Se llama bigote al pelo que crece en la región de la cara comprendida entre el límite inferior de la nariz y el labio superior. Representa, a lo largo de la Histotira, poder, masculinidad, seguridad y confianza de sus dueños en sí mismos.
Su denominación más extendida afirma que proviene del término alemán (bî Got) "bei Gott" traducido como "¡Por Dios!", un juramento o blasfemia que proferían los soldados alemanes en tiempos del Emperador Carlos I de España y V de Alemania, mientras se llevaban la mano a la zona comprendida entre el labio superior y la nariz o bebían cerveza, convirtiéndose esa expresión de sinónimo de blafemia entre los soldados españoles.
Pero la palabra bigote aparecía ya en el Diccionario latino-castellano de Nebrija publicado en 1495, por lo que el académico Rafael Lapesa, en un trabajo de 1968, afirma debía su origen al "bî Got" proferido por los guardias suizos que participaron en la Reconquista de Granada y que habrían llegado a España en 1483, una fecha compatible con el registro de Nebrija. Además, en el siglo XII, los franceses denominaban "bigot" a los normandos, era una expresión habitual en Inglaterra.
Los españoles no tuvieron bigote hasta el siglo XVI, hasta entonces tenían mostacho, que era mucho más grueso y poblado.
Estuvo de moda en los ejércitos de numerosas naciones, con gran variedad de estilos. En general, los hombres jóvenes y los de grados inferiores llevaban pequeños y menos elaborados bigotes; los oficiales de alta graduación y los veteranos, portaban espesos mostachos. En algunos países fue obligatorio, para los soldados, dejar crecer el bigote. El ejército británico, por ejemplo, prohibió el rasurado del labio superior, en todos los grados, desde el siglo XIX hasta que el reglamento fue abolido mediante una Orden del ejército de 6 de octubre de 1916.
En el siglo XIX, los aristócratas, los magistrados y los encargados de impartir la ley y ejercer la autoridad tenían bigote y barba.
Félix Velasco y Fernando Garcés
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