Porque en realidad asistimos a la certificación de una estafa. El hombre que se aupó hasta la cúspide del club más laureado de los últimos años al grito de «se acabó el fútbol al servicio de la política» da un triple mortal con tirabuzón para poner a Messi y compañía al servicio de los intereses de un Estado catalán que es apenas un holograma. Lo hace buscando el triunfo de la propaganda global. Y metiendo la pata hasta el corvejón, indolente ante la imagen de una España que se vuelve a presentar dividida y hasta confundida en batallitas de baja estofa en los momentos en los que más fácil lo tiene para presumir e impresionar en las esquinas de todos los continentes. Así son los que no quieren entender que forman parte de una gran nación, los que luchan no al margen de ella sino contra ella, sea el presidente del Barça, el utillero o ese viejo que pone un puesto de pipas en las puertas del Camp Nou.
Qué cierta se hace esa proclama de De Gaulle según la cual para un patriota el amor a su pueblo es lo primero, pero para un nacionalista lo primero es el odio a los demás. ¿A cuento de qué viene prostituir la esencia del Madrid para ver en el ahora conjunto de Mourinho la quintaesencia del más rancio españolismo? ¿A cuento de qué procede regar el césped con gasolina separatista incitando a que cualquier lunático arroje una cerilla? ¿Sabemos qué significa para las Fuerzas de Seguridad del Estado un choque de alto riesgo?
La gravedad de la estrategia de Rosell apenas queda matizada por lo grotesco de sus tejemanejes. Porque éste es el señor que anunciaba ufano que Qatar Foundation y la hinchada azulgrana compartían los mismos valores; o que subrayaba que sin la morterada de millones que ponen los árabes todo sería más pequeño en Barcelona. Ahora que el distraído Mas va reclamando por ahí la institución de los Estados Unidos de Europa, quizá Rosell, el del turbante y la señera, esté jugando la carta de los Emiratos Catalanes Unidos. ¡Y algunos sin enterarnos!
Alfonso Merlos
Félix Velasco - Blog
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