Coca-Cola vuelve a Birmania igual como volvió a China en 1979, tras haber estado ausente durante treinta años, y de la misma forma como volverá a Cuba cuando el castrismo se pudra definitivamente. Ahora, el único Estado donde no se ha vendido nunca es Corea del Norte, ese paraíso que gobierna con mano firme Kim Jong Un, hijo de su padre y nieto de su abuelo y donde hace medio año la presentadora de la tele anunció entre lágrimas la muerte del Querido Líder Kim Jong-Il diciendo: "Cho... che... te...".
No es extraño que, distribuida en casi todo el mundo, Coca-Cola haya sido considerada por los amantes del pensamiento fácil como un símbolo del pérfido capitalismo. Han pasado años desde aquellos ochenta en que rebeldes con barba y pantalones de pana consideraban casi facha que leyeses literatura norteamericana -la que se tenía que leer era la sudamericana, por solidaridad con no sé qué-, pero la tendencia persevera aún ahora, incrustada en el ADN de los actuales revolucionarios de sofá. Tanto da que, luego, cuando tenemos a los nazis instalados en Europa y no sabemos cómo librarnos de ellos, tengan que ser los americanos los que desembarquen en Normandía para sacarnos las castañas del fuego. Tanto da porque, por los tiempos de los tiempos, Estados Unidos seguirá siendo "un país sin historia" y "un lugar donde sólo comen hamburguesas". Como muestra de ese ADN zote, el caso del Au Port de la Lune, ese restaurante de la barcelonesa plaza de Sant Galdric, en la Boqueria. Es una especie de bistrot francés cuyo gran mérito es exhibir en una pared un cartel grande donde se lee, en un castellano macarrónico: "No Hay Ketchup, No Hay Coca-Cola, No Hay Coca-Cola Light Y NO HABRÁ" (sic). Toda una declaración de principios, deben pensar sus dueños, satisfechos. Toda una declaración de estrechez de miras, pensamos otros cuando vemos el cartel. Qué gran heroicidad, hacer bandera de no tener Coca-Cola. Es una estrechez de miras que me recuerda la de ese pizzero de Llívia llamado Fabián, que ahora también tiene pizzería en Barcelona. Su carta de pizzas la encabezaba (quizás aún la encabeza) la frase "Aquí no hacemos pizzas margaritas!!!" fenomenal afirmación de presuntuosidad con tres signos de exclamación de cierre y ninguno de apertura, para acabar de ponerse en evidencia.
Quim Monzó
Félix Velasco - Blog
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