Este es un tema recurrente. ¿Hay normas que están por encima de las propias constituciones de los estados? Para los anglosajones, desde luego que sí. En los billetes de dólar se lee la apelación a la creencia en Dios; y por encima del poder real de los británicos existe la figura divina a la que se apela para la salvación del reino: «God save the Queen». Efectivamente, por más laicista que sea un estado, hay determinadas normas que están por encima de la opinión pública o, incluso, de la voluntad nacional expresada en un momento determinado. Es la única forma de impedir que determinados totalitarismos, derivados de catastróficas situaciones económicas o políticas, se impongan en algunos momentos de la historia de las naciones arrasando, al fin, esa misma voluntad popular que los ha aupado. Escucho últimamente a algunos políticos del Partido Popular que quieren justificar sus actitudes corruptas, que han sido avalados por la expresión de las urnas democráticamente manifestada en las últimas elecciones locales. Especialmente en la Comunidad Valenciana. Y nada hay más erróneo y antidemocrático que eso. Pues los políticos deberían saber que lo que el pueblo ha dicho blanco hoy mañana dice que es negro y se queda tan tranquilo, ya que para eso es pueblo. ¿O acaso no han leído el «Julio César» de Shakespeare? Dios, desde luego, no avala esta política o aquella otra. Al César hay que darle lo suyo y a Dios lo que le es propio. El respeto a las creencias, la humildad del ser humano ante la inclemencia, el saber que hay normas que están por encima de nosotros que deberíamos respetar, desde luego nos hacen más fuertes. Y el despreciar todas esas creencias resulta letal para principios tan fundantes de la vida democrática, como son la libertad, la igualdad y la caridad o fraternidad.
Jorge Trías
Félix Velasco - Blog
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