieron, cuanto imperio tenemos, nos lo dejaron a nosotros, los de hoy en día. Y nosotros, los mismos que aún vivimos y estamos en plena edad madura, en su mayor parte lo hemos engrandecido, y hemos convertido nuestra ciudad en la más autárquica, tanto en lo referente a la guerra como a la paz. De estas cosas pasaré por alto los hechos de guerra con los que se adquirió cada cosa, o si nosotros mismos o nuestros padres rechazamos al enemigo, bárbaro o griego, que valerosamente atacaba, por no querer extenderme ante quienes ya lo conocen. En cambio, tras haber expuesto primero desde qué modo de ser llegamos a ellos, y con qué régimen político y a partir de qué caracteres personales se hizo grande, pasaré también, luego al elogio de los muertos, considerando que en el momento presente no sería inoportuno que esto se dijera, y es conveniente que lo oiga toda esta asamblea de ciudadanos y extranjeros.
Tenemos un régimen político que no se propone como modelo las leyes de los vecinos, sino que más bien es él modelo para otros. Y su nombre, como las cosas dependen no de una minoría, sino de la mayoría, es Democracia. A todo el mundo asiste, de acuerdo con nuestras leyes, la igualdad de derechos en los conflictos privados, mientras que para los honores, si se hace distinción en algún campo, no es la pertenencia a una categoría, sino el mérito lo que hace acceder a ellos; a la inversa, la pobreza no tiene como efecto que un hombre, siendo capaz de rendir servicio al Estado, se vea impedido de hacerlo por la oscuridad de su condición. Gobernamos liberalmente lo relativo a la comunidad, y respecto a la suspicacia recíproca referente a las cuestiones de cada día, ni sentimos envidia del vecino si hace algo por placer, ni añadimos nuevas molestias, que aun no siendo penosas son lamentables de ver. Y al tratar los asuntos privados sin molestarnos, tampoco transgredimos los asuntos públicos, más que nada por miedo, y por obediencia a los que en cada ocasión desempeñan cargos públicos y a las leyes, y de entre ellas sobre todo a las que están dadas en pro de los injustamente tratados, y a cuantas por ser leyes no escritas comportan una vergüenza reconocida. 38. Y también nos hemos procurado frecuentes descansos para nuestro espíritu, sirviéndonos de certámenes y sacrificios celebrados a lo largo del año, y de decorosas casas particulares cuyo disfrute diario aleja las penas. Y a causa de su grandeza entran en nuestra ciudad toda clase de productos desde toda la tierra, y nos acontece que disfrutamos los bienes que aquí se producen para deleite propio, no menos que los bienes de los demás hombres.
Y también sobresalimos en los preparativos de las cosas de la guerra por lo siguiente: mantenemos nuestra ciudad abierta y nunca se da el que impidamos a nadie (expulsando a los extranjeros) que pregunte o contemple algo —al menos que se trate de algo que de no estar oculto pudiera un enemigo sacar provecho al verlo—, porque confiamos no más en los preparativos y estratagemas que en nuestro propio buen ánimo a la hora de actuar. Y respecto a la educación, éstos, cuando todavía son niños, practican con un esforzado entrenamiento el valor propio de adultos, mientras que nosotros vivimos plácidamente y no por ello nos enfrentamos menos a parejos peligros. Aquí está la prueba: los lacedemonios nunca vienen a nuestro territorio por sí solos, sino en compañía de todos sus aliados; en cambio nosotros, cuando atacamos el territorio de los vecinos, vencemos con facilidad en tierra extranjera la mayoría de las veces, y eso que son gentes que se defienden por sus propiedades. Y contra todas nuestras fuerzas reunidas ningún enemigo se enfrentó todavía, a causa tanto de la preparación de nuestra flota como de que enviamos a algunos de nosotros mismos a puntos diversos por tierra. Y si ellos se enfrentan en algún sitio con una parte de los nuestros, si vencen se jactan de haber rechazado unos pocos a todos los nuestros, y si son vencidos, haberlo sido por la totalidad. Así pues, si con una cierta indolencia más que con el continuo entrenarse en penalidades, y no con leyes más que con costumbres de valor queremos correr los riesgos, ocurre que no sufrimos de antemano con los dolores venideros, y aparecemos llegando a lo mismo y con no menos arrojo que quienes siempre están ejercitándose. Por todo ello la ciudad es digna de admiración y aun por otros motivos.
Pues amamos la belleza con economía y amamos la sabiduría sin blandicie, y usamos la riqueza más como ocasión de obrar que como jactancia de palabra. Y el reconocer que se es pobre no es vergüenza para nadie, sino que el no huirlo de hecho, eso sí que es más vergonzoso. Arraigada está en ellos la preocupación de los asuntos privados y también de los públicos; y estas gentes, dedicadas a otras actividades, entienden no menos de los asuntos públicos. Somos los únicos, en efecto, que consideramos al que no participa de estas cosas, no ya un tranquilo, sino un inútil, y nosotros mismos, o bien emitimos nuestro propio juicio, o bien deliberamos rectamente sobre los asuntos públicos, sin considerar las palabras un perjuicio para la acción, sino el no aprender de antemano mediante la palabra antes de pasar de hecho a ejecutar lo que es preciso. Pues también poseemos ventajosamente esto: el ser atrevidos y deliberar especialmente sobre lo que vamos a emprender; en cambio en los otros la ignorancia les da temeridad y la reflexión les implica demora. Podrían ser considerados justamente los de mejor ánimo aquellos que conocen exactamente lo agradable y lo terrible y no por ello se apartan de los peligros. Y en lo que concierne a la virtud nos distinguimos de la mayoría, pues nos procuramos a los amigos, no recibiendo favores sino haciéndolos. Y es que el que otorga el favor es un amigo más seguro para mantener la amistad que le debe aquel a quien se lo hizo, pues el que lo debe es en cambio más débil, ya que sabe que devolverá el favor no gratuitamente sino como si fuera una deuda. Y somos los únicos que sin angustiarnos procuramos a alguien beneficios no tanto por el cálculo del momento oportuno como por la confianza en nuestra libertad.
Resumiendo, afirmo que la ciudad toda es escuela de Grecia, y me parece que cada ciudadano de entre nosotros podría procurarse en los más variados aspectos una vida completísima con la mayor flexibilidad y encanto. Y que estas cosas no son jactancia retórica del momento actual sino la verdad de los hechos, lo demuestra el poderío de la ciudad, el cual hemos conseguido a partir de este carácter. Efectivamente, es la única ciudad de las actuales que acude a una prueba mayor que su fama, y la única que no provoca en el enemigo que la ataca indignación por lo que sufre, ni reproches en los súbditos, en la idea de que no son gobernados por gentes dignas. Y al habernos procurado un poderío con pruebas más que evidentes y no sin testigos, daremos ocasión de ser admirados a los hombres de ahora y a los venideros, sin necesitar para nada el elogio de Homero ni de ningún otro que nos deleitará de momento con palabras halagadoras, aunque la verdad irá a desmentir su concepción de los hechos; sino que tras haber obligado a todas las tierras y mares a ser accesibles a nuestro arrojo, por todas partes hemos contribuido a fundar recuerdos imperecederos para bien o para mal. Así pues, éstos, considerando justo no ser privados de una tal ciudad, lucharon y murieron noblemente, y es natural que cualquiera de los supervivientes quiera esforzarse en su defensa.
Esta es la razón por la que me he extendido en lo referente a la ciudad enseñándoles que no disputamos por lo mismo nosotros y quienes no poseen nada de todo esto, y dejando en claro al mismo tiempo con pruebas ejemplares el público elogio sobre quienes ahora hablo. Y de él ya está dicha la parte más importante. Pues las virtudes que en la ciudad he elogiado no son otras que aquellas con que las han adornado estos hombres y otros semejantes, y no son muchos los griegos cuya fama, como la de éstos, sea pareja a lo que hicieron. Y me parece que pone de manifiesto la valía de un hombre, el desenlace que éstos ahora han tenido, al principio sólo mediante indicios, pero luego confirmándola al final. Pues es justo que a quienes son inferiores en otros aspectos se les valore en primer lugar su valentía en defensa de la patria, ya que borrando con lo bueno lo malo reportaron mayor beneficio a la comunidad que lo que la perjudicaron como simples particulares. Y de ellos ninguno flojeó por anteponer el disfrute continuado de la riqueza, ni demoró el peligro por la esperanza de que escapando algún día de su pobreza podría enriquecerse. Por el contrario, consideraron más deseable que todo esto el castigo de los enemigos, y estimando además que éste era el más bello de los riesgos decidieron con él vengar a los enemigos, optando por los peligros, confiando a la esperanza lo incierto de su éxito, estimando digno tener confianza en sí mismos de hecho ante lo que ya tenían ante su vista. Y en ese momento consideraron en más el defenderse y sufrir, que ceder y salvarse; evitaron una fama vergonzosa, y aguantaron el peligro de la acción al precio de sus vidas, y en breve instante de su Fortuna, en el esplendor mismo de su fama más que de su miedo, fenecieron.
Y así éstos, tales resultaron, de modo en verdad digno a su ciudad. Y preciso es que el resto pidan tener una decisión más firme y no se den por satisfechos de tenerla más cobarde ante los enemigos, viendo su utilidad no sólo de palabra, cosa que cualquiera podría tratar in extenso ante ustedes, que la conocéis igual de bien, mencionando cuántos beneficios hay en vengarse de los enemigos; antes por el contrario, contemplando de hecho cada día el poderío de la ciudad y enamorándose de él, y cuando les parezca que es inmenso, piensen que todo ello lo adquirieron unos hombres osados y que conocían su deber, y que actuaron con pundonor en el momento de la acción; y que si fracasaban al intentar algo no se creían con derecho a privar a la ciudad de su innata audacia, por lo que le brindaron su más bello tributo: dieron, en efecto, su vida por la comunidad, cosechando en particular una alabanza imperecedera y la más célebre tumba: no sólo el lugar en que yacen, sino aquella otra en la que por siempre les sobrevive su gloria en cualquier ocasión que se presente, de dicho o de hecho. Porque de los hombres ilustres tumba es la tierra toda, y no sólo la señala una inscripción sepulcral en su ciudad, sino que incluso en los países extraños pervive el recuerdo que, aun no escrito, está grabado en el alma de cada uno más que en algo material. Imiten ahora a ellos, y considerando que su libertad es su felicidad y su valor su libertad, no se angustien en exceso sobre los peligros de la guerra. Pues no sería justo que escatimaran menos sus vidas los desafortunados (ya que no tienen esperanzas de ventura), sino aquellos otros para quienes hay el peligro de sufrir en su vida un cambio a peor, en cuyo caso sobre todo serían mayores las diferencias si en algo fracasaran. Pues, al menos para un hombre que tenga dignidad, es más doloroso sufrir un daño por propia cobardía que, estando en pleno vigor y lleno de esperanza común, la muerte que llega sin sentirse.
Por esto precisamente no compadezco a ustedes, los padres de estos de ahora que aquí están presentes, sino que más bien voy a consolarles. Pues ellos saben que han sido educados en las más diversas experiencias. Y la felicidad es haber alcanzado, como éstos, la muerte más honrosa, o el más honroso dolor como ustedes y como aquellos a quienes la vida les calculó por igual el ser feliz y el morir. Y que es difícil convencerles de ello lo sé, pues tendrán múltiples ocasiones de acordarse de ellos en momentos de alegría para otros, como los que antaño también eran su orgullo. Pues la pena no nace de verse privado uno de aquellas cosas buenas que uno no ha probado, sino cuando se ve despojado de algo a lo que estaba acostumbrado. Preciso es tener confianza en la esperanza de nuevos hijos, los que aún están en edad, pues los nuevos que nazcan ayudarán en el plano familiar a acordarse menos de los que ya no viven, y será útil para la ciudad por dos motivos: por no quedar despoblada y por una cuestión de seguridad. Pues no es posible que tomen decisiones equitativas y justas quienes no exponen a sus hijos a que corran peligro como los demás. Y a su vez, cuantos han pasado ya la madurez, consideren su mayor ganancia la época de su vida en que fueron felices, y que ésta presente será breve, y alíviense con la gloria de ellos. Porque las ansias de honores es lo único que no envejece, y en la etapa de la vida menos útil no es el acumular riquezas, como dicen algunos, lo que más agrada, sino el recibir honores.
Por otra parte, para los hijos o hermanos de éstos que aquí están presentes veo una dura prueba (pues a quien ha muerto todo el mundo suele elogiar) y a duras penas podrían ser considerados, en un exceso de virtud por su parte, no digo iguales sino ligeramente inferiores. Pues para los vivos queda la envidia ante sus adversarios, en cambio lo que no está ante nosotros es honrado con una benevolencia que no tiene rivalidad. Y si debo tener un recuerdo de la virtud de las mujeres que ahora quedarán viudas, lo expresaré todo con una breve indicación. Para ustedes será una gran fama el no ser inferiores a vuestra natural condición, y que entre los hombres se hable lo menos posible de ustedes, sea en tono de elogio o de crítica.
He pronunciado también yo en este discurso, según la costumbre, cuanto era conveniente, y los ahora enterrados han recibido ya de hecho en parte sus honras; a su vez la ciudad va a criar a expensas públicas a sus hijos hasta la juventud, ofreciendo una útil corona a éstos y a los supervivientes de estos combates. Pues es entre quienes disponen de premios mayores a la virtud donde se dan ciudadanos más nobles. Y ahora, después de haber concluido los lamentos fúnebres, cada cual en honor de los suyos, márchense”.

Pericles