domingo, 28 de agosto de 2011

Juventud aplastada

Una de las formas menos denunciadas de la corrupción política y social que nos corroe es el aplastamiento de las jóvenes generaciones. Ocurre esto, paradójicamente, en una época que idolatra la juventud, que halaga y exalta las peores pasiones juveniles... con el sórdido propósito de mantener a esa juventud confinada en el ostracismo, enchufada a diversos paraísos artificiales que la mantengan infantilizada, embrutecida, incapacitada para asumir compromisos fuertes y responsabilidades trascendentes. Las oligarquías de las `generaciones medias´ acaparan como en ninguna otra época de la historia el poder en sus más diversas expresiones; y se resisten como nunca a entregarlo. Han aprendido a utilizar en provecho propio los resortes del mando, han logrado usufructuar un régimen político, social y cultural que les beneficia (y en el que los intereses privados han sustituido impúdicamente al bien común); y contemplan con recelo a los jóvenes, todavía no maleados por el tejemaneje de los intereses creados, en cuyas cualidades -voluntad, coraje, generosidad, espíritu de sacrificio, imaginación viva, optimismo creador- ven un peligro temible. De ahí que las oligarquías de las `generaciones medias´ se empleen con especial denuedo en corromper a los jóvenes, brindándoles una educación cada vez más endeble y embotadora de sus potencias, anestesiando su curiosidad intelectual, extirpando sus inquietudes religiosas, embruteciéndolos en suma; y, mientras los embrutecen, los aplauden y llevan en palmitas, como a esclavos consentidos. Solo cuando están suficientemente embrutecidos, se les permite el acceso a la influencia y el poder... Salvo que den pruebas de someterse temprano, salvo que demuestren un compromiso prematuro con los intereses vigentes. En este caso, no vacilan en encumbrarlos a las más altas magistraturas y puestos de responsabilidad; pues de este modo se crea el espejismo de que la juventud está siendo promocionada, cuando lo que en realidad se promociona es la juventud fiambre. 
Suele decirse que los años atemperan las pasiones; y es cierto. Pero no solo las pasiones más viles y desenfrenadas; también las pasiones más nobles. La sagrada pasión del entusiasmo, por ejemplo, es propia de la juventud; y también el altruismo. Pero el entusiasmo y el altruismo son pasiones de las que abominan las oligarquías de las `generaciones medias´, que fundan su hegemonía en cálculos interesados y en el triunfo lento, pero inexpugnable, del egoísmo. El espíritu de las `generaciones medias´ es materialista: busca la permanencia, el lucro, el goce pacífico y sin sobresaltos de los honores conquistados y las prebendas adquiridas; el espíritu juvenil propende al bien moral (siquiera cuando ese espíritu no ha sido todavía corrompido) y, al no sujetar sus planes a cálculos interesados, abarca un mayor panorama, iluminado por la vivacidad de la imaginación. El joven ve la meta antes que los obstáculos; y su ardor y coraje lo empujan a sobrevolar los obstáculos, o a dinamitarlos. Pero, ¡ay!, lo que el joven percibe como un obstáculo es precisamente lo que las `generaciones medias´ han convertido en castillo de sus intereses; y para evitar que ese castillo sea reducido a escombros, se preocupan de refrenar y atemperar las pasiones juveniles. En otras épocas las refrenaban condenándolas al ayuno más riguroso; ahora las alimentan con una plétora de placeres sensuales y subalternos, hasta esterilizarlas y hacerlas inoperantes. 

El estribillo de las oligarquías instaladas en el poder es siempre elmismo: proclaman la corrupción de las nuevas generaciones y, cuando las alaban, es porque las hallan suficientemente corrompidas. Pero el encastillamiento de las `generaciones medias´, convertidas en oligarquía que usufructúa el poder en beneficio propio, acaba provocando siempre un gran malestar social. Además de los males que acarrea a la sociedad la perpetuación de su mando, provoca una reacción suplementaria de encono, de despecho, de rabia sorda entre las generaciones postergadas, que pretenden sin éxito realizar su destino, o que solo lo realizan cuando ya sus energías están agotadas, o corrompidas. Y cuando las tareas que se deben realizar son urgentes, el estado de desesperación que origina el aplastamiento y embrutecimiento de la juventud es tierra abonada para los estallidos violentos: lo estamos padeciendo, o empezando a padecer, en este crepúsculo de la Historia.
Juan Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog

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