Por lo que podemos ver en los unos y en los otros, tanto promete el Congreso –gracia, broncas y bochornos, que la brillantez no creo que se destaque en el foro- que, para estar informados y para estar bien al loro, lo mejor es preguntar a cómo sale un abono para no perderse una, para empaparse de todo, que la carpa ya está puesta, y han encendido los focos, y se han pintado payasos, y rugen tigres y osos, y allá arriba, en el trapecio, emparejados o solos, unos se columpiarán y harán maravillas otros, y están los malabaristas con pelotas y con bolos, y el lanzador de cuchillos, y la mujer que de pronto, cuando menos se esperaba, camina -¡santo Dios, cómo! sobre un alambre, y se mece, y hasta se venda los ojos…
La temporada del circo ha descorrido sus toldos y ya se va viendo ambiente, ya empiezan, poquito a poco, a crecer las ilusiones de los que gracias al voto han hecho que el circo sea esto que ahora vemos todos. Circo por lo divertido y circo por alborotos, y circo por malabares, y circo por, por, por todo. Las urnas nos han dejado este rebujo tan mono donde lo mismo me encuentro a una con un traje rojo que a otra que lleva una chupa negra de las de ir en moto; o me encuentro a un trajeado con corbata y serios modos, peinado, muy repeinado, un clásico puntilloso, o a uno que lleva camisa y unos pantalones rotos, barba descuidada y pelo enredado y espantoso, tieso, como si pringara, como si viniera el mozo de dormir en un pajar y no haber pegado ojo; y para rizar el rizo –no de ese pelo, del foro-, asoma una diputada que en brazos trae a su rorro, una mujer que, comentan, ha disfrutado de todo, de vida de pazo y chófer, de no faltarle centollos, de no faltarle percebes, y ahora va de punto rojo. Como si jugar a izquierdas fuera un capricho, de pronto. Y con la sal de su tierra –y la miel de suelo propio-, con su sano desparpajo, a su forma y a su modo, ha dicho cuatro palabras la gran Celia Villalobos: “Si quieren dejarse rastas, a mí se me importa poco, mientras usen de champú y capilar escamondo, que yo no quiero que nadie venga a pegarme piojos…” (Más o menos). Bien por Celia, pero ¿se habla de nosotros? ¿Alguien ha hablado de España y del problema de fondo? Este es el plan que tenemos, trajes, pantalones rotos, niños -¿Qué pinta ese niño en lugar como ese, coñ.?-, juramentos que parecen que van a un frente de lobos, puños en alto, promesas, caras de miedo y de asombro, novelería de cargos… ¿Y de España qué, maromos? Gobiernen ya de una vez o dejen que lo hagan otros. Para circo ya tuvimos la gran Pinito del Oro.
A. García Barbeito
FVA Management
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