QUE CIUDADANIA MAS PESADA
Lo peor de la Ciudadanía no es la Educación-Para. Ni la vileza de la manipulación ideológica de sus libros de texto. Ni el adoctrinamiento de las juventudes, que suena a un fascismo que tira de espalda.
-No, si a este paso, aparte de la Formación del Espìritu Nacional, van a volver a inventar el Frente de Juventudes.
Organización falangistona de donde proceden muchos progres viejorros que quieren imponer su lavado de cerebros infantiles con la Educación para la Ciudadanía. ¡Anda que no hay que tener en lo alto fuegos de campamento ni nada, ni hay que haber cantado miles de veces el «Montañas nevadas», y el «Isabel y Fernando y el espíritu impera», y el «Gibraltar, Gibraltar», como para hacer una versión progre de la Formación del Espíritu Nacional! A mí lo de Educación para la Ciudadana me suena a Campamento Batalla del Salado, donde iban a veranear los flechas. Que en definición popular eran unos niños vestidos de gilipollas mandados por un gilipollas vestido de niño. Bueno, pues el gilipolla vestido de niño sigue mandando a los escolares que estudien el «Isabel y Fernando» de ahora, que es el monta tanto, tanto monta de la igualdad de sexos. Y el «Gibraltar, Gibraltar» de ahora, que es la alianza de civilizaciones. Y el «Montañas nevadas», que es la exégesis y enaltecimiento de la homosexualidad, del aborto y de la eutanasia.
Pero hay algo peor que todo esto, y que la asignatura en sí. Como se objetara ese aspecto, ahí iba a haber más recursos contencioso-administrativos que los que han interpuesto los padres andaluces ante el Tribunal Superior de Justicia. Lo peor de lo peor es la pesadez de la Ciudadanía en sí, lo pesados que están con tanta Ciudadanía, que no se les cae de la boca. ¡Qué señora más pesada esta Ciudadanía! Más pesada todavía que el circunloquio antigramatical que por evitar el correctísimo plural genérico de «ciudadanos» repite la chorrada de moda, de «ciudadanos y ciudadanas». Somos muchos los españoles que estamos ya hasta el gorro de tanta Ciudadanía y de tanto Ciudadanos y Ciudadanas. ¿Es que todo es ciudad, hijos míos, es que ya no hay ni pueblos ni aldeas ni villas ni entidades menores de población?
Consideren el asunto al revés, que se darán cuenta de la tontería colectiva. ¿Cómo nos las aviábamos cuando no usaba la palabra Ciudadanía? Pues perfectamente. Hablábamos de conceptos más reales y nobles, aunque menos manipulables, como el conjunto de la población, los vecinos de un lugar, los votantes, los contribuyentes, los feligreses de un concejo. O aquello tan bonito de las almas, que me imagino que ahora debe de ser políticamente incorrectísimo. ¡Qué maravilla cuando se decía que tal pueblo tiene una población de cinco mil almas, y no de cinco mil ciudadanos y ciudadanas! Y la suprema contradicción: ¿cómo pueden ser ciudadanos los que no viven en la ciudad, sino en los pueblos? En los pueblos, ¿no había eso tan clásico de «los lugareños»? La extensión del concepto de «ciudadanos» a los pueblos me imagino que habrá presentado un grave problema futbolístico este verano: ¿cómo hay que llamar en términos políticamente correctos a los lugareños, a efectos del anual partido de la máxima entre Los Veraneantes y Los del Pueblo? Los del Pueblo no querrán que los llamen así, y pretenderán que su equipo se llame Los Ciudadanos. Y siendo verdaderamente de ciudad los otros, los veraneantes, ¿cómo los llamamos?
-Pues nada, este año no hay partido de Los Veraneantes contra Los del Pueblo, y listo.
Igual que hay padres objetores de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, yo propondría que creáramos la Asociación Contra La Tontería De La Ciudadanía. A usted le pasará quizá como a mí: que viendo a esa manta de indeseables morales a los que no se les cae la palabra «Ciudadanía» de la boca, le dan ganas de preguntar que dónde hay que ir para que lo borren a uno de ciudadano. Yo, por lo menos, no quiero ser ciudadano, entendido el concepto de este modo totalitario, como su asignatura manipuladora: ciudadano por cojones. No, mire usted: yo quiero ser elector, vecino, habitante, contribuyente. Lo que sea, menos la estupidez progre de ciudadano. Con que me llamaran sencillamente español me conformaba.
Antonio Burgos
Publicado en el periódico ABC el 22/08/07
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