miércoles, 29 de agosto de 2007

Recordando a Umbral - I


EL CARNAVAL POLITICO

La vida española está degenerando en un carnaval político donde cada bando, partido, asociación o manifestación no es ya reconocible como entidad ideológica, sino que todos y todas se ven especialistas en el arte de alborotar el país y atrofiar de negritas tipográficas los periódicos, porque nadie busca la expresión razonable de las cosas sino la inflación de los valores y el discurso más pintoresco para dejar las cosas más revueltas a media tarde.

Se han vuelto sospechosos los fines de semana, con los detenidos dando conferencias, la vicepresidenta calzando botas de caza y los ociosos mirando el barco peligroso desde las playas coruñesas. Asusta pensar que España ha optado por el desorden y nadie pronuncia una palabra sensata que pudiera poner orden y sentido en lo que está pasando. Somos los herederos y oradores de varias masacres fácticas o ideológicas y nadie propugna la simetría de las leyes sino la retórica de los rebeldes y las más encendidas palabras de la tribu.

Nadie lo dice ni siquiera en los editoriales más atrevidos, pero la verdad es que hemos superado el punto de la racionalidad y estamos en pleno irracionalismo, esgrimiendo las cuatro palabras y las cuatrocientas mentiras que sólo sirven para llegar hasta mañana en el dominio de la situación. Los sospechosos se tornan filosóficos y los ministrables se presentan ya como ministros. Arden en la luz de la tarde las banderas agotadas y agostadas de España y sus cercanías.

Se diría que estamos abocados a una guerra civil, pero hay otros poderes que la hacen imposible. El carnaval político es algo así como Arco cuando sustituye el óleo por la sangre. Pasan sutiles mujeres de Cibeles alumbrando con sus cuerpos el desastre de España. Todos queremos salir en las negritas, vivir la dolce vita e inaugurar el peinado de ministra, que no es acertado pero hace visible la justicia en su pamela de vino y sus leyes que se adornan con el Estatuto del vino, como nos dijera Pablo Neruda.

Ya se ha retirado Pilar Manjón a sus habitaciones interiores y barremos las calles de la mani o desgarramos las traseras de Madrid con el aguardiente del odio y los sellos de Dios, como dijera el maldito. Todos los españoles hemos renunciado a entender al señor Zapatero. Lo más que hacemos es obedecerle y aguantarle. Hemos desarmado el juguete para siempre y ahora quisiéramos empezar con Andalucía, pero la querencia lírica del sevillano sevillí, Miguel García-Posada, florece esta primavera a la puerta de su casa con un romanticismo primaveral. Andalucía dice «no» al señor Chaves y al reportero madrileño que le abraza. María Teresa Fernández de la Vega soporta a ese brillante malherido que es Acebes. Nominalmente, Andalucía dijo «sí», pero el balance es negativo de todas todas.

En la plaza abanderada de Colón parece que la gente ha ganado una guerra, pero vendrá una mani a encender otra. La ciudad se mueve por contingentes y en la Casa de Campo los internacionales se han ido detrás de las meretrices. La muerte aseada se confiesa de verdad o de mentira. Madrid hace justicia por un día. Aquí hubiera verbenas comunistas. Pero eso queda ya como un mal rollo.
(Publicado en El Mundo, 27/2/07)
Francisco Umbral

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