Pero eso no es nada comparado con lo que ocurre en Bélgica, donde el N-Va, principal partido nacionalista flamenco, ha renunciado a lo que venía siendo su objetivo e incluso razón de ser: la independencia de Flandes, esa región norteña con un idioma parecido al alemán, que nunca se ha sentido cómoda con los valones del sur, claramente francófilos. Y lo más importante es la razón que dan: que, cara a la Europa unida que se está creando, formar parte de un Estado mayor, como Bélgica, trae más ventajas que perjuicios. Prueba de que el nacionalismo bien entendido no está reñido con el sentido común.
Algo más lejos, en lo que fuera Yugoslavia, en Bosnia concretamente, tenemos el ejemplo contrario. El experimento de una república cantonal donde conviven distintas minorías se ha convertido en guerra abierta que ensangrienta las calles de sus ciudades, mientras el campo y la industria se mueren. Hundida en la miseria y la corrupción de sus gobiernos cantonales, la población no encuentra otra salida que las luchas fratricidas, como las de hace diez años, unos bajo el estandarte de ¡Bosnia Unida!, otros bajo el de ¡Muerte al nacionalismo! Es a lo que lleva el montarse en ese tigre. Pero la culpa no es solo de ellos. Es también de la Europa que lo fomentó.
Y más lejos, en Ucrania, ocurre algo parecido, pero más peligroso, al estar envueltas las grandes potencias. Si nos fijamos en un mapa, vemos que el país está dividido por el río Dnieper: la zona oriental, claramente rusa; la occidental, decididamente europea, razón de que desee formar cuanto antes parte de ella. El problema es que Putin lo ve como una amenaza a su país y un freno a sus aspiraciones de reconstruir en lo posible el viejo imperio soviético. Esta vez no usa los tanques, sino el dinero y la energía, que Ucrania necesita para sobrevivir. Ante lo que su presidente pospuso el acuerdo que iba a firmar con Bruselas, lo que produjo las incendiarias revueltas populares que han visto en los telediarios, sin que acabe de vérseles salida. Pues el verdadero problema es que la UE no puede dar a Ucrania los 15.000 millones de dólares y el gas y el petróleo que Putin le ofrece, por la sencilla razón de que los necesita para ayudar a sus miembros en apuros.
Esta es una descripción a grandes rasgos de lo que pasa, mientras nosotros seguimos dándole vueltas al tema de la Infanta. Como tendremos que hablar a fondo y con detalle de ello, lo dejo ahí. Con una observación: que los nacionalismos no resuelven las crisis. Más bien las crean.
José María Carrascal
Félix velasco - Blog
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