En plena frontera de las dos Alemanias y en plena Guerra Fría. Alec Leamas es un agente del servicio secreto británico destinado en Berlín –zona americana-, desde donde controla a los agentes infiltrados en la zona soviética. Allí asiste a la eliminación de un agente doble, bajo las balas de la policía germano-oriental, y, tras ese episodio, retorna a su país para un periodo de descanso. Leamas es un hombre que sabe que no sirve para el trabajo burocrático y teme quedarse en Londres después de 10 años de servicio en Berlín -de 1951 a 1961-, y que lo encierren en una oficina de los servicios secretos. Pero es requerido para un trabajo sucio, de esos que no deben ser relacionados con el Foreign Office. Por ello, Leamas ha de abandonar los servicios secretos, labrarse una pésima reputación, causar problemas, ser un hombre a la deriva, destruirse aparentemente. Es una historia gris con final trágico. El protagonista es totalmente desarraigado, un antihéroe.
FRASES:
- "Ella me ofreció amor libre. En ese momento, era todo lo que podía permitirme."
- "Me reservo el derecho a ser ignorante. Ése es el modo de vida occidental."
- "¿Qué demonios crees tú que son los espías? ¿Filósofos moralistas que calibran todo lo que hacen contra la palabra de Dios o Karl Max? No lo son. Son un hatajo de desdichados escuálidos bastardos como yo. Hombres insignificantes, borrachos, invertidos, papanatas, funcionarios que juegan a vaqueros para dar brillo a sus precarias vidas."
- "Hacía frío esa mañana; la leve niebla era húmeda y gris, y picaba en la piel. A Leamas, el aeropuerto le recordó la guerra: máquinas, medio ocultas en la neblina, esperando pacientemente a sus amos; las voces resonantes y sus escos, el grito súbito y el incongruente golpeteo de unos tacones de muchacha en el pavimento de piedra; el rugido de un motor que podía estar al lado mismo de uno. En todas partes, ese aire de conspiración que se produce entre la gente que está levantada desde el amanecer, casi de superioridad, nacida de la experiencia común de haber visto desaparecer la noche y llegar la mañana. Los empleados tenían ese aspecto que produce el misterio del alba y que el frío estimula, y trataban a los pasajeros y a su equipaje con el aire remoto de hombres regresados del frente; el resto de los mortales no les decían nada esa mañana."
Félix Velasco
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