Aunque hablemos de ellos. Podríamos hablar de nuestra democracia. Llevamos el mismo camino. Si no modificamos rumbo estaremos allí, a no mucho tardar. Y no lo hacemos, pese a la amenaza tan evidente. No lo hacemos por egoísmo miope de nuestros gobernantes, por ese pensamiento débil que todo lo sofoca o por pura cobardía. O por las tres cosas a la vez. Hecho capital es la abolición de la responsabilidad y de la ley. Cuando se deja de obedecer a la ley se obedece al dinero o al poderoso o al más fuerte y matón. Y las gentes callan por miedo cuando no se aplica la ley. Callan los intimidados por bandas de sindicalistas en las huelgas y callan los temerosos de represalias del nacionalismo oficial en Cataluña o el País Vasco. Callan quienes ven que los corruptos medran y los ciudadanos honrados son sometidos a política confiscatoria por el Gobierno. Y callan quienes queriendo defender una política de principios, ven cómo el poder sólo se dedica a administrarse a sí mismo y olvida principios, objetivos y promesas. La democracia se muere cuando se deja de aplicar la ley. Los enemigos de la democracia se mueven mucho mejor sin ella que los demócratas leales a la Constitución. Hablamos de los arrabales de Europa, en donde nos metió de golpe un presidente socialista de pensamiento putrefacto que acabó por podrirlo todo. Todo, parece que hasta la voluntad y la capacidad de reacción de su sucesor. Es aterrador que todo lo que se ve en Rumanía, un país con la democracia podrida, ya puede imaginarse en España. Se han celebrado allí elecciones este pasado domingo y los resultados son devastadores. Para el sentido común y la ética. Casi no podía ser de otra forma. Podían haber sido otros, pero difícilmente mejores. Casi era indiferente. Tanto, que seis de cada diez rumanos se quedaron en casa. El ganador por mayoría absoluta ha sacado algo más de la mitad de ese 41% que fue a votar, es decir el 20% del censo. Se llama Victor Ponta y es un demagogo izquierdista y estafador que falsificó sus diplomas, su doctorado y casi todo lo demás. Quiere acabar del todo con la división de poderes. Y parece que lo logrará. Su partido, pero también los conservadores y demás, reúne parlamentarios con antecedentes penales y procesos abiertos para llenar archivos policiales. Una ciénaga, pero quizás solo diferente a la catalana por la impunidad que demuestra ésta. Los españoles no podemos reírnos ya de estas apariciones tan siniestras en los rincones de Europa que, al fin y al cabo, fueron siervos del imperio otomano en los que la dignidad del vasallo no existía. Pero hoy, España, la otrora orgullosa nación más antigua de Europa, puede ya codearse en la sórdida espelunca con ellos. Nos llevan ventaja, cierto. Pero nos acercamos. A los corruptos los tenemos y a los totalitarios también. A los delincuentes económicos y a los ideológicos, que son los que quieren aplastar o aterrorizar al prójimo y al discrepante. Son los que quieren sembrar el miedo. Están en ofensiva todas las fuerzas totalitarias, la corrupción es una de ellas, siempre aliada a las demás. Y la mayoría de los españoles, frente a la procacidad del delito y los abusos totalitarios, calla. Los únicos gritos que se escuchan son los del miedo al cambio, de defensa de lo obsoleto o imposible. Hay miedo. Al futuro y al matón. Y el Gobierno, lejos de dar ejemplo de coraje y demostrar con política que tiene razón, que puede dar el golpe de timón liberador que nos saque del camino de la podredumbre, se esconde agazapado como un ratón.
Hermann Tertsch
Félix Velasco - Blog
No hay comentarios:
Publicar un comentario