Después de pasadas casi dos semanas de la Fiesta Nacional de hogaño, es aún hora de salir del asombro que produjeron, en personas sensatas, las salidas de pata de banco de alguno de los mamarrachos y cretinos más granados de la fauna nacional. Sé que volver a ello podrá producirles pereza a muchos lectores que ya han empezado a olvidar las sandeces escritas y dichas con motivo del Día de España, pero entiendan que, en ocasiones, hay que dejar algunos días en la nevera, antes de comerla, la carne recién sacrificada con el objeto de que esté en su punto de maduración. Y en su punto puede parecer ya. Desconozco algún país de nuestro entorno que padezca, en fecha tan señalada, una acumulación de zotes como el que padece España cuando llega el 12 de Octubre: pienso en los países vecinos y descarto que ni siquiera los últimos llegados a Francia vomiten estupideces el 14 de julio. Pienso en Gran Bretaña o en Alemania y me cuesta creer que un buen puñado de mamertos cuestione los días en los que cada patria es celebrada por sus ciudadanos. En España, en cambio, se agolpan en el inodoro los que sienten la necesidad de evacuar alguna genialidad que les transporte inmediatamente al olimpo antisistema de la estupidez. Cuando no es la crítica al Ejército por su desfile, es el retorcimiento histórico de la fecha del 12 de Octubre; cuando no la censura al sistema constitucional, es el insulto a la Virgen del Pilar. La pobre y muy limitada alcaldesa de Barcelona arremetía contra la discreta parada militar con la que se ensalzó la fecha elegida en el Parlamento como la más representativa de España. Seguramente no la ha comparado con el desfile de dos horas y media con el que sus colegas de Corea del Norte celebraron recientemente el 70 aniversario del partido que martiriza a diario a sus ciudadanos. Espectacular desfile, todo sea dicho, prácticamente perfecto. También calificaba de genocida la gesta española del Descubrimiento: el hispanista John Elliot asegura que a los españoles los han pintado de crueles y se lo han creído. La Leyenda Negra.
Veamos. El 12 de octubre de 1492 no comenzó ningún genocidio. Un genocidio es el exterminio completo de un pueblo, y eso, de ocurrir, ocurrió en otras latitudes más al norte y en otra colonización. Analizar hechos de hace quinientos años con reflexiones simplistas del siglo XXI es una muestra de severa limitación intelectual: en 1492 comenzó la expansión de un Estado a punto de formarse mediante el vector de la lengua y la religión en ámbitos del mundo desconocidos hasta entonces. La misión estuvo llena de excesos, como ha ocurrido en todas las colonizaciones, pero ni aquello eran reinos idílicos ni parece que fuera preferible la actuación de los colonos en otros lares. Murieron millones de indios, pero mucho más por los virus que portaban los exploradores y conquistadores que por la codicia y el número de estos. La gripe, desconocida para la inmunidad de los pobladores de aquellos territorios, como el sarampión o la viruela, resultaron letales. Aquel viaje de Colón en cáscaras de nuez y en compañía de un puñado de intrépidos audaces cambió radicalmente el mundo. Y eso se hizo en nombre de España. Y en el mismo español que se sigue hablando en todo el continente. Fijaos bien, hatajo de truchas, cualquier país que gozara en sus gestas de esta misma fecha y este mismo significado estaría celebrando durante semana y media cada año el acontecimiento. Piensen en la vecina Francia: ¿se imaginan la que organizarían si pudieran presumir de haber descubierto América y de que todo quisque hablara en francés? No habría días ni horas en todo un mes, cosa que me resultaría comprensible.
En cambio, en España hay que aguantar una y otra tontería a cuenta de un pasaje histórico absolutamente relevante en el peso y paso de los días. O hay que soportar el agotador cansancio que produce una miembro de Podemos diciendo que someterían a referéndum la elección de la Fiesta Nacional. Como si no tuviéramos nada mejor que hacer.
Ya llegará el 12 de Octubre del año próximo: ¿a que podré repetir textualmente este artículo?
Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog
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