domingo, 22 de abril de 2012

Tres eran tres las hijas de Elena…

"Tres eran tres y ninguna era buena". Hay que ver la que hemos armado aquí con la magia del número siete. Luis Cáceres opina que esa magia no es nada si la comparamos con la del número tres. Cita las tres dimensiones de los volúmenes o los tres estados de la materia (sólido, líquido y gaseoso). Recuerda el origen de nuestra cultura con las tres tribus (por eso se llamaron así) de la Roma primitiva. En ella se adoraba a la Triada Capitolina (Júpiter, Juno y Minerva). Tenemos la Santísima Trinidad y los tres Reyes Magos, quienes portaban tres regalos (oro, incienso y mirra). Pedro negó a Cristo tres veces y Cristo resucitó al tercer día. La Iglesia estableció tres votos: pobreza, castidad y obediencia. La Revolución Francesa estableció la tría de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Son tres los órdenes del arte griego: dórico, jónico y corintio. Tenemos también las Tres Gracias, los Tres Mosqueteros y los Tres Cerditos. Por si fuera poco, don Luis comenta que esta es la tercera vez que gasto la pequeña broma a los libertarios para que participen. En verdad, que la aportación de don Luis es muy instructiva. Sin embargo, se ha quedado corto. El mundo triádico o trifásico admite todavía muchos más ejemplos. Veamos.
Ya dijo Pitágoras que el número tres es el perfecto, quizá por el triángulo. Quizá por eso los romanos decían: "Tres faciunt collegium" (= con tres personas ya tenemos un conjunto, una sociedad). Para Freud el tres es un símbolo sexual: madre, padre, hijo. Lo de la Trinidad cristiana no es nada original, aparte del precedente romano. Los budistas tienen tres deidades: Buda, Darma y Sanga. Los taoístas lo mismo: Tao, Libro y Comunidad. Los hindúes ídem de lienzo: Brahma, Visnú y Siva. El tridente es un atributo de Neptuno y a veces del Diablo. En el mundo clásico las Tres Parcas representaban la maldición del destino. Recordemos las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. En el antiguo régimen eran tres los estamentos: nobleza, clero y estado llano. En la vida cotidiana hay muchas cosas trinas: los tres colores de los semáforos, los tres colores básicos (azul, amarillo y rojo), el terno (chaqueta, chaleco y pantalón). El día tiene tres momentos: la mañana, la tarde y la noche.
En la Literatura el número tres se repite con obsesiva frecuencia: Los tres deseos de Aladino, Tres horas en el Museo del Prado, Las tres Marías, Los tres maridos burlados, Tres noches de amor y celos, Tres novelas ejemplares y un prólogo, Tres pisadas de hombre, Tres sombreros de copa. Hay cientos. En las obras de teatro son característicos los tres actos. El triángulo amoroso (esposos y amante) está presente en el argumento de muchas obras de ficción.
El triángulo es un símbolo mágico muy repetido. En la alquimia simboliza la tierra, el aire y el agua según se dibuje de una u otra forma. La alquimia partía de la "tría prima", esto es, los tres elementos misteriosos: la sal, el azufre y el mercurio. La superposición de dos triángulos da lugar a la estrella de David, o mejor, de Salomón. En muchas culturas se reproduce el triángulo como representación del pubis femenino y por ende de la mujer. Es general también el signo de la buena suerte que marca el trébol, una especie de triángulo de la naturaleza. Los masones utilizan el triángulo en algunos de sus emblemas, puede ser por Pitágoras o por el ojo de Dios que todo lo ve desde el centro del triángulo.
No hay dos sin tres, se ha dicho muchas veces. Por ejemplo, un secreto se puede mantener muy bien si lo comparten solo dos personas. En cuanto lo conoce una tercera, el secreto deja de serlo. "Una, dos y tres", cuentan los niños en muchos juegos. Uno de ellos es el tres en raya. Los tres intentos están presentes también en algunos reglamentos deportivos. De ahí viene lo de "a la tercera va la vencida". Las corridas de toros se organizan en tres tercios. Decían los castizos: "tres cosas hay que nadie sabe cómo han de ser: el melón, el toro y la mujer". Y la canción: "Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor". Es lástima que haya desaparecido la "tercera clase" de los trenes. Ya no se puede decir aquello de las crónicas de sucesos: "Afortunadamente las víctimas del descarrilamientos son todas de tercera". Quedan resabios de ese sentido despectivo. Un tercero es un alcahuete. Ahora tenemos la "tercera edad", la pobre. En las peleas siempre hay un tercero en discordia. Los países pobres constituyen el "tercer mundo", sin que se sepa bien cuáles son los otros dos. Operación difícil es la de buscar tres pies al gato. La sufrida clase media está entre la alta y la baja; es la que paga los impuestos.
Amando de Miguel
Félix Velasco - Blog

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