EN esta España en ruinas, el número de políticos y sindicalistas que viven del erario público duplica al de la República Francesa: España tiene algo más de 47 millones de habitantes; Francia, 65 millones y la tradición más estatalista de los dos últimos siglos europeos. Alemania, con más de 82 millones de habitantes, mantiene a sueldo apenas a la tercera parte de la cifra de políticos que del sueldo público viven en la «España de las Autonomías». ¿Hay alguien que, de verdad, pueda fingir extrañeza ante la matemática necesidad de que hayamos llegado a la bancarrota?
Ayer, el presidente del Gobierno dijo una gran verdad en su comparecencia: lo admirable que es la arcangélica ejemplaridad de la ciudadanía española ante su momento más difícil de los tres últimos cuartos de siglo. «En este proceso de la recuperación de la credibilidad, la imagen y la reputación de la economía española, es fundamental, y quiero destacarlo especialmente, el comportamiento ejemplar y la madurez que están mostrando todos los españoles. Vivimos una situación muy difícil, pero el Gobierno sabe lo que hay que hacer y está tomando las decisiones para salir de la misma y para recuperar el crecimiento y el empleo». Mas toca ahora jugar a quien gobierna. La ejemplar -la paciente- ciudadanía no podría tolerar la cruel burla de que no se aplique a los cargos políticos un criterio por lo menos igual de duro -en realidad, debería de serlo muchísimo más, como corresponde a la función ejemplar del servidor público- que el que ha caído sobre el común ciudadano.
El rescate bancario de España era inaplazable. Si no se quería correr el riesgo de una bancarrota que nos arruinaría a todos. Sin excepción. Y no logro entender por qué esa pudibundez que se niega a llamarlo por su nombre: rescate. Hemos vivido en despilfarro y amanecemos arruinados. Mejor afrontar las cosas, si es que queremos sobrevivir. Pero nada cambiará, si no nos enfrentamos a las causas de la ruina. La corrupción no es en España anecdótica o sobrevenida. La corrupción es la bien planificada consecuencia del modelo constitucional al cual llamamos «Estado de las Autonomías», expresión que nunca supimos qué significa y que ningún equivalente tiene en Europa. La corrupción es, en España, constituyente. Sobre ella se asientan las finanzas de los partidos, los sueldos -en más de sus dos terceras partes, parasitarios- de esos cientos de miles de políticos y sindicalistas con cargo pagado.
Rajoy puede pedir austeridad a todos. Una vez que haya reducido esa cifra a los niveles de la Europa seria. Si un 25 por ciento de este país debe pasar por el paro, es de rigor moral que los políticos encabecen un tal vía crucis .
Gabriel Albiac
Félix Velasco - Blog
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