Artur Mas no ha estado muy elegante al pedir que no le «toquemos las narices» con relación al catalán. Ciertamente no creo que nadie se dedique a hacer tal cosa con el presidente de la Generalitat por muy hermosas que pueda tener las aludidas protuberancias. Lo que hace la gente es reclamar aquello a lo que tiene derecho, porque así lo recoge la Constitución y lo reconocen una vez tras otra los tribunales de Justicia en sus sentencias: el derecho a que el castellano sea también lengua vehicular en Cataluña. Y lo que hacen Mas y su gobierno, con el aplauso vergonzante del PSC de Montilla y del PSOE de Rubalcaba, es vulnerar la legislación e incumplir los fallos judiciales, permitiéndose el lujo de airearlo, incitando claramente a la desobediencia. Amén de confundirse y confundir, algo en lo que es un especialista. Dice que «nos tocan las narices a los catalanes con nuestro idioma». Oiga, señor Mas, nadie se mete con el catalán ni lo ningunea ni minusvalora. Al contrario, a todo el mundo le parece perfecto que el catalán sea lengua vehicular en la enseñanza. En segundo lugar, el castellano, como «lengua mayoritaria» que es en realidad en Cataluña, como bien sabe nuestro querido president, es también «el idioma propio» de cientos de miles de catalanes que lo tienen por «lengua materna», a los que se margina «por narices» imponiéndoles un sistema en el que el bilingüismo no se traslada a las aulas ni a la Administración. El único lugar donde pervive el bilingüismo, amen de en la calle y en la sociedad civil, es en los aeropuertos gestionados por el Estado. En todos los demás –Generalitat, ayuntamientos, diputaciones, TVs, radios autonómicas y empresas públicas– el castellano ha sido expulsado e incluso perseguido. Eso es moneda de uso común, lo sabe todo el mundo y a ello han contribuido particularmente los señores Pujol, Montilla y Mas, con la inhibición –por intereses políticos puntuales– de González, Aznar y Zapatero.
A partir de aquí, el único que «toca la nariz» es el molt honorable president, haciendo un problema de algo que, con espíritu de concordia y voluntad de entendimiento, tendría fácil solución: bastaría probablemente con que, amen de las dos horas de español actuales, se obligara a impartir como vehicular en castellano una asignatura troncal de las que hoy (como todas) se imparten «sólo en catalán». Eso no implica modificación alguna del sistema, ni es malo para los estudiantes, sino al contrario. Si, además, decidiera Mas dar en inglés otra de las asignaturas que hoy se dan «solo en catalán», llegaría a la cuadratura del círculo, y probablemente conseguiría un modelo educativo más competitivo del que tiene, claramente deficitario con relación a los dos idiomas (el español y el inglés), más importantes del mundo.
No es hablar por hablar. Hay cientos de ejemplos. El otro día nos avergonzamos unos periodistas al comprobar el nivel de castellano escrito de cierto político formado en la inmersión, cuando respondía un Chat por internet. No eran faltas de ortografía. Era un auténtico horror.
José Antonio Vera
Félix Velasco Blog
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