sábado, 1 de septiembre de 2007

Recordando a Umbral - III


NACION Y NACIONALISMO
La nación es un contingente histórico que se va desprendiendo del común del tiempo, o bien una agregaduría de tiempos y espacios que acaban dibujando el perfil de un país hasta que llega a resultarnos tan familiar como el de una persona. Es fácil distinguir el dibujo de Francia o Italia en su hechura actual, que casi siempre ha sido como un perfeccionamiento de la primigenia. Nación es donde se nace, pero los políticos han convertido esa tierra entrañable en un cementerio. Nación es donde se muere.

Las naciones de Europa, por ejemplo, nos brindan ya una filatelia de perfiles como sellos y sabemos que eso es el mundo, que ése es nuestro mundo, alrededor del cual ha dado vueltas nuestra vida. Hablamos, claro es, de las grandes naciones, tan identificables como nuestro pueblo pedáneo. Lo que hace grande a una nación es precisamente su voluntad de grandeza. Uno diría incluso que existe esa voluntad en un país como existe la voluntad de crecer en un individuo. Ahora, con la movida del maremoto, estamos aprendiendo a dialogar con los pájaros y los tigres que nos comunicaron la guerra civil del agua, la gran zancada del mar agua adentro.Del mismo modo, los agentes de la Historia, como la prosperidad o la miseria, como un cambio de reinado o de régimen, despiertan nuestro instinto cognoscitivo, aparte de cualquier milagro, y un día intuimos que más allá hay algo. Algo que es América o la Atlántida o Australia o la vida o el Arte o el paso cauto del caballo de Napoleón.

Las naciones grandes, con vocación expansiva, digamos que se despliegan hacia afuera y vuelven del mundo trayendo más mundo como volvía Ulises trayéndose todo el Mediterráneo. En esto nos distinguíamos y nos distinguimos de las naciones pequeñas, que crecen hacia adentro y reinciden siempre sobre lo pequeño sin hacerlo grande: la parroquia, el corral, el huerto, el argot, la diosa, la cabra, el hacha. En esta ocasión de nacionalismos minutísimos pero desatados tenemos que, mientras Europa renueva su perfil buscando una comunidad internacional y fecunda, la Córcega italiana, la Irlanda sajona, la Vascongada española, etcétera, crecen hacia adentro, como hemos dicho, introspectivamente. Cultivan su pequeñez, minimizan su insignificancia.

Así, tenemos ya una enseñanza catalana, un cine valenciano, un cine vasco, una política caciquil, etcétera. Con lo cual estamos en el conflicto de una región que quiere crecer a costa de sí misma y de una nación, España, que está creciendo con sólo dejarse llevar por sus últimas tendencias expansionistas, neoespañolas, generosas, rebeldes al impuesto estatal tanto como al impuesto sentimental del vecino que cobra por ser vecino y tiene una escopeta que le compró a otro vecino.
Nación es la marca de la Historia, la Historia de las sucesivas marcas. Nacionalismo es el vértigo de lo pequeño precipitándose en más pequeñez, localismo e intimidad. No se entiende este rebrotar al revés, o sea hacia adentro, de las pequeñas comunidades que caminan sin avanzar hacia su soledad autonómica y triste. Después de la prosperidad, las pequeñas Españas no saben lo que quieren y en la España grande parece que no hay un hombre de palabra en campo abierto que sepa explicárselo. ¿Será ese hombre ZP? Pero a ZP se le escapa la verdad por la sonrisa.
(Publicado en El Mundo, 13/01/05)
Francisco Umbral

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