Se apodera del pensamiento, de la actividad, de las relaciones, borra todo estado de ánimo positivo y genera una desconfianza generalizada, ira, sufrimiento y una alerta permanente que deja sin fuerzas y consume la energía.
Su duración suele ser de larga, rumiada, y se recrea en el pensamiento acentuando este estado emocional. Tiene el sustrato de otras emociones como la ira, la venganza, la desconfianza, el desprecio, el miedo y la tristeza por el convencimiento de ser tratado de forma injusta, lo que convierte al resentido en una víctima que queda ligada a la persona o grupo al que atribuye la culpa de los hechos que le hacen sentirse así.
Estas emociones concatenadas hacen que el individuo no sea capaz de perdonar, de aceptar lo ocurrido, e impiden ver y asumir su responsabilidad en los hechos. Y por tanto solucionar la situación si se volviese a presentar.
Como afirma Nietszche, "el resentimiento es la emoción del esclavo, no porque el esclavo sea resentido, sino porque quien vive en el resentimiento, vive en la esclavitud.
El resentimiento se basa en la "inocencia propia" y la "culpabilidad del otro", imposibilitando para distinguir entre causa-efecto de lo ocurrido. Esto convierte en "víctima" a quien sufre, creando un efecto positivo ya que la tranquiliza. Pero hay un efecto secundario ya que la víctima se incapacita para mejorar, pues es el otro el culpable, y por lo tanto no puede hacer nada, dejando de ser libre, convirtiéndose en esclavo del resentimiento que siente por su “agresor”. Es, como dice Carrie Fisher, "el resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muera."
Las decisiones que tomamos y el modo en que las llevamos a cabo son, en numerosas ocasiones, una manifestación de nuestro temperamento. Sino sabemos moldearlo por medio del carácter, será nuestro destino.
Félix Velasco
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