En el supuesto de que se cumplan las previsiones demoscópicas, los españoles habremos decidido mañana un cambio de dirección en el gobierno del país, pensando en que alguien invierta a tiempo el curso de los acontecimientos y nos salve del cubo de la basura. Los hechos desacreditan la capacidad de quienes nos gobernaron hasta ahora y casi puede darse por sentado que habrá un cambio de color en La Moncloa. Sabemos de dónde venimos y sabemos también a dónde no queremos llegar. El momento es de suma gravedad. Ya no se trata sólo de que la sociedad española haya perdido muchos de sus valores singulares, ni de que haya cundido cierta cultura de la pereza industrial que nos convierte en un soleado país de contrabandistas, camareros y tunos. El problema es que además de habernos despojado de muchos de los valores que nos convirtieron en un país desarrollado, ahora nos encontramos con que quienes nos dilapidaron el espíritu, nos vaciaron de paso la nevera. Muchos de quienes en su día pelearon con sacrificio y entusiasmo por la propiedad de un piso se encuentran ahora luchando a la desesperada para impedir su desahucio. Y todo ocurrió en muy poco tiempo, en unos cuantos años de rotunda insensatez política, en medio de esa sorprendente jovialidad tan española que nos permite hundirnos con la surrealista ilusión de que el naufragio pueda servirnos al menos para aprender a nadar. En un abrir y cerrar de ojos nos hemos puesto en la estela de los países más miserables de la eurozona y, como consecuencia de la regresión económica y moral, tenemos cotas de criminalidad impensables hace sólo algunos años, hasta el punto de que muchos criminales temen salir de madrugada a la calle. Al hecho evidente de que ya casi no quepan más españoles en las colas del paro, se añade la evidencia de que tampoco quedan vacantes en las celdas de las prisiones. Es triste, pero cierto, que España se ha convertido en uno de esos países en los que la gente que pierde el empleo reza para que sea posible perder al mismo tiempo la libertad, pensando en que las restricciones del presidio permiten al menos el disfrute de tres comidas al día. Pero hemos sido siempre un pueblo entusiasta y saldremos adelante por la sencilla razón de que ni siquiera somos organizados para hundirnos del todo. Aquí nadie ignora que incluso en el extremo dolor de la muerte, los españoles siempre nos hemos dado cuenta de lo hermosa que resulta cualquier mujer fea al convertirse en viuda. Hoy es jornada de reflexión. Y eso significa que los españoles podríamos aprovechar para darnos cuenta de que tendríamos que elegir para el Gobierno de España a alguien que sea capaz de tomar las decisiones sin meterse en política.
José Luis Alvite
Félix velasco - Blog
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