domingo, 5 de abril de 2015

Roma, maravillas bajo el suelo




catacumbas
En el subsuelo de Roma siguen encontrándose maravillas. La Ciudad Eterna está todavía en condiciones de desvelar antiguos mármoles, mosaicos, monedas y frescos que han sobrevivido milagrosamente. Con esos tesoros del pasado se acaba de abrir un nuevo museo, el Antiquarium de Lucrezia Romana. Una asociación, Roma Sotterranea, investiga los secretos de esa Roma cargada de historias, misterios y leyendas. Nacida en el año 2000, cuenta con espeleólogos, arqueólogos, geólogos, arquitectos, ingenieros y simples apasionados que colaboran con las más importantes instituciones públicas.
El fundador de Roma Sotterranea, Adriano Morabito, introduce en esa Roma invisible, en las raíces más antiguas de la cultura romana. Para comprender la Roma de la superficie, la que se nos presenta en postales, es necesario conocer la que se esconde bajo nuestros pies, que es menos fastuosa, pero también sugestiva y fascinante. No es casual que Freud, quien conocía muy bien la Roma antigua, pensara que la Roma subterránea es una metáfora de la mente: profundizar en el subsuelo es un poco como adentrarse en el inconsciente. Y a veces, de forma casual, se encuentran tesoros, como el Ara Pacis, célebre altar dedicado a la Paz por Augusto en el 9 a. C., tras volver de su expedición pacificadora de España, que se descubrió en los subterráneos de un edificio de via del Corso en 1568.
Nunca se podrán descubrir por entero esos tesoros de arte y de historia sepultados con el pasar de los siglos, hasta el punto de hacer una ciudad estratificada. Más de 250 lugares subterráneos hay identificados, lo que equivale seguramente a menos del 5% de lo que hay aún enterrado. En cualquier lugar de Roma donde se excava se encuentra un pedazo de su arte y de su historia, restos de una vida precedente. De ahí la dificultad de construir algo en el subsuelo. Por ejemplo, en el actual proyecto de una tercera línea del Metro, Roma será la única capital del mundo sin una estación en su centro histórico. Y es que, si se descubre algo importante en una excavación a 5 metros, debajo pueden existir otras maravillas, porque el nivel del suelo de Roma, desde sus orígenes, ha subido cinco, diez, quince y hasta casi veinte metros.
Grandes ingenieros
Eran grandes ingenieros los romanos y dotados de gran sentido práctico. Así, cuando había que construir algo, se hacía sobre lo que se había destruido o derrumbado, dada la dificultad que existía para deshacerse de los escombros. Cuando Trajano construyó sus termas, lo hizo sobre uno de los palacios más grandiosos jamás levantados, la celebérrima Domus Aurea de Nerón. Curiosamente, solo Nerón, cuando reconstruyó Roma tras el incendio, eliminó ruinas y escombros llevándolos al mar de Ostia, a 30 kilómetros de la capital.
Se explica así que la topografía de Roma haya cambiado sustancialmente desde su fundación, en el 753 a. C. Las siete colinas de Roma, los montes que históricamente formaron el corazón de la ciudad, en los tiempos de Rómulo y Remo, han perdido altura y relieve y los valles se han rellenado. Precisamente, entre los más antiguos vestigios de Roma se encuentran obras públicas construidas bajo la dinastía de los Tarquini, los últimos tres reyes de la Roma etrusca que reinaron desde el 616 al 509 a. C. Son de esta época inmensos templos, murallas, acueductos y sistema de alcantarillado como la Cloaca Maxima, una obra maestra que aún funciona perfectamente.
Hasta el siglo XV, la Roma antigua se consideraba una especie de mina inmensa de la que se extraía todo tipo de materiales para reciclarlos, incluyendo sus estatuas y mármoles. Solo con la llegada del Renacimiento, con su nuevo aprecio por la antigüedad clásica, se cambia de perspectiva. Un ejemplo singular nos lo da precisamente la Domus Aurea, que fue descubierta accidentalmente cuando un joven romano cayó en ella al abrirse una espacio en la colina Oppio a finales del siglo XV. Muy pronto una serie de jóvenes artistas empezaron a descubrirla al introducirse y dejarse caer con cuerdas para descubrir los frescos y decoraciones de la grandiosa e imponente residencia de Nerón. Rafael, Pinturicchio, Miguel Ángel y otros jóvenes artistas romanos descendieron bajo tierra para estudiar, descubrir y difundir lo que era realmente el mundo antiguo.
Estadio domiziano
Hoy la Roma subterránea nos ofrece un panorama casi infinito de ambientes y de escenarios, algunos abiertos al público. Por ejemplo, es posible pasear y redescubrir el mundo competitivo de las carreras, bajo la plaza Navona, entre los amplios arcos del estadio domiziano, abierto después de años de restauración. Construido por el emperador Domiziano (81-96 d. C), el estadio, destinado fundamentalmente al atletismo, podía albergar a 30.000 espectadores. Hoy se puede respirar la atmósfera antigua de los juegos de la capital.
Entre las innumerables iglesias romanas, la más asombrosa, desde el punto de vista histórico, es la basílica de San Clemente, con tres construcciones, una sobre otra, realizadas a lo largo de los siglos. La primera se remonta a la época romana anterior al incendio de Nerón del 64 d. C. En ese mismo lugar fue construido en el siglo II una residencia privada y un templo dedicado al culto de Mitra, el dios de origen persa que pasó a formar parte del imperio romano, una religión ligada al cosmos y a las estaciones, cuyos ritos se celebraban en grutas y cavernas. En el siglo IV, sobre la casa y el templo, se construyó una basílica cristiana, a su vez semidestruida y refundada.
No es infrecuente que al excavar en las iglesias se encuentren templos paganos o necrópolis. En los subterráneos del Vaticano hay una gran necrópolis, con tumbas cristianas y paganas, y se recuperaron una veintena de mausoleos. En el año 2003, al construirse el aparcamiento Santa Rosa del Vaticano se descubrieron cuarenta estructuras sepulcrales y más de 200 tumbas individuales, que se acumularon desde el final del siglo y durante todo el siglo II. En la Basílica de San Pedro, lo profano está bajo lo sacro. Así, no deja de llamar la atención que, bajo la basílica, se encuentren las imágenes de los dioses Horus, Océano, Minerva y Plutón.
En la Roma subterránea ocupan lugar destacado sus catacumbas, que son una treintena. Las más accesibles están compuestas de unos 150 kilómetros de túneles: Pancracio, Agnese, Domitilla, Priscilla, San Sebastián... Al inicio se instalaron en cavidades ya existentes, incluso en columbarios paganos, columbarios que ofrecen a veces sorprendentes arquitecturas funerarias donde se colocaban las urnas cinerarias. Las catacumbas se expandieron durante tres siglos y alcanzaron hasta 20 metros bajo el suelo. Las de San Calixto, por ejemplo, se extienden en 20 kilómetros de galerías distribuidos en cinco niveles en un zona de 15 hectáreas.
Leyendas
No solo a la vida está ligada la Roma subterránea, sino también a la muerte. Un ejemplo del culto a la muerte, que nos lleva a la Contrarreforma del siglo XVI, como símbolo contra la vanidad del mundo, lo representa el osario de los capuchinos, en la iglesia Santa María de la Concepción, en via Veneto, en cuyos subterráneos se conservan los huesos de unos 4.000 frailes, alcanzado la cumbre de lo macabro.
En este mundo subterráneo abundan los misterios y leyendas. La más común y popular cuenta que en muchas iglesias antiguas de Roma hay en el subsuelo un túnel que conduce al Vaticano. Falsa leyenda. Pero a Roma no le será nunca fácil liberarse de sus fantasmas y misterios, y de su relación con la historia y el arte. Por eso es fascinante.
Ángel Gómez
Félix Velasco - Blog

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