En el año undécimo del siglo XXI, el comunismo es anacrónico. Un fracaso que no sirve para nada. El recuerdo de la tiranía, del muro, del silencio y del infinito aburrimiento. En la Alemania comunista tenían prohibidos los plátanos porque se consideraban inductores del lujo. Las izquierdas han sido inteligentes y han conseguido convencer a muchos de que el comunismo es democrático. Lo es, efectivamente, cuando no gobierna. El comunismo en el poder sigue siendo dictatorial y totalitario, porque de no ser así, no podría mantenerse. Cuando el muro fue derribado –lo hicieron los propios comunistas pragmáticos empujados por Juan Pablo II y Ronald Reagan, los más odiados entre los derrumbados–, el comunismo se camufló en otros proyectos, sin perder su férrea voluntad autoritaria. El ecologismo coñazo, el feminismo radical y el anticristianismo obsesivo. Se trataba de acoplarse a algo que tuviera futuro para paliar la desventura de una ideología que representaba el fracaso rotundo del pasado. Un fracaso sangriento y criminal, por otra parte. Todavía sobreviven, y es un decir, tiranías comunistas. Son dinásticas. Corea del Norte y Cuba. Y el experimento chino, que poco a poco se abre a los mercados libres con su inmenso poder económico. En España hay un millón de personas que votan a los comunistas. Me intriga, pero así es. Se mantienen gracias a la sangría decepcionada que proviene del socialismo. Y como tienen poco que hacer se divierten en tonterías oportunistas. Ahora protestan por la visita del Papa Benedicto a Madrid con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Una visita que no le va a costar ni un euro a los madrileños y al resto de los españoles. Días atrás, una actriz de la Ceja enchufada en Extremadura dimitió de su cargo –es decir, se adelantó al despido–, porque había sido obligada a retirar de una exposición la fotografía de un maniquí vasco desnudo que pretendía representar a Jesucristo con un crucifijo sobre sus blanduras del entrepernil. A nadie de la izquierda se le ocurre sacar en pelotas a Alá y su profeta Mahoma porque la grosería y falta de respeto conllevan un riesgo inmimente. Los cristianos ponen la otra mejilla y rezan por quienes los ofenden y los musulmanes matan. Esa es la diferencia, que no considero inapreciable.La Delegada del Gobierno en Madrid, que es la típica «progre» desnortada, parece que ha autorizado una manifestación contra la visita del Papa coincidiendo con su estancia en Madrid. Y el llamado Coordinador General de Izquierda Unida –muy poco coordina en los últimos tiempos–, ha montado una campañita para denunciar el coste de la visita de Benedicto XVI, que es denuncia vana por cuanto el coste es de cero euros. Pero se justifican y se divierten, y es bueno para una nación libre y democrática que los comunistas estén divertidos y entretenidos con sus fantasmas y sus obsesiones. La visita del Papa a Madrid es un acontecimiento universal.La juventud del mundo a Madrid viene a encontrarse con él. Millones de jóvenes visitarán España, y Madrid se convertirá por unos días en la Capital del futuro de la Cristiandad. Una chica de Izquierda Unida, también coordinadora de algo –el comunismo se ha convertido en una reunión de coordinadores, segun parece–, ha sido la encargada de presentar la campañita «Madrid sin Papa». El mensaje no tiene sentido, porque el Papa va a estar en Madrid, y no sólo Madrid, sino toda España y la juventud del mundo le acompañarán. Pero en fin, si así se divierten los anacrónicos y creen que hacen algo, pues que lo pasen chupi.
Alfonso Ussía
Félix Velasco - Blog
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