El archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, era un hombre extraordinariamente vanidoso. Cuando iba a una ceremonia de gala, se hacía coser a sí mismo en su uniforme, de modo que no hubiera una sola arruga que empañara su apariencia.
Desgraciadamente, el archiduque llevaba uno de sus uniformes cosidos cuando le dispararon en Sarajevo el 28 de junio de 1914. Fue imposible desabotonar su uniforme, y cuando por fin lo rasgaron con unas tijeras, se había desangrado hasta morir.
Su asesinato en Sarajevo precipitó la declaración de guerra de Austria contra Serbia, que desencadenó la Primera Guerra Mundial, y que produjo más de 10 millones de bajas, con 60 millones de soldados europeos movilizados.
Félix Velasco
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