Un día estalló la crisis y la mierda empezó a emerger. Llevaba ya tiempo incrustada, pero no había salido a flote. A la gente le gusta decir que todos los políticos son igual de corruptos, y a los tertulianos les gusta replicar con la muletilla contraria: hay políticos y políticos, pero en general son honrados. Dios los ampare a todos. A los políticos y a los tertulianos.
Con la mayoría de edad de la democracia, y en especial, del nuevo orden administrativo (las autonomías) la clase política se ha vulgarizado, llegando a unos extremos de cutrez pavorosos. Nunca he defendido la empresa privada, pero aquí y ahora reconozco que si en algo se diferencia la cosa pública de la privada es en el número de mequetrefes que cobija. Y es que a los políticos siempre les ha gustado rodearse de tontolabas serviles, gentecilla especializada en reír las gracias del superior o adularle con estupideces («te quiero un huevo»).
No entiendo la debilidad de los políticos inteligentes por servirse de tontos útiles, con el peligro que tienen. Los tontos útiles (y los inútiles también) acaban recibiendo un cargo en atención a los servicios prestados. Ahí germina el arte de la corrupción. A fuerza de legislaturas, la Administración se puebla de cantamañanas y aprovechados. Yo los he conocido. Menos mal que se me acaba el espacio, porque tengo sus nombres en la punta de la lengua.
Carmen Rigalt
Félix Velasco - Blog
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