Como el detective privado de «Medianoche en París», que se equivocó de puerta y se encontró en el siglo equivocado, los «indignados» del 15-M querían salir en mayo del 1968 y se han encontrado en el de 2011, completamente distinto. El M-68, que no empezó en París ni en el 68, sino en el 66 en la universidad californiana de Berkley, es decir la «revolución contracultural», iba contra los usos de la que Galbraith llamaba la «sociedad opulenta», una sociedad saciada, a la que sobraban medios y faltaban alicientes, por lo que sus hijos predicaban «hacer el amor y no la guerra», tiraban billetes a los corredores de bolsa en Wall Street y seguían a los Beatles como los niños de Hamelín al flautista. En otras palabras: eran el producto de la abundancia.
Mientras los acampados en la Plaza del Sol o la de Cataluña son el producto de la miseria, con cada vez menos medios y peores expectativas. La situación ha dado la vuelta y esos acampados resultan tan anacrónicos como un señor de chistera —por cierto, Antonio, enhorabuena por ese articulazo sobre el artilugio— en un concierto de rock, a no ser que quisiera hacer un chiste, cosa que no creo, pues los tiempos no están para chistes.
Aunque hay de todo entre ellos. Por un lado, están los abuelos que no pudieron estar en el París del 68 y no quieren morirse sin vivir algo parecido. Luego están los jóvenes que habiendo oído hablar del Paris del 68 quieren montarse un revival siguiendo instrucciones de un filósofo jubilado que les ordena indignarse. Siguen los indignados con buenas razones, al no tener trabajo, ni perspectivas, ni ideales. Y por último, están los que no teniendo nada que hacer se apuntan a un bombardeo, encantados de poder continuar sin dar golpe, ahora ya con una «causa». Sin darse cuenta de que el horno no está para bollos.
Puede incluso que no esté ni para pan. Así que la gente pasa de ellos, si es que la dejan pasar, por lo que los evita dando un rodeo, con gran disgusto de los comerciantes del lugar, los grandes perjudicados. Y es que la gente no quiere acampadas, quiere soluciones y lo que discuten esos acampados suena a música celestial. En fin, que se han equivocado de lugar y de fecha. Y como sigan acampados terminarán siendo un estorbo público, si no lo son ya. El 15-M no puede ser el 68-M, no por aquello de Marx «la historia se repite, primero como tragedia, luego como comedia», sino por la simple razón de que todo ha cambiado de 1968 a 2011. Y o se echa uno a la calle a derribar el régimen frente a los tanques, como han hecho los jóvenes árabes, o que se queda uno en casa tocando la guitarra. Lo que no puede hacer es irse a la plaza mayor a pedir que todo siga como antes, que es lo que esos «revolucionarios» piden, porque, sencillamente, ese antes ya no existe.
José María Carrascal
Félix Velasco - Blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario