sábado, 15 de septiembre de 2012

Civitas humana

Wilhelm Röpke fue uno de los constructores de la economía de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial. Un pensador social que defendía una economía humanitaria, reconciliada con las leyes de la naturaleza, una economía de rostro humano, opuesta a la producción intensiva que no tiene en cuenta las secuelas y efectos en la vida de las gentes, en la configuración social. Cada herida económica en la biografía de un ciudadano produce un dolor que las estadísticas no contabilizan, un daño que termina extendiéndose como una mancha al cuerpo de la comunidad y que acaba por dejar una herida que, antes o después, se traduce de manera negativa en esa sociedad.
Se oponía con idéntico ímpetu a las economías planificadas, las socialistas y colectivistas y cualquier otro sistema impositivo confiscatorio. Le repelían igual nazis o comunistas –hoy se olvida que fueron aliados–, y desdeñaba el utilitarismo. La «Planwirtschaft», la economía planificada, de moda en la época, estaba en las antípodas de lo que él entendía por una economía sana. La influencia de Suiza, donde vivió, le llevó a hacer propuestas como: cooperativas de granjeros, incentivos a artesanos y pequeños comerciantes, facilidades administrativas para descentralizar la industria, la sustitución paulatina de lo que denominaba «políticas anticuadas del Estado del Bienestar» por un diseño inteligente de tendencias que garanticen la autosuficiencia y la protección de los ciudadanos frente a las fluctuaciones de una economía que él consideraba que debía tener unas bases éticas… Sus iniciativas iban encaminadas a «desproletarizar» la sociedad. Tanto tiempo después, nos encontramos con una sociedad más proletarizada que nunca, con personas incapaces de encontrar «comida en su jardín y la cena en el lago», y no queda ningún Röpke exiliado en Suiza y, menos aún, en Alemania. (Y de España, ni hablamos).
Ángela Vallvey 
Félix Velasco - Blog

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