Sufriendo una crisis económica brutal gracias a políticos que gastan a manos llenas más de lo que recaudan y, de pronto y aparentemente de la nada, apareció en la mansa España un grupo que se puso a protestar en pleno centro de la capital, Madrid, más exactamente en la emblemática Puerta del Sol.
Con un desempleo de más del 20% y un paro juvenil del 43% no es raro que los ciudadanos protesten... lo raro es que no lo hayan hecho antes.
Y con el poco romántico nombre de "Movimiento 15-M" (por el día del inicio de la protesta, el 15 de mayo) y promovida por el colectivo "Democracia Real Ya", supuestamente había empezado la "Revolución" española. Pronto fueron miles y la protesta se extendió a otras ciudades. Sólo los más interesados súbditos de un sistema partitocrático podían ver con malos ojos las reivindicaciones originales del Movimiento 15-M. En su origen exigía medidas que cualquier democracia medianamente seria estaría dispuesta a asumir: mayor transparencia, mayor representatividad y participación ciudadana. Todos los sistemas son susceptibles de mejorar y, en esa necesidad, al sistema político español le vendría de perlas una urgente y profunda renovación.
Sin embargo, las soluciones concretas que exigían listas abiertas y la reforma de una ley electoral que, indefectiblemente, habrían tenido que ir seguidas de una reforma política y de las instituciones representativas, han sido sucedidas por las proclamas utópicas de siempre. El movimiento de la "acampada" ha sido secuestrado por la izquierda marxista, que consigue que el pueblo termine exigiendo una prolongación de su agonía y que se aplique aquella nefasta receta de: "El Estado no funciona, solución: más Estado".
Si bien fueron los radicales de izquierda los que empezaron la protesta con una receta comunista como solución, en medio del eterno romanticismo por las revoluciones alimentado en y por los medios de comunicación, de pronto también surgió el despertar del español común y corriente, harto de pagar cada vez más impuestos; harto de ver cómo los políticos salvan a los bancos con el dinero del contribuyente para que después esos mismos bancos le embarguen al contribuyente su vivienda y lo dejen en la calle; harto de ver que, mientras que la inflación se come sus ahorros y los políticos hunden al país en más deuda soberana, los influyentes se codean con los políticos y ambos salen más ricos; harto de peores servicios; harto del insoportable statu quo. Pero, lamentablemente para el futuro de España, esa protestona mezcolanza de espontáneos rojos, antisistema, okupas, jubilados, desempleados, padres de familia, gente de buena voluntad y otros pide como solución menos mercado y más Estado: la receta perfecta para la argentinización de España.
Sería injusta cualquier comparación entre las revueltas en los países árabes con lo que está ocurriendo en tierras españolas. En España, el manifestante no se juega la vida frente a un tanque, simplemente quiere una vida mejor. A pesar del paupérrimo estado de la democracia española, es inconcebible pensar que pueda llegarse a los niveles de volencia experimentada durante la "Primavera Árabe".
A diferencia de lo sucedido en la Puerta del Sol, en la Plaza Tahrir y en otros países del mundo árabe no había ni sofás ni placas solares, sino jóvenes luchando, y muriendo, por la libertad de sus países.
Yulen Ariza Rossy y Miryam Lindberg
Félix Velasco - Blog
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