Yo soy de los que piensan que es una verdadera pena que, después de que España hiciera una transición modélica en la que todos fueron capaces de dejar a un lado sus reproches, después de treinta y tantos años de gran cambio social en el que este país se ha transformado en uno de los más modernos del mundo, después de todo esto, y aun antes de que la crisis asomara su negra patita, lo cierto es que ya planeaba sobre nuestras cabezas la alargada sombra de las dos Españas irreconciliables.
No es mi costumbre hablar de política. Tampoco ahora voy a hacerlo porque, como le pasa a mucha gente, también yo estoy desencantada de las derechas y de las izquierdas. De lo que sí quiero hablar, sin embargo, es de uno de los efectos colaterales de la polarización que se está produciendo en los medios de comunicación de una u otra tendencia por la que los comentaristas de derechas son cada vez más de derechas y los de izquierdas, cada vez más de su onda, sin matices de ningún tipo. Lo que quiero decir es que vivimos unos tiempos en los que parece que lo que impera es el pensamiento en pack. Si soy de izquierdas, tengo que estar, necesariamente, a favor del aborto, de la ley de memoria histórica, de la retirada de los crucifijos de las escuelas, de la causa saharaui, de la legalización de los inmigrantes y de la prohibición de la fiesta de los toros. Si soy de derechas, además de estar en contra de todo lo que acabo de mencionar, he de apoyar a muerte a los internautas que abogan por las descargas ilegales y estar a favor de endurecer las penas para menores que cometan delitos, por ejemplo. ¿Por qué? ¿No puedo acaso ser de izquierdas y amar la fiesta de los toros? ¿No es compatible ser progre y a la vez estar en contra del aborto? ¿Y qué tiene de raro estar de acuerdo con la legalización de los inmigrantes, pero no con la ley de memoria histórica?
Los partidos y las inclinaciones políticas no son una secta, ni siquiera una religión con sus dogmas de fe y, no obstante, algunos comentaristas y tertulianos parecen empeñados en hacernos comulgar con la idea de que hay que tener creencias monolíticas en temas que nada tienen que ver con la política, sino con la libertad personal o las convicciones más íntimas. Y de lo que no se dan cuenta es de que a nosotros, los ciudadanos de a pie, no nos gusta el pensamiento en pack. Que la libertad personal está por encima de colores políticos y que lo único que consiguen con su actitud es restar credibilidad a sus comentarios, que de otro modo serían mucho más interesantes. Lo más peligroso de esta actitud, a mi modo de ver, es el efecto que pueda tener en los jóvenes. Porque el pensamiento en pack no permite el sano intercambio de ideas, tampoco la posibilidad de decir: «Yo estoy de acuerdo con esto, pero no con lo otro». Formarse es aprender a tener criterio, es tener dudas y no certezas. Porque la duda es mucho más fecunda que la certeza. Y, además, ¿certeza de qué o de quiénes? ¿Por qué tengo que abrazar la fe monolítica de otro? ¿No es mucho más lógico que cada uno tome de una idea lo que le parece razonable y rechace lo que no? Una de las grandes paradojas de esta sociedad supuestamente abierta en la que vivimos es que ciertos tics del pasado vuelven a asomar y ni siquiera nos damos cuenta.
Es como la peste de lo políticamente correcto que vino a sustituir a la tan denostada censura y resulta mucho más amordazadora que aquélla. Porque contra la censura estaba bien visto rebelarse, puesto que venía impuesta desde fuera, pero la corrección política no es otra cosa que autocensura. Miedo a decir lo que uno piensa y a no estar en sintonía con la `moral´ al uso, cuando a veces esa moral es completamente estúpida y pseudoprogre. «Pienso, luego existo», decía René Descartes, y la frase es tan tópica que de tanto repetirla parece que ya no dice nada. Y, sin embargo, de eso se trata: de pensar, de no dar por cierto nada de lo que nos dicen. Que sólo los tontos leen a sus iguales para que los reafirmen en lo que ya piensan de antemano. Que es mucho más fructífero tener, como quien dice, un self service de ideas y tomar de cada uno lo que nos resulte más interesante o inspirador.
Carmen Posadas
Félix Velasco - Blog
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