Me da igual que por el cambio climático se funda el hielo, suban las aguas, se diluyan como azúcar las playas y que con el tibio viento polar descargue una contundente lluvia de dátiles sobre la cálida ciudad de Estocolmo. El clima ha cambiado mucho a lo largo del tiempo y seguirá cambiando con los naturales estragos y el reasentamiento de la población donde más benignas sean las condiciones. En el mapa llegarán mas arriba los camellos y habrá tormentas de arena sobre el Báltico. En diciembre habrá terracitas con niños y sombrillas a orillas del Neva, el fuego estará más frío que los arbustos que queme y de los huevos de las gallinas saldrán lagartos con facilidad para el cacareo. Yo no comparto la alarma, entre otras razones, porque el cambio no será tan rápido como si viniese en tren y las cosas evolucionarán poco a poco, como ha sido siempre, siguiendo el ritmo lento de la geología. Tendremos tiempo para arremangar los pantalones antes de que la marea nos cubra hasta las rodillas en la cera frente a la playa. No hay por qué asustarse tanto. Nada va a ocurrir de repente, como ocurre un puñetazo. Quienes viven en un primero tendrán tiempo a mudarse al piso de arriba. Dudo mucho que de la noche a la mañana por culpa del cambio climático los helados se vayan a derretir dentro de las neveras y a los bebés de Almería haya que bautizarlos dentro de cuatro días con bufanda y con solapas. Tengo la impresión de que en Galicia ya no llueve como cuando yo era niño, pero luego leo los datos y resulta que las cosas están casi como estaban. Lo que sucede es que la percepción de la lluvia es distinta ahora porque estamos entretenidos en otras cosas y la notamos menos. Ya hablé el otro día con un médico internista y me dijo que las patologías derivadas de la lluvia son las mismas que antes y que el número de pacientes no decrece. Yo me conformo con esa referencia y no le doy más vueltas al asunto. Puede que lo del cambio climático sea cierto, pero, ¡demonios!, ¿qué hay de malo en que los vecinos de Escotolmo no tengan necesidad de ponerse la bufanda en agosto? Yo este año he cogido dos catarros y en ambos casos fue por no protegerme de la lluvia, que por lo visto tanto escasea en Galicia. ¡Qué quieres que te diga! Puede que los políticos alarmistas tengan razón, pero yo todavía veo en las playas del norte bañistas de manga corta con zapatos de goma y tomando aspirinas con cerveza.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog
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