domingo, 29 de julio de 2012

Batalla de Karánsebes


Un curioso y trágico incidente que tuvo lugar durante la guerra ruso-turca (1787-1792), en la tarde del 17 de septiembre de 1788, entre diferentes partes de un ejército austríaco que creía estar luchando contra tropas del Imperio Otomano.
El ejército austriaco, con unos 100.000 soldados, estaba organizándose cerca de Karánsebes, una ciudad rumana en la actualidad. Un grupo de húsares partió a explorar el entorno en busca del enemigo. No hubo suerte, y aquel grupo de exploración no localizó al ejército turco, pero sí encontró a un grupo de gitanos que les ofreció un poco de alcohol. Estos húsares, como era de esperar, compraron aquel alcohol y bebieron un poco. O quizás no fue tan poco. La cuestión es que cuando se quisieron dar cuenta, la infantería de su propio ejército les había alcanzado y también querían un poquito de aquella bebida. Los primeros, que habían pagado los barriles, se negaron a compartirlos y se dispusieron a protegerlos.
La mayoría de las tropas austríacas las conformaban pueblos sometidos (italianos, serbios, croatas, húngaros, rumanos) y muy pocos de los soldados hablaban alemán, la lengua del emperador,... Comenzó una pequeña bronca con los húsares por la bebida. Aquello se desmadró ligeramente y finalmente tuvieron que intervenir los oficiales. Uno de estos comenzó a gritar "Halt! Halt!", que en alemán viene a ser "Alto! Alto!". Pero como allí no todo el mundo entendía bien este idioma y el escándalo debía ser considerable, algunos entendieron: "Allah! Allah!". Es decir, alguien estaba gritando el nombré de Alá, y en aquella situación no podían ser otros que los otomanos. Que por otra parte, ni estaban allí y, de momento, no se les esperaba.
La agria disputa entre los dos contingentes que culminó con un disparo al aire. Entonces todo se desató. Los rumanos creyeron que el disparo lo había hecho un francotirador turco y comenzaron a gritar. "¡Turcii! ¡Turcii!", "¡Los turcos!". Los húsares salieron corriendo.
La mala suerte quiso que un grupo de caballería que estaba llegando en aquel momento tomara el barullo por un ataque enemigo, así que se ordenó una carga, sable en mano, contra lo que creía el enemigo.
Los comandantes de artillería, al ver aquella carga de caballería, supusieron que era una carga otomana, y comenzaron a disparar. Todo este jaleo, la lucha, los disparos de artillería... acabaron por descentrar a todo el campamento, y en lugar de organizarse y esperar a ver qué ocurría, comenzaron a disparar.
Algo lógico, estaban en guerra, era casi de noche, había disparos y pelea. Era justo pensar: yo no voy a ser el último en disparar. Y lo inevitable sucedió; los austriacos comenzaron a dispararse los unos a los otros, como por otra parte llevaban rato haciendo.
Ya enloquecidos, los soldados se dispersaron en pequeñas bandas que disparaban a todo lo que se movía, creyendo que los turcos estaban por todas partes. Así se sucedieron las horas de batalla hasta que en un momento dado todos decidieron que había llegado el momento de emprender la huida. Durante ésta el caballo del emperador se espantó y José II acabó en una poza.
Finalmente hubo suerte y todo aquel ejército se replegó para evitar al enemigo, que no era otro que ellos mismos, y la cosa se tranquilizó. Los otomanos llegaron dos días después y descubrieron casi 10.000 muertos y heridos, ¡por fuego amigo!
Félix Velasco - Blog

El proceso constituyente está en marcha


El proceso constituyente está en marcha como lo estuvo el de la Transición en el último decenio del franquismo. La nueva Constitución debe ser redactada en poco tiempo por un grupo amplio de profesionales, no solo juristas, y, a ser posible, que no hayan sido altos cargos. Deben ser personas que defiendan los intereses del conjunto de la nación española. No será difícil encontrarlas. Más ardua es la labor pedagógica de convencer a la población de la necesidad de reconstruir el Estado.
Habría que fijar algunos supuestos en términos de probabilidad para la próxima generación: (1) No se va a conseguir una federación europea en sentido estricto. (2) La economía europea (y desde luego la española) de los próximos decenios no va a experimentar tasas de crecimiento del producto económico superiores al 2% anual. Es decir, vamos hacia una sociedad económicamente estable o estacionaria, salvo, quizá, en el avance del conocimiento. (3) Debe descartarse el sueño (o la pesadilla) de la secesión de algunas regiones españolas. Nos llevaría a una guerra balcánica. (4) En cambio, sí se puede replantear la vieja aspiración de la confederación de España y Portugal. Como es natural, esos supuestos son perfectamente discutibles. Es más, puede que de momento no sean muy populares y hasta parecerán utópicos.
Antes de entrar a precisar las reformas convenientes, se precisa advertir que debemos evitar la tentación, tan española, del arbitrismo. Consiste en proponer soluciones un tanto miríficas para los problemas colectivos sin atender al coste que representan o las opciones que caben. Así pues, las propuestas que figuran a continuación son más bien problemas que soluciones. Serán los técnicos y los políticos quienes tengan que diseñar las soluciones. Aun así, no se espere ningún efecto taumatúrgico de los cambios legales. La verdadera Constitución es la que no está escrita, la que expresa los usos interiorizados. En su virtud, la auténtica reforma política de un país pasa por el sosegado cruce de opiniones de sus habitantes. Es corriente hablar de "las políticas" en plural difuso, pero la política es singular. Otra cosa es que luego se traduzca en decisiones, medidas o leyes varias y cambiantes. Un detalle léxico más. Otra manifestación del actual lenguaje es hablar de "actuaciones" de los políticos, más que de "acciones". Esa transmutación supone un fuerte componente teatrero, retórico; el típico de una sociedad que todo lo convierte en espectáculo, en motivo de campaña publicitaria.
Como consecuencia de las premisas dichas, se impone una burocracia pública más reducida que la actual y la abolición de los privilegios fiscales del País Vasco y Navarra. Ni que decir tiene que sería un disparate extender esos privilegios a Cataluña. En el Parlamento nacional (mejor sería una sola cámara, a poder ser con menos de 100 diputados) no deberían caber los partidos totalitarios. Tampoco se aceptarían los que representan objetivos estrictamente regionales. Esos últimos sí podrían estar representados en las respectivas instituciones regionales. Ninguna lengua debe ser declarada como oficial. Basta el reconocimiento de la realidad lingüística. Por tanto, en toda España debe haber centros públicos de enseñanza obligatoria en español. Ni que decir tiene que todas esas propuestas son para ser ampliamente debatidas.
Respecto a la irresoluble cuestión de la ley electoral, lo mejor es que la Constitución se atenga solo a algunos principios. Por ejemplo, se impone hoy un nuevo derecho, todavía muy discutido. Es el de que, en los comicios, los padres tengan tantos votos como hijos menores, naturalmente, repartidos entre los dos progenitores. La novedad es lógica, pues el voto repercute en el bienestar que pueda afectar a los menores. Parece un buen progreso democrático, muy discutible todavía por ser una novedad. Pero también lo fue en su día el voto de las mujeres y antes el de los negros, los esclavos o simplemente los pobres. Todo eso se superó.
La nueva Constitución debe reconocer el derecho de huelga, pero siempre como último recurso cuando no se llegue a un acuerdo entre los sindicatos y los empleadores. Por tanto, no debe haber huelgas legítimas como protesta contra medidas políticas. Como es lógico, una decisión de ese estilo va a irritar a los dos "sindicatos siameses" (UGT y CCOO), hasta ahora hegemónicos y subvencionados. Pero ambos tendrán que reconocer que ha pasado su tiempo corporativista. El Estado no debe conceder ninguna subvención a los sindicatos, asociaciones empresariales o partidos políticos. Sería muy conveniente que se redujera al máximo el número de empresas públicas, no digamos las que son una simple tapadera para el clientelismo.
Es evidente que esa gavilla de propuestas va a tropezar con la enemiga de las fuerzas sindicales o nacionalistas. Claro que, si no se presentara esa oposición, las reformas serían inanes. Las reformas dichas deben considerarse como un necesario punto de partida para replantear la organización del Estado. Tómense más bien como ilustraciones, como estímulos para poder hablar. Hemos de volver a centrarnos en la idea basal de la nación española. Lo cual significa, por de pronto, acabar con la confusión de que lo nacional aparece como lo "estatal" o lo "interterritorial".
Insisto en que las propuestas anteriores son harto discutibles y son solo una muestra de lo que cabe debatir. Se apoyan en la presunción de que recibirían el apoyo de una buena parte de los españoles. Esperemos que pueda ser pronto una mayoría. Para eso hace falta una gran labor de ilustración nacional. El coste alternativo de no plantearlas sería mucho más gravoso.
Amando de Miguel
Félix Velasco - Blog

Un tostón

Lo peor de los Juegos Olímpicos es siempre la ceremonia inaugural. Un rollo macabeo. Es más divertido ir a una boda y bailar toda la noche con tu propia madre. Admito la espectacularidad, el talento creativo, la belleza plástica y demás tópicos. Pero bastaría con un desfile rápido de las distintas delegaciones y el encendido de la antorcha. Lo demás es bomballa. Y el peligro es creciente, porque el reto de la ciudad organizadora no es otro que el de superar la brillantez de la ceremonia inaugural precedente, de tal modo que en pocos años, la ceremonia dichosa se va a convertir en el eje de los Juegos, y no al revés. En la revista «Punch» se publicó años atrás un dibujo muy divertido de un matrimonio que comía en un restaurante. El plato del marido estaba rodeado de envases de medicinas. Ella le decía: «Arthur, no te olvides de comer durante las medicinas». Lo mismo sucede con estas ceremonias bellísimas y abrumadoras. Plomo derretido. Lo malo es que lo de la antorcha es el espectáculo final, el único que me interesa. Desde niño tengo esa obsesión e ilusión. Quiero ver, antes de mi muerte, cómo tropieza y cae el portador del fuego sagrado del Olimpo, que no es tal, porque el fuego se apaga con la primera lluvia, y el fuego del Olimpo es de un mechero Bic. Creo que fue en la Olimpiada de México cuando estuve más cerca de mi sueño. El atleta portador de la sagrada antorcha llegó al pebetero cansadísimo y los últimos peldaños los superó con serias dificultades.
Desgraciadamente lo hizo y me quedé sin ver el morrón. Se habla mucho del arquero de Barcelona, en los Juegos Olímpicos del 92 que pagamos todos los españoles para que Oriol Pujol, el nene de la ITV, siendo hijo del máximo representante del Rey y del Estado en Cataluña corriera con la pancarta «Catalonia is not Spain». Agua pasada. Pero lo del lanzamiento del arco resultó cómico. La flecha, efectivamente, sobrevoló el pebetero que fue encendido pulsando un botón de ignición. Lo sobrevoló y cayó fuera del Estadio de Montjuich, mientras la sana y apacible masa olímpica aplaudía arrebolada. Comenté en broma, días más tarde, que la flecha había atravesado a una viandante ajena a los Juegos Olímpicos llamada Montse Pirolas y Pirretas, y el arquero se enfadó una barbaridad con quien esto firma. El arquero, Samaranch, Ferrer Salat y compañía. Les faltó un poco de sentido del humor, más aún cuando sabían que la escena fue más teatral que deportiva y que el pebetero lo encendió un botoncito pulsado en el momento oportuno.
Es feo, feísimo, el uniforme de nuestros deportistas y delegados. La Reina se atrevió a ponérselo, y lo mejoró mucho. Pero el uniforme no produjo el estupor esperado, porque los hubo más feos todavía. Otra de las manías olímpicas. Competir en el diseño. Propongo que en la próxima cita, la de Río de Janeiro, se otorguen las primeras medallas de oro, plata y bronce a los modistas de las naciones que desfilen con más elegancia indumentaria. En la ceremonia de Londres, el oro fue para San Marino, la plata para María Sharapova y el bronce para Swazilandia. Me divirtió confirmar que en muchas delegaciones, detrás de su bandera, desfilaban más delegados que deportistas. Es decir, que jetas y gorrones los hay en todas partes, lo cual es un consuelo.
La Reina Isabel II se aburrió de lo lindo. Sus palabras inaugurando los Juegos Olímpicos, que son las reglamentadas por el COI, las pronunció a toda pastilla, para volver pronto a su chalé. Recuerdo al genial «Tip», una noche en la que el grupo formado por Luis Del Olmo ofreció una cena a los Reyes en «Casa Sixto», en la calle de Cervantes. Eran las 11:45 de la noche cuando «Tip» hizo uso de la palabra. «Majestades, les recomiendo que se vayan cuanto antes porque a las 12 cierran el Metro y a ver cómo llegan a La Zarzuela».
Nuestros Reyes saben reír, lo contrario que la Reina Isabel II, que el viernes, al menos, se sintió aburridísima. Compartí con ella, desde la distancia, el sueño y el sopor. La verde colina de los discursos no me pareció muy consistente, y al Presidente del COI tampoco, que no paró de mirar al suelo mientras hablaba Sebastian Coe. Algún día vamos a tener un disgusto de los gordos con decoraciones tan artísticas como frágiles.
Nos queda el consuelo de que, hasta dentro de cuatro años, no tenemos que soportar esta larguísima chorradita. Y para colmo, no se cae nunca el de la antorcha, que el viernes eran siete y ni por esas.
Alfonso Ussía
Félix Velasco - Blog  

El origen de "gilipollas"

En Madrid hay una calle llamada de Gil Imón, haciendo de travesaño entre el Paseo Imperial y la Ronda de Segovia, para más señas. Es una calle dedicada al que fue alcalde de la capital, D. Gil Imón, en los tiempos en que el duque de Osuna organizaba sus célebres bailes, a los que acudía la alta sociedad, para poner en el escaparate familiar a jovencitas de la buena cuna, como oferta casadera. A las damitas de entonces se les aplicaba el apelativo de "pollas", que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) llevan, como sexta acepción, figurada y familiarmente, el significado de jovencitas, algo que hoy prácticamente se ignora. La polla de entonces no tenía nada que ver con el significado de morbosas connotaciones por el que ha sido sustituido ahora.
El tal Don Gil era un personaje de relieve (la prueba está en que tiene dedicada una calle) y su nombre aparecía frecuentemente en los ecos de sociedad de las revistas del corazón de la época. El hombre se sentía obligado a responsabilizarse de sus deberes familiares, como buen padre. Tenía dos hijas en edad de merecer, feúchas, sin gracia, y bastante poco inteligentes. Y se hacía acompañar por ellas a absolutamente todos aquellos sitios a los que, invitado como primera autoridad municipal, tenía que acudir.
-¿Ha llegado ya D. Gil?
-Sí, ya ha llegado D. Gil y, como siempre, viene acompañado de sus pollas.
Mientras D. Gil se encargaba de atender las numerosas conversaciones que su cargo de alcalde comportaban, sus pollitas iban a ocupar algún asiento que descubrieran desocupado, a esperar a que algún pollo (o jovencito) se les acercase, cosa que nunca sucedía. La situación, una y otra vez repetida, dio lugar a la asociación mental de tonto o tonta con D. Gil y sus pollas.
¿Cómo describir esa circunstancia tan compleja de estupidez? Los imaginativos y bien humorados madrileños lo tuvieron fácil: para expresar la idea de mentecato integral e inconsciente ¡Ya está!: Gil (D.Gil)-y-pollas (las dos jovencitas hijas suyas) = gil-i-pollas. Cundió por todo Madrid, que compuso esta palabra especial, castiza, nacida en la Capital del Reino y, después exportada al resto de España, ganándose a pulso con el tiempo el derecho de entrar en la Real Academia Española. 
Además de la calle, muy cerca, está la travesía de Gil Imón. El espacio comprendido entre la calle de San Bernabé y del Águila se llama también Campillo de Gil Imón. Y existió además el portillo de Gil Imón al final de la calle de San Bernabé que en los años de nuestra historia daba acceso a los muros de las casas que este señor poseía.
Félix Velasco - Blog

Barrio Sesamo

Félix Velasco - Blog

Chinitos de la suerte



En los ochenta, se usaban como coleteros o como pulseras y había gente que los colgaba en llaveros y en los espejos interiores de los coches. Había chinitos por todas partes. También recuerdo que eran de varios colores. Decían que cada color te traía suerte para alguna cosa, y para que fuera efectivo se te tenia que perder el chinito.
Significado de los colores de los chinitos de la suerte:
  • El chinito de la suerte celeste: Amistad, salud, protección y tranquilidad.
  • El chinito de la suerte morado: Control, dignidad y poder.
  • El chinito de la suerte verde: Salud. Nos conecta con la naturaleza y con las personas.
  • El chinito de la suerte azul: Suerte en los estudios y en el trabajo.
  • El chinito amarillo: Dinero, memoria, ideas claras y el poder de decidir.
  • El chinito rosa: Aleja de la soledad y llena de sensibilidad, inocencia y ternura.
  • El chinito rojo: Amor, atractivo, sensualidad y optimismo.
  • El chinito de la suerte marrón: trabajo.
  • Los chinitos plateados y dorados: Éxito.
  • El chinito de la suerte gris: triunfo.
  • El chinito de la suerte naranja: Felicidad.
Félix Velasco - Blog

Aquaplay

Aquaplay Argolinhas (estrella). Este modelo es uno de los más famosos. Las versiones más recientes, como el personaje de Bob Esponja tiene algunos efectos de sonido novedad. La reproducción de catálogo del fabricante, el 70.
Félix Velasco - Blog

viernes, 27 de julio de 2012

Olimpíadas


★ "Citius, altius, fortius" (Más rápido, más alto, más fuerte) -Lema de los Juegos Olímpicos ideado por el dominico francés Heri Didón el 7 de marzo de 1891, fue asumido como el lema olímpico oficial en el Congreso fundacional del Comité Olímpico.
★ "Inspirar a una generación." - Lema de los juegos Olímpicos Londres 2012
★ "Un mundo, un sueño." - Lema de los juegos olímpicos Beijing 2008.
★ "Bienvenidos a Casa" - Lema de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004
★ “Comparte el Espíritu” - Lema de los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.
★ “Amigos para siempre” - Lema de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
★ "Cualquier forma de discriminación contra un país o una persona basada en consideraciones de raza, religión, política, sexo o de otro tipo es incompatible con la pertenencia al Movimiento Olímpico." (Carta Olímpica)
★ “El Olimpismo es una filosofía de la vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu. Al asociar el deporte con la cultura y la formación, el Olimpismo se propone crear un estilo de vida basado en la alegría del esfuerzo, el valor educativo del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos fundamentales universales”
(Carta Olímpica)
 “El objetivo del Olimpismo es poner siempre el deporte al servicio del desarrollo armónico del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana” (Carta Olímpica)
★ "En el nombre de todos los competidores prometo que participaré en estos juegos olímpicos, respetando y obedeciendo las reglas que los rigen, en el verdadero espíritu de la deportividad, para la gloria del deporte y la honra de nuestros equipos." - Juramento olímpico moderno, pronunciado por primera vez en la Olimpiada de Amberes en 1920 por el belga Víctor Boin.
Félix Velasco - Blog

jueves, 26 de julio de 2012

Fanatismo


El fanatismo es un estado excesivo de exaltación y defensa de las creencias propias o del grupo social en el que se convive. Es un modo de conducta social intolerante e intransigente, la semilla brota al adoptar una actitud de superioridad moral.
Hay algo en la naturaleza del fanático que es esencialmente sentimental, irreflexivo y al mismo tiempo carente de imaginación. Conformidad y uniformidad, la urgencia por “pertenecer a” y el deseo de hacer que todos los demás “pertenezcan a”, pueden constituir perfectamente las formas de fanatismo más ampliamente difundidas.
El fanatismo es lo contrario a la razón. Las convicciones radicales se vinculan, de forma doctrinal, a un pasado mítico. 
El fanatismo va acompañado de problemas emocionales hondamente arraigados. La estructura psicológica de motivaciones y actitudes que conduce hacia el radicalismo fanático se identifica con el tipo de personalidad autoritaria. La doctrina del nacionalista radical se fundamenta en la raza, la herencia cultural o una combinación de ambas. Y ligadas a ella encontramos actitudes de superpatriotismo o la creencia en la superioridad del grupo étnico o cultural.
Félix Velasco - Blog

lunes, 16 de julio de 2012

No siempre fue una vergüenza


Don Pedro Mesía de la Cerda, capitán del Glorioso.
Tableau de la fin du XVIIIème siècle représentant le combat soutenu par le navire espagnol Glorioso contre plusieurs bâtiment britannique en septembre 1747.

Como saben, me gusta recordar viejos episodios de nuestra Historia. Sobre todo si causan respeto por lo que algunos paisanos nuestros fueron capaces de hacer. O intentar. Situaciones con posible lectura paralela, de aplicación al tiempo en que vivimos. Les aseguro que es un ejercicio casi analgésico; sobre todo esos días funestos, cuando creo que la única solución serían toneladas de napalm seguidas por una repoblación de parejas mixtas compuestas, por ejemplo, de suecos y africanos. Sin embargo, cuando una de esas viejas historias viene a la memoria, concluyo que quizás no sea imprescindible el napalm. Siempre hubo aquí compatriotas capaces de hacer cosas que valen la pena, me digo. Y en alguna parte estarán todavía. Como estuvieron.
Era un navío de 70 cañones y tenía un bonito nombre: Glorioso. Lo mandaba el capitán don Pedro Mesía de la Cerda, y en 1747 traía de La Habana cuatro millones de pesos en monedas de plata. El 15 de julio, cerca de las Azores, el navío se topó con un convoy inglés escoltado por tres barcos de guerra que casi lo doblaban en número de cañones: el navío Warwick, la fragata Lark y un bergantín. En aquel tiempo, un navío de América era un bombón: solía llevar caudales a bordo, así que los ingleses le dieron caza. Manteniendo el barlovento con mucho arte, el Glorioso se batió toda la noche, tuvo un respiro al caer el viento durante el día, y volvió a pelear la noche siguiente: primero dejó fuera de combate a la fragata, que se hundió; y tras hora y media de combate con el Warwick en la oscuridad, sin otra luz que los fogonazos artilleros -los españoles dispararon 1.006 cañonazos y 4.400 cartuchos de fusil-, el navío inglés se retiró con el rabo entre las piernas. Que no siempre Britania, aunque lo venda con trompetas, parió leones.
Sin embargo, la odisea del Glorioso no había hecho más que empezar. Siguiendo rumbo a Finisterre, el 14 de agosto volvió a dar con una fuerza británica: el navío Oxford, la fragata Shoreham y la corbeta Falcon. Como en el caso anterior, los ingleses le fueron encima igual que lobos. Pero el comandante Mesía y su gente eran de esa casta de colegas que aprietan los dientes y venden caro el pellejo. Por segunda vez asomaron los cañones y batieron el cobre como los buenos: después de tres horas de arrimar candela, pese a haber perdido el bauprés, una verga y tener la popa hecha una piltrafa, el Glorioso continuó navegando hacia España mientras los ingleses se retiraban con graves daños.
Fondeó el navío en Corcubión, desembarcando los caudales, y volvió a la mar para reparar averías en Cádiz, pues vientos contrarios descartaban El Ferrol. Y el 17 de octubre, a la altura del cabo San Vicente, volvió a encontrarse con una fuerza enemiga. Esta vez eran cuatro fragatas corsarias con base en Lisboa y bajo el mando del comodoro Walker: King George, Prince Frederick, Princess Amelia y Duke, que sumaban 960 hombres y 120 cañones. Inmediatamente le dieron caza, aunque el español, resabiado, no reveló su nacionalidad -treta común del mar- hasta que la King George se acercó a preguntársela. Entonces Mesía izó pabellón de combate y le largó al rubio una andanada que le desmontó dos cañones y el palo mayor. Siguieron tres horas de carnicería muy bien sostenida por el Glorioso; pero al rato se unieron a la fiesta las otras fragatas y dos navíos de línea ingleses que navegaban cerca, el Darmouth y el Russell: seis barcos y 250 cañones contra los 70 del solitario español, maltrecho y corto de gente por los combates anteriores y la travesía del Atlántico. Aun así, el comandante Mesía y su tripulación, a quienes a esas alturas daban ya igual seis guiris que sesenta, se defendieron como gato panza arriba bajo un fuego horroroso durante dos días y una noche. Que se dice pronto. Aún tuvieron la satisfacción de acertar en una santabárbara y ver volar al Darmouth, que se fue a tomar por saco con 314 de sus 325 tripulantes. Y al fin, el 19 de octubre -33 muertos y 130 heridos a bordo, agotada la munición, el barco desarbolado, chorreando sangre por los imbornales, raso como un pontón y a punto de hundirse-, el comandante convocó a los oficiales que seguían vivos, los puso por testigos de que la tripulación había hecho lo imposible, y arrió la bandera.
De tal modo, fiel a su nombre, acabó viaje el navío español Glorioso. Había librado tres combates contra 12 barcos enemigos, de los que hizo volar uno y hundió otro; pero la hazaña final no corresponde sólo a quienes con tanta decencia lo defendieron, sino al navío mismo: remolcado a Lisboa por los vencedores para repararlo e izar en él su pabellón, los destrozos se revelaron tan graves que se negó a flotar y fue desguazado. Ningún inglés navegó jamás a bordo de ese barco.
Arturo Pérez-Reverte
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sábado, 14 de julio de 2012

Gin Tonic Hendrick's


Ingredientes
  • Ginebra Hendrick's
  • Tónica QTonic (aconsejable por su burbuja extra fina)
  • Pepino
  • Hielo
Necesitaremos
  • Copa tipo balón de boca ancha.
  • Una cucharilla trenzada para servir la tónica.
  1. Llenamos la copa hasta el límite con hielo. Tratamos de mantener la temperatura ideal del Gin Tonic el mayor tiempo posible (evitar un hielo de agua de mala calidad).
  2. Removemos con el fin de enfriar el cristal de la copa, ya sea con una cucharilla o agitando circularmente la misma. Una vez enfriada, decantamos el agua que se haya podido formar.
  3. Alejados unos centímetros la botella de la copa, servimos contando 1001, 1002 y 1003 la ginebra. Conseguimos con la altura que se oxigene la ginebra, y con la cuenta evitamos cargar demasiado de alcohol el gin tonic.
  4. Cortamos dos rodajas finas de pepino y las vertemos en la copa dejándolas reposar unos segundos para que el hielo absorba el aroma a pepino.
  5. Con la ayuda de una cuchara trenzada que colocaremos en la copa como si de un tobogán se tratase, vertemos suavemente la tónica intentando que pierda el mínimo gas posible.
  6. Una vez servido, sin remover, dejamos reposar entre treinta segundos y un minuto aproximadamente, conseguiremos que todos los ingredientes empiecen a mezclarse correctamente.
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Fumadores y políticos

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domingo, 8 de julio de 2012

Merluza a la marinera con salsa verde


 

Para ello, vamos a utilizar los siguientes ingredientes:
  • 4 rodajas de merluza 
  • 200gr. de almejas 
  • 200gr. de gambas 
  • 1 cebolla 
  • 1/4 litro de caldo de pescado 
  • Un vaso de vino blanco 
  • Aceite de oliva 
  • Sal 
  • Perejil 
  • Pimienta. 
Usaremos una cazuela, a poder ser de barro, y pondremos en ella un chorro de aceite de oliva.
Mientras se calienta, salpimentamos las rodajas de merluza, las rebozamos en harina, y picamos bien la cebolla y el perejil.
Una vez que el aceite esté caliente, añadimos la cebolla picada y el perejil, y esperamos a que la cebolla esté transparente. Personalmente me gusta echar bastante perejil picado, para obtener, de éste modo, una salsa con un característico color verde y un magnífico sabor.
Con la cebolla dorada, agregamos las rodajas de merluza y dejamos que se doren por ambos lados.
Seguidamente, agregamos el caldo de pescado, el vaso de vino blanco, y una cucharada de harina (al final podremos agregar más, si deseamos una salsa más espesa).
Cuando la mezcla esté en ebullición, añadimos las almejas y las gambas, y dejamos cocer unos 15 minutos hasta que la salsa esté espesa, momento en el que estará listo para servir.
Se puede añadir huevo duro y espárragos para la decoración final.
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Dársela con queso


Desde la Edad Media, La Mancha ya era famosa por sus vinos de muy alta calidad y los taberneros de toda España se desplazaban hasta las bodegas manchegas para comprar los barriles de vino.
Antes de pagar, todos los taberneros tenían la buena costumbre de probar la mercancía, pero para dar salida a las partidas de vino picado o de muy baja calidad, los dueños de las bodegas recurrían a un arte especial: Agasajaban a los compradores novatos y confiados con un sabroso plato de queso manchego en aceite, porque su fuerte sabor hacía que el paladar del incauto tabernero no distinguiera entre un buen vino y uno echado a perder o de baja calidad, y fue así que nació la expresión Dársela a uno con queso.
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Lucha esperanzada

Tanto el optimismo como el pesimismo son actitudes pasivas, convicciones de que algo mejorará o no con el tiempo.
Por el contrario, la esperanza nos llena el alma de seguridad y certeza de que aquello que ansiamos y soñamos lo lograremos porque estamos trabajando para conseguirlo.
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jueves, 5 de julio de 2012

Huevo con garbanzos

En una sartén, rehogamos la cebolla (o ajo y perejil) y cuando esté transparente, añadimos laurel, garbanzos ya cocidos y jamón serrano (o chorizo) en tacos.
Removemos unos 5 min. y añadimos tomate frito, 4 cucharadas soperas. 
También mezclamos una cucharada de café colmada de pimentón y le damos unas vueltas para que quede una salsa espesa. No deben quedar caldosos, sino en salsa. 
Por último, freímos huevo, y lo ponemos encima. 
Sal al gusto.
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martes, 3 de julio de 2012

Roja o rojigualda

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La palabra Constitución

No cabe duda de que el sistema liberal democrático tiene su base principal e irrenunciable en la existencia de esa Ley Fundamental a la que damos nombre de Constitución. Sucede con esto que olvidamos muchas veces el remoto origen de la palabra. Lo mismo nos ocurre con Cortes, Parlamento o Cámara de los Comunes. Todas tienen origen medieval. Y parece muy conveniente que los historiadores profundicemos en la explicación de un tema que, desde tan profundas raíces, ha llegado a convertirse en uno de los elementos esenciales en el progreso político que ha conducido a las naciones occidentales a un nivel de convivencia que falta en otras partes. Hace mil doscientos años esa Europa comenzó a nacer con Carlomagno, que por primera vez pudo aunar las naciones que la componían. Y resucitando el nombre y la categoría de Imperio, aceptó esa especie de distinción que ya enseñara Roma, entre «auctoritas» y «potestas».
La autoridad debe considerarse como un bien; no la deformemos con exageraciones o deficiencias. Ella arranca de la naturaleza de la propia sociedad humana y dice cómo y cuándo deben hacerse las cosas. Naturalmente se ajusta al contenido ético que define la propia naturaleza humana, esto es, los «derechos naturales». Si se obedece y cumple no hay necesidad de recurrir a la «potestas», que es la misión de los magistrados. Pero esa «potestas» es un mal menor necesario al que se debe recurrir porque la inclinación de los seres humanos –judaísmo y cristianismo se refieren a un pecado original que la alteró– es hacia la desobediencia y el delito. Recurramos a la leyenda que rodea la memoria de aquel rey, Cnut, de Dinamarca: había conseguido tal grado de autoridad que podían colgarse monedas de los árboles sin que nadie las robase.
En esta línea se reservaba el nombre y calificativo de Constitución a aquella ley que, promulgada por el emperador y examinada por el Papa, afectaba a toda la sociedad cristiana europea. Enunciado de principios y no solamente normas coyunturales. Poco a poco se fue descubriendo que también el poder debe estar limitado dentro de tres dimensiones independientes: el legislativo, mediante Cortes, el ejecutivo, a través del Consejo, y el judicial mediante los altos Tribunales que en Castilla se denominaron Chancillería. Todo esto, cuatrocientos años antes de Montesquieu, estaba consolidado mediante las reformas de Briviesca y Segovia a fines del siglo XIV en España, que supo adelantarse, en muy poco, ciertamente, a las otras monarquías europeas. Ahora bien, el poder comporta siempre un peligro: consolidarse en manos de los políticos e invadir los espacios de autoridad. Poder absoluto, despotismo ilustrado, autoritarismo y totalitarismo son siempre las consecuencias de esta invasión, que constituye una de las más fuertes tentaciones. Normalmente se recurre a la violencia para promocionar los cambios, pero ésta, como resulta lógico, repite y agrava las situaciones. Por eso los regímenes impuestos desde las revoluciones, que cuentan siempre con abundantes propagandas a su favor, acaban siendo peores incluso que los que se venían a renovar. Tras los entusiasmos de 1789 asomaba ya la sombra de la guillotina; la gente que se lanzó a aplaudir en las calles españolas en abril de 1931 no imaginaban sin duda que lo que estaba acercándose era una espantosa guerra civil –con daños en ambos lados, y no nos dejemos engañar por la «memoria histórica»–; y nunca un zar alcanzó los niveles del stalinismo.
Y sin embargo, en medio de estos factores negativos, y aprendiendo de ellos, podemos comprobar que se ha producido un avance y de excelentes proporciones. La autoridad ha sido restablecida, libertándola de las estrecheces del Antiguo Régimen, mediante el establecimiento de una ley fundamental a la que con toda lógica se da el nombre de Constitución. Es la propia soberanía nacional la que mediante ella se expresa. En este punto hay que poner el acento en dos ejemplos singulares y concretos: ni Inglaterra ni Israel poseen Constitución; no la necesitan porque aquí la autoridad, remontada a la Carta Magna y enriquecida por la Gloriosa Revolución, o referida a la Torah, nunca fue secuestrada ni destruida. Se comprende el entusiasmo de que se rodea el sesenta aniversario de Isabel II. La monarquía británica ha ido despojándose poco a poco del poder, pero conserva su autoridad. Algo que también, impensadamente, aparece entre nosotros cuando el Rey viaja y hace presente el prestigio que recobra su nación. Estas reflexiones, que no a pocos parecerán fuera del tiempo, resultan indispensables en nuestros días. La Constitución española ha llegado a la mayoría de edad. Es indudable que será necesario hacer algunos añadidos, puesto que se han presentado nuevos problemas a los que es preciso dar respuesta. Pero ha nacido dentro de la confrontación y acuerdo entre todos los sectores de la sociedad y contiene una definición muy precisa de la que llamamos nación española. A un historiador invaden ahora fuertes preocupaciones. Desde sectores muy variados, pero en especial desde aquellos rincones autonómicos que reclaman para sí un poder absoluto, se estará desobedeciendo, incumpliendo o, lo que todavía es peor, insultando a la Constitución precisamente por eso, porque nos dice qué es lo bueno y lo justo que en honor de la nación española debe hacerse. La cooperación entre todos los ciudadanos no tiene otra referencia. Incumplirla o desobedecerla es asomarse de nuevo al patio del error o de la mentira. Si algo debe rectificarse o añadirse –me parece que es muy poco– se debe recurrir a «toda» la nación española y no a la voluntad de sectores minoritarios que reclaman para sí un autoritarismo sin límites. Es la hora del peligro y debe ser superado por medio de la voluntad común.
Luis Suárez
Félix Velasco - Blog

España como marca

"Para el escándalo de quienes todavía creemos en el Estado, la Nación y la Patria -que no somos muchos- el Gobierno, naturalmente encelado con los aspectos económicos de la crisis global y de sus peculiaridades nacionales, no aborda con decisión los aspectos políticos, no siempre concordantes con los económicos, que podrían enmendar, en todo o en parte, nuestra decadencia colectiva y, lejos de fortalecer el Estado adelgazándole de sus cargas superfluas, engrandecer la Nación con más motivos de orgullo que los deportivos y potenciar el espíritu patriótico sin mayores complejos nos propone una España entendida como «marca» No nos equipara con Francia o con Alemania. Lo hace con la Coca-Cola y Nestlé. El Alto Comisionado del Gobierno, todo un secretario de Estado, será el responsable de que España, una marca, brille en el mundo cuanto no ha podido, o sabido, hacerlo como Estado y como Nación (de Naciones). La decadencia desde un Imperio a una marca es notoria. Podría ser peor y configurarnos como una «marca blanca» en las estanterías de un Estado verdadero y de una Nación de ciudadanos."
Manuel Martín Ferrand
Félix Velasco - Blog

domingo, 1 de julio de 2012

Prefieren no mirar

Hieren su sensibilidad. O sea, molestan a los lectores. Los desconsiderados redactores que metieron en los periódicos de papel o digitales unas fotos de niños escabechados en la última matanza de la guerra civil siria, no tuvieron en cuenta que enseñar cadáveres es de mal gusto. Incurrieron en el voyeurismo sórdido. Y claro, numerosos ciudadanos irritados se han dirigido a los medios correspondientes, afeándoles la conducta. Niños degollados y sangre. Qué espanto. Qué inapropiado. Me han causado ustedes un problema de tipo emocional de aquí te espero. Hacen de la muerte un espectáculo, de la tragedia un morbo. Mostrar carnaza es propio de periódicos y revistas de baja categoría. Una falta de respeto para lectores y víctimas. Etcétera.
Tiene gracia. Aunque sea puñetera gracia. Esas quejas de lectores sensibles coinciden exactamente con lo que una individua sectaria, desabrida y biliosa, hoy ideóloga ética en la telebasura y entonces directora de Informativos de TVE, nos decía a principios de los 90 cuando mandábamos cada día carne fresca, recién descuartizada, desde los Balcanes. Los combates de Vukovar. Los degollados de Petrinja. Los morterazos del mercado de Sarajevo. La bomba de Dobrinja. El hospital Kosevo, con la gente llegando reventada por la metralla y la morgue llena hasta la puerta, donde el suelo rojo hacía chof, chof, cuando lo pisabas. Imágenes de la matanza cotidiana, grabadas, jugándose la vida bajo las mismas bombas que mataban a esa gente, por Márquez, por Miguel de la Fuente, por Paco Custodio. Por mis compañeros y amigos. Profesionales que estaban allí para mostrar lo que ocurría, la atrocidad y la barbarie; no para plantearse problemas éticos sobre la sensibilidad de los espectadores. Pero la jefa -tener esa jefa era una desgracia como otra cualquiera- se ponía como una fiera. No mandéis esas imágenes, que son muy fuertes. Malvados. Si grabáis mucho niño muerto, os los quitaremos de la crónica antes de emitirla en el telediario. Por suerte, entre ella y nosotros estaba Miguel Ángel Sacaluga, el subdirector, que metía lo que le enviábamos y nos cubría las espaldas -nunca se lo agradeceré lo suficiente- porque estaba tan cabreado como nosotros de tanto paño caliente, tanta diplomacia y tanta mierda: Javier Solana, el negociador simpático, morreándose con los verdugos y repitiendo, con mucho plural de por medio, que todo iba a solucionarse de un momento a otro. Así, día tras día, mes tras mes, año tras año. Y mientras la cobarde Europa por él representada miraba hacia otro lado, en Sarajevo faltaba tierra para enterrar a la gente, y hasta los campos de fútbol había que convertirlos en cementerios.
Por eso me da tanta risa torcida cuando al correo del lector de tal o cual periódico acude la peña con quejas. Si aquella foto debió publicarse entera o cortada, en primera o en páginas interiores. Si a la niña de catorce años violada y degollada deberían haberle tapado ustedes la cara para cumplir con las leyes de protección a la tierna infancia. Si la imagen de esa mujer destripada no lleva pie de foto con crítica explícita a la violencia machista. Si difundir la imagen de treinta cuerpos amontonados junto a una pared acribillada de impactos de bala supone una falta de respeto al dolor de sus familias.
Y es que no se han enterado de nada, rediós. Esos menguados olvidan que la función de las imágenes de guerra atroces es precisamente ésa. Sacudir, atormentar, herir la sensibilidad del lector, del espectador, lo más que se pueda. Decirle: mira, gilipollas, esto es real. Así muere la gente cuando la matan. Y para que te enteres: en Siria y en todas las Sirias repartidas por el puerco mundo, son precisamente los familiares de esas víctimas los que desean que se fotografíen y graben las matanzas. Son ellos quienes se juegan la piel para llevar a los periodistas hasta allí, y de ese modo hacer al mundo testigo de un horror que, de otra manera, quedaría oculto y con frecuencia impune. Dudo que ningún editorial de periódico, ninguna tertulia televisiva, logre hacer con sus argumentos que alguien odie tanto a los nazis como la brutal visión de las imágenes de Auschwitz o Dachau, a la hora de comer. Por ejemplo. Pero es que la cuestión real no es ésa. Lo que ocurre es que esta sociedad anestesiada, egoísta, que a pesar de la que está cayendo fuera y dentro sigue sin querer enterarse de en qué peligroso mundo vive, está empeñada en que nadie le altere el pulso. En que no la despierten de su imbécil sueño suicida. Lo que pide, o exige, es vivir cómodamente sentada en el sofá, zapeando entre anuncios con gente que baila y sonríe, Sálvame y el puto fútbol.
Arturo Pérez-Reverte
Félix Velasco - Blog