domingo, 20 de diciembre de 2009

Dos navidades y dos culturas


La Navidad está en la entraña misma de la civilización occidental, y hasta hace poco tiempo nadie podría dudar de su carácter cristiano. Era una fiesta en la que el consumo aumentaba, pero este aparecía supeditado a su sentido religioso. A partir de los años 60 en Europa, y un poco más tarde en España, el aspecto del consumo ha tomado proporciones cada vez mayores, realmente gigantescas, y se ha independizado de todo contenido religioso. Paradójicamente, son estas fechas cuando más anuncios de tono pornoide se ven, en la calle y en la televisión; dentro del extenso ámbito "progre" o indiferente ya no se dice Feliz Navidad sino felices fiestas (como si no hubiera otras muchas); en los escaparates de los comercios, las felicitaciones aparecen a menudo en inglés, porque el desprecio a la cultura española está cada vez más extendido, y va ligado a esa fiebre del consumo: en su afán de demostrar su modernez, el PP lleva ese desprecio probablemente más lejos que el mismo PSOE. Ese carácter consumista a-religioso o anti religioso se percibe muy bien en Madrid, donde el alcalde (del PP) procura, en la iluminación y en los festejos asociados, como el de los Reyes Magos, borrar o diluir el contenido cristiano para convertirlo en una mezcla de exaltación del consumo y de recetas más o menos progres de paz, solidaridad (¿con quiénes?), y espectacularidad trivial (al alcalde le gusta el panem et circenses) ajena a su carácter tradicional. Una alcaldía del PSOE no lo habría hecho de otro modo.
En la Navidad se reflejan hoy dos culturas, una de las cuales, la consumista no religiosa, adobada con consignas de sonido humanitario –sonido por lo demás perfectamente hueco– ha ido fagocitando a la religiosa, aunque esté lejos de haberlo conseguido del todo y se observe en los últimos años una reacción considerable. Quizá haya que decir también que bastantes curas, monjas y obispos han contribuido a la descristianización con sus afanes excesivos de aggiornamento. Hace poco leía en un libro de texto de religión del último curso del bachillerato largas tiradas de ideología progre, que podría suscribir el gobierno actual.
El Panem et circenses, es decir, consumo y diversión, constituye la ideología más ampliamente difundida hoy. Cada vez más consumo y más diversión, en ello parece consistir el progreso para muchos, y la consigna se aplica a lo largo de todo el año (ahora menos, debido a la crisis). La industria de la diversión o entretenimiento constituye un negocio colosal y llena prácticamente todo el tiempo libre de millones de personas. Aplicar esa ideología de modo tan pronunciado en estas fechas es también una forma de desnaturalizarlas.
Se decía que el objetivo del panem et circenses en Roma era apartar a la gente de otras preocupaciones, en especial políticas –cosa que no logró–, pero ahora se ha convertido en un objetivo en sí mismo, en una cadena sin fin. ¿Es esto bueno, o es malo? Con ello retroceden la superstición y el oscurantismo, aducen muchos, se impone la razón y la vida se vuelve más alegre. No estoy muy seguro de ello. En un artículo de hace algún tiempo señalaba una serie de rasgos concomitantes presentes en esa ideología, pues esta es también la del aborto y el divorcio masivos, implícitamente de la pederastia, la de la colaboración con la ETA, de la telebasura y el botellón, del homosexualismo y feminismo militantes, de la droga, la corrupción política, el separatismo y el desprecio a la cultura propia, del desplazamiento del español por el inglés, la de la muerte de Montesquieu, la de una extraña simpatía por el islam, por el régimen de Castro, por el Che Guevara o por el terrorismo palestino, la de los ataques a los derechos y libertades en general y en las Vascongadas y Cataluña en particular... Estas cosas suelen ir juntas y, por mi parte, no acabo de verles la razón ni la alegría.
Dice el lamentable Montilla que Cataluña es "una patria dispuesta a rebelarse". Como Asturias. Ojalá tenga razón, ojalá se rebele contra los catalufos, contra los nacionalistas que están convirtiendo a Cataluña en Catalufia.

Pío Moa
Félix Velasco - Blog

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