Evaristo Acevedo, un humorista olvidado, publicaba en La Codorniz, una revista olvidada, una sección titulada «La cárcel de papel». En ella encerraba el escritor, simbólicamente, a los protagonistas de la vida pública pródigos en decir majaderías, en engarzar frases sin sentido en sus discursos o ideas sin fundamento en sus escritos. Hace años que nos dejó Acevedo, pero hoy no daría abasto con su sección para el castigo del mequetrefe insolvente. Tendría, cuando menos, que editar un gran tomo diario para compilar las naderías que nos abruman y ello sin considerar las procedentes de los medios audiovisuales que suelen ser, salvo excepciones que desconozco, menos abundantes en bobadas que en las groserías zafias que constituyen su gran especialidad y máximo éxito.
Un señor que parece serio y ha ganado prestigio y respeto como si lo fuera de verdad, Antoni Duran i Lleida, sería un gran proveedor de material válido para el modelo penitenciario de Acevedo. En claro ejercicio de la esquizofrenia política de CiU, Duran no deja de trabajar diariamente para que el PP no obtenga, gracias al voto de los catalanes, la mayoría absoluta en el próximo 20-N. Insiste en la doctrina empequeñecedora y españolísima de la bondad de la cabeza de ratón sobre la cola de león y asegura que «para ganar al PSOE no hay que votar al PP». Prefiere la fuerza arbitral de su partido al bien general de la Nación. Si el líder nacionalista defendiera con rigor los intereses de los catalanes, como presume, no podría ignorar el daño que las dos legislaturas de José Luis Rodríguez Zapatero le han hecho al conjunto de España y a cada una de sus porciones autonómicas, Cataluña incluida.
Al margen de la catástrofe económica agigantada por el zapaterismo y el drama social que de ella se deriva, aspectos que tratan de diluir en la fenomenología global, hay ejemplos de ineficacia política exclusiva y sangrante. Por ejemplo, el adelgazamiento de la imagen exterior de España, conseguido con denodada dedicación por ministros como Miguel Ángel Moratinos y Trinidad Jiménez, algo que también perjudica a la Cataluña que predican en CiU. La Cumbre Iberoamericana de Asunción, a la que no han asistido once de los veintiuno jefes de Estado invitados, es una muestra de ello. España ha perdido el respeto de Europa y la confianza de América del Norte mientras en la del Sur se han aflojado los lazos históricos y de interés que, con talento, se habían apretado tanto en el felipismo como en el aznarato. Si España adelgaza, lo hará Cataluña. Como ha sido siempre aunque al nacionalismo, que es cosa de cercanías, le cueste admitirlo.
Manuel Martín Ferrad
Félix Velasco - Blog
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