Desde que un joven tunecino decidió quemarse a lo bonzo encendiendo la llama de la revolución en todo Oriente Medio, el mundo entero habla del «efecto contagio». Muchos son los que, para explicarlo, mencionan el papel que han tenido las redes sociales, hasta tal punto que se habla ya de «las revoluciones de Facebook» y de «la diplomacia Twitter». Sin embargo, como muy bien saben los historiadores, esas corrientes libertarias eran igualmente veloces e imparables en tiempos en los que las redes sociales estaban en pañales o ni siquiera existían. Tal es el caso, por ejemplo, del «efecto dominó» ocurrido en Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín o, para ir más atrás en la historia, la casi simultánea independencia de los países americanos, cuyos diversos bicentenarios se cumplen por estas fechas. ¿Cómo se produce entonces este tipo de movimientos sincrónicos? ¿Cómo se ponen de acuerdo personas de países distantes y diversos para, de pronto, alterar el statu quo? Según los sociólogos, la respuesta está en la «ignorancia pluralista». Tras esta expresión se oculta un comportamiento humano tan curioso como perfectamente comprensible. Según este, la gente tiende a ocultar sus verdaderas preferencias porque cree que las personas de su entorno no piensan o sienten como ellos. He aquí un ejemplo: en 1975, el sociólogo Hubert O´Gorman observó que la ignorancia pluralista era responsable de la errada percepción que los blancos de Carolina del Sur tenían sobre la segregación. En realidad, la mayoría de ellos estaba en contra del trato discriminatorio dispensado a las personas de raza negra, pero no se atrevía a manifestarlo. Sin embargo, en cuanto se enteraban de que eran muchos los que pensaban como ellos, se producía un cambio radical en su actitud porque, como señaló O´Gorman, el mero hecho de saber que existe una corriente de cambio ya propicia un cambio. En la Universidad de Princeton fueron un paso más allá y decidieron utilizar el fenómeno de la ignorancia pluralista para acabar con los malos hábitos respecto de la ingesta incontrolada de alcohol. Primero, descubrieron a través de encuestas anónimas que la mayoría de los estudiantes estaba en desacuerdo con las grandes borracheras de fin de semana, pero que no se atrevían a comportarse de otro modo por miedo a quedar como mojigatos. Una vez sabido esto, en lugar de prohibir el alcohol, lo que se hizo fue divulgar las cifras de las encuestas realizadas.
Para volver al ejemplo de Oriente Medio, podemos decir, por tanto, que en Túnez, en Egipto o en Libia la población estaba harta de los abusos de sus tiranos, pero no se atrevía a manifestarlo por miedo a no ser respaldada por sus pares. Por eso, en cuanto se hizo patente que todo el mundo deseaba un cambio, tal deseo corrió como la pólvora ayudado, qué duda cabe, por las redes sociales. Pero no solo por ellas, sino también -o mejor dicho, sobre todo- porque la fruta estaba madura (por no decir «podrida») y solo necesitaba una mínima sacudida para que cayera del árbol. La pregunta ahora es: ¿sirve la ignorancia pluralista como ayuda en la segunda fase de un cambio, esto es, para construir una democracia y una paz social? La respuesta, me temo, es solo «según» o «depende». En ocasiones, como durante la Transición española, por ejemplo, el hecho de que la gente pensara que sus pares estaban de acuerdo en dos cosas: en su pavor a volver a las dos Españas y en intentar el camino de las democracias occidentales, sirvió para consolidad la democracia y la monarquía. Sin embargo, en los países del Este que se liberaban del yugo soviético, unos pueblos, los más evolucionados, emprendieron el camino de la democracia. Pero otros se debaten aún entre extrañas nostalgias y la siempre alargada sombra de la corrupción. ¿Qué va a ocurrir en Oriente Medio? Nadie lo sabe, pero los países occidentales harían bien no solo en ayudar política y económicamente, sino prestando atención a este curioso fenómeno de la ignorancia pluralista que está detrás de todo cambio. Sabiendo, además, que, en potenciarlo e incluso en «tunearlo», sí pueden jugar un papel decisivo las redes sociales.
Carmen Posadas
Félix Velasco - Blog
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