Se oponía con idéntico ímpetu a las economías planificadas, las socialistas y colectivistas y cualquier otro sistema impositivo confiscatorio. Le repelían igual nazis o comunistas –hoy se olvida que fueron aliados–, y desdeñaba el utilitarismo. La «Planwirtschaft», la economía planificada, de moda en la época, estaba en las antípodas de lo que él entendía por una economía sana. La influencia de Suiza, donde vivió, le llevó a hacer propuestas como: cooperativas de granjeros, incentivos a artesanos y pequeños comerciantes, facilidades administrativas para descentralizar la industria, la sustitución paulatina de lo que denominaba «políticas anticuadas del Estado del Bienestar» por un diseño inteligente de tendencias que garanticen la autosuficiencia y la protección de los ciudadanos frente a las fluctuaciones de una economía que él consideraba que debía tener unas bases éticas… Sus iniciativas iban encaminadas a «desproletarizar» la sociedad. Tanto tiempo después, nos encontramos con una sociedad más proletarizada que nunca, con personas incapaces de encontrar «comida en su jardín y la cena en el lago», y no queda ningún Röpke exiliado en Suiza y, menos aún, en Alemania. (Y de España, ni hablamos).
Ángela Vallvey
Félix Velasco - Blog
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