Sin dinero en las arcas de ayuntamientos y autonomías y sin ideas en el caletre de sus gestores políticos, esta campaña sólo podía basarse en vulgaridades genéricas, que de eso anda siempre bien surtida nuestra dirigencia. Los socialistas se han aferrado a la monserga de la extrema derecha y los populares a la ecuación Zapatero=Paro, un cruce de consignas banales y de trazo grueso que irrita a quienes ya están hartos de cháchara. Cómo los agentes públicos sólo hablan para sus propias aficiones, mucha gente ha empezado a desengancharse por el peligroso camino del nihilismo antisistema, soñando con una presunta «democracia real» que atisban más en twitterque en las urnas. Los calificativos sobre la democracia —orgánica, popular, real— suelen resultar sospechosos, pero en todo caso ese descontento heterogéneo es muy combustible y la clase política está en el centro de la probable hoguera. El incipiente movimiento de protesta tiene músculo aunque le faltan por ahora propuestas concretas que cristalicen su desencanto; como les dé por promover el voto en blanco la nomenclatura oficial va a tener que tentarse la ropa.
Por el momento todo lo que se les ocurre a los profesionales de la política ante una sacudida social en ciernes es tratar de apropiársela o de dirigirla contra el adversario para que no perjudique sus propias expectativas de voto. No se dan cuenta de que los están cuestionando a todos ellos juntos porque mucha gente ya no aprecia diferencias en un discurso ventajista, maniqueo y simplón. Esta movida, llegue donde llegue, que igual es a ninguna parte, la ha provocado la esclerosis a que los partidos y sus dirigentes están llevando al sistema. El paroxismo de esa atrofia lo simboliza una campaña inane cuyos protagonistas, enfrascados en una lucha puerta a puerta por el poder, han olvidado que hay montones de españoles asfixiados de problemas a los que nadie está prestando la atención que merecen. O se los trata como contribuyentes o como electores, pero no como completos ciudadanos.
El vuelo que pueda alcanzar esta embrionaria protesta será responsabilidad de quienes no sepan darle cauce. En vísperas de una jornada electoral la clase política siente pánico a las distorsiones que no tiene bajo control. El peligro principal consiste en que las redes sociales no hagan jornada de reflexión y articulen una crecida contestataria de imprevisibles efectos; en esas zonas convulsas siempre se mueven mejor los agitadores de oficio, pero esta abigarrada peña que acampa en las plazas no tiene pinta de ser gente que se deje utilizar. Por inoportuno que parezca su ruido alguien debería escucharlo y ofrecer alternativas de regeneración. La democracia real ya existe y es ésta, la del sufragio universal libre, pero la calidad de sus mecanismos de representación resulta manifiestamente mejorable.
Ignacio Camacho
Félix Velasco - Blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario