jueves, 15 de agosto de 2013

Así Cámeron como Brown

En Derecho Internacional, los actos unilaterales de los Estados, ya sea por acción o por omisión, tienen especial relevancia como fuente normativa. David Cameron y la experimentada diplomacia británica lo saben. Por eso la usurpación territorial por parte de Gibraltar, que hoy denuncia ABC con pruebas gráficas, en un contexto de agresiones diarias, alcanza una gravedad inusitada. El Peñón, que gobierna un Beni de Cádiz con pasaporte gibraltareño, consigue ganar terreno al mar con rellenos de tierra procedentes del mismo suelo español que dice despreciar y sin mayor título legal que el que le otorga una infalible jurisprudencia: porque me da la gana.
Quizá se refería Cameron a esta política de hechos consumados, en la que sus ahijados los llanitos son especialistas –en versión hormigón, gasolina ambulante o tierra al agua–, cuando decía hace unos días que no descartaba «medidas sin precedentes» para doblarle el pulso a Rajoy. Es posible que Gordon Brown, uno de los antecesores de este «premier» con cara de yerno bueno, le haya telefoneado para contarle que a los españoles que gobernaban cuando él estaba en el 10 de Downing Street, fue fácil llevarles al huerto de la diplomacia internacional. Se refería el exmandatario laborista a esa legendaria pareja compuesta por Zapatero y Moratinos, devotos de la política del desistimiento, que apadrinaron un «foro trilateral de debate», auténtico precedente de la situación actual. Allí donde un Gobierno democrático permitió sentarse a la misma mesa a los forajidos y a los representantes de un Estado de Derecho. Algo parecido a una mesa de negociación internacional donde, por ejemplo, tomaran acomodo Obama, Hollande y el entrañable Sánchez Gordillo, dedicado en sus ratos libres de sobrevenido estadista a robarle la merienda a Barack, con la misma destreza con que despluma yogures de los supermercados.
Pues lo mismo sucedió en los años del zapaterato. Años en los que se tiraron por la borda los avances sobre la cuestión gibraltareña que cosechó la empática pareja Aznar-Blair, etapa vergonzosamente cuestionada por el PSOE, que luego se bajó los pantalones hasta los tobillos. Por entonces los socialistas se dedicaban a denunciar la reparación de submarinos nucleares en el Peñón mientras, simultáneamente, la Junta socialista de Andalucía y los alcaldes de la zona miraban hacia otro lado con ocasión de los vertidos del «New Flame».
Afortunadamente aquellos años de impostura parecen haber pasado al desván de lo peor de nuestra política. Rajoy dijo en Palma que su Ejecutivo se reserva todas las medidas necesarias para defender los intereses de España. En ese camino estamos. Quizás el Reino Unido y sus sucedáneos gibraltareños prueben ahora una medicina imbatible: la reciprocidad.
Mayte Alcaraz
Félix Velasco - Blog

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