En segundo lugar, el momento debe ser traumático en la dirección del Estado. Pérez Rubalcaba lo dijo con otra intención, pero si a la crisis económica se une el desgarro territorial, puede ser verdad que "España se está yendo de las manos", y no sólo de Rajoy. Si no hubiera esa sensación traumática, el Rey no saldría a llamar la atención del país. Puede que adquiera esa costumbre de dirigirse así a los ciudadanos en el futuro; pero hoy por hoy es un hecho excepcional y, por tanto, insólito; propio de una emergencia. La Corona ha entrado en el debate de las grandes crisis. ¿Puede hacer algo más para evitar la gran quiebra? Lo tendrá que hacer: la Constitución define a la Corona como "símbolo de la unidad y permanencia" del Estado. Naturalmente, del Estado español.
Tercero. Es llamativa la distancia que el Gobierno quiere tomar de la demanda independentista. Si Rubalcaba pregunta a Rajoy si tiene un plan para España, éste responde que crecer y crear empleo. Si Pere Macias afirma que la mayoría de Catalunya no está cómoda en el lecho español, Rajoy le responde que no es el momento y la situación económica no permite "generar inestabilidad política". ¿Quiere decirse que el momento y la angustia de la economía son los únicos argumentos? Me temo que sean pobres y escasos. Si en algo se basa el nuevo ideario catalanista (utópico para este cronista), es precisamente que Catalunya, sin España, no sólo no estaría en crisis, sino que sería un motor de Europa.
Y cuarto. La apelación a las leyes y la Constitución. Sólo faltaría que las autoridades del Estado no se afanasen en cumplirlas y hacerlas cumplir. Por lo menos, en decirlo. La cuestión es cómo. ¿Tendrán el arrojo (o la atracción del abismo) suficiente para aplicar el artículo 155 y suspender la autonomía catalana? ¿Hay leyes que se puedan aplicar a una manifestación pacífica de millón y medio de ciudadanos? Y la cuestión fundamental: si Catalunya decidiera salirse de España, ¿qué le importa la Constitución Española? Disculpen la osadía. Sólo son las dudas del día (día del gran encuentro) de este mínimo espectador.
Fernando Ónega
Félix Velasco - Blog
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