Acabamos de elegir, muy democráticamente, eso sí, algo que si Rajoy lo suprimiera de un plumazo en cuantito llegara a la Moncloa faltaban en España palomas que soltar y cohetes que disparar para celebrarlo: el Senado. Somos tan imbéciles que aunque no sabemos para qué logroño sirve el Senado (si es que sirve para algo) y queremos que lo supriman, vamos y echamos la papeleta sepia en su urna, y hasta ponemos el están-clavadas-tres-cruces en tres nombres de este monte del olvido carísimo y superfluo. Las diputaciones, no sé, pero el Senado por supuesto hay que suprimirlo. Ay, qué pena de la abstención que no existió en las urnas del Senado. A nadie se le ocurrió, pero hubiera sido precioso: que mientras votábamos a los diputados del Congreso, porque allí sí que reside la soberanía nacional, no hubiésemos echado una sola papeleta en la urna del Senado. Que al Senado le hubiéramos vuelto electoralmente la espalda. Que le hubiéramos echado la misma cuenta que la mal llamada Cámara Alta echa a los verdaderos problemas de España: ninguna. Si el Senado estuviera de verdad preocupado por los problemas de España, lo primero que tenía que hacer era autodisolverse para ahorrar millonadas, en vez de empezar los tíos caras a cobrar los sueldos desde el mismo día siguiente a las elecciones y en vez de seguir tirando el dinero, como si lo regalaran, con ese «kit de senador» que les regalan, donde llevan ordenador portátil de gañote, teléfono inteligente de válvula, tableta digital de pescuezo, vale para hartarse de coger taxis de gorra, pase para no pagar un duro en trenes y aviones, y qué sé yo cuántas mamelas, mamandurrias, mangoletas y dietas no precisamente Dukan.
El Senado forma parte de esos tristes muros en ruina de la Patria mía que no tenemos posición para seguir manteniendo en pie. Suele decirse que España está como está porque en cada pueblo hicieron un polideportivo, una piscina cubierta, un centro cívico, una biblioteca, un hogar del pensionista, un auditorio, un instituto, dos ambulatorios de la Seguridad Social y en algunos, además, un hospital comarcal, una pista de motocross, una residencia de ancianos y un carril-bici. No hay economía que sostenga eso. Aunque no tuviéramos cinco millones de parados. España no tiene posición como para que haya una Universidad en cada provincia, un aeropuerto cada cien kilómetros y un Ave en cada ciudad. Y televisiones autonómicas, ¡vengan televisiones autonómicas! Y vengan televisiones locales, para que el alcalde tenga unas cámaras serviles a su disposición permanente, que lo saquen guapo y no mienten ni por equivocación a la oposición. ¿Usted sabe, por ejemplo, cuántos canales de televisiones autonómicas hay en Cataluña? Pues seis, a saber: el canal generalista TV3, el cultural Canal 33, el infantil y juvenil Super 3 y 3XL, el de información continuada 3/24, el de alta definición TVC HD y el deportivo Esport 3. Como quien hace un grandísimo ahorro, Mas, el presidente con nombre de supermercado, ha anunciado que suprimirá dos canales autonómicos. ¡Que te quedan cuatro canales, picha, no presumas tanto! Te queda de momento un canal autonómico más de los que tiene Andalucía, donde los señoritos del cortijo y los jerarcas del Régimen tienen a su disposición tres televisiones perfectamente suprimibles: Canal Sur, Canal Sur 2 y Andalucía TV Internacional.
Menos mal que Angela Merkel probablemente no sabe una papa de todos estos dispendios patrios, que, si no, prontito se le iba a poner al teléfono a Rajoy. Porque estoy seguro de que si supiera, por ejemplo lo del Senado inútil y lo del «kit de senador», le decía a Rajoy:
—Marrriano querrrido: ¡un pico y una pala era lo que yo ponía en el «kit de senador»! Y si de paso le das ese mismo «kit de senador» a cada político, pues no tendrás que venir tanto a llorarme en el hombro, Marrriano...
Antonio Burgos
Félix Velasco - Blog
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