El castillo de Colditz se encuentra en el pueblo de Colditz, entre Leipzig, Dresde y Chemnitz, en Sajonia, Alemania. Alcanzó fama como Oflag IVc u Offizier Lager IVc (campo de oficiales IVc), un campo de prisioneros de guerra para oficiales Aliados que habían intentado escapar repetidamente de otros campos.
Las SS hicieron de Colditz una prisión de alta seguridad, la única de su tipo dentro de Alemania. Hermann Göring incluso afirmó que Colditz era a prueba de fugas. Se basaba en parte a la falta de evasiones cuando fue una prisión durante la época de la Primera Guerra Mundial, pero principalmente por ser el único campo alemán de prisioneros de guerra con más guardias que prisioneros. A pesar de esta afirmación, hubo fugas por parte de los presos británicos, franceses, polacos, holandeses y belgas internados en Colditz.
Entre los reclusos más famosos estaban el as de la aviación Douglas Bader; Patrick Reid, el hombre que hizo famoso a Colditz con sus libros en la posguerra; Airey Neave, el primer oficial británico en escapar de Colditz; el capitán del Ejército de Nueva Zelanda Charles Upham, el único combatiente en recibir dos veces la Cruz de la Victoria; y David Stirling, fundador del Special Air Service.
Había también prisioneros llamados Prominentes, que eran parientes de personajes aliados importantes. El primero fue Giles Romilly, un periodista civil capturado en Narvik (Noruega), sobrino de Winston Churchill. El propio Adolf Hitler especificó que Romilly debía ser tratado con extremo cuidado.
Cuando el final de la guerra se aproximaba, el número de Prominentes aumentó. Al final estaba constituido por el vizconde George Lascelles, sobrino de Jorge VI; John Alexander Elphinstone, sobrino de la reina Isabel; el capitán George Haig, hijo del mariscal de campo de la Primera Guerra Mundial Douglas Haig; Charles Hope, hijo de Victor Hope, virrey de la India; el teniente John Winant Jr., hijo de John Gilbert Winant, embajador de los Estados Unidos en el Reino Unido; Tadeusz Bor-Komorowski, general polaco, y cuatro generales alemanes. El comando británico Michael Alexander afirmó ser un sobrino del mariscal de campo Harold Alexander para poder escapar de la ejecución, pero en realidad sólo era un primo lejano.
Micky Burn, otro famoso prisionero de Colditz, fue un comando británico capturado en Saint-Nazaire. Burn había sido un periodista como Romilly antes de la guerra, trabajando en The Times. Burn fue, durante un breve periodo, un admirador del Partido Nazi y en 1936 conoció a Hitler, quien incluso le firmó su copia del Mein Kampf. Tras el inicio de la guerra, Burn cambió su filosofía política hacia el marxismo, dando charlas a los prisioneros de Colditz entre los que, sin embargo, debido a su interés por el nazismo antes de la guerra, era observado con desconfianza y desprecio.
Lord John Francis Arundell, 16º barón Arundell de Wardour (1907-1944), fue un aristócrata encerrado en Colditz, que, a pesar de su nobleza, no fue clasificado como Prominente. Arundell tenía el hábito de hacer ejercicio en la nieve, un hábito que le llevó a contraer tuberculosis, enfermedad que le provocó la muerte en el hospital militar de Chester.
El 13 de abril de 1945, mientras los combates se acercaban a la zona, los Prominentes fueron ocultados y protegidos. Los aliados y los prisioneros llegaron a estar preocupados de que los Prominentes fuesen utilizados como rehenes, carta de negociación o escudos humanos, o incluso que las SS intentasen matarlos por rencor; prepararon una resistencia y, si fuese posible, tomar el castillo.
Los alemanes trasladaron a los Prominentes fuera del castillo, bajo las protestas de los demás prisioneros. Cuando las tropas estadounidenses alcanzaron la zona, los prisioneros convencieron al jefe de la guardia, Gottlob Berger, para rendirse en secreto, y así salvarse de la venganza de las SS. Con su ayuda alcanzaron las líneas norteamericanas un par de semanas más tarde. Berger también recibió posteriormente una sentencia reducida tras el juicio a que fue sometido en 1949 debido a sus acciones con respecto a los Prominentes.
En Colditz, la Wehrmacht siguió las Convenciones de Ginebra al pie de la letra. Aquellos que intentasen escapar serían castigados con encierro en aislamiento, en lugar de una ejecución sumaria. En principio, los oficiales de seguridad reconocían que el deber de los prisioneros de guerra era intentar escapar y que su trabajo era impedirlo. Los prisioneros podían incluso realizar un pacto entre caballeros con los guardias, como no utilizar ciertas herramientas para intentos de huida.
La mayor parte de la compañía de guardia estaba compuesta por veteranos de la Primera Guerra Mundial y soldados jóvenes no aptos para el frente. Debido a que Colditz era un campo de alta seguridad, los alemanes organizaron tres, y posteriormente cuatro, Appell o recuentos de prisioneros al día. Si descubrían que alguien había escapado, los alemanes alertaban a todos los policías y estaciones de tren dentro de un radio de 40 km y a todos los miembros de las Juventudes Hitlerianas para que se uniesen en la búsqueda.
Debido a la cantidad de paquetes de comida de la Cruz Roja, los prisioneros a veces comían mejor que sus centinelas, quienes contaban con las raciones de la Wehrmacht. Los prisioneros podían utilizar sus artículos de "lujo" para comerciar, por ejemplo, intercambiando cigarrillos por reichsmarks que podrían usar en sus intentos de escapada. En ocasiones esto podía llegar a ser un fraude, pues recibían billetes de rentenmark o papiermark, monedas que estaban fuera de curso.
Los prisioneros también crearon sus propios entretenimientos. En agosto de 1941 prisioneros polacos organizaron las primeras Olimpiadas del campo, con pruebas de fútbol, voleibol, boxeo y ajedrez, pero la ceremonia de cierre fue interrumpida por prácticas de tiro de los alemanes. De acuerdo con una entrevista al prisionero británico John Wilkens en 1986, "los británicos quedaron alegremente en última posición en todas las pruebas, para disgusto de los otros participantes que se tomaron la competición más seriamente". Además, los presos crearon un coro polaco, una banda de guitarra hawaiana holandesa y una orquesta francesa.
Los británicos representaron obras de teatro clásicas y farsas como La importancia de llamarse Ernesto, Pigmalion o El hombre que vino a cenar. Varios prisioneros se dejaron crecer el pelo intencionadamente para representar mejor los papeles femeninos. El prisionero John Hamilton-Baillie llegó incluso a afeitarse las piernas, embadunarlas con betún marrón y hacer líneas con un lápiz para simular la apariencia de unas medias. Esto le permitió ganar "privilegios de baño" especiales en los servicios de los guardias, ya que en las duchas de los prisioneros no podía quitarse el betún. Para representar las escenas, los prisioneros tuvieron acceso a "herramientas en libertad condicional", herramientas que serían usadas para construir los escenarios y bajo promesa de no emplearlas para escapar.
Durante los meses de verano se alcanzaba el mayor ritmo de representaciones teatrales, con estrenos cada dos semanas. El mayor éxito, sin embargo, se produjo con una obra de cabaret llamada Ballet Nonsense, que se estrenó el 16 de noviembre de 1941 y estuvo representándose hasta el 18 de noviembre, a la que asistió el Hauptmann (capitán) Paul Priem, el primer oficial en servicio de Colditz.
Otro pasatiempo que ocupaba mucho el tiempo de los prisioneros era la fabricación de alcohol casero. Comenzó por un grupo de polacos que utilizaban una receta a base de levadura, agua, mermelada alemana y azúcar de sus paquetes de la Cruz Roja, y ocultando los alambiques por todo Colditz (uno de ellos permaneció oculto hasta una visita turística de 1984). El prisionero Michael Farr, cuya familia dirigía Hawker's Gin, los únicos proveedores de ginebra de edrina con Sello Real, incluso logró hacer un vino espumoso denominado Château Colditz. Algunos prisioneros tuvieron los dientes negros o quedaron temporalmente ciegos al consumir esta bebida a causa de la cantidad de impurezas que contenía su alcohol. Aunque los guardas alemanes trataban con menosprecio a los prisioneros borrachos, generalmente hacían la vista gorda a la destilación.
Los oficiales estudiaban asimismo idiomas, aprendiendo unos de otros, y contando noticias. Las noticias más populares eran las recontadas y embellecidas procedentes de las emisiones de la BBC a cargo de Jim Rogers. Ya que el correo era censurado con regularidad y los periódicos alemanes que recibían los prisioneros contenían mucha propaganda nazi, la única información fiable que podían conseguir sobre el progreso de la guerra en Europa era a través de los noticieros de la BBC, que escuchaban a través de una de las dos radios que estaban ocultas en el castillo. Estas radios habían sido traídas de contrabando por el prisionero francés Frédérick Guigues y se llamaban "Arthur 1" y "Arthur 2". La primera radio fue descubierta rápidamente debido a un topo, pero la segunda permaneció en secreto hasta que Guigues regresó y se la llevó con él en una visita en 1965. La radio permaneció invisible hasta 1992 con motivo de una reparación del tejado.2
Más tarde, la forma más popular de pasar el tiempo fue el stoolball, una versión particularmente dura del rugby, en la que había dos taburetes en cada extremo del patio de los prisioneros y se lograban puntos al derribar al portero que estaba sentado en el taburete. El juego servía como válvula de escape de la violencia reprimida y también proporcionaba el ruido necesario para ocultar la excavación de túneles.
Además de los intentos de fuga, los prisioneros intentaban igualmente hacer la vida de sus guardianes más desdichada recurriendo a provocaciones, que suponían un incordio para los vigilantes. Por ejemplo, lanzaban bombas de agua y excremento a los guardias. Douglas Bader incluso animó a sus oficiales a que lo hicieran. El teniente de vuelo británico Pete Tunstall intentaba especialmente causar caos molestando durante el recuento incluso si nadie había intentado escapar, para que los guardias no sospechasen cuando alguien había huido. Tunstall pasó por cinco juicios militares y sufrió un total de 415 días en arresto en solitario.
Los prisioneros idearon una serie de métodos para escapar. Duplicaron las llaves de varias puertas, hicieron copias de mapas, falsificaron los documentos de identidad y fabricaron sus propias herramientas. El MI9, un departamento de la Oficina de Guerra que se especializaba en equipo de fugas, se comunicaba con los prisioneros en código y realizaban contrabando de nuevas ayudas para organizar fugas ocultas con cuidado en paquetes recibidos de familiares o de organizaciones caritativas inexistentes, aunque no alteraron los paquetes de la Cruz Roja por miedo a que los alemanes cortasen las entregas a todos los campos. Los alemanes se hicieron expertos en interceptar estos paquetes de ayuda.
Había también una especie de mercado negro en el que los presos usaban artículos de su paquetes de la Cruz Roja para comprar información y herramientas a los guardas cooperantes y a personas del pueblo. Ya que los alemanes permitían a Douglas Bader visitar el pueblo, Bader llevaba chocolate y otros objetos para intercambios. El teniente Cenēk Chaloupka negociaba mercancías por información e incluso tenía una novia en el pueblo. David Stirling se ocupó posteriormente de las operaciones del mercado negro.
Hubo una sola muerte durante los intentos de huida: el teniente británico Michael Sinclair en septiembre de 1944. Los alemanes lo enterraron en el cementerio de Colditz con honores militares: su ataúd cubierto con la bandera del Reino Unido y el disparo de siete salvas. Tras la guerra, recibió de manera póstuma la Orden al Servicio Distinguido.
La mayoría de los intentos de fuga fracasaron. Pat Reid, que escribiría más tarde sus experiencias en Colditz, no consiguió escapar al principio y se convirtió luego en un "Oficial de fugas", encargado de coordinar a los distintos grupos nacionales para que no estropeasen los intentos de huida de los demás. A los oficiales de fugas generalmente no se les permitía fugarse. Muchos intentaron sin éxito fugarse bajo algún disfraz: Airey Neave se disfrazó dos veces de guarda, el teniente francés Boulé lo intentó vestido de mujer, el teniente británico Michael Sinclair se disfrazó del propio comandante del campo Rothenberger, cuando intentaba organizar una huida masiva, y el teniente francés Perodeau iba disfrazado del electricista del campo Willi Pöhnert.
En la noche del 28 de diciembre de 1942, uno de los oficiales franceses fundió deliberadamente los fusibles de las luces del patio. Como había anticipado, Pöhnert fue a realizar las reparaciones, y mientras éste seguía arreglando las luces, el teniente Perodeau, vestido casi igual que el electricista y llevando una caja de herramientas, caminó hacia la puerta del patio. Perodeau pasó sin problemas ante el primer guardia, pero el de la puerta principal le pidió su ficha (las fichas eran entregadas a cada guardia y miembro del personal en la entrada del cuartel del campo para evitar este tipo de fugas) y sin posibilidad de engañar al centinela, Perodeau se entregó.
Los escultores holandeses hicieron dos cabezas de arcilla para sustituir a los oficiales que se escapaban en el recuento. Más tarde, los "fantasmas", oficiales que habían falsificado una fuga exitosa y se ocultaban en el castillo, tomaban el lugar de los prisioneros huidos en el recuento para retrasar su descubrimiento el mayor tiempo posible.
Los guardianes del campo recogían tanto equipo para fugas que establecieron un "museo". El fotógrafo local Johannes Lange realizaba fotografías de los supuestos fugados con sus disfraces o actuando ante la cámara. Junto con las fotografías de Lange, una de las dos cabezas de arcilla se exhibía orgullosamente en el museo. El oficial de seguridad Reinhold Eggers formó parte regular de Das Abwehrblatt, una revista semanal para campos de prisioneros de guerra alemanes.
A finales de 1940, el oficial británico Peter Allan descubrió que los alemanes estaban trasladando varios colchones del castillo a otro campo y decidió que ése sería su modo de escapar. Allan avisó a los oficiales franceses que transportaban los colchones que uno de ellos sería un poco más pesado. Allan, que hablaba con fluidez el alemán porque había estudiado en Alemania antes de la guerra, se disfrazó con un uniforme de las Juventudes Hitlerianas, llenó de reichsmarks sus bolsillos, se metió en el colchón y lo cosió por dentro.
Allan consiguió ser cargado en un camión y ser descargado en una casa vacía dentro de la ciudad. Tras varias horas, cuando todo estaba en silencio, cortó el colchón para salir por una ventana y caminar por la carretera hacia su libertad. A lo largo de la carretera de 160 km hacia Viena vía Stuttgart, fue llevado en coche junto con un oficial de las SS. Allan esperaba alcanzar Polonia, pero al llegar a Viena se quedó sin dinero.
En ese momento, los estadounidenses aún no habían entrado en guerra, así que Allan decidió pedir ayuda en la embajada norteamericana, pero se la negaron. Allan había estado huyendo durante nueve días en ese momento y, sin dinero, cansado y con hambre cayó desfallecido en un parque. Al despertar se dio cuenta de que no podía caminar debido a su estado físico. Poco después, fue capturado y regresó a Colditz, donde estuvo en aislamiento los tres meses siguientes.
l 12 de mayo de 1941, los oficiales polacos Miki Surmanowicz y Mietek Chmiel intentaron descender en rápel un muro de 36 metros para escapar con una cuerda formada por sábanas. Para conseguir la posición, ambos hombres hicieron lo posible para ser castigados con el aislamiento. Tras forzar la puerta y las cerraduras, se encontraron en camino hacia el patio, donde escalaron hasta un cornisa estrecha. Desde la cornisa los polacos podían saltar hasta el techo de la caseta del centinela y escalar hasta una ventana abierta de la muralla exterior. Reutilizando la cuerda hecha con sábana, bajaron hasta el suelo donde fueron atrapados por un guardia alemán.
A principios de 1941, los prisioneros británicos habían accedido a las alcantarillas y drenajes que había debajo de los suelos del castillo. La entrada a estos era un pozo de mantenimiento en el piso del comedor. Tras viajes iniciales de reconocimiento, se decidió que el drenaje debía ser ampliado para hacer una salida en una pequeña zona cubierta de hierba que daba a la ventana del comedor. Desde aquí, se podría bajar la colina y caer por debajo del muro exterior del este del castillo. Conociendo qué centinela estaría en servicio durante la noche prevista de la escapada, los prisioneros reunieron 500 reichmarks para un soborno, pagando 100 por adelantado.
El plan de fuga tomó tres meses de preparación. En la tarde del 29 de mayo de 1941, Pat Reid se ocultó en el comedor cuando fue cerrado durante la noche. Reid quitó el cerrojo de la puerta y regresó por el patio. Tras el encuentro vespertino, los elegidos para la fuga se deslizaron hacia el comedor de manera inadvertida. Los fugados entraron en el túnel y esperaron a la señal para continuar. Sin embargo, los prisioneros no sabían que habían sido traicionados por el centinela sobornado. En la zona cubierta por la hierba estaban el capitán Priem y sus guardas.
Pat Reid dijo sobre el intento de escapada que «escalé hasta la hierba y Rupert Barry, inmediatamente detrás de mí, comenzó a seguir. Mi sombra se proyectaba a la muralla de la Kommandantur, y en ese momento sentí una segunda sombra detrás de la mía. Grité a Rupert que regresara cuando una voz detrás de mi gritó Hände hoch! Hände hoch! (¡Manos arriba!). Me di de frente con un oficial alemán apuntándome con su pistola».
Detrás de Reid había siete oficiales británicos y cuatro polacos. Por orden de éste, los hombres intentaron dar marcha atrás para no ser detenidos, pero los alemanes estaban esperándolos fuera del comedor. Sin querer darles a sus captores la satisfacción, los británicos estallaron en risas para desconcierto de los guardas. Según Priem, el guardia sobornado «se quedó con los 100 marcos, ganó un permiso extra, una promoción y la Cruz al Mérito de Guerra.»
Nueve oficiales franceses organizaron un proyecto de excavar un túnel a largo plazo. Al decidir que la salida debería estar en el desnivel que daba a la zona de recreo, en el exterior de las murallas orientales del castillo, empezaron a buscar una posible ubicación para la entrada. El problema fue resuelto por los tenientes Cazaumayo y Paille, cuando consiguieron acceder a la torre del reloj en 1940.
El túnel comenzaba en la parte superior de la torre del reloj de la capilla y descendía 8,6 metros hacia el suelo utilizando el hueco de un antiguo ascensor. Descubrieron que los pesos que se utilizaban para colgar el ascensor, así como las cadenas, habían sido retirados. Esto dejaba un hueco que se extendía desde el reloj hasta el sótano. Tras varios intentos de fuga de Cazaumayo y Paille, las puertas de cada piso que daban acceso a la torre fueron cerradas con ladrillos para prevenir futuros intentos. Sin embargo, el sellado de la torre por parte de los alemanes proporcionaba, en esencia, un lugar seguro donde se podía trabajar en el túnel de escape sin ser observados. Los franceses consiguieron acceder a la torre por los áticos, descendieron 35 metros hasta los sótanos y comenzaron a trabajar en un hueco horizontal en junio de 1941. El trabajo continuaría durante los siguientes ocho meses.
El túnel horizontal alcanzó los 4 metros antes de que llegase a una zona de roca demasiado dura para excavar. Decidieron, entonces, excavar hacía el piso de la capilla, continuando el túnel por debajo del piso de madera durante una distancia de 13,5 metros. Para esto se cortaron siete vigas de roble del suelo, de medio metro de ancho, utilizando sierras caseras fabricadas con los cuchillos de comer alemanes. Cuando se completó esto, el túnel caía en vertical desde la esquina de la capilla otros 5,2 metros. El túnel continuaba hacia la salida propuesta con dos descensos más, separados por los huecos de los cimientos del castillo. La longitud del túnel alcanzó los 44 metros, con una profundidad final de 8,2 metros por debajo del nivel del suelo.
Los trabajos en el túnel continuaron durante 1942. Por entonces, los alemanes sabían que los franceses estaban excavando en alguna parte por el ruido que resonaba por el castillo durante la noche. Los franceses, sin embargo, consideraban que la entrada no se podía descubrir. No obstante, el 15 de enero, los alemanes finalmente buscaron en la torre sellada. Los ruidos se escuchaban debajo, y tras bajar a un niño por el hueco, encontraron a tres oficiales franceses. Después de buscar en el sótano, descubrieron que al túnel apenas le faltaban 9 metros para su conclusión. Los franceses estaban convencidos de que habían sido traicionados por algún compatriota, pero esto fue desmentido por los guardianes que exigieron a los franceses un pago para reparar los daños, estimados en 12.000 reichmarks.
El túnel en sí era una proeza de ingeniería. Tenía luz eléctrica, tomada a partir del suministro eléctrico de la capilla. No sólo les permitía a los prisioneros ver qué estaban haciendo, sino que fue utilizado como sistema de señales para alertar de la llegada de centinelas. La entrada del túnel en la bodega de vinos estaba oculta por cinco rocas grandes cubriendo una puerta pequeña, que apenas dejaba rastro del agujero. Los escombros eran transportados desde la zona de trabajo por varios sacos izándolos por la torre del reloj y desechándolos en los áticos del castillo. La bodega era limpiada regularmente y vuelta a ensuciar utilizando polvo de los áticos, que ocultaba el tono rojizo de las arcillas.
Pat Reid menciona en su libro Colditz: The Full Story que hubo un total de 31 "huidas", incluyendo prisioneros que habían huido del hospital o al ser transportados hacia o desde allí, y que no estaban bajo el control del personal de Colditz. Henry Chancellor en Colditz: The Definitive History, afirma que fueron 32 fugados pero sólo 15 "huidas": 1 belga, 11 británicos, 7 holandeses, 12 franceses y 1 polaco. La diferencia es que Reid considera cualquier fuga con éxito por un prisionero de guerra de Colditz como "huida", mientras que otros historiadores sólo consideran a los escapados del castillo o alrededores como "huidas". También es objeto de discusión si la fuga del teniente William Millar debería ser considerada una "huida", ya que fue apuntado como desaparecido en combate (MIA); Chancello no lo cuenta como tal.
A finales de mayo de 1943, el Oberkommando der Wehrmacht (Alto Mando de la Wehrmacht) decidió que Colditz sólo sería ocupado por oficiales británicos y de la Commonwealth. Debido a esta decisión, todos los oficiales polacos y neerlandeses y la mayoría de los franceses y belgas fueron trasladados a otros campos en julio. Tres oficiales británicos probaron suerte personificando a otros tantos oficiales franceses durante su traslado, pero más tarde regresaron a Colditz. La seguridad alemana fue incrementándose gradualmente y a finales de 1943 la mayoría de las potenciales vías de escape habían sido cortadas.
Algunos oficiales llegaron a simular enfermedades o retraso mental para ser repatriados. Un miembro de los Royal Army Medical Corps, el capitán Ion Ferguson, escribió una carta a un amigo irlandés donde sugería que Irlanda se uniese a la guerra; su carta fue detenida por los censores pero su deseo de ser trasladado a cualquier lugar le fue concedido. En el Stalag IV D, Ferguson certificó a una cierta cantidad de prisioneros de guerra como locos, que fueron consecuentemente repatriados, y luego convenció a los alemanes de su propia locura y regresó al Reino Unido de igual manera. Cuatro oficiales británicos también afirmaron tener síntomas de úlcera de estómago, locura, hipertensión y daños en la espalda para conseguir ser repatriados. Sin embargo, también hubo oficiales auténticamente dementes.
Los pilotos Jack Best y Bill Goldfinch, que habían sido transferidos a Colditz después de escapar de otro campo de prisioneros de guerra, idearon uno de los intentos de escapada más ambiciosos de Colditz: la construcción de un planeador. Fueron animados por dos oficiales del ejército, Tony Rolt y David Walker, que habían llegado al campo recientemente. Sería Rolt quien recomendase el tejado de la capilla, ya que había descubierto que estaba oculto de la vista de los alemanes.
El plan era construir un planeador para dos personas trozo a trozo. El planeador sería montado por Best y Goldfinch en un ático encima de la capilla, y sería lanzado desde el tejado para cruzar el río Mulde que estaba 60 metros más abajo. La pista de despegue sería fabricada a partir de mesas y se utilizaría un sistema de poleas usando una bañera llena de hormigón para alcanzar una velocidad de 50 km/h.
Los oficiales que tomaron parte en el proyecto construyeron una pared falsa para ocultar el recinto secreto del ático donde estaban montando el planeador a partir de piezas de madera robadas. Ya que los alemanes estaban acostumbrados a mirar hacia abajo para buscar túneles, no hacia arriba para localizar talleres secretos, los prisioneros se sentían relativamente seguros. Sin embargo, colocaron puestos de observación y un sistema eléctrico de alarma para advertir en caso de que los guardias se aproximaran.
Se fabricaron cientos de "costillas", a partir principalmente de tablillas de las camas, pero también de cualquier pieza de madera que los prisioneros pudieran conseguir. Los palos de las alas estaban construidas por tableros del suelo. Los cables de control eran cables de sistema eléctrico de zonas no utilizadas del castillo. Pidieron a un experto en planeadores, Lorne Welch, que revisara los diagramas y cálculos realizados por Goldfinch.
El planeador era ligero, con dos asientos y monoplano. Tenía un timón del estilo Mooney y elevadores cuadrados. La envergadura, de punta a punta, era de 9,75 metros y tenía una longitud de 6 metros. Se utilizaron sacos de dormir de algodón para revestir el planeador y se hirvieron raciones alemanas de mijo para tapar los poros de las telas. El peso sólo era de 109 kilogramos. Sin embargo la guerra terminó antes de que se finalizase el planeador.
Félix Velasco - Blog
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