sábado, 15 de septiembre de 2012

Políticos de sonajero

Cuando se disipe el denso vaho de la Diada y el viento otoñal barra las aceras cubiertas de polvo de estrellas, aparecerá ante los ojos de los catalanes la tramoya de la función, las grúas y poleas, los decorados multicolor, los oscuros camerinos y los hilos que movieron a los personajes. Se acabó el espectáculo y sobre las tablas ya sólo queda el bufón con el sonajero, el «joker». Es decir, unos dirigentes políticos que desde hace una década repiten el mismo repertorio, agitan la maraca de las ilusiones y distraen al respetable con el único propósito de no abandonar el escenario. Mientras se cocía la más grave crisis económica imaginable, la Generalitat del tripartito se engolfó en aventuras estatutarias que agriaron la convivencia, dilapidaron el presupuesto y concluyeron en frustración. De aquella tragicomedia innecesaria y artificial sólo quedaron escombros, una deuda de 40.000 millones de euros, un déficit fiscal oculto superior a los 8.000 millones y la honda melancolía de un fracaso. Pero sobre los cascotes no hubo lamentos ni remordimientos, sólo el crepitar del sonajero con nuevas promesas y distracciones.
Se abre el telón y Artur Mas, que ha perdido dos años vendiendo rifas patrióticas en el patio de butacas, pone en cartel el libreto dramático «España nos roba», pieza costumbrista de mucho enardecimiento cuyo desenlace, con el público puesto en pie, es el gran «Pacto Fiscal». Al estreno ha enviado lo mejor de la clac, trenes y autobuses abarrotados de palmeros. Sin embargo, la obra fracasa. Era una chapuza. Sin pérdida de tiempo, pone en acción el plan B, porque los nacionalistas siempre tienen un plan B para todo, ya sea para tapar el fracaso de Eurovegas o para encubrir la humillación de pedir un rescate por caridad a Mariano Rajoy. La única manera de salvarse estando sin dinero, sin crédito popular, sin futuro y electoralmente en caída libre era calentar la calle a temperatura de ebullición y presentarse ante las masas como el guía que las conducirá a la tierra prometida. O sea, que habrá elecciones anticipadas. Será entonces cuando baje el telón, sin que nadie haya explicado a los espectadores por qué Cataluña está arruinada cuando la Comunidad de Madrid, por ejemplo, aporta más al Estado y recibe menos, crece como potencia económica y no necesita pedir rescates. Lo malo de un pueblo que conmemora las derrotas es que está condenado a coleccionarlas. Quien ha hecho de Cataluña un país más pobre, más dividido y más frustrado no es «España» ni «Madrit», sino los propios políticos catalanes de sonajero y entremés que han estado demasiado entregados a redactar la gran Obra Nacional como para ocuparse de la prosa cotidiana. Así es, si así os parece.
J. A. Gundín 
Félix Velasco - Blog

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